Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Andan
estos días preocupados los políticos por las sucesiones y los relevos,
por las alternativas y las continuidades, conscientes de que se la juegan en
las próximas elecciones. Se da el divertido caso del partido que rechazaba la
elecciones "primarias" hasta ayer y ahora solicita que todos lo hagan "por
ley", muestra didáctica de cómo funciona la mente de nuestros políticos
cuando ven las orejas al lobo. Se buscan desesperadamente caras "nuevas", jóvenes
carismáticos, mediáticos, que conecten, mientras los que mandan siempre se
parapetan tras los nuevos carteles electorales esperando a que escampe.
Todos están en crisis y no acaban de comprender las raíces, que van más allá de sus problemas sucesorios o de reparto del poder. Eso al menos piensan algunos analistas a la vista de las intenciones de voto que se realizan hoy, que trazan un panorama muy distinto al del bipartidismo actual, una modificación del reparto de fuerzas político. Son movimientos sin entusiasmo, aburridos, porque el sistema sigue sin cambiar. La rutina se ha instalado con fuerza.
Todos están en crisis y no acaban de comprender las raíces, que van más allá de sus problemas sucesorios o de reparto del poder. Eso al menos piensan algunos analistas a la vista de las intenciones de voto que se realizan hoy, que trazan un panorama muy distinto al del bipartidismo actual, una modificación del reparto de fuerzas político. Son movimientos sin entusiasmo, aburridos, porque el sistema sigue sin cambiar. La rutina se ha instalado con fuerza.
El
descrédito logrado por los partidos y sus líderes y acólitos se lo
han ganado a pulso, desde luego. El ejemplo de lo ocurrido en Italia estos días
debe ser tenido en cuenta, para bien o para mal. A algunos les asustará, y con motivo,
que lo que salga de unas urnas sea un país ingobernable, entre nuevos partidos
ruidosos y orgullosamente caóticos, separatismos varios, y veteranos del toreo
político que no terminan de cortarse la coleta. A otros, en cambio, lo que les
horrorizará es que todo siga igual, por inercia, empantanados en la ineficacia, en la rutina del poder.
Podemos ir hacia una abstención abrumadora que ofrezca resultados electorales
distorsionados pero legítimos. Son escenarios inciertos en los que lo único que
se da por hecho es el descalabro de los partidos, socialistas y populares, mayoritarios hasta el momento
y base del bipartidismo asentado.
A
nuestros problemas de representación y eficacia se suman los provenientes de
Europa por las imposiciones que nos traen, que conllevan sus interpretaciones de nuestros problemas. El despropósito de la política
europea actual, marcada por la canciller alemana —en nombre de su banca e industria—,
está asfixiando a todos los socios, ya sean socialistas —como Hollande en
Francia— o conservadores —como en Italia o España—, sin ideologías, que
no consiguen tener márgenes de maniobra suficientes como para que sus
electorados no se vean frustrados por la distancia entre lo que se les promete y lo
que se puede cumplir. A Merkel no le preocupa lo que se prometa en las campañas —los
sueños y la demagogia son libres—, pero los que tienen la obligación de hacer desde el poder sí son cosa suya y de su política
europea, que se lleva a rajatabla. Parece ser que la famosa "cesión de
soberanía" se ha hecho en exclusiva a Alemania, que es quien decide al no
desarrollarse la Unión más que en un sentido, el mercantilista, perdiendo de
vista sus objetivos sociales, irrenunciables para la construcción de una
auténtica identidad europea, un sueño ya sin soñador que le dé vida. Y hay que recuperarlo, pues de no ser así será un fracaso histórico con consecuencias en el futuro.
De
seguir empeorando la situación económica de la Unión en su conjunto y de algunos países —como
el nuestro— en particular, Angela Merkel tendrá el dudoso honor de haber
demostrado la inutilidad europea, incluso los peligros de pertenecer a ella para
sus miembros, a los que no se les impide caer y una vez caídos no se ayuda a levantarse. Al aburrimiento y desesperanza de la política nacional, se suma ahora, para muchos, el de la europea, convertida en un frontón, en un muro infranqueable.
Los "europeístas"
procuran moderar sus entusiasmos porque tienen pocas alegrías que llevarse a la
boca ante tanta tozudez como la que está mostrando Alemania, que es ya un
clamor universal. El hecho de que a estas alturas de la Unión todavía haya que
hablar de "europeístas", es significativo del retroceso en la
concepción de las relaciones entre los "socios". Por el contrario,
los euroescépticos, convertidos sin disimulo ya en "anti europeos",
desarrollan sus discursos responsabilizando a Europa en general y Alemania en
particular de sus desastres.
Nadie duda de que
cada país —incluido el nuestro— tiene una alta responsabilidad en sus desastres,
pero tampoco hay muchas dudas sobre el papel que Europa está teniendo en
las posibilidades de recuperación de cada miembro, que se ven muy limitadas por
la unión monetaria y la imposición de medidas, percibidas como humillación y
chantaje por las poblaciones nacionales. No es fácil construir una idea positiva de Europa
así.
Lo
desalentador de todo esto es que la unidad necesaria para salir adelante, los
apoyos para políticas que permitan crecer, le guste a Alemania o no, necesitan
de todos en todos los niveles, europeos y nacionales. La crisis brutal que
padecemos necesitaría de más acuerdos, de mensajes y acciones claros, que nos
hicieran ver que hay salidas a estos túneles en los que nos encontramos. Estamos
en una incierta carrera en la que quizá al final ya no queden premios que
repartir, ni en Europa ni en España. Tampoco queda mucho público pendiente de los corredores.
Esperemos recuperar, en los dos niveles, el pulso político. Es necesario volver a encontrar un sentido de lo político más allá de la demagogia y del aburrimiento, del profesionalismo y de la apatía. La política debe ser algo de todos por el bien de todos.
Esperemos recuperar, en los dos niveles, el pulso político. Es necesario volver a encontrar un sentido de lo político más allá de la demagogia y del aburrimiento, del profesionalismo y de la apatía. La política debe ser algo de todos por el bien de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.