Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
resultados de Holanda, dejando fuera de juego a los que creían que sería la
tercera pieza del dominó tras el Brexit y Donald Trump, han tenido un efecto
psicológico importante. La gente se ha hecho consciente de lo que puede perder.
De alguna manera ha despertado tras la somnolencia y ha comprendido los
peligros que amenazan la unidad y prosperidad de Europa.
Los
enfados de Trump, los de Erdogan, los de
Marine Le Pen o cualquier otro enfadado con Europa y que disfrutaría de
su destrucción por unos motivos u otros (no todos tienen los mismos) ha
repercutido en la gente, que ha salido a la calle a demostrar su europeísmo y
su europeidad, que son dos cosas diferentes. Ser europeos y querer serlo son
dos actitudes importantes.
Todas
las elecciones que Europa tiene por delante se van a evaluar en términos de
europeísmo. Europa ha dejado de ser un tema que aburría al auditorio y los
políticos se están dando cuenta —es lo que ha dicho Juncker, de alguna forma—
que es un tema de combate. Satisface la necesidad guerrera que el político de a
pie requiere para demostrar su valía. Los enemigos son cada vez más claros y
eso favorece la retórica de algunos.
Por
supuesto, esto no es más que un síntoma. Lo importante es ir al fondo de Europa
ahora que se ha captado la atención del respetable. Euronews ha recogido las
declaraciones de un periodista francés, Jean Quatremer, corresponsal en
Bruselas del periódico Libération:
“El ‘brexit’ ha tenido exactamente el efecto
opuesto al que se esperaba. Hay un efecto dominó, pero al revés. No solamente
nadie ha dicho que vaya a celebrar un referéndum, ni Polonia ni Holanda, sino
que los países más euroescépticos han dicho que quieren quedarse y que no
quieren hacer lo mismo que han hecho los británicos. Además parece que la
opinión pública se ha despertado, es decir aquellos que estaban un poco
anestesiados por el nuevo pensamiento único, este pensamiento único con
influencia del euroescepticismo y la eurofobia, se han despertado porque la
gente no es tonta y sabe que hace más de 70 años que no hay guerras en Europa,
que aunque haya desigualdades, grandes tasas de desempleo en algunos países,
son cifras bastante más bajas que en el resto del mundo, que estamos en una
zona que atrae al resto del mundo. No hay muchos europeos refugiados en África,
Oriente Medio o incluso en Estados Unidos. Los ciudadanos están más
comprometidos con la construcción comunitaria de lo que se piensa”.*
La
demostración más clara es precisamente la que los propios británicos, saliendo
a las calles con banderas europeas, han hecho. La "europeidad"
británica será un elemento que tendrá una importancia capital en las próximas
elecciones y que puede desbordar el panorama tradicional británico. Si los
"eurófobos" se organizaron en un partido, ¿por qué no hacerlo en un
partido claramente europeísta, que
defienda la europeidad británica?
Han
sido tan tibios todos los políticos
británicos, de todo los colores y olores, que la Historia los juzgará a todos
por su gran error. Para que eso ocurra y sea evidente, Europa tiene que
reaccionar y hacer bien (mejor, si se
prefiere) las cosas. Tiene que superar las piedras que le ponen en el camino y
sus propias cegueras y olvidos al caminar.
A la
Europa de las naciones, le tiene que seguir la europeidad rotunda. La manipulación del nacionalismo por parte de
los eurófobos, propios o instigados desde cualquier esquina del globo, hace que
haya que desarrollarla como valor, como conjunto de principios y aspiraciones,
como hemos resaltado en muchas ocasiones. Son esos valores los que nos permiten ser críticos con Europa para poder corregir sus desvíos y enderezarla. Sin un modelo, es imposible saber hacia dónde dirigirse. Por eso es esencial salir de la anestesia, de la inercia europea. En eso han coincidido muchos discursos y artículos en estos días.
La
historia de Europa es compleja y terrible, pero sus sueños no tienen por qué
ser pesadillas. Más bien debería suceder lo contrario: encontrada la senda de
la armonía continental, profundizar en ella. Europa es un sueño abierto.
Tenemos
que ver Europa con los ojos y esperanzas con que otros la miran. Debemos
comprenderlo. La brutalidad egoísta del "America First!" de Donald
Trump, levantando muros y barreras, planteando separar familias, reteniendo a
los hijos, como estrategia para que no intenten entrar (una de las prácticas
más infames jamás desarrollada por nadie, nauseabunda), es un espejo en el que
no hay que mirarse. Es lógico que la prosperidad atraiga; lo que se debe hacer
es exportarla, crear las condiciones para que no sea privativa de unos pocos.
Los admiradores
de Trump y Putin ahora padecerán los efectos negativos de su alianza
mosquetera. La reacción de millones de estadounidense ante el horror de Trump,
ante el egoísmo, la insolidaridad social, etc. que manifiesta cada día, es clara. Tampoco
los europeos quieren este tipo de prácticas en su territorio. Solo los
emuladores de Trump, los amigos de Putin.
Los
efectos de la anestesia, como dice Jean
Quatremer, se deben ir pasando. Hay que seguir trabajando y mucho en Europa.
Pero la primera tarea de todas es soñar, soñar Europa, imaginarla como espacio
de convivencia y referencia solidaria. Tenemos que convencernos que somos un espacio del que
tiene que salir algo más que productos de las fábricas. Ideas, ideas... sobre
política, sobre ciencia, sobre cultura, sobre relaciones y valores humanos. Y esas ideas llevarlas a la acción,
convertirlas en realidades, en realidades exportables.
No somos el centro del mundo; estamos en él. Estamos entre América, Asia y África, en un espacio continuo en el que es imposible inventar distancias inexistentes. Por eso es esencial la defensa de los derechos humanos como seña de identidad frente a su desprecio manifiesto. Al contrario del camino militarista elegido por la actual administración norteamericana, que desea ser temida, Europa no ha buscado esa senda ni debe hacerlo. Mejor buscar el respeto porque respetamos nosotros mismos nuestros valores y sabemos distinguir quiénes son las víctimas en los conflictos. Europa es humana y humanitaria. Así debe ser.
La
celebración en las calles europeas de los 60 años del Tratado fundacional ha
sido una hermosa visión. Europa siempre está en su principio. No significa que no avance, sino que mira hacia el horizonte.
*
"La opinión pública se ha despertado" Euronews 25/03/2017
http://es.euronews.com/2017/03/25/jean-quatremer-periodista-la-opinion-publica-se-ha-despertado
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