Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hemos
tratado aquí muchas veces problemas de las mujeres en todo el mundo. Hoy es un
día especial y me doy cuenta de que no he hablado nunca de mis jefas. Porque yo
he tenido la buena suerte de tener algunas jefas buenas, a las que me gustaría
dedicar mi acción del día en defensa de la igualdad, que ya está teorizada
desde hace mucho, contra la violencia machista (otros días se recriminan contra
otras, porque hay que erradicarlas todas).
Yo he
tenido la gran suerte de tener jefas mucho mejores que unos jefes con los que
siempre acaba dimitiendo.
Mi
primera jefa fue la profesora Pilar Palomo, directora de un departamento al que
llegué jovencito. He visto pocas personas con ideas tan claras y valiosas. Ella
había llegado a la Facultad de Ciencias de la Información poco después de su
inicio. Se encontró con un departamento variado y al que había que redirigir de
sus tradicionales puntos de vista de la Filología hacia la Comunicación y el
Periodismo. Eso se aprovechó claramente cuando llegaron las primeras reformas
de planes de estudios, en donde supo inteligentemente adaptar las materias
clásicas filológicas iniciales en materias adecuadas al alumnado de Ciencias de
la Información, con lo que tuvo la valentía de proponer atractivas asignaturas
que ella misma se encargaba de dar en ocasiones.
Recuerdo
con especial cariño cómo nos lanzamos a dar, con un grupo cada uno, la
asignatura nueva de Soportes de la Comunicación del Texto Literario, una
materia que iba desde la oralidad de aedos y juglares hasta los textos
digitales. Hablo de 1995, año en los que mencionar ordenadores en el campo de
la Filología era casi un pecado deshumanizado.
En aquellos
mis primeros años, cada curso se organizaba un gran congreso internacional
—cuyos carteles han decorado hasta hace muy poco las paredes de la cafetería de
profesores— en el que participaban todos los profesores y llegaban hispanistas
de todo el mundo. Fueron mis primero congresos y los recuerdo con enorme cariño.
Por allí pasaron en uno de poesía, de Dámaso Alonso y Alberti a Pepe Nieto o Antonio Colinas, cubriendo las
generaciones poéticas. Eran los años 80. La lista de las figuras que pasaban
cada año —Coseriu, García Gual, Concha Zardoya, el hispanista Cronin, Caballero Bonald, García Nieto...— sería
interminable. ¿Se imaginan formarse como profesor en este ambiente, con esta constante apertura al mundo? Pues aquello era el fruto de la energía de Pilar Palomo y su capacidad de entusiasmar y organizar.
Todavía
hoy, hace muchos años jubilada, Pilar Palomo, lleva su privilegiada cabeza a la
Facultad de Ciencias de la Información, todos los jueves, para seguir organizando
congresos y publicaciones sobre mujeres periodistas o cualquier tema que considere de interés. Hace unos días me dijeron que acaba de estar con el decano para pedir
apoyo para el congreso de este año, dado que con las reformas de la UCM, se ha
desbaratado un Departamento importante por su papel ejemplar apoyando la formación intelectual de periodistas, profesionales del mundo audiovisual y
de la publicidad, la tres ramas de la Facultad desde su principio. De allí han salido críticos literarios, directores de programas culturales, etc.
Pilar
Palomo ha sido y será historia de esa Facultad a la que ha contribuido, en lo
personal y profesional, a mejorar con su presencia y docencia. Mi gratitud por
su ejemplo y valentía se la he expresado públicamente en varias ocasiones
porque era de justicia. Hoy lo hago aquí agradeciéndole la suerte de haber
tenido una jefa inteligente, dialogante y con lucidez académica. Aprendí todo lo que puede de ella y tiene siempre mi admiración y respeto.
Mi otra
jefa ha sido mi decana, Carmen Pérez de Armiñan, una islote femenino entre una
larga ristra de decanos de todo tipo. Mi amplia estancia en la Facultad, como
alumno y profesor, me permite decir con justicia que ha sido la mejor decana
que ha tenido la Facultad en su historia.
Los
requisitos necesarios para poder llevar adelante una facultad tan peculiar como
la nuestra, prácticamente una maqueta de la universidad, con profesores de
Economía, Derecho, Filología, Arte, Documentación, Periodismo, Comunicación
Audiovisual y Publicidad... requiere sobre todo de algo que a la profesora
Pérez de Armiñán le sobra: información sobre el conjunto y capacidad de
entender cada caso. A diferencia del papel de la profesora Palomo como
directora de un departamento, las características de una decana se basan en la
capacidad de negociación y en su comprensión de los problemas reales y
ficticios, que también son muchos.
En lo
personal, somos amigos, pero eso en el mundo universitario puede suponer muchas
cosas. En este caso confianza y apoyo. Le agradezco que en estos años siempre
haya estado dispuesta a decir unas palabras en un acto, a participar en una
inauguración o clausura o que se escapara a ver alguna de nuestras películas en
alguna jornada organizada. Ha hecho lo que era bueno para todos, apoyando iniciativas para la Facultad. Para ello
siempre ha tenido una enorme capacidad de negociación que ha resuelto problemas
y roces, algo importante en una facultad con más de doscientos profesores y
ocho mil alumnos. Y un rasgo importante: es capaz de comprometerse tanto para
encontrar un uniforme para el equipo de Rugby femenino como para conseguir unas
plazas para la Facultad en una negociación.
Cuando
ha tenido que dejar el decanato recientemente por cumplir sus dos mandatos, la
mayor preocupación de la mayoría era si iba a ser posible volver a tener un
tiempo de paz o si había sido un descanso entre guerras.
A
diferencia de otros jefes (y alguna jefa), ellas dos han sido personas con las
que se ha podido trabajar en el mejor de los climas, en el trato personal y en
el profesional. Las dos
son grandes personas y en todo momento han sido mujeres. No han tenido que
disfrazarse de hombres, sino actuar según su propio estilo e inteligencia. Las
dos han sido respetadas por cómo han trabajado en sus mandatos departamental o decanal.
Yo, en
lo personal —y creo que muchos otros—, me alegro de haberlas tenido como jefas.
Hoy lo celebro. Han sido ejemplo para muchos, hombres y mujeres, que hemos
visto en ellas trabajo, responsabilidad, diálogo y sentido del humor.
Gracias a las dos.
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