domingo, 4 de marzo de 2018

La maquina de fabricar extremistas


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Escuché a Amr El-Shobaki en una conferencia que dio en Madrid poco después del comienzo de la "Primavera árabe", allá por 2011. De todo lo que dijo solo recuerdo una idea: que siendo analista político, había sido incapaz de prever lo que tenían delante de los ojos. No solo él, claro. La afirmación se hacía extensiva a los intelectuales y profesionales dedicados a los estudios políticos.
La ceguera, hemos podido ver después, ha sido una constante en personas que no se atreven a criticar realmente al poder en un sistema en el que todo depende de estar de un lado o de otro. La ceguera auto infligida es una necesidad para la supervivencia.
Esto se ha acrecentado con la situación actual en la que el régimen es constantemente recriminado desde instancias exteriores. El choque entre la propaganda interior y la crítica exterior crea un conflicto de difícil resolución, especialmente si la situación interior se vuelve crítica. Las promesas dejan de ser suficientes y es necesario controlar el descontento para evitar posibles estallidos. Las recientes advertencias del presidente al-Sisi diciendo que nadie espere otra situación como la que hizo caer a Mubarak (es dudoso que se hiciera caer a su régimen) son claras viniendo de una persona que solucionó la crisis anterior con mil muertos en las calles y desmantelando medio país.
Como hemos analizado estos días, la guerra mediática emprendida por el régimen solo puede ser interpretada como una pérdida de control, donde los medios afectos habrían perdido gran parte de su credibilidad. Incapaz de tolerar la crítica habitual en una campaña, al-Sisi ha elegido el camino más complicado a medio y largo plazo: mostrar que Egipto no es una democracia sino un régimen autoritario presidido por un militar.

2016
Abdel Fattah al-Sisi no ha dejado de ver nunca Egipto como un cuartel al que había que poner en orden. Del parlamento a las instituciones administrativas, el presidente ha ido haciéndolas a su imagen y voluntad. Cuando un sector ha dado problemas (de los estudiantes a los jueces, de Al-Azhar a los periodistas), se ha desmantelado y se ha puesto en su lugar una estructura administrativa que lo controle.
En este contexto de lucha contra los medios, el politólogo Amr El-Shobaki publicó el día 21 de febrero, en Egypt Independent, un artículo titulado "The industry of extremism". La elección del medio es significativa porque es uno de los pocos que siguen dando información crítica.
En estos días son muchos los artículos contra medios internacionales (The New York Times o ahora la BBC) o instituciones que denuncian la situación (HRW, Amnistía Internacional) o aprueban resoluciones de condena (el Parlamento Europeo). El artículo de El-Shobaki tiene sus propias características en este contexto. Es un ejemplo de cómo una parte de la intelectualidad nada y guarda la ropa, de cómo se las arreglan para jugar en la línea que le interesa al régimen.
Comienza El-Shobaki con una pregunta:

The main and perhaps most obvious question in dealing with the phenomenon of terrorism is usually absent from the official discourse: Why does a person turn to extremism? Or, in other words, what made this person accept and seek extreme religious interpretations? And why does a person rush to follow the propaganda of murder and terrorism?
Indeed, this question on the reasoning of extremism should be put forward in parallel with the confrontation of extremists and terrorists, if we want to get out of the quagmire of terrorism and its siege.
In fact, we are still talking about a deviant intellectual and religious product that needs to be corrected and renewed. This is generally accepted and not disputed, but we do not ask ourselves what are the factors driving these deviant goods popular in our ‘markets’, and what are the factors which contribute to the demand for such goods and perspectives, making them higher than the official or moderate religion discourse.
In fact, answers for this question has been proposed by two different schools: The first answer is that these texts – as a result of their religious and historical depth – can in themselves be a polarizing element for many, regardless of the political and social context surrounding them, and lead to extremism. The other school sees these texts and misinterpretations as having existed since ancient times, believing that they depict certain historical periods – and socio-political conditions – which, in order to meet demand, are taken out of historical books and converted into a charter of action, movement, and terrorism.
Indeed, the Arab and global debate about who bears the responsibility for terrorism – the religious text or the contextual social and political issues – is a legitimate debate, even if many of us respond to the question by saying that it is the religious text, so as to avoid discussing the existence of any political and social responsibility for extremism.*


La pregunta sobre el origen del terrorismo es lícita y necesaria. El-Shobaki resume los dos caminos de la explicación: el camino del extremismo religioso, con origen en interpretaciones nuevas o viejas, o el camino de la injusticia social, que vuelve a la gente rebelde.
Evidentemente, entre estas dos alternativas podría haber intermedias o si se prefiere combinaciones que aprovecharan los argumentos de unos y otros supuestos iniciales. El-Shobaki analiza lo ocurrido en la segunda mitad del siglo XX y concluye que entonces el discurso religioso era importante. La situación ha cambiado ahora.
Pero pronto nos encontramos con dos párrafos en los que sus conclusiones llaman la atención:

Indeed, the transformations that have hit the extremist currents in the past half century have revived this debate once again. The motives of terrorism throughout the last three decades of the 20th century were mainly due to many people delving into extremist religious interpretations for years, without being victims of injustice, or political and social oppression. They chose to practice violence as a result of religious and ideological convictions (deviant, of course), which spanned around the concept of the governance of God. They considered the existing ruling regimes to be ignorant for their lack of application of the provisions of God, and therefore, in the perspective of the terrorists, deemed it necessary for the regimes to face violent expiation.
The matter has changed since the start of the last decade as the role of religious text as a key determinant in the recruitment process for al-Qaeda and the Islamic State (IS) retreated. It is true that it is still present as a justification for murder or suicide, but what creates hatred and terrorism is no longer simply delving into a deviant religious interpretation for years, as was the case of Jihadis in the 20th century, but it is rather a political and social reality.*

La simplificación del cambio de El-Shobaki es demasiado grande como para considerarla inocente. Lo que así justifica El-Shobaki son los regímenes anteriores a la Primavera Árabe, cruentas dictaduras, que tratan de reivindicarse actualmente como alternativa al caos para seguir de la misma manera.
La tesis de El-Shobaki sobre la preeminencia anterior de la religión debería ir más allá en cuanto preguntas. ¿De dónde salió aquella fuerza en aquel momento? Hay consenso en hablar del wahabismo de los saudíes preocupados por lo que ocurrió en Irán con la revolución islámica chiita. Los monarcas saudíes vieron peligrar su mundo en pleno cambio de la crisis mundial del petróleo. Lo ocurrido en Afganistán tampoco fue ajeno. Muchos factores, desde luego.


Pero lo que no se puede justificar es la "paz de las dictaduras", profundamente injustas y crueles, corruptas y elitistas. Esas condiciones puede que no afectaran a las elites de las que salió el fundamentalismo de los ricos, pero sí cimentaron parte de la contestación social que derivó hacia el activismo democrático y laico, en muchos casos, cuya deriva final fue la Primavera Árabe, donde no se pedía "más Corán", sino más justicia social, más pan, menos corrupción, menos represión y tortura. Pedían una modernidad y libertades que el viejo régimen no atendía. Esto es lo que, según El-Shobaki, ha derivado en terrorismo.
Pero la tesis más complicada y la que "justifica" la existencia del artículo, la que muestra su finalidad, la encontramos como conclusión en los párrafos finales:

The issue of extremism in Egypt is like other countries, no longer far from reality. There is an IS and Muslim Brotherhood propaganda machine promoting political grievance by talking about security abuses, the arrest and killing of innocent people, and discussing ‘legitimacy’ toppled by military intervention. This speech can be refuted in many aspects and its imbalances corrected, especially regarding the injustices and social conditions of the Sinai people.
If we admit that there is a preliminary question to be answered: Why do people become radicalized? And why do they accept this kind of deviant religious interpretation? Then we will take a serious step in the fight against terrorism.*

Es aquí donde se ve el final del razonamiento: las protestas por la situación de los derechos humanos no son reales —de nuevo se vive bajo un régimen ideal, con gobernantes perfectos—, forman parte de una alianza Estado Islámico - Hermandad Musulmana para crear el descontento fomentando el extremismo que lleva al terrorismo por medio de la "máquina de propaganda". Esta "máquina" es la industria que da título al artículo.


Las preguntas de Amr El-Shobaki toman forma como conclusión: la maquinaria de la propaganda es la maquinaria del terrorismo. La maquinaria de la propaganda —la BBC, The New York Times, etc.— está al servicio del Estado Islámico y la Hermandad Musulmana. Estos ya no se centran en la pureza religiosa sino en el descontento social. Si muestras tu descontento, eres un terrorista que trata de acabar con el estado.
El objetivo es claro. Se trata una vez más de aislar al pueblo egipcio estigmatizando las fuentes exteriores para evitar que pueda darse otra visión que la suya y mantener el control sobre la población. Son los que se quejan los responsables del terror con sus "infundadas" denuncias por la situación de los derechos humanos o por el cuestionamiento de la legitimidad del régimen salido del 30 de junio. Son todos terroristas.
En estos momentos, Mada Masr informa de detenciones de activistas políticos de izquierdas o de simples periodistas en la calle: "ANHRI: Leftist activist Gamal Abdel Fattah arrested without a warrant, held in unknown location", "Update: Prosecution detains journalists filming Alexandria tram report for 15 days pending investigations", "Former Kefaya movement member detained in undisclosed location for second day"...


La cuestión clave es que el régimen egipcio sigue practicando las mismas operaciones de control y represión social que antes realizaba y que dieron lugar a un levantamiento no religioso. Ahora son etiquetados como terroristas. Los que se levantaron entonces eran agentes de potencias extranjeras, las "fuentes del mal" de las que hablábamos ayer usando el término que usan.
La represión social no es una ficción propagandística. El régimen etiqueta a todo opositor como "terrorista" para construir un discurso justificador de sus actos, pero con esto no engaña a nadie. El régimen no puede entender que tras el 30 de junio se le escaparon de las manos los apoyos que podría tener. Curiosamente, solo los salafistas se quedaron a su lado. Pero las fuerzas democráticas que habían apoyado la caída de Morsi, pronto se desengañaron sobre la posibilidad de una salida democrática. Los militares, una vez más, estaban allí para quedarse.


En el contexto en el que estamos de lucha del régimen contra la información exterior y de campañas intensas de propaganda sobre los logros, el artículo de Amr El-Shobaki sobre las causas del terrorismo no dejan de ser un ejercicio de cuerda floja. ¿Surge el extremismo y posterior terrorismo de las denuncias sociales contra un régimen que ha usado la represión desde el principio? ¿Son los ataques islamistas a los coptos el resultado de la propaganda? ¿Es la oposición democrática fruto de la propaganda exterior, son sus quejas inventadas? ¿Son todos ellos "agentes" de los Hermanos?
Los islamistas usan todo, de eso no hay duda. Pero, ¿elimina eso la justicia de las quejas por la represión? La tesis de El Shobaki tiene dos lecturas que no son opuestas: el descontento social crea extremismo, que es aceptable; lo que no es aceptable es la conexión entre las denuncias y el extremismo que acaba en terrorismo. Si la respuesta es que son las denuncias y no lo denunciable lo que provoca el terrorismo, El Shobaki se habrá vuelto a equivocar. Y lo que es peor, le ha hecho el juego al régimen. El problema no estará en la represión en sí, sino en que quede alguien para contarlo.



* Amr El-Shobaki "The industry of extremism" Egypt Independent 21/02/2018 http://www.egyptindependent.com/the-industry-of-extremism/

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