lunes, 9 de septiembre de 2024

Aumentan los mensajes de odio

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Si estos días comentábamos con preocupación el incremento de los delitos entre menores, denunciada por la Fiscalía en su informe anual, el titular que nos muestran en RTVE no es para menos: "La Fiscalía alerta de que las denuncias por delitos de odio se dispararon un 300% en 2023"*.

Las cifras son impactantes porque nos muestran una dimensión más de esta sociedad que estamos creando entre todos con una pérdida de valores notable y un incremento de rasgos negativos escandaloso. Parece que solo nos queda el habitual récord de ser el país con más donaciones de órganos.

Se nos dice como introducción: 

En España, los delitos de odio están en ascenso. Según los datos más recientes de la Fiscalía General del Estado, las denuncias en 2023 se dispararon un 300% en comparación con años anteriores. De los 511 casos reportados, la mayoría están relacionados con racismo y xenofobia, seguidos por casos de LGTBfobia.

"En líneas generales se puede afirmar que hay un aumento, pero es difícil contabilizarlo", explica a TVE Mikel Mazkiaran, de SOS Racismo.

El propio informe reconoce que no todos los territorios permiten registrar de igual forma estos delitos y que se pierde información.* 

El odio no es solo algo que uno "siente", sino algo uno "expresa". Si solo fuera el sentimiento afectaría a la persona que lo siente, destruyéndola por dentro. El odio absorbe y bloquea, imposibilita la normalidad en cualquiera de sus dimensiones. Pero la expresión del odio busca más, el contagio y la acción común, la complicidad.

Por eso, no solo de habla de "odio" sino de "mensajes de odio". El odio se comunica a otros, se hace presente como llamada al odio para su expansión. El odio ya no es un sentimiento personal, sino colectivo y que busca su expansión.

Conforme la sociedad es más abierta, las tendencias a cerrarla, a hacerla retroceder, se manifiestan a través del odio. Y hemos creado el campo de cultivo perfecto: instantáneo, colectivo y anónimo, es decir, las redes sociales.

Hay odio porque hay gente que odia. Es una obviedad, pero algo preocupante por el crecimiento, es decir, cada vez hay más gente que odia. Es un indicador muy claro de nuestra crisis cultural y social, de nuestras frustraciones y de la distancia existente entre la imagen que propagamos y la que realmente existe. Esta es una sociedad de la comunicación, para bien y para mal. Información y desinformación conviven en una lucha por definir nuestras identidades, por empujarnos hacia la acción en un sentido u otro. El odio creciente se cuela por las fisuras sociales.

En el texto se señalan los objetivos más claros del odio: 

"Hemos visto un aumento terrible de mensajes, sobre todo en las redes sociales, atacando a las personas trans, en especial a las mujeres", explica a TVE el presidente del Observatorio contra la LGTBIfobia de Cataluña, Eugeni Rodríguez. Defiende que los datos certifican cierta inmunidad durante estos años en relación con delitos contra el colectivo LGTBI.

Frente a esto, el presidente considera que las políticas españolas no solo tienen que tomar nota, sino llevarlo a la práctica. "Se tienen que traducir en unos espacios amables, tanto virtuales como presenciales, y garantizar todos los derechos y libertades", añade.*

Aunque la legislación aún no cubre todos los aspectos de los delitos de odio en redes, cada vez más casos llegan a los juzgados. Según el informe, de las 157 sentencias dictadas, 129 han sido condenatorias, lo que la Fiscalía atribuye a la mejora en los informes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.* 

El odio siempre es cobarde; busca a los más débiles, a los distintos, a los que se insertan recientes en la vida diaria y pueden ser atacados, aislados. Esto es el resultado de una sociedad que avanza, pero no se asienta; una sociedad que se proclama abierta, pero en la que crecen los ataques.

Estamos en crisis. Y lo pagan los que están menos asentados. Lo pagan porque las personas que viven en la frustración, en el retroceso, necesitan volcarlo como mensaje de odio intentando evitar su pérdida de poder social. El odio les sirve para imaginar que recuperan posiciones en la sociedad.

Hay que asentar los valores que defienden la dignidad de las personas, sus derechos como tales, y evitar que algunos se sientan por encima de los demás. No hay que retroceder; no hay que dejar de denunciar el odio, de dejar fluir esas frustraciones canalizadas hacia los más débiles.

Los tribunales tienen su parte; las condenas lo demuestran. Pero, más allá, está la sociedad, que no debe retroceder en su sentido de la justicia, de lo que está bien, de lo que se ha ganado en el tiempo. Ni el racismo, la xenofobia, la violencia de género, el odio a las diferencias sexuales, etc. pueden ni deben ganar la partida de la presencia aprovechando las ventajas de la tecnología de la comunicación.

Dice la Fiscalía que la "polarización" política, que la ultraderecha, tiene mucho que ver con los mensajes de odio. No hay duda que sus líneas coinciden, que su mentalidad "anti", está en la base del crecimiento. Pero lo peligroso es que con su crecimiento crece también el odio sobre el que se sustenta, Desgraciadamente, el odio no solo les funciona a ellos.

El odio es cada vez más cobarde, pero eso no le evita el crecimiento, como le dice los datos. Frente al discurso del odio, el de la dignidad de las personas, el del diálogo y la convivencia. 

 * "La Fiscalía alerta de que las denuncias por delitos de odio se dispararon un 300% en 2023" RTVE.es 8/09/2024 https://www.rtve.es/noticias/20240908/fiscalia-alerta-denuncias-delitos-odio-lgbti-dispararon-2023/16240389.shtml

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