Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
respuesta que Michael Haneke ha dado cuando se le ha planteado trabajar en una gran
producción norteamericana ha sido expresiva y contundente: "Las películas
'maistream' estadounidenses son un tipo de cine de respuestas. Uno sale y el
mundo tiene que estar en orden, y conmigo eso nunca ocurre".*
Esto
explica en gran medida las diferencias entre el arte —mejor o peor— y el
espectáculo —más caro o más barato—, en cada caso. Cada vez se miden más las
artes por la inversión y lo recaudado que por el desorden que provocan en el
ánimo de quien las contempla. Es función del arte verdadero sembrar la duda, el
desconcierto respecto al mundo y su orden aparente, ficticio. El Arte es la
ficción que muestra lo ficticio del orden real.
La
expresión de Haneke señala que no se trata tanto de presentar un mundo
alternativo o fantástico a través del arte, sino de crear la imposibilidad posterior del reencuentro
con lo que nos espera. Tras la experiencia estética, es imposible la naturalidad del regreso. Al volver, lo
que nos aguarda ya no se percibe de la misma forma. Se ha transformado
inquietantemente. Hemos entrado en el cine seguro de nosotros mismos, de
nuestro orden mundano, y al salir de allí lo que nos espera es distinto,
mantenemos unas relaciones diferentes con el mundo.
El objetivo del arte
de Haneke, lo logre o no, es precisamente es descolocar el alma
para que perciba el mundo de otra manera. Es, al menos, su voluntad y
compromiso. Al arte somnoliento, que alienta el vivir en lo ilusorio, se
opone ese quiebro, como un despertar brusco.
Haneke, para terminar de establecer las diferencias, señala que él no es un "director",
sino un "autor", concepto complejo y discutido, ridiculizado por
cierta crítica que tampoco es "crítica", sino "gacetilleo",
que forma parte de esa perpetuación del orden que también se desmorona ante la verdadera obra de autor. El autor tiene voz y conciencia, algo que decir y una forma de decirlo.Hay directores que no tienen nada que decir, pero que hacen muy bien su tarea.
Michael
Haneke exige en su trabajo lo que no siempre se da en el cine: el control de lo que
hace. El cine es un arte peculiar, con muchas otras artes metidas dentro. La
autoría se reparte y se concentra en función del mayor o menor
control que quien lo realiza tenga sobre las principales fuerzas que convergen
en el film: la dirección, la historia, el montaje, la fotografía, la actuación.
Por eso Haneke ha explicado en la radio austriaca que él escribe sus historias,
dirige y selecciona a sus actores en cada proyecto. No ha querido ser grosero
—no hacía ninguna falta— y ha señalado que si hubiera una historia que se
correspondiera con su universo "¿por qué no?". Haneke, que es filósofo, sabe que la rotundidad es un defecto muy humano. Para los medios, la prioridad informativa, en cambio, es que ha "rechazado" a Brad Pitt, que tampoco tiene la culpa. Haneke no es soberbio; solo quiere seguir haciendo lo que entiende que debe hacer, su compromiso estético y moral.
Más
allá de un problema de entradas y salas vacías, la "crisis del cine" —desde
la perspectiva de la Culturay no de un ministerio que se llame así— es en realidad la crisis del "autor",
de la reducción de sus posibilidades de decir en un mundo controlado. El Cine
fue saludado como un gran acontecimiento por todas las Vanguardias: el Futurismo
vio en él la encarnación del movimiento, esencia del nuevo Arte; el
Expresionismo la manera de deformar el mundo para hacerlo significante; el
Surrealismo vio en la imagen la forma de salvar la distancia entre sueño y consciencia,
de dar forma al deseo. Hoy es otra cosa.
En un
mundo que hace música, cine, poesía, novelas... para su consumo, para reafirmar
que el mundo es como es y solo puede ser de esa manera, que somos quienes somos
y no podemos ser de otra forma, que no caben más sueños que los que se nos
ofrecen, la respuesta de Michael Haneke debería servir para alentar otras
formas y maneras de hacer y decir.
Ray
Bradbury nos habló en su fábula Fahrenheit
451 de un mundo en el que los libros se quemaban para debilitar la libertad
de la personas. Alguien, mucho más inteligente que quien ordenó quemarlos,
decidió que era más eficaz ofrecer libros tontos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.