Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La entrevista que el diario El País ha realizado con el multimillonario George Soros, antiguo
inversor y ahora filántropo, se cierra con la siguiente andanada contra la
línea de flotación de la política "europea" actual:
Las autoridades han fallado en el
liderazgo de Europa y estas crisis provocadas por el hombre han hecho que la
gente esté pasando por un tremendo e innecesario sufrimiento que irrita a la
ciudadanía. Esta ira permite a los extremismos ganar apoyos. Hay muchas
expresiones de esta rabia, es desafortunado y lamentable, pero pienso que la
gente todavía cree y aspira a los ideales que representa Europa. Hay una
mayoría silenciosa a favor de la UE, pero no ha hallado una forma de expresarse
en política. Hay una desilusión general, una gran desafección con los partidos
que los electores expresan rechazando a las formaciones existentes, por lo que
debería haber una regeneración política.*
Con cada una de las frases que componen el párrafo,
desarrollándolas, se podría escribir un tratado erudito sobre política europea
y, si se me apura, sobre la Política en general. El arranque es triple: la
responsabilidad de las autoridades, lo "humano" de la crisis actual y
el sufrimiento de los ciudadanos. Unos la provocan, otros son incapaces de
frenarla y unos terceros la padecen. Ya con desarrollar estas tres afirmaciones,
con desmenuzarlas y explicarlas siguiendo los recovecos de la irresponsabilidad
política, de la codicia financiera y empresarial, y la diversidad de los daños
y los retrocesos sociales causados,
podríamos pasar años realizando análisis. Desgraciadamente, no creo que
nuestros actuales problemas aguanten tanto tiempo. Ahondar en ellos es, en cualquier
caso, necesario.
Europa carece de liderazgo por diferentes motivos, pero
principalmente porque no existen las figuras de una talla suficiente como para
ser emblemas de un espíritu europeo por encima del de los países, porque han
desaparecido los intelectuales comprometidos con la idea de Europa, por un
lado, y porque el diseño del "liderazgo" se ha realizado pensando en
países que poseen siempre unos intereses a los que difícilmente pueden renunciar.
La idea de liderazgo se difumina en una clase política europea que se percibe como una clase burocrática colocada a instancias de los países integrantes.
Es eso que se llama de forma genérica y en ocasiones despectivamente
"Bruselas". A Bruselas, se dice, se va a defender los intereses nacionales. Eso es lo rentable.
El liderazgo europeo no es solo de gestión, sino de ilusión.
Lo uno sin lo otro es un despropósito, como poner el carro delante de los
bueyes. Europa es campo de discusión, no de convergencia identitaria. No se trata tanto de "unirse" sino de "identificarse"
con algo que es más que la suma y que es común, la "idea de Europa". Es
ilusorio pensar que se trata de hacer desaparecer las "ideas
nacionales", pero ¿por qué renunciar a esa identidad que nos espera? Sin embargo, creo
que se ha renunciado. No se perciben avances y sí retrocesos.
El europeísmo retrocede ante el euroescepticismo, como
estamos viendo en diversos países. La causa es tanto la falta de liderazgo, como
señala Soros, como la falta de ilusión y atractivo. Se ha presentado Europa
como una fuente de recursos antes que como una identidad; como un mercado antes
que como una casa común, algo que apenas pasa de la metáfora. La idea del "beneficio" es lo que se transmite a los pueblos como aliciente. El
"nos irá mejor" en Europa se acaba volviendo contra ti cuando no te
va mejor, a la primera dificultad, cuando comprendes el efecto de las retóricas
fáciles de la integración.
Como idea, Europa tiene que gustar, que atraer, porque hay que
inventarla, traducirla a la realidad, ya que nunca ha existido más que como un "no yo", como una "otredad" antes que como una identidad. Europa eran los otros. Ahora es una invención intelectual a medio camino, algo que hay que terminar
de construir, cada día con un reto. El gran desafío es la creación de la conciencia común europea. No hay identidad sin conciencia y no hay conciencia sin valores comunes. Es ahí donde hay que ahondar. Y es ahí donde el liderazgo nacional y europeo fallan.
Señala Soros que hay "una mayoría silenciosa a favor de
la UE" que todavía no ha encontrado la forma de expresarse políticamente.
Es cierto. "La gente todavía cree y aspira a los ideales que representa
Europa", señala. El centro de esta afirmación es la palabra
"ideales", algo que en estos momentos no se percibe ni en los
gobiernos de los países ni en las propias instituciones. "Ideales" e
"intereses" son los dos extremos entre los que se mueve la idea
europea. En la medida en que se aproxime a unos u otros, será capaz de
ilusionar o desilusionar a los participantes en este proyecto histórico. Para construir un "nuevo mundo", Europa se tuvo que ir a América. Era más fácil emigrar que cambiar. ¿Para cuándo una "nueva Europa", un viejo sueño?
Señala George Soros en la entrevista de El País:
La crisis del euro ya ha
transformado la UE de una asociación voluntaria entre estados iguales a una
relación entre acreedor y deudor. Y en situación de crisis, los acreedores
dictan los términos de la relación, que llevan a los deudores a una peor situación.
Eso condena a la UE a un futuro muy sombrío.*
La sensación de que los países han perdido soberanía ante
una Unión Europea que, por contra, no ha sabido "defenderles" como
ciudadanos es lo que vacía la idea de Europa de sentido. Una Europa de acreedores y deudores no es lo que se imaginaba nadie, sino una Europa de
convergencias en la que los países más desarrollados se empeñaban en las
mejoras del resto. ¿Puede sobrevivirse a la idea de que los europeos están comprándose unos a otros? ¿De que sus
instituciones, controladas por los más poderosos, lo han favorecido o son
incapaces de evitarlo?
La inutilidad de sus soluciones deriva de la perversión de
esa relación, que mina profundamente el sentido europeo al transformarlo en
relaciones de poder entre unos y otros. O Europa encuentra pronto soluciones y
recupera la ilusión de que es capaz de resolver problemas y no solo generarlos
por su ineficacia, o pronto habrá un descontento, un desengaño activo que irá
más allá de las protestas contra Angela Merkel o una burocrática Bruselas.
Hoy por hoy, las calles están ocupadas por los que queman
banderas europeas y retratos de sus dirigentes. La "mayoría silenciosa" que
todavía cree que Europa es posible y beneficiosa más allá de los intereses,
como señala Soros, tiene cada vez más motivos para permanecer callada. Puede
ser que cuando un día no muy lejano sea preguntada siga en silencio. Y taciturna.
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