Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¡Sí, es
un mundo masculino! Pero, poco a poco, va dejando de serlo. Las desigualdades
están ahí como normalidad, arrastradas desde el pasado, una realidad ante la que
muchos se encogen de hombros. ¿Y qué?, siempre ha sido así. Pero algo cambia,
al menos en Países Bajos.
En
20minutos se nos explica lo que ha ocurrido allí, una revolución que está
cambiando el panorama de Ámsterdam y la vida de sus habitantes:
El primer Día Nacional de Orinar en los Urinarios Públicos de Países Bajos tuvo lugar el 23 de septiembre de 2017. Extraña celebración. Con aquel Power to the Peepee, las mujeres de cinco ciudades neerlandesas, entre ellas Ámsterdam, salieron a la calle para protestar por la imposibilidad de utilizar los urinarios públicos. ¿Por qué? Porque están diseñados exclusivamente para hombres.
Siete años después, las autoridades de Ámsterdam han decidido invertir 4 millones de euros en mejorar la red de urinarios públicos y hacerlo teniendo en cuenta también en las mujeres. El ayuntamiento de la ciudad aún no ha concretado cuántos aseos públicos añadirá, pero comenzarán a instalarse este año.*
Este
sexismo urinario, por llamarlo así, no es broma. Se acumula por la diferencia
de inversión en urinarios para uno y otro sexo, algo evidente. Ya no se ven
aquellos viejos urinarios masculinos cuya esencia era un mero agujero en el
suelo, con las plantillas de los pies como mera indicación sobre dónde ponerlos.
Pero pese a ello las diferencias entre los masculinos y los femeninos siguen
existiendo. El problema en Ámsterdam, según indican, era la enorme desproporción
en el número, lo que llevaba a la imposibilidad de resolver las
"urgencias" femeninas. Y entonces llego el incidente:
En 2015, la estudiante Geerte Piening fue multada por orinar en público. Ella recurrió ante los tribunales ante los que explicó que no tuvo más remedio que orinar en la calle porque en el centro de Ámsterdam hay muy pocos aseos públicos para mujeres.
35 para hombres y solo 4 para
mujeres
El juez no le dio la razón a Geerte. Mantuvo la multa
(aunque la redujo de 140 a 90 euros) y lo justificó en que la mujer también
podía haber utilizado un urinario de hombres. En aquel 2017, en el centro de
Ámsterdam había 35 urinarios públicos para hombres y sólo cuatro para
mujeres, según detalla el diario Het Parool.
El juez mantuvo la multa y lo justificó en que la
mujer también podía haber utilizado un urinario de hombres
Como explica NOS, la radio pública neerlandesa, la
sentencia causó revuelo. Las mujeres empezaron a orinar en masa en la calle
en señal de protesta y protagonizaron acciones en los urinarios. Así
llegaron a ese Día Nacional de Orinar en los Urinarios Públicos de Países Bajos
de 2017. Las fotos de aquella jornada se las mandaron a la ministra de
Educación, Cultura y Ciencia, junto con una petición titulada "Igualdad
para orinar en Holanda".*
Está claro que las neerlandesas se lo tomaron en serio. Las necesidades fisiológicas, como su nombre indica, son "necesidades", algo que no es cuestión de querer o no querer, una apetencia, sino algo irresistible. Las lógicas prohibiciones de orinar en las calles deben compensarse con urinarios accesibles que lo eviten. Y no era el caso o, si se prefiere, las necesidades masculinas estaban mejor resueltas que las femeninas.
BBC 20/09/2017 |
La multa ante lo necesario fue vista como un segundo agravio, como una consecuencia de la falta de urinarios para mujeres en los lugares públicos. Esta no debe verse como una situación aleatoria, sino como el reflejo, la consecuencia de toda una serie de circunstancias y formas de ver el mundo y a los que están dentro: es una consecuencia cultural.
Hace algunos años tratamos aquí un caso, las violaciones de mujeres en la India. Estás se producían dada la costumbre religiosa de evitar en las casas los retretes por considerarlos "impuros", como una "contaminación" del espacio interior. De esta manera, la gente salía a hacer sus necesidades alejándose un poco de la casa. Los hombres no tenían problema en hacerlo fuera en cualquier hora del día, un árbol les bastaba. Pero el pudor de las mujeres les llevaba a hacerlo en la discreción de la noche (¡ya es duro!), lo que las exponía a frecuentes ataques y violaciones. Es un claro reflejo de cómo la forma cultural da forma a nuestras vidas en lo más elemental.
Que no existieran apenas urinarios públicos femeninos evidencia que las calles eran espacio masculino mientras que la mujer estaba en la casa. La progresiva incorporación de las mujeres al espacio público necesitaba de un ajuste en estas circunstancias de las necesidades. Lo mismo ocurre con otras circunstancias en las que de forma súbita nos damos cuenta que el espacio está ajustado a los hombres. Esto mismo ha ocurrido en espacios de trabajo, tradicionalmente masculinos, y al que de repente llegan las mujeres. ¿Qué hacer con ellas?
No hace mucho traíamos aquí la queja sobre la seguridad, con el diseño pensando en hombres y no en mujeres. Las diferencias anatómicas son evidentes, por lo que muchos elementos deben adaptarse a las nuevas trabajadoras para mantener los niveles de seguridad.
Por otro lado, el sexismo en las vestimentas exigidas para el trabajo es otro elemento que tenemos con frecuencia en titulares periodísticos. Las exigencias en este sentido son formas de mantener los estereotipos sexistas sobre las mujeres.
Las protestas reivindicativas de las neerlandesas se han escuchado finalmente y aumentarán los urinarios disponibles para ellas. Ha hecho falta todo tipo de protestas, como es "evacuación masiva" donde las "aguas menores" se convirtieron en torrentes reivindicativos. Entonces captaron el mensaje.
Vivimos en un mundo marcado en el que vamos descubriendo que la normalidad no es inocente. Las holandesas lo percibían cada vez que sentían necesidad y no tenían dónde vaciar sus vejigas.
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