Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
resultado holandés es bueno para Europa, pero no arregla los problemas. Solo
nos da un importante respiro. Lo más importante ha sido la movilización
ciudadana holandesa. Las elecciones europeas en el continente siempre han
tenido una participación más baja. Es bueno, por tanto, saber que la cuestión
europea ha entrado en las elecciones nacionales como un factor decisivo. Ya va
siendo hora de que se tome a Europa como un
aspecto esencial de la propia política nacional.
El otro
factor importante es que se ha apostado por una imagen de Europa específica al
rechazar en las urnas el populismo ultra y xenófobo de Geert Wilders. Eso es
también un factor. Lo que las urnas nos dicen es que los holandeses no quieren
en su gobierno a Wilders, pero que tampoco les gusta "su visión" de
Europa. En este sentido, lo electores han votado simultáneamente como
"holandeses" y como "europeos". Probablemente nunca haya
habido unas dosis mayores de conciencia de lo que la Unión se jugaba que en
estas elecciones.
Los
holandeses no solo han dicho "no" a Wilders sino que los han hecho
también a todo lo que estaba detrás de él: el apoyo de Donald Trump, de Rusia,
de Brexit y de los que usan la crisis migratoria para debilitar a Europa. Puede
que muchos electores holandeses no hayan tenido muchas de estas cosas en la
cabeza, pero muchos otros sí, alguna o todas.
Creo
que cada vez es más obvio el papel molesto que Europa cumple o puede cumplir
frente a situaciones o intereses de otros países. Su conversión en objetivo es
un indicador de hasta qué punto se interpone en los planes de terceros.
Europa
es en estos momentos, pese a las crisis económicas padecidas —cuyo origen,
además fue la crisis financiera norteamericana— un espacio de referencia en
diversos sentidos. No ha habido otro caso como el europeo. La formación de
uniones con estando nacientes sí se ha producido, pero no que toda una serie de
países cuya convivencia no había sido precisamente fácil en el pasado —con
guerras de religión, territoriales, dinásticas, etc.— haya conseguido crear un
espacio común, con su propia moneda, leyes comunes, parlamento e instituciones,
etc.
La
interferencia en la idea de Europa por parte de terceros países busca su debilitamiento
en diferentes sentidos, del económico al defensivo. El desafío a Europa es
mayor ahora que nunca. La crisis pasada ha tenido un carácter mixto, pero ha
tenido un efecto: el despertar de unos nacionalismos xenófobos. Este fenómeno
se suele dar en las crisis económicas. Se dan no por alguna ley histórica, sino
porque es el argumento más fácil para
llegara al poder. En los momentos de crisis, el más fácil redirigir los miedos
hacia aquellos a los que nos interesa estigmatizar.
El
populismo actual es hijo de los miedos que nos rodean. En vez de tratar de
encontrar soluciones factibles desde dentro, se ofrece la solución de encierro
y la huida. No son soluciones, sino una forma de utilizar el miedo para
alcanzar los objetivos, en este caso, el fraccionamiento de Europa y su
disolución como Unión. ¿A quién beneficia? Evidentemente no a los europeos, que
han podido disfrutar en mayor o menor medida de logros comunes, de un espacio y
una colaboración insólita en la historia del continente.
¿Problemas?
Todos los que queramos poner sobre la mesa, pero ni uno más de los debidos. Los
que plantean que "Europa es el problema" no tienen ningún interés en
que la Unión funcione sino, por el contrario, que se colapse, entre otras cosas,
gracias a sus intervenciones.
Aquí no
se trata de un "patriotismo", sino de un nacionalismo cuyos
fundamentos se basan más en la exclusión de los otros que en la definición
propia. Es un nacionalismo "agresivo" y "agredido". Es
"agresivo" porque va contra Europa, a la que opone su idea imposible
de nación que encontrará la felicidad en el aislamiento o en un romanticismo
trasnochado. La agresividad proviene
de considerar enemigos, parásitos, etc. a todos los que están dentro o fuera.
Escuchar a los partidarios del Brexit (y repetir exactamente lo mismo a Trump o
a Geert Wilders en sus debates estos días) llorar por la soberanía perdida no
deja de tener cierta comicidad patética.
Como
país aislado durante mucho tiempo, los españoles sabemos que el segundo gran
salto tras el desarrollo y la democracia lo dimos con el ingreso en Europa.
¿Ha sido perfecto? Evidentemente no, pero la mejora fue enorme y muy rápida. Esto le debe ser recordado a las generaciones más jóvenes, las que han nacido en la Unión. El pasado debe servir de ejemplo para evitar la profunda demagogia de la que hacen gala muchos. Las cifras están ahí, junto a los hechos. Afortunadamente, España es consciente de esto y los planteamiento europeístas se mantienen.
El potencial
de Europa es su diversidad: el desafío, su armonización, la reducción de las
diferencias, que solo puede ser un acto doble de generosidad y solidaridad. El
mayor reto estará siempre dentro. Y se producirá por intereses igualmente
interiores y exteriores. El caso del Brexit mostrará si es posible estar en
Europa y no estar en la Unión. El argumento de la pérdida de soberanía se podrá
aplicar a Reino Unido que ha argumentado sentirse parasitado. Ahora probará la
nueva situación de estar frente a una Unión Europea y podrá comprobar si le
beneficia más estar dentro que fuera. Será un experimento caro y no podrá pedir
que ese precio lo pague Europa —en la línea de Trump— porque Europa ya no
deberá velar por los intereses británicos sino por los suyos frente a ellos. Los
que jueguen la estrategia de debilitar Europa para poder negociar desde la
superioridad tendrán que planear muy bien sus estrategias, que hasta el momento
es el apoyo, la promoción y la financiación de los antieuropeístas para ver si
aumentan su peso dentro de los diferentes países.
En este
sentido, la presencia de Donald Trump y la visión de su política altanera y
prepotente, está siendo contraproducente para el antieuropeísmo. Al igual que
ha movilizado de forma intensa el rechazo a sus políticas y actitudes, Trump
está movilizando el voto anti-Trump, ya que sus admiradores declarados y orgullosos
compañeros de selfie, se ven afectados por la visión negativa que el mundo
tiene del magnate metido a presidente. Como a Trump no le importa tanto su imagen
exterior, como la interior, está perjudicando a aquellos que esperan obtener
beneficios de él tras su elección. La vigilancia estrecha sobre los intereses de Trump y los
casos que salen constantemente se vuelven contra sus admiradores, quienes repiten
sus discursos, pero no pueden acercarse excesivamente por los riesgos de verse arrastrados en cualquier momento. Lo ocurrido con Theresa
May en el Reino Unido tras invitar a Trump a una visita es bastante elocuente. Cuando
quieran atacar a May, les bastará mostrarla de la mano de Donald Trump. El
presidente le sacó provecho a la foto; ella, no. Como señaló con ironía el británico The Independent en su titular: "It is unclear who initiated the contact".
La
mejor forma de hacer fuerte a Europa es seguir profundizando en sus logros y
valorando sus virtudes, que deben ser puestas en práctica.
Queda
cada vez más claro, que Europa limita al Este con Turquía, cuya situación
evoluciona cada día más lejos de los parámetros de la Unión. Turquía se ha hecho
un hueco junto a Rusia y prefiere jugar otro tipo de liderazgo en la zona, algo
que le permita usar políticas que Europa no le puede aceptar a Erdogan.
Un
logro simbólico importante, más allá de lo anecdótico, es la reelección de
Donald Tusk con el único voto en contra de Polonia, su propio país. Es una
señal clara de que Tusk ha trascendido el hecho nacional partidista y ha sido
capaz de trabajar para la totalidad de la Unión, incluida Polonia. Eso es lo que se le ha
reconocido. Es Polonia quien debe cambiar su mentalidad.
¿Es el
destino de la Unión Europea jugarse su futuro en cada elección nacional? No
debería ser así, pero puede que ese sea su camino hacia el futuro. Solo se
puede combatir con ideales, igualdad, justicia y eficacia. Mientras se haga, los
europeos nos sentiremos más vinculados unos con otros y todos con la idea de
Europa.
El
resultado de Holanda es esperanzador, pero un aviso. Wilders ha subido respecto
a las elecciones anteriores, si bien sus expectativas se han desplomado. Lo
importante es combatir con eficacia los problemas para que los argumentos
negativos pierdan consistencia.
Queden
muchas pruebas por delante. Esto solo ha sido una batalla. Eso sí, ganada. Pero en cualquier
momento se puede perder una guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.