Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Conforme
pasa el tiempo y arrecian las críticas, los intelectuales egipcios afectos al
régimen de al-Sisi se esmeran en crear teorías que justifiquen a los ojos de los
egipcios las críticas constantes de los medios de comunicación exteriores, que
llaman "occidentales". Ya aquí hay un error interesado de salida: las
críticas no les llegan exclusivamente de "occidente" sino que son
muchos los periódicos africanos o asiáticos que critican al régimen por su
desprecio a los derechos humanos, escandalosamente reconocido, por personas
cuya soberbia les impide reconocer que son un compromiso y no una molestia
creada para criticarles. No, no es un problema occidental, el problema lo tiene
Egipto y lo tienen sus ciudadanos cuando discrepan de las idílicas
consideraciones de su gobierno y las elites que actúan a modo de coro.
Ahram Online publica un artículo, titulado "Covering
Egypt: The problem with the Western media", firmado por Gamal Abdel-Gawad
y publicado previemente en lo que se está constituyendo en un núcleo duro
intelectual del régimen, en Ahram Weekly, del que es frecuente que se
incorporen textos al diario, extendiendo así la visión oficial. El artículo va precedido por una
entradilla en la que se señala ya la orientación: "We need a better
understanding of the ideological underpinnings of the Western media in order to
understand its failure to report correctly on the region".
Se trata pues de explicar a los lectores egipcios —una vez
más— porqué si ellos viven en un régimen perfecto, con un presidente perfecto, unas
elecciones perfectas, etc. etc. el mundo occidental se empeña en no
reconocerlo, les critica y muchas
veces condena, transformando sus sólidas
virtudes en defectos.
Llegar a este punto solo se puede hacer después de haber
acallado las críticas internas, cerrado más de 300 medios y páginas, haber
comprado otros para dejarlos caer bajo la influencia de empresarios amigos o
sencillamente el aparato de inteligencia, como ha sido denunciado últimamente.
A esa conclusión se puede llegar cuando se ha despedido, acallado o expulsado a
periodistas independientes que se han atrevido a cuestionar el sistema. A esto,
el analista egipcio lo llama "normalidad",
considerando anormal cualquier crítica, chiste o contestación airada. Sin nadie
que le conteste o que lo intente, el intelectual egipcio afecto al régimen
puede considerarse portavoz del espíritu de la patria, una entidad secuestrada
y mimada en su cautiverio, a la que se le besa retóricamente cada día la mano
esposada.
Vayamos a las causas señaladas para el mal entendimiento. Comienza así el artículo:
We need a better understanding of the
ideological underpinnings of the Western media in order to understand its
failure to report correctly on the region.
We have a problem with some influential Western
news outlets that cover affairs in Egypt in a selective manner and present them
in a negative light.
These outlets do not seem to possess an alternative
method that would work towards a better understanding of our circumstances.
As a result, we need a better understanding of
the Western media’s view of our country and the region.*
"Selectivamente" y bajo "luz negativa",
así se define la tarea horrenda de
los medios occidentales, respecto a Egipto. Lo primero quiere decir que solo se
plantea lo "malo" y se desecha lo "bueno" y lo segundo lo
mismo. Por supuesto hay una "forma correcta de informar", pero los
medios son incapaces de hacerlo. Los medios son "incapaces" de
entender lo que "nos" ocurre, esclavos de sus prejuicios
occidentales.
Finalmente se hace un interesante giro retórico: ya que ellos no nos entienden, vamos a hacer nosotros, los egipcios, un esfuerzo por
entenderles. "Entenderles", aquí, no es sino un juego que tiene el
sentido de "desenmascarar" las aviesas intenciones occidentales tras los medios.
El "tú no me entiendes" es un argumento gastado y
absurdo. El presidente al-Sisi dijo a los egipcios que no había más verdad que la suya y
que solo debían escucharlo a él. Ya anticipó que no había que creer a los
medios —ni a los de dentro ni a los de fuera—, adelantando a otro que sí le
entendió: Donald Trump. La presunta sintonía entre ellos tiene como punto en común su horror por los medios hostiles. La diferencia
evidente es que mientras Trump es un showman, al-Sisi juega al
institucionalismo.
Para justificar las divergencias, el articulista empieza a
construir su propia teoría de porqué es Egipto "malinterpretado". La
acumulación de tópicos es constante. El primero es, claramente, el colonialismo: "It is not a coincidence that the Western media
outlets that have covered regional issues in recent years have all come from
countries with long colonial histories."*
Se equivoca en una cosa importante. Las críticas de los medios
no se corresponden con las realizadas por los gobiernos de los países. La
condena a Egipto por las cuestiones relacionadas con los derechos humanos viene
de los medios independientes de los gobiernos nacionales. Muchas veces son esos
medios los que critican a sus propios gobiernos por no exigir más derechos humanos
y libertades. Tampoco es colonialismo que las críticas provengan de
instituciones globales, como la ONU o el Parlamento Europeo, en donde hay todo
tipo de fuerzas políticas. El caso de Naciones Unidas es claro.
Los intereses de defensa de los países o el temor a que
pudiera ocurrir en Egipto lo ocurrido en Libia o Siria ha evitado muchas más
críticas a Egipto desde los gobiernos, lo que no significa que estén de acuerdo
con mucho de lo que ocurre allí.
El régimen ha elaborado su propia teoría justificativa para
explicar lo que ocurre. La teoría es incongruente, va contra las evidencias
históricas, pero da igual: funciona donde tiene que funcionar, en Egipto.
Todo pasa por considerar la "Primavera árabe" como
una maniobra conspiratoria doble: de los Estados Unidos y de los islamistas. La
revolución del 25 de enero de 2011 se considera un intento de crear el caos que
fue evitada gracias a la
intervención, siempre benévola del Ejército. Mientras oficialmente se sigue
considerando como un movimiento del pueblo, recogido en el preámbulo de su
constitución, lo que se evidencia es la idea de ser un caos aprovechado y
alentado por los enemigos de Egipto (son variables, Occidente, Qatar, Irán,
Turquía..., según toque).
El mundo apoyó los intentos del pueblo egipcio de salir de
30 años de vivir bajo una ley de excepción y en un régimen policial de
vigilancia constante. Mubarak aseguraba las espaldas de Israel y mantenía
controlado a todos aquellos que trataran de molestar al régimen. Los medios del
mundo dedicaron sus portadas a lo ocurrido en Tahrir y las personas que
adquirieron protagonismos fueron declaradas héroes y a los muertos, el pueblo
egipcio los llamó "mártires" y decoró con sus rostros las calles.
Entonces eran "los jóvenes", los que habrían de construir un Egipto
nuevo y democrático. Las crónicas de lo que fue aquello pueden repasarse con
emoción y melancolía.
Cada nuevo aniversario es más oscuro, más represivo. Ya
se celebra solo el Día de la Policía, el elegido para salir a protestar por sus
abusos, por las detenciones arbitrarias, por las torturas. Ya nadie parece
querer ser "Khaled Said", cuyo cuerpo destrozado por las palizas
sería considerado hoy una "fake new", una conspiración internacional.
No, no es cuestión de colonialismo.
El narcisismo del régimen egipcio les hace creer que ellos tienen la exclusiva de
la crítica. No, la vulgaridad del régimen egipcio es apabullante. No han creado
nada nuevo, solo la misma fórmula llevada desde Nasser, pero degradada por sus
pretensiones de modernidad democrática que los hechos echan por tierra. El
último, la farsa de una elecciones llevada al extremo de la comicidad con un
candidato opositor incapaz de disputar ni lo más elemental por temor a ofender
al jefe. ¿Es colonialismo no aplaudir
unas elecciones sin oposición, llenas de obstáculos, denunciadas por todos los
medios, occidentales o no, como una impresentable farsa?
Pero el absurdo del artículo no se para en esa primera
consideración "colonial":
While these Western powers imposed their direct
interference in the internal affairs of weaker states at that time, they
justified such acts by the notion of the “white man’s burden”.
This claimed that the Western powers were not
exploiting the weaker people of the world through imperialism and that they
were not plundering their wealth.
Instead, the “civilised white men” of these
powers were doing the colonies a favour since they could decide what was best
for people living in barbarism.
Many Western writers and journalists have
distorted our history as a result, claiming that the 19th-century ruler Mohamed
Ali was a “tyrannical pasha”, that the khedive Ismail was a “despotic
profligate”, that the 20th-century nationalist leader Saad Zaghloul was a
“provocative demagogue”, and that former president Gamal Abdel-Nasser was a
“colonial dictator”.*
Es difícil caer más profundamente en los tópicos. Lo es
sobre todo cuando el mayor objetivo de silenciar los medios occidentales es
limpiar la imagen egipcia que ha hecho caer el turismo hacia la zona. Hasta la
visita del Papa Francisco se utilizó para que el mundo vivera que Egipto era un
lugar "seguro". No opinan lo mismo los cristianos que fueron
asesinados en tres atentados ni los 300 sufíes ametrallados en su mezquita. No
lo opinan los más de 200 turistas rusos asesinados en un atentado que el
gobierno egipcio sigue sin considerar. Ni Giulio Regeni, del que se siguen sin
dar explicaciones de su secuestro, tortura y asesinato. Ni de los turistas
mejicanos ametrallados en mitad del desierto por el Ejército en una chapucera
misión de vigilancia.
La verdad es que solo he escuchado cosas positivas del
albanés Mohamed Alí, delegado del colonial Imperio Otomano, fundador el Egipto moderno.
Entre ellas que envió a estudiar a Occidente, a Francia concretamente, a sus
funcionarios. Incorporó profesores occidentales a las escuelas para modernizar
al país, que acabó sustituyendo por los turco-egipcios formados en Occidente.
Tras decir estas cosas, el articulista da un sorprendente
giro:
Things are different now, and the Western
imperialist powers do not invade a new country on a yearly basis, but an
attitude of moral superiority and arrogance is still present in the West.
However, this is not a “holier than thou”
message intended to pretend that we are necessarily nobler than the West. We
are not the victims of global imperialism or a universal conspiracy, as we are
responsible for what has happened to us and we make mistakes just like others
do.
However, admitting these mistakes does not
prevent us from uncovering and disproving Western claims, especially those in
the writings of orientalists and journalists who spend only days or weeks in
our country.
Because of their stay in Egypt, they are seen
as knowledgeable enough to compose books, write articles, and make judgements
about “orientals” (us) and their strange situations.
What’s new in the Western media coverage of
such eastern situations is the hybrid of old colonial thinking with new
liberal-leftist ideas.*
¡Qué pena el mal uso que hacen de Edward Said, justificación
del victimismo y del mal entendimiento!
Quizá habría que creer que mas que malentendidos hay "incomprensibilidad
congénita" de Egipto. ¡Nadie está a la altura necesaria para entender a
sus dirigentes!
Pero ¿qué es lo que no se entiende? ¿No se entiende que un
régimen que ha creado su propia clientela por décadas no quiera perder sus
privilegios, que no se libere de aquello que mantiene un feroz clasismo para no
perder los privilegios de las familias que se han hecho con el aparato del
estado y de los negocios que de él se derivan?
¿No se entiende que sea el Ejército el eje sobre el que pivota la vida y
quien suministra los líderes para mayor garantía? ¿Por qué no habría de
entenderse? No han hecho falta los medios occidentales para entenderlo. Lo han
hecho muy eficazmente sus periodistas, artistas, novelistas, cineastas, etc.
cuando han tenido la libertad suficiente para hacerlo. Pero el régimen lo ha
llamado "traición", "ataque a Egipto", etc., silenciándolo.
La mayor parte de los artículos publicados en el extranjero
sobre Egipto están firmados por egipcios fuera que han sido expulsados del
sistema por no estar de acuerdo con lo que se hace o cómo se hace.
El nacionalismo ha
sido usado de antiguo para convencer a las personas de que se estaba atacando a
Egipto, cosa falsa. Se critica al régimen
que es el responsable de lo que ocurre, a los poderes públicos que han hecho un
régimen desinteresado, anticuado y que trata de ocultar los problemas reales:
educación, sanidad, economía, etc.
El argumento de que los periodistas o los que escriben no
están allí no deja de ser una osadía. Más de uno es puesto en el aeropuerto,
expulsado, o es detenido bajo acusaciones de trabajar para potencias
extranjeras o de expandir noticias falsas que perjudican a Egipto. Giulio
Regeni, se olvida, no solo hacía su tesis doctoral sino que escribía con
pseudónimo artículos críticos para Il
Manifesto. Egipto ha puesto en la frontera a una periodista crítica a la
media hora de caducar su visado y ser despedida de la televisión.
El articulista ha encontrado una nueva combinación que todo
lo explica: la mezcla del colonialismo con lo que llama "new
liberal-leftist ideas". Es en esta descripción en la que el articulista
deja sus más bellas perlas analíticas:
This liberal-leftism is an ideology that has
been important among young people in Western states and among academics in the
Western social sciences and humanities.
Such ideas also dominate the rhetoric of some
influential Western media outlets.
This liberal-leftist ideology is based on a
deep scepticism of authority, sometimes reaching the level of anarchy. The
mainstream Western media tends to deny the association of power with any kind
of virtue.
It also views authority as a temporary institution
that society is forced to put up with. Eventually, society will rule itself, it
says, thus burying governmental authority in the grave of history.
A prejudice against the military is one of the
components of the liberal-leftist ideology. This bias against the Armed Forces
is related to the scepticism of authority since armed authority is the
strictest kind of this.
This ideology rejects the idea of the military
playing any kind of political role in Third World countries, and it calls for
governments in first world countries to voluntarily disarm and dissolve their
armies.
A recent example of this was when
liberal-leftists in the UK called for the British government to voluntarily
scrap its nuclear weapons programme.
The liberal-leftist wing currently dominates
Britain’s opposition Labour Party, headed by Labour Party leader Jeremy Corbyn
since 2015.
Many of those who manage the UK media are
sympathetic towards this political ideology, which prioritises the individual
over the collective.
According to liberal-leftists, the individual
should have the total freedom to choose his own destiny, and anything that
prevents him from practicing this right is considered to be an unacceptable
restriction.
An individual may freely choose the group or
groups to which he belongs.*
Ya la consideración de "gente joven" y
"académicos" como defensores de ese "liberalismo
izquierdista" resulta ridícula por lo que tiene de descalificación y dice
mucho del sesgo del articulista. Máxime si tenemos en cuenta que describiendo a
los jóvenes, que en Egipto se han identificado con el movimiento del 25 de
enero. Los "jóvenes" son una categoría. Es la que se le resiste a
al-Sisi y a la que tratan de atraer hacia las urnas, algo difícil porque ya se
quedaron fuera en las primeras elecciones. Al-Sisi ha tratado por todos los
medios de atraerlos, pero estos se han
negado a participar, conformándose con sus jóvenes adeptos, los cachorros
del régimen.
Jóvenes y académicos parecen contagiados de una
misma enfermedad, según el articulista. Su nombre es: "deep scepticism of authority". ¡Maldita
rebeldía, que no respeta nada! Nos deja el autor esa perla descriptiva de
cualquier idea que se le oponga: escepticismo hacia la autoridad. La autoridad
—en forma de Dios, presidente o padre— debe mantenerse para evitar el caos. La autoridad es la que es y no puede ser
discutida; es paternalista y quiere lo mejor para el pueblo, pero sin
preguntar. La autoridad es la que llevó a que muchos no quisieran juzgar a
Hosni Mubarak porque era un hombre mayor, no por viejo, sino por venerable.
La autoridad es la que evita el caos; es la que establece
qué es bueno para todos y la que te hace desaparecer si hay peligro para el
conjunto. Por supuesto, esa autoridad implica la más venerable de las
organizaciones mundanas, el Ejército, al que los "liberales
izquierdistas" odian porque representa el orden, la estabilidad y la
verdad dentro de un uniforme. Se asustan ante el papel salvífico de los
militares desde el poder. Los militares egipcios, a diferencia de todos los que
han dado golpes de Estado por toda América Latina, Europa y Asia, son
esforzados hijos de la patria que no actuaban conforme a sus propios intereses
sino por un desaforado amor a la patria, que encarnan en todas sus virtudes.
Cumplen la desagradable pero necesaria
tarea de limpiar la basura traidora de las calles, de hacer desaparecer los
peligrosos elementos que constantemente amenazan a todos.
Hay ejércitos en el mundo que cumplen con eficacia y respeto
sus deberes constitucionales y son ejemplo. No
es que el mundo o los medios occidentales no entiendan para qué sirven los
Ejércitos. Es que lo entienden demasiado bien. Muchos egipcios entienden lo mismo, pero si lo dice son acusado de "querer separara al pueblo y al ejército", cargo curioso donde los haya. Hay varios encarcelados por esto.
Parece que tener identidad individual, es decir, ser tú
mismo representa un problema en Egipto. Bien mirado es así: la autoridad
establece que debes obedecer a tu padre, presidente, jeque. Si eres mujer, la
cuestión es todavía más obvia y no es casual que en parlamento egipcio o en las
televisiones se escuchen discursos que sacarían los colores a cualquier país.
También deben ser invenciones o malinterpretaciones de los medios occidentales.
Creo que se está teorizando precisamente una identidad
egipcia incompresible, especialmente para los propios egipcios. Deben asumir,
según lo visto, que no son nada individualmente, que el mundo no les entiende y
que el Ejército es el mejor refugio para cualquier circunstancia, un padre
amantísimo en forma de militar o jeque.
El final del artículo marca, en cambio, la entonación de un
mea culpa con el reconocimiento de que son los egipcios los que tienen en
problema:
We must not forget that solving such problems falls mostly on our shoulders, and it is up to us to gain a clear understanding of the ideological basis guiding Western media trends.
We need to build a clear ideological and
political discourse that will guide our policies, and we need to make clearer
to foreign outlets the moral basis of them.
Throughout this process, we must continue the
dialogue with the Western media and engage in high-level intellectual
interactions that do not stop at the limits of professional observation.
This is especially important because our own
reputation for professionalism is not at its best, and is something we are
still reshaping.*
Pero ¿cómo construir un discurso
claro en una contradicción constante? Si se vive en un juego constante entre
Estados Unidos y la Rusia de Putin (como ya hizo Nasser en su tiempo); si se
vive entre el antioccidentalismo y la necesidad del turismo; si se vive disimuladamente
con Israel y se juega al lado palestino, etc. La idea de "diálogo",
que se reclama aquí, no deja de ser una ironía con un Ejército financiado por
los Estados Unidos y una dependencia de Arabia Saudí, mientras se juega a la
independencia soberana. Las contradicciones llegan, por ejemplo, en forma de
islas regaladas contra la voluntad popular para no desafiar al poderoso vecino
que les compra y presta.
El problema de Egipto no son los medios occidentales, que se
limitan a reflejar los conflictos. Sí puede ser una enorme irresponsabilidad
seguir insistiendo en ello, ya que está creando un sentimiento antioccidental
que no solo no le ayudará, sino que se puede volver contra su propio gobierno
en el tiempo.
Se pueden crear fantasmas y gigantes, pero los problemas
reales los tiene el pueblo egipcio. Si la ideología clara que se pretende es la
que se ha expuesto aquí (anti individualismo, autoritarismo y militarismo), eso
ya se inventó y se llamaba fascismo.
Se le añaden unas dosis de nacionalismo patriotero y religión y está listo para
explotar.
Es el enésimo ataque contra los medios occidentales, de la
BBC al The New York Times, de The Washington Post a Reuter. El gobierno sigue
pensando que ellos son Egipto y que
criticarles a ellos es atacar a Egipto si eres de fuera y traicionarlo si eres
de dentro.
Al usar la expresión "liberal izquierdista" (¡pone a Corbin como ejemplo!), el analista se muestra en el otro extremo, quedando lo que hoy vemos: tradicionalismo moral y religioso, autoritarismo, represión policial, militarismo y propaganda nacionalista. Ya solo queda esperar el siguiente artículo.
* Gamal
Abdel-Gawad "Covering Egypt: The problem with the Western media"
Ahram Online 22/03/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/293276/Opinion/Covering-Egypt-The-problem-with-the-Western-media.aspx
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