Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
preocupaciones que se muestran en los medios ante las próximas elecciones son
dos: el aumento de la violencia, dando el paso de la verbal a la física, y el
crecimiento de la ultra derecha. Es general esta preocupación y solo se varía
en la conexión entre ambos aspectos.
En
origen de estos problemas suele estar en el descontento, en la falta de
confianza en que la política (democrática) sea capaz de resolver los problemas
reales que tenemos cada día. En este clima de desconfianza es fácil dejarse
arrastrar por los populistas que gustan de señalar culpables asequibles o
abandonarse a la apatía, dejando hueco a los que afirman tener claro todo,
soluciones y culpables.
Hay
algo que falla en el sistema. El mundo cambia, se ha dotado de unas herramientas
que modifican las reglas y el sentido mismo del juego. El sistema mucho más
claro que se había manejado hasta hace treinta años permitía unos agentes bien
definidos y un comunicación filtrada y jerarquizada. El diálogo, por decirlo
así, estaba sujeto a reglas y moderado externamente.
El
panorama actual hoy es mucho más complejo. Ha cambiado el sistema comunicativo,
multiplicando los agentes en liza. Hay muchas más posibilidades de manipulación
y el que está bien organizado tiene ventaja en un sistema que aparenta ser
caótico. Por irónico que parezca, el aumento de la circulación comunicativa no
ha conseguido una mejor comunicación, sino una aumento del ruido informativo, la
proliferación de noticias falsas, el aislamiento de muchos y el descrédito de
los medios profesionales, que se dejan arrastrar a muchas malas prácticas, la
mayoría de la veces contraproducentes. Los medios ya solo son relevantes para
los que creen en ellos; enfrente, poderosas corrientes de contrainformación
programada, automatizada. La aparición de bots y de la IA ha acabado de
enterrar la idea de escenario de debate. Actúan revolviendo el fango primero y
luego como máquinas quitanieves limpiando el camino a fuerzas antidemocráticas.
El
papel de la información es sustancial. Entonces y ahora, pero en un sentido
distinto. Estamos situados en el centro de un espacio informativo. Todos los
flujos convergen en todos y cada uno de nosotros y es difícil aislarse,
protegerse de ello en un sistema que nos estudia, evalúa y controla cada día.
Vivimos en un sistema de seguimiento
que nos observa y se anticipa a deseos y a acciones. Tampoco es política
ficción; ya ha ocurrido con casos como los de Cambridge Analytica.
La Unión Europea manifiesta su preocupación por los efectos de las políticas rusas de desinformación, potenciado siempre lo que sea el debilitamiento de la unidad, lo que se consigue potenciando a los grupos populistas, separatistas, ultranacionalistas de cada país de la Unión. Se trata de aumentar discordias, de fomentar desunión. Lo que se prohíbe en Rusia se deteriora en Europa. Basta con potenciar los extremismos en un mundo cada vez más fragmentado; luego el caos está asegurado, creciente.
Las
campañas contra los bipartidismos han creado escenarios ingobernables. Lo vemos
en España, pero también por Europa. La división de los votos con innumerables
escisiones crea pocas posibilidades de acuerdos. La escisión va seguida de la
radicalidad que asegura la polarización. Desde ese momento, es una política
basada en el desacuerdo que permita sobrevivir en aquello lo que se compite,
las señas de identidad frente a grupos que necesitan forzar las diferencias
para poder ser identificados.
A todo
esto ha seguido una consecuencia: la violencia. Esta surge del clima de
enfrentamiento continuo, de la deshumanización, de la estigmatización del otro.
Los discursos no se basan en la construcción política sino en la destrucción
del otro. Muchas veces —lo vemos en España— los enemigos se multiplican y
acabas atacando a tus propios socios, que son solo una forma de acceso al
poder, con límites de identificación para no desaparecer.
En
España la transición se basó en procesos de convergencia ideológica, en los
cuales se unían múltiples partidos para favorecer la gobernabilidad y los
acuerdos. Esto ocurrió tanto entre la derecha y entre la izquierda. Los
partidos convergían evitando las duplicaciones y el protagonismo. El centro, igualmente,
se fue uniendo grupos, hasta que por un lado y otro se hizo desaparecer, un
fenómeno que hoy le ha tocado a Ciudadanos.
Los
políticos no parecen aceptar que son ellos con su elevación del tono, con su
señalar furioso a los otros, una parte importantes de lo que ocurre, que se
traslada luego a los modelos políticos incompatibles puesto en marcha. Esto
hace que la política no sea el arte de construir un modelo evolutivo social, sino
lo contrario, un modelo de alternancias con retrocesos.
En
RTVE.es manifiestan ese temor a que con las próximas elecciones se desate la
violencia física:
En un significativo número de países europeos existe una sensación general de descontento en una sociedad que todavía lidia con los efectos de la resaca de la pandemia, la guerra en Ucrania y una economía globalmente volátil.
Antes de la celebración de unos comicios pueden aumentar las tensiones, pero cada vez son mayores debido a los comentarios agresivos difundidos por las redes sociales y las divisiones fomentadas por la retórica de políticos populistas.
“Con los ataques físicos nos preocupa que se haya pasado la raya de un clima de discursos de odio y hostigamiento a los políticos que está generalizado en las redes sociales, donde se expresa sin filtro la polarización y las divisiones”, afirma a RTVE.es el director de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), José Ignacio Torreblanca. “Nos habíamos malacostumbrado a vivir en ese tipo de esferas. Lo que estamos comprobando es que eso puede saltar a la arena política en determinados momentos de tensión”, recalca.
En la misma línea, Kausch afirma que “el odio digital ha aumentado mucho en los últimos años”. “El creciente discurso de odio digital que se fomenta en las redes al final salta y se comete violencia en la calle”, asevera.
Ejemplo de ello es Alemania, donde las agresiones que causan lesiones físicas contra políticos han aumentado. Según la Oficina Federal de Policía Criminal, en lo que va de año se han registrado 22 casos, frente a los 27 que hubo en todo 2023. Además, los ataques verbales y físicos contra políticos en el país se han más que duplicado desde 2019, según datos del Gobierno.*
No hay
"odio digital"; es simplemente "odio". La creencia en que
es diferente solo manifiesta la poca compresión de su importancia. En España
hemos vivido apaleamientos, ahorcamientos de muñecos, quemas de distintos
objetos, como fotografías, banderas, etc. Esta violencia simbólica no deja de
ser violencia y siempre habrá gente que dé el paso. La historia tiene ejemplos
suficientes y recientes.
La
violencia simbólica se vive como odio y puede dar en cualquier momento el salto
en cierto tipo de personas; basta con que cambien las condiciones personales y
contextuales para que se produzca. Si todo nuestro entorno se ha llenado de
odio y violencia, es más fácil que se produzca.
Los
medios deberían contribuir a esa paz, pero muchos viven de dar el espectáculo,
de centrarse en esta guerra cotidiana. Dan cobertura a los conflictos y se
aseguran audiencia mediante la radicalización. Han decidido sumarse a los
excesos a cambio de crearse un público que se ve así reforzado.
Esperemos que no haya un crecimiento de la violencia. Hay que creerlo así y no contribuir a ello.
* Laura Gómez Díaz "La UE afronta la campaña con una creciente violencia política: el odio salta de las redes a las agresiones en la calle " RTVE.es 26/05/2024 https://www.rtve.es/noticias/20240526/ue-afronta-campana-violencia-politica-odio-redes-agresiones/16118742.shtml
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.