Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
capacidad española de liarlo todo comienza a ser legendaria. No hay nada que
toquemos que no liemos, incluso en casos don ya está lío (¡y mayúsculo!), como
ocurre en Venezuela.
Es cierto, que la crisis, por llamarla de alguna manera, venezolana ya tiene su propio lío con una impresentable Maduro y las instituciones fantasma que ha creado a su alrededor para mantenerse en el poder y transmitirlo al siguiente como si fuera un juego de "Tula". De esta forma, el chavismo empeora y se convierte cada vez más en una caricatura de sí mismo, como ha ocurrido con el anuncio del "adelanto oficial" de las Navidades por el presidente, ante el alborozado aplauso de sus sicarios. Lo pagan, claro está, todos los venezolanos, los que quedan y los millones que han tenido que salir al exterior ante la clara pérdida del sentido de la realidad que el régimen, a través de su mandatario, provoca.
Pero ahora Maduro, especializado —como Trump— en la insinuación a fuerza de tener que salvar con la palabra lo que no puede salvar con los hechos, la lía a distancia en España.
Por
simplificar: se trata de establecer que el líder opositor y presidente electo
pero no reconocido por el régimen, Edmundo González, ha salido de Venezuela
gracias a un "acuerdo" entre España y Venezuela, vamos, que ha salido
porque Maduro, amable, le ha abierto la puerta.
Desde
el punto de vista extra gubernamental, González se ha ido: desde el punto de vista
del oficialismo, le han dejado salir.
Para hacer creíble su versión, Maduro habla con todo el descaro del mundo, de que "¡si él hablara!...", pero no lo hace porque son "secretos de Estado". Las parecerá infantil porque lo es... pero le funciona.
No sé hasta
qué punto los venezolanos de dentro y fuera se fían de lo que dicen Maduro y
sus secuaces. Lo que es evidente es que el caso, más allá de la credibilidad
del régimen, no solo divide al mundo en sus posibilidades (reconocer, no
reconocer, exigir, condenar, etc.), sino que fracciona —más todavía— al muy
débil y voluntarioso Reino de España.
Lo
nuestro, ya no tiene nombre.
No
contentos con el "lío Milei / argentino", en el que unos insultan o
son insultados y otros dan las "llaves", nombran "hijo
predilecto" o cualquier otra ocurrencia, ahora vamos a liarla y dividirnos
con Venezuela.
La
política española un museo de malos ejemplos, de lo que no debe
ser un país que se tenga que mirar al espejo. Da igual que se renueven líderes. Pasados una horas, los que eran moderados, dialogantes, se convierten en áspides
dispuestos a morder allí donde más daño hagan, cuellos, pechos o muñecas.
De
verdad: insufrible.
Decían
hace unos días en el informe sobre el aumento de los delitos de odio que la
"polarización" era una de sus causas, ¡Pero quién no está polarizado
en este país cuando se ha hecho de ello el eje de la política! ¿Hay alguien que
"razone" sobre algo?
¡O te radicalizan o te aburren! Los estudiosos (los de verdad) saben que es una exigencia comunicativa producida por los propios medios, que necesitan un grado de crecimiento radical para ser visibles en el espacio político. ¡Al que no chilla, no se le ve!, sería la regla. No hace falta que se le entienda, basta con que haga girar las cabezas, desviar la mirada del otro. Y hace falta retenerla, claro.
El Diario |
En la respuesta a la crisis venezolana, el gobierno ha tenido que sobreponerse al "historial Zapatero", los lazos del expresidente con el régimen de Maduro.
Hace mucho
tiempo que las dictaduras buscan apoyos financiando proyectos, candidaturas,
etc., para garantizarse apoyos cuando les sean necesarios. Eso lo hace Rusia,
lo hace Irán y lo ha hecho de continuo el régimen venezolano. No digo que otros
no lo hagan, pero sí que las dictaduras lo hacen como una estrategia de apoyo o de creación de inestabilidad.
El
protagonismo de Pedro Sánchez en el exterior para compensar sus debilidades
internas o nacionales le hace abrir causas y alienta los ataques de la oposición,
sea esta la que sea, e incluso de sus propios socios circunstanciales, que no
quieren dejarse arrastra,
De esta forma, una vez más, somos incapaces de mantener la unidad necesaria en cuestiones internacionales, en las que la postura española debería ser, eso, "española" y no tanto de partido o de líder o facción.
Lo
importante es Venezuela, que se haga lo mejor para deshacerse de un régimen tragicómico,
ridículo en muchas ocasiones, brutal siempre. Todo lo que sea división resta eficacia. El
deslinde del régimen de Maduro debe ser claro, clarísimo, y evitar que esta se
pueda sentir respaldado o fuerte con cualquier de sus actos o insinuaciones. El
gobierno y la oposición (con los socios de unos y otros) deberían mandar al
régimen de Nicolás Maduro el mensaje claro de que el fraude electoral no es la
vía se subsistencia, que la mayoría de los venezolanos no les quieren al
frente, que se deben apartar y retirarse, Como es poco probable que el régimen
haga esto, es esencial unidad y firmeza en el exterior, algo que evite la
creencia en que el mundo permanecerá indiferente ante el destino robado al
pueblo venezolano.
Nuestro apoyo a los venezolanos que aspiran a ser libres, responsables de sus vidas y de unas navidades cuando toca y no cuando lo dice Maduro. Ayer se manifestaron en Madrid, en su centro, con el apoyo de muchos españoles que no hacen cálculos políticos sino del sufrimiento, del exilio. Con ellos estamos, sin más colores que los de Venezuela.
El debate |
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