Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
científicos Juan Luis Arsuaga, paleontólogo, y Manuel Martín-Loeches,
neurocientífico, han caído en la cuenta de que después de muchos siglos
definiendo las especies que pueblan la Tierra, se nos había pasado una que teníamos
delante de las narices: la humana. Nos hemos dedicado a definir y clasificar
plantas, animales, minerales, etc., pero, según ellos, no lo hemos hecho con
nosotros mismos. El diario ABC saca como consecuencia de lo dicho una frase
rotunda de Arsuaga para su titular: "Si hubiera extraterrestres, de piel
para dentro serían como nosotros"*. Así, frente la inquietante teoría —alentada
por la ciencia ficción y algunos conocidos nuestros— de que hay gente que se
nos parece pero que sospechamos puedan ser de otro planeta, ellos apuntan lo
contrario.
La
entrevista a dos voces (tres con la del entrevistador) nos ha dejado algunas
perlas y algunas serias dudas. La primera de ellas es la cuestión de porqué
definimos y el problema de la autodescripción, que es un problema de filosofía
de la ciencia. No somos los más adecuados para clasificarnos y definirnos, lo
que no significa que no lo hayamos hecho, por contra de lo que afirman los
autores. Describimos lo exterior a nosotros porque es distinto y podemos
mantener unos criterios mejores o peores. Estos criterios no son
"objetivos", son los "nuestros", pero son constantes
respecto a algo diferente a nosotros. Puedo "describir" una mosca
porque yo no soy una mosca y puedo establecer una forma estable y reconocida de
descripción de ella aceptable por otros. Los criterios de descripción y el
descriptor son exteriores a las moscas. En la autodescripción —los humanos
describiéndose—, por el contrario, entran en liza otros criterios de
subjetividad que involucran nuestros valores respecto a nosotros mismos.
Podemos buscar ciertos consensos en la descripción, pero necesitamos de un
"observador" exterior para evaluar su eficacia y verificarlos. Y no
tenemos nadie a mano.
Nos
resulta difícil interpretarnos porque estamos dentro de nosotros mismos —¡dónde
mejor!— y hay muchas cosas que no somos capaces de valorar de la misma forma
que lo hacemos con los otros, con los exteriores. Por eso sorprenden algunas
cuestiones que se plantean los autores:
Arsuaga. Porque creo que los rasgos
esenciales de nuestra especie son necesarios para que surja una especie
tecnológica. Es difícil imaginar que pueda surgir una especie así sin que
exista, por ejemplo, la placenta. Me resulta difícil creer que, por ejemplo,
una especie que ponga huevos pueda hacerse inteligente, porque la nuestra tiene
un desarrollo muy prolongado dentro del útero materno, y eso hace que tengamos
pocos hijos, o camadas muy cortas, pero con crías muy desarrolladas. No me
imagino una inteligencia extraterrestre con capacidad tecnológica que vaya
poniendo huevos por ahí…
Martín-Loeches. Aunque a lo mejor no es del
todo inconcebible…
Arsuaga. Yo creo que sí. Resulta que la
placenta ha aparecido en la evolución de nuestro planeta por lo menos quince
veces, montones de veces, porque es un magnífico invento. Para ser inteligente
hace falta tener un buen desarrollo antes de nacer.*
Las
discrepancias de los mismos autores nos revelan parte del problema, el desacuerdo.
Pero también lo podemos apreciar en las expresiones como "me resulta
difícil creer", "no me imagino", etc., con las que se revela esa
imposibilidad de salir de nosotros mismos para concebir algo diferente. Por
eso, el señor Arsuaga dice —como recoge el titular— que de "piel para
adentro" los extraterrestres serían como nosotros. No porque tenga "evidencias"
de ello, sino porque no se lo puede imaginar más allá de sus propias
condiciones. Lo que somos capaces de concebir como vida "inteligente"
parte de nuestra propia concepción de qué es "vida" y qué es
"inteligencia", además de su "origen" y "evolución".
Pensar
que han descrito al ser humano desde "todos los puntos de vista",
como dicen los autores del libro es de una ingenuidad pasmosa, solo
justificable por necesidades editoriales. Por más que maticen que se trata de
un "proyecto", de una lista, etc. Es de un gran simplismo decir, como
hace Arsuaga:
Sorprendentemente, la especie humana no está
aún definida. Todas las especies tienen una definición y existe un ejemplar
tipo, un ejemplar de referencia con el que todos los demás se tienen que
comparar. Linneo escribe sobre nuestra especie, pero no hace de ella ninguna
definición biológica.*
Se
soslaya cuál es la función de la definición y a qué se aplica. ¿Significa que
es "imposible" la autodescripción? No, en absoluto; todo lo contrario.
Lo que significa es que está permanente abierta por nuestro propio desarrollo y
progreso. Lo hacemos a través del Arte, de la Historia, por ejemplo,
definiéndonos y redefiniéndonos constantemente. Son autodescripciones. ¿Significa que son
"correctas"? Sí y no; significa que las aceptamos, que nos satisfacen en un
momento de la historia y que se producen cambios en su consideración que las
modifican. A Dios gracias, nunca estamos satisfechos. Y no lo estamos porque cada día sabemos más de nosotros mismos, un saber cambiante. Somos nuestro propio misterio; no podemos encerrarnos en una "definición" que nos satisfaga, aunque lo intentemos.
El ser
humano está constantemente dando definiciones de sí mismo, pero reconoce que
esa definición que iguala a través de un "tipo" a todos los de una
especie, que lo que se dice de uno se dice de todos, es profundamente incompleta
en el caso de lo humano, que un "ejemplar de referencia" es una
construcción abstracta y reduccionista.
Ese "ejemplar de referencia"
humano es el que describen los manuales anatómicos, el cuerpo, no el colectivo de
los libros de Historia ni el personal de la autobiografía. Podemos definir las
otras especies porque podemos ser profundamente injustos con ellas. No se van a
quejar de nuestras reducciones y simplificaciones, de nuestras interpretaciones
antropomórficas, de nuestros juicios de valor.
En
ocasiones, por lo dicho en la entrevista, no sabes si lo que se presenta tan arrollador y rotundo no estará
cayendo precipitadamente, como Ícaro, del cielo:
- Imaginemos que
tuvieran delante, realmente, a un extraterrestre. ¿Cuál sería la primera
pregunta que le formularían?
Arsuaga. Yo lo tengo muy claro… haría
algo muy simple. Me llevaría la mano al pecho y diría :”Yo, Juan Luis”. Y si él
hace algo parecido, entonces ya está… Tiene consciencia, tiene “yo”, es como
nosotros…
Martín-Loeches. Estoy de acuerdo con Juan Luis.
Ese simple gesto marcaría el hecho de que hay un “yo” y un “otro” que están
coexistiendo en ese mismo cerebro. Y eso marca un hito muy importante de
nuestra forma de ser. De hecho, la nuestra es la única especie de la Tierra que
es plenamente consciente de eso.
-Hay quien
discutiría eso…*
Sorprendente
descripción del primer encuentro espacial, repetición sideral de aquel
"Yo, Tarzán" de nuestra infancia, que da por descontado que tendrán
manos y no tentáculos, como algunos han imaginado en sus fantasías extraterrestres,
incluso que tendrán pecho en el que señalarse, gesto cultural que apunta al corazón y no a la cabeza o a una rodilla. Pero no tendremos de qué preocuparnos por estos
detalles morfológicos y culturales, porque ya nos avisan los autores que de la piel —escamas
o lo que sea— para adentro son como nosotros. Nos hemos quitado un peso de
encima. Tendremos de qué hablar.
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