Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En
plena tormenta por los casos de bullying, de acoso escolar, con media sociedad
horrorizada mientras la otra media piensa en qué ponerse, el diario El Mundo
nos sorprende con el titular "Hacienda visita colegios para
"educar" a los jóvenes en la obligación de pagar impuestos",
algo que me parece muy loable, porque no hay como invertir en buenos ciudadanos
para el futuro.
La pregunta que nos salta a la mente es obvia: ¿para cuándo lo mismo contra el acoso escolar? ¿No va a haber una iniciativa similar para "educar" a los jóvenes de que está muy feo eso del acoso, que cuesta cada año muchas vidas, que el suicidio es la segunda causa de muertes entre jóvenes, etc.?
En la información del diario leemos sobre estas visitas:
Intensificar las visitas a colegios e institutos para concienciar a los estudiantes, para explicar a los jóvenes por qué es importante pagar impuestos y tratar así de que en el futuro cumplan con sus obligaciones tributarias. Es uno de los objetivos que Hacienda se ha marcado para este año, y así lo refleja en el Plan Anual de Control Tributario que ayer publicó el Boletín Oficial del Estado (BOE).
«La Agencia Tributaria considera que
uno de los puntos de partida en la lucha contra el fraude ha de ser la
educación cívico-tributaria, en el convencimiento de que puede servir para incidir
en el comportamiento tributario de los futuros contribuyentes»,
explica el organismo que dirige Soledad Fernández.
«Por ello, se pretende avanzar en el desarrollo de acciones en el ámbito educativo que fomenten un mejor entendimiento de la necesidad de que toda la sociedad contribuya al sostenimiento del bien común», añade el documento. Y eso pasa, añaden fuentes de la Agencia Tributaria, por esas visitas a colegio e institutos que, remarcan, ya se hacían en el pasado pero que se paralizaron como consecuencia de las restricciones que desató la pandemia del coronavirus. Otra muestra de esta actividad, exponen, son los premios de educación cívico-tributaria.*
Nada más lejos de mi intención que criticar una iniciativa institucional para mejorar algo. ¿Pero cree alguien que eso puede funcionar así, que se puede ser buen ciudadano sin ser buena persona? ¿Puede haber un "buen comportamiento tributario" si no hay un "buen comportamiento" a secas? ¿Qué es el "bien común" para alguien que lleva a otros con sus acciones de acoso a suicidarse?
Hoy mismo, las noticias nos cuentan el intento de suicidio, lanzándose desde un cuarto piso, de un joven de quince años que sufría de burlas, que se burlaban de él por padecer autismo. No sé si Hacienda ha visitado ese colegio y les ha convencido para que en el futuro sean buenos contribuyentes, jóvenes preocupados por los demás, al día con sus declaraciones.
Hacienda siempre ha tratado de hacernos sentir parte de algo, aunque sea del presupuesto nacional. Aquel "Hacienda somos todos" no igualaba en la declaración de la renta, ¡qué bueno ser parte de algo, sentirse que somos necesarios, útiles, que contribuimos al bien común y que alguien, supuestamente, nos lo va a agradecer! Pero todo esto suena ridículo en medio de esta avalancha de caso sobre el acoso, de la inoperancia cuando no la desidia de los centros escolares, donde no se sabe muy bien qué se aprende realmente para la vida futura.
Como siempre, somos un país donde se valora poco la enseñanza, por mucho que se diga. Se ha percibido como una entrada al mundo laboral y no como una entrada en la vida. Las notas son lo importante; lo demás es palabrería, algo que se traduce en una lucha constante entre familias y centros, entre alumnos entre sí. Pero muchos, sin duda, serán buenos contribuyentes, personas con cuyos impuestos se crearán nuevos centros en los que se reproducirán los acosos sin que haya presupuesto para abordarlos.
Volvemos a insistir en la unidad de la persona y sus efectos sociales. Nos hemos acostumbrado a visiones parciales de los datos. Las personas tienen todo un campo de posibilidades. Cuando crece el acoso, cuando lo hace el maltrato y la violencia de género, etc. no son solo datos; son casos reales, personas reales, sufrimientos y muertes reales.
No hemos llegado a saber si los criminales, los que explotan de furia y matan o los que ejercen su maldad de forma lenta y meticulosa, están al tanto de sus impuestos, si donan a alguna institución (religiosa o laica) para de sus impuestos poniendo la x en el casillero correspondiente. No existe el acosador, el violador, el asesino, el criminal "buena persona", "buen contribuyente".
En los casos de violencia de género, el noventa por ciento se acompaña con las declaraciones de vecinos, familiares, conocidos, etc. diciendo estar sorprendidos porque siempre se les veía bien, porque no mostraban síntomas de que pudieran acabar así. Este "así" suele ser la tumba, el hospital, la huida en el mejor de los casos.
Todo esto es una forma de ser, de estar en el mundo, que se va generando precisamente como sentido de superioridad, costumbre en el uso de la violencia o de su deseo contenido de aplicarla en el momento de encontrar alguien lo suficientemente débil como para sentirse superior, propietario de sus vidas, algo que puede acabarse con un gesto suyo. Eso también se aprende en las escuelas, que es el espacio donde se aprenden muchas cosas más que las asignaturas.
En la noticia sobre el joven de 15 años que se lanzó desde un cuarto piso, leemos:
Según el progenitor, Pol "tiene un grado de autismo" y "dificultades para relacionarse, pero es muy inteligente y se da cuenta de todo lo que le rodea". Según el testimonio del padre, antes de lanzarse, el joven dejó escrito que no quería vivir "en un mundo donde la mala gente es aplaudida y las personas sensibles, nobles y de buen corazón siempre tienen las de perder".
Aunque el padre del menor considera que su hijo no era víctima "directamente" de acoso, sí que piensa que "hay muchas maneras de hacer sentir mal a las personas y todo suma" y que Pol era víctima de risas y de expresiones como "este tío es un rarillo, míralo cómo se mueve, no se relaciona con nadie".
De esta manera, "así estaba completamente solo día tras día, en la hora del patio, en la biblioteca, para no recibir burlas", explica el padre, que lamenta que "hasta que llega un día en el que su mente lógica dice qué hago yo aquí, ya no me quedan momentos de felicidad".**
Sí, es una buena pregunta, la que ronda en la mente de personas que ponen en la balanza del sufrimiento si merece la pena seguir viviendo o es mejor acabar. Efectivamente, hay muchas maneras de hacernos sentir fuera de lugar, solos, aislados.
El joven apunta algo importante sobre ese mundo nuestro en el que "la gente mala es aplaudida". Puede que no nos guste, pero no puede ser más clara la descripción del mundo que hacemos. La visita didáctica de Hacienda trata de evitar que el modelo "pa' la saca" prenda en jóvenes que ven cómo los sinvergüenzas triunfan y se llevan las portadas, cómo hay que abofetear a la pareja en Tiktok para conseguir visitas y triunfar, y muchos otros casos. Sí, el aplauso tiene cada vez menos conciencia.
Hacienda quiere que seamos "buenos ciudadanos", contribuyentes cumplidores por el "bien común". Nuestro aplauso. En las cosas del dinero, todos somos conscientes. Pero si entramos en otros terrenos, nos damos cuenta de la pobreza mental, afectiva, social en la que vivimos, incapaces de frenar este estado de acoso y el sufrimiento que provoca.
En La Vanguardia hablan de la "pandemia de la salud mental" y titulan "Los profesores desbordados por el malestar emocional en el aula". Creo que, sin mala intención, hay un mal enfoque. Equiparar la "pandemia" (aunque sea una metáfora) de muchos casos en los que el acoso es la fuente, solo tiene sentido si el virus son los otros. Sin embargo, se sigue tratando como una "enfermedad" que reside en el "paciente", que en realidad es una "víctima". Echar la culpa o asociarlo con la "pandemia" es liberar de responsabilidades. Igualmente, calificar la situación de "malestar emocional" es recurrir a un eufemismo.
Esto es una lucha por el dominio, de fuertes contra débiles, entendiendo por tales a los que se consideran aislados, como señala el padre del joven que intentó suicidarse lanzándose desde un cuarto piso. Es lo mismo que forzó a lanzarse a las gemelas, es el acoso al diferente, al que tiene que levantarse cada día con una opresión en el estómago, con una voz en la mente que le grita "¡no vayas!", al temblor ante la visión del edificio. Mientras recibe sonrisas del profesorado y escucha las palabras acogedoras, acompañadas de sonrisas, "¡Buenos días!" al entrar en el infierno.
Vuelvo a la idea de estos días: lo que ocurre en colegios e institutos es un mal social que se diseminará en el futuro por toda la sociedad dando lugar a los acosadores, a los violadores en grupo o en solitario, al abuso en las empresas y puestos de trabajo. Se aprende que hay fuertes y débiles, que se mira para otro lado, que muchos lo encubren para no verse comprometidos.
Y al igual que Hacienda nos quiere buenos ciudadanos y contribuyentes, conscientes del bien común, deberíamos empezar a explicar en esos mismos centros lo que es la diferencia entre personas, que los débiles o los diferentes deben ser ayudados y protegidos, no maltratados o burlarse de ellos. Pero todo a nuestro alrededor nos dirige en la dirección contraria, el mundo es de los fuertes, de los implacables, de los que solo piensan en los demás como víctimas a las que acosar y explotar en cualquiera de los términos que se consideren aceptables.
* Daniel Viaña "Hacienda visita colegios
para "educar" a los jóvenes en la obligación de pagar impuestos"
El Mundo 28/02/2023
https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2023/02/28/63fcd8c1fdddff27998b4596.html
** Angela Clemente "Un niño de 15 años
con autismo que no quería vivir "donde la mala gente es aplaudida" se
lanza desde un cuarto piso" Antena 3 27/02/2023 https://www.antena3.com/noticias/sociedad/nino-15-anos-autismo-que-queria-vivir-mundo-donde-mala-gente-aplaudida-lanza-cuarto-piso_2023022763fca315b385600001629d90.html