viernes, 27 de septiembre de 2024

La guerra sin futuro

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Aumenta el rechazo a las acciones y política de Israel, que parece imparable y sordo ante las peticiones de que pare. El sentido de lo que está haciendo bajo el mandato de Netanyahu y su gobierno escapa a toda lógica porque lo que está haciendo es aislándolo y sembrando una futura contestación. Lo hemos dicho ya y sigue en aumento: Netanyahu está construyendo el nuevo anti semitismo, uno no basado en la "raza" o la "religión", sino en los métodos brutales de contestación, en la ausencia de límites. Quizá haya que encontrarle un nombre nuevo para evitar confusiones y dar alas a los racistas de siempre, pero lo que es cierto es que el Israel de Netanyahu está creando un rechazo mundial que se ha escenificado en la Asamblea de Naciones Unidas.

En RTVE.es se nos da cuenta de las intervenciones, la más esperada la de los palestinos: 

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, ha pedido este jueves ante la Asamblea General de la ONU detener la guerra en Gaza, de la que, asegura, "el mundo entero es responsable" por vender armas a Israel.

"Detengan el genocidio. Dejen de vender armas a Israel. Esta locura no puede continuar", ha dicho Abás, cuando se cumple casi un año de la guerra en Gaza, que ha dejado ya más de 41.000 muertos, una gran parte de ellos civiles.

Israel "no merece ser miembro" de Naciones Unidas, ha señalado el presidente palestino, que en su discurso ha abogado por la plena adhesión de Palestina a la organización. "Israel, que se niega a aplicar las resoluciones de Naciones Unidas, no merece ser miembro de esta organización internacional", ha declarado, lamentando que Estados Unidos haya bloqueado la adhesión de los palestinos, de la que ahora disfrutan como Estado observador.* 


Hay una delicada línea que el Israel de Netanyahu ha ido cruzando, la que separa al "país víctima" del "país agresor". Israel se ha construido bajo la sombra de la victima de la segregación y del intento de destrucción del pueblo entero, a la sombra del holocausto. Ha tenido el apoyo de una gran mayoría de países que le han protegido y justificado en muchas acciones y momentos. La creación de un estado en mitad de un territorio no se hizo de la manera adecuada, más ocupados en su protección que en su integración. Las barreras religiosas, la idea de "pueblo" en el que se unifica "raza" y "religión", no ha sido de ayuda, sino, por contra, la fuente de enfrentamientos constantes, de incompatibilidad, y una nueva forma de segregación.

En vez de caminar hacia un estado moderno basado en la idea de ciudadanía, el estado de Israel se ha estado basando en la idea de "pueblo elegido", la fusión de raza y religión. Con ello, el mundo se divide en dos, "ellos" —los elegidos— y los "otros", el resto del mundo.

La idea de "superioridad" etno-religiosa está en la médula del estado de Israel porque lo está en la idea de "pueblo elegido". Las citas de "profetas" por parte de Netanyahu han sido ilustrativas: Dios lo quiere, No hay más que hablar.

Bajo este principio es difícil la convivencia. Las condenas a las acciones del Israel de Netanyahu y la corresponsabilidad a los que protegen, financian y respaldan se suceden por todo el mundo. La idea "protectora" de Estados Unidos y otros países se convierte en problemática cuando es el atacante destructivo que invoca sin pudor "acciones preventivas" para justificar las masacres de civiles, que destruye edificios enteros porque, nos dice, allí vive un dirigente de alguna organización, destruye escuelas y hospitales porque hay debajo milicianos, etc.


La pregunta que se hacen todos, de forma implícita o explícita, es quién puede detener la locura orgullosa y violenta del Israel de Benjamín Netanyahu. Abás ha sido claro: todo el que vende o dona armas a Israel se hace responsable de lo que se haga con ellas. Son esas armas y toda esa avanzada tecnología militar, enviada desde los Estados Unidos, como el escudo defensivo antimisiles, lo que mantiene a ese "pueblo elegido", no la acción divina. No son los únicos.

Israel está construyendo, cadáver a cadáver, ruina a ruina, su inestabilidad futura, una guerra constante, naturalizada como normalidad y no como excepción. La pretensión de Netanyahu de lograr la paz del exterminio es imposible y dará alas a los más violentos y vengativos. Siembra violencia y recogerá violencia.

Tampoco se despierta simpatía alguna por Hamás o Hizbulá, títeres provocadores de un Irán beligerante con el entorno y que trata de exportar el poder chií a la zona para afianzarse, mientras se debilita interiormente. Su alianza con Rusia, a la que suministra armas frente a Ucrania, les permite sacar tajada de una situación sangrienta. El momento de la incursión de Hamás ha servido para dividir los recursos bélicos norteamericanos en dos frentes, Oriente Medio y Ucrania. La maquinaria de guerra no para en ambos campos.

Ha quedado claro —y así se lo reprochan los propios israelís— que los rehenes no le importan nada a Netanyahu, que han sido la excusa perfecta para la acción devastadora que acumula más de 41.000 muertos, la gran mayoría víctimas civiles, niños muchos de ellos. Lo que Netanyahu pueda vender con estos actos son solo ilusiones de seguridad, no paz, y de un poder que le van a tener que cortar ante las protestas de los ciudadanos de la mayor parte de los países que les apoyaban. ¿Quién puede apoyar a Israel abiertamente ante sus acciones destructivas indiscriminadas?

Cuando ha quedado en evidencia la inutilidad manipulada del Consejo de Seguridad, la petición ahora de Abás de dejar fuera de Naciones Unidas a quien ignora sus manifestaciones de paz, a quien desprecia el sistema, convierte en inútil también a la institución. Es la constatación sangrienta de la inutilidad del orden internacional, una falaz figura que esconde los intereses frente a la vidas de decenas de miles de personas.

Nadie en su sano juicio puede apoyar esta forma de destrucción total de Netanyahu sobre miles de civiles. Ha aprovechado el paréntesis de la campaña electoral estadounidense, unos meses en los que los candidatos no se atreven a hacer movimientos radicales por temor a sus electorados. Pero esto no durará siempre. No hay guerra sin posguerra. La guerra no puede durar eternamente y el único fin que Netanyahu considera es la extinción del enemigo y la ocupación de territorio. 

No se puede crear futuro con eso. Netanyahu está condenando a Israel.  Este choque de elegidos y mártires no tiene futuro, solo muerte y sufrimiento.

 

* "Abás pide a la ONU detener la guerra en Gaza y afirma que "el mundo entero es responsable" por vender armas a Israel" RTVE.es / Agencias 26/09/2024 https://www.rtve.es/noticias/20240926/abbas-pide-onu-detener-guerra-gaza/16264118.shtml

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