Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Conforme
avanza el tiempo se va consolidando el fenómeno de las "fake news"
como parte de las estrategias de desestabilización e influencia en la situación de los países,
ya sea político, económico o de cualquier otra índole sensible. Tanto el diario
El País como El Mundo se hacen eco en sus ediciones del artículo publicado en
la revista Science y firmado por más de una docena de especialistas en diversos
campos. Es la segunda publicación sobre esta cuestión en una revista
considerada de prestigio en el campo de las diversas ciencias que da consistencia al fenómeno, que ya no
puede ser ignorado y cuyas consecuencias
se sienten cada día como una amenaza a la estabilidad y la "soberanía
informativa", concepto que habrá que empezar considerar en un ámbito
global, ya que algunos países lo están estableciendo mediante el cierre de sus
fronteras a la información que llega de fuera.
De
hecho, el fenómeno de las "fake news" es parte de un problema más amplio:
la globalización informativa, es decir, el libre flujo de las informaciones por
el mundo. La información, por sí misma, ya es una forma de influencia en los
otros. La información busca establecer un determinado estado de la opinión
pública. Se informa para que otros sepan algo respecto a un tercero. Ese
conocimiento suministrado y adquirido produce dos cosas: un cambio individual
en quien lo recibe y, en segundo lugar, se produce un doble fenómeno de
separación y de unión grupales. La información provoca efectos polarizados en
unos y otros en función de los enfoques, presentaciones, sesgos, objeto de la
noticia, etc. En función de todo ello, se producen fenómenos de adhesión o
rechazo, configurando estos movimientos el estado dinámico de la opinión.
Los
receptores, además, están expuestos a múltiples fuentes de información, aumentando
la complejidad del sistema informativo, integrado por los medios, los agentes
sociales, el público, los partidos, etc. La información modifica los estados de
todos ellos y aumenta la interacción, ya sea como acuerdo o como conflicto.
Previo
al concepto de noticias "falsas" o "engañosas" frente a
noticias "fidedignas" o "auténticas" (he eludido la idea de
"verdad" deliberadamente), está el del "espacio" de
información, que comentaremos a continuación.
El
diario El Mundo señala sobre la información de Science:
En un segundo artículo publicado en Science y
firmado por una quincena de expertos, los científicos advierten sobre el
potencial disruptivo de las fake news y reclaman un impulso a la investigación
a gran escala. En él citan estudios preliminares en los que se apuntan los
efectos perjudiciales de este fenómeno en la sociedad, que van desde el aumento
del cinismo y la apatía entre los ciudadanos hasta el fomento de la
radicalización. "Lo que más queremos transmitir es que las fake news son un problema real, un
problema difícil de abordar y un problema que requiere una investigación
seria", explica Menczer, coautor del texto. "Los que difunden
noticias falsas están usando métodos cada vez más sofisticados", añade.
"Si no tenemos suficiente información sobre el problema, nunca podremos
diseñar intervenciones que funcionen".
Una de las dificultades radica en el hecho de
que es un problema multidisciplinar, con implicaciones que van desde lo
psicológico hasta lo tecnológico. El artículo subraya este aspecto psicológico
que sirve como uno de los motores de la difusión de informaciones falsas, ya
que las personas prefieren información que es familiar y que apoya las
opiniones preexistentes. "El desafío es que hay tantas vulnerabilidades
que aún no entendemos y tantas piezas diferentes que pueden romperse o ser
manipuladas en lo relativo de noticias falsas", señala Menczer. "Es
un problema tan complejo que debe ser atacado desde todos los ángulos".*
Cuando
en el texto se habla de "sociedad" se elude a qué sociedad se refiere. ¿Se trata de la "sociedad" en un
sentido "local" o "mundial"? Entiendo que se trata de un
sentido limitado localmente, ya que se trata de un agente exterior intentando
manipular a una opinión pública de un espacio determinado sobre un aspecto más
o menos específico que les afecta. La naturaleza de la noticia manipulada nos
muestra cuál es su objeto. Los casos que se han mostrado más claros son los que
afectan a elecciones, una situación que tiene límites espaciales (USA,
Cataluña, Italia, Francia...) y unos
tiempos (corto, medio, largo plazo), que se suelen concentrar en las campañas
electorales y las precampañas.
Los
países que han tomado medidas ante las elecciones así lo han entendido. Ha
planteado sus casos metafóricamente como una "invasión informativa",
una especie de agresión mediante bombardeo de mentiras con el deseo de alterar
los resultados apoyando candidatos, atacando a otros o creando climas sensibles
que favorezcan a grupos, como la cuestión detectada en Italia sobre la
sensibilidad ante los efectos de la inmigración.
Las
noticias falsas vienen de un punto identificado o no —el agresor—; tienen un
beneficiado y un perjudicado; un momento específico —una precampaña o campaña—;
un mensaje específico —una acusación— o genérico —incide en un tema sensible—;
y tiene unos efectos buscados, la desestabilización, además de los colaterales.
La
preocupación es la debilidad de las democracias de enfrentarse a este tipo de
campañas de intoxicación política. Esto ocurre por dos motivos: a) la libertad
de expresión siempre actúa inicialmente en favor de quien propaga las noticias;
y b) se ha creado un sistema abierto y global de las telecomunicaciones.
La
primera cuestión es estrictamente política y se refiere al nivel de tolerancia.
Los regímenes autoritarios son los que primero están creando barreras para no
verse afectados en su espacio
informativo, que es el equivalente al territorio en un sentido físico. Han
creado "fronteras" informativas al espacio físico y político.
El caso
que mejor conocen los lectores de estas páginas es el de Egipto, en lucha
permanente por las noticias que llegan desde el exterior y entran en
conflicto con las que se producen en el interior, donde el control de la
censura, bloqueos o compra de medios, etc. está al servicio del régimen. Desde
el punto de vista del gobierno, todo lo que llega de fuera es "falso"
y tiene como objeto la destrucción del régimen a manos de los "poderes del
mal", que llegan desde el extranjero, cuando no dicen mucho, y de Qatar,
vía Al-Jazeera. En este caso el ejemplo es "negativo" (u sistema
autoritario que tiende a cerrarse sobre sí mismo), ya que son todos los medios
mundiales los que discrepan con la versión egipcia, tal como lo hacen
instituciones como Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Parlamento Europeo,
etc.
Los regímenes
autoritarios están invirtiendo en formas
de bloqueos informativos y en vigilancia de accesos para detectar a los
disidentes o críticos en cada caso. Aquí el problema es cómo bloquear el acceso
a la información para poder.
También
lo están haciendo los regímenes democráticos que temen que sus espacios de
opinión se vean afectados por las fake
news. Muchos países están desarrollando sistemas de vigilancia de diverso
tipo para tratar de evitar el impacto de las noticias destinadas a la
desinformación. Sin embargo, las medidas tomadas se tienen que encuadrar en el
sistema de libertades de cada país. Así se da la paradoja de que aquellos que
más tratan de evitar que les entre información, son los que más información
exportan. Es lo que detectan las investigaciones cuando buscan el origen de
este tipo de campañas. El mayor desestabilizador es, sin duda, Rusia. Es su
respuesta a las sanciones por Ucrania y su intento de recuperar influencia.
La
creación de la Sociedad de la Información estaba pensada para la globalización,
no para la Guerra Fría en la que hemos entrado. Estaba pensada para la libre circulación
y no para la intoxicación masiva. Al crear una red mundial, el control se hace
prácticamente imposible, máxime teniendo en cuenta que son compañías
norteamericanas las que controlan la mayoría del tráfico de información en el
mundo. Por las "superautopistas de la información", de las que
hablaba Al Gore en su momento, circulan todo tipo de "vehículos" con intenciones
muy diversas.
Señala
el diario El Mundo:
Los expertos recomiendan comenzar con
intervenciones de dos tipos: unas centradas en mejorar la capacidad de los
individuos para reconocer las noticias falsas y otras que incluyan cambios
estructurales destinados a prevenir su publicación. "Los algoritmos de
clasificación, como la atención humana, pueden ser engañados a través de bots
que crean la apariencia de que muchas personas hablan sobre un tema o apoyan a
una persona", explica Menczer. En este sentido, los autores apelan a las
plataformas de medios sociales como Google, Facebook y Twitter a asumir una
"responsabilidad ética y social que trascienda las fuerzas del
mercado" y para que contribuyan a la investigación científica sobre las
noticias falsas.*
Desgraciadamente,
la primera vía recomendada por los expertos —que la gente sea más prudente y no
se deje engañar— es demasiado lenta. Deja fuera un elemento: el que quiere ser
engañado. El gran problema que tenemos es el lamentable estado de nuestras
opiniones públicas, con enormes sectores que recelan de aquellos que les ofrecen
informaciones fidedignas, contrastadas, etc. mientras que aceptan las mentiras que
mejor satisfacen sus deseos. Creemos lo que queremos creer.
Por eso
las campañas "puntuales" se cimentan sobre otras más amplias, de
mayor calado social, que son las que desestructuran y reestructuran a aquellos
sujetos a los que buscan manipular posteriormente. Las teorías de la
conspiración han crecido. Las tonterías que la gente puede llegar a creer son
sorprendentes. Nos indica que el sistema educativo falla estrepitosamente en
muchos países al no formar personas con capacidad crítica, con sólidos fundamentos
históricos e intelectuales. La idea de lo "alternativo" se siente
como necesidad cuando se ha enseñado a recelar de las versiones instituidas,
sospechosas por definición en sistemas en los que se cree a ciencia cierta que
los gobiernos conspiran contra sus ciudadanos. Las teorías de la conspiración
no son bromas y no deben ser tomadas como tal.
La
"apelación" a las plataformas sociales por parte de los autores del
artículo para que filtren las informaciones no tiene mucho arreglo. Las
mentiras tienden a parecerse mucho a las verdades; en caso contrario, no
funcionan.
El País
nos habla sobre esto desde el estudio publicado por Science:
El pasado martes, dos hombres fueron
arrestados por amenazas terroristas tras aparecer en una iglesia de Texas en la
que habían matado a tiros a 26 personas el pasado noviembre. Los detenidos
aseguraban que el tiroteo fue un invento del Gobierno y acusaron al pastor de
que su hija, asesinada en aquel incidente, nunca había existido. Esa matanza es
la quinta más sangrienta de la historia de EE UU, pero gracias a la imparable
capacidad viralizadora de plataformas como YouTube, Facebook y Twitter, mucha
gente se ha creído teorías conspirativas que aseguran que son invenciones
propagandísticas. Y el problema es que estas mentiras, sobre todo si son
políticas, se extienden de manera formidable por las redes.
Los bulos de internet terminan teniendo
graves consecuencias en la vida real, como también sucedió con el atentado del
maratón de Boston, lo que motivó a un equipo de investigadores del MIT a
interesarse por su propagación. Según su trabajo, que publica la revista
Science, las informaciones falsas se difunden “significativamente más lejos,
más rápido, más profunda y ampliamente” que las verdaderas “en todas las
categorías de información, y los efectos fueron más pronunciados para noticias
políticas falsas”. Más que en otros ámbitos también impactantes o
controvertidos como el terrorismo, los desastres naturales, la ciencia, las
leyendas urbanas o la información financiera. Se trata de las conclusiones del
que quizá sea el estudio más importante sobre la difusión online de falsedades,
que firma el propio jefe científico de Twitter, Deb Roy, con datos y
financiación proporcionados por esta red social. Los expertos ya avisan de que
dará mucho que hablar.
De media, las informaciones falsas reciben un
70% más retuits que las veraces, es decir, que los usuarios las comparten mucho
más entre sus seguidores, ayudando a multiplicar su difusión. Del análisis
pormenorizado de 126.000 afirmaciones difundidas en Twitter entre 2006 y 2017
los investigadores han descubierto que las mentiras, además, triunfan porque
suelen provocar respuestas de temor, indignación y sorpresa.**
La
dimensión psico-social de la mentira es más relevante que la tecnológica. Son
los "crédulos" los que aceleran el paso de las mentiras por las
redes. La explicación es sencilla: la mayor sensibilidad a algo aumenta la receptividad
y se traduce en energía que lleva a compartir difundiendo los mensajes. Hay
personas que reenvían todo lo que reciben de forma casi automática; otros en cambio,
apenas prestan atención a lo que recibe o lo desechan inmediatamente después de
verlo. Como las neuronas de un gran cerebro mundial, las hay excitadoras —pasan
la señal a la siguiente— y las hay inhibidoras.
La
cuestión de las "fake news" irá a más porque es imparable. La recomendación
de tratar de formar a los usuarios llega un poco tarde y no saldrá de la propia
red, sino de su exterior, del sistema educativo, de la familia. Pero no lo hace
hasta el momento. Y los filtros y bloqueos que se apliquen desde las propias
empresas de las redes. Pero tampoco servirán de mucho porque por cada filtro se
creará una forma de evitarlo.
Lo que
sí se puede desarrollar es la sensibilidad a los efectos de la mentira, dejar
al descubierto las estrategias que hay detrás para evitar que los crédulos sigan
creciendo y la inestabilidad —el objetivo de la manipulación— siga aumentando.
La
manipulación comunicativa no es un invento nuevo. Siempre ha existido bajo el
digno nombre de Retórica. Los discursos convincentes pueden ser verdaderos o
no, que es una segunda cuestión. Los que imponen el orden autoritariamente en
sus países buscan lo caótico, lo ingobernable, en otros. Cierran sus países y
crean cadenas de televisión en diversos idiomas para influir sobre otros
ámbitos. Usan las redes para aprovechar las vías establecidas por afinidades
para propagar sus bulos o crear corrientes de opinión basadas en falsedades o
interpretaciones malintencionadas.
Habrá
que vivir con ello y estar atentos. Lo malo es el efecto colateral de las
mentiras abundantes: cuesta reconocer las verdades o puedes ser calificadas
como mentiras. Es el desconcierto, el caos, lo que se busca. La propia
información que los medios ofrecen, las más de las veces descontextualizadas son
difíciles de diferenciar de las mentiras verosímiles o no. La buena mentira es como un collar falso; es mejor
cuanto más tarda en ser descubierta.
Después
está el problema de los que no hay forma que se muevan de sus amadas
mentiras. Pero eso tiene poco arreglo.
*
"La ciencia que hay detrás del éxito de las 'fake news'" El Mundo
8/03/2018 http://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2018/03/08/5aa17b4f468aeb01768b465d.html
**
"La información falsa llega más lejos, más rápido y a más gente que la
verdadera" El País 8/03/2018
https://elpais.com/elpais/2018/03/08/ciencia/1520470465_910496.html
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