Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
cariz que está tomando la "cuestión rusa" es cada vez más explosivo.
Se ha llevado por delante al consejero de seguridad, Flynn, y ahora ha puesto
en la picota al Fiscal General Sessions, un señor que nunca debería haber
estado ahí por su pasado manifiestamente racista, algo que no se cura con la
edad.
Cuando
se estudie este periodo zafio y nefasto de la historia política norteamericana,
la gente se hará la gran pregunta que ahora queda atrapada como una mosca
chocando contra el cristal de una ventana: ¿por qué tenían lazos con Rusia? o, si no hablaban de nada interesante, ¿por qué se
reunían? Como se nos dice de lo que no hablaban pero no de lo que hablaban,
nadie se cree que el equipo presidencial de un
candidato a la Casa Blanca hable con los rusos porque no tienen otra
cosa que hacer. La pregunta es ¿qué ven en Rusia? ¿Por qué esa fascinación?
No es
una pregunta fácil. Es sorprendente que un señor que dice que quiere "hacer
más grande a América" tenga esta fascinación por Rusia, que ha sido —desde
el fin de la II Guerra Mundial— un enemigo y un rival con el que competir en
diversos campos, como por ejemplo las armas y la carrera espacial. Sin embargo,
esa Rusia, la Unión Soviética, no existe. La Guerra Fría, como han señalado,
cesó y el ganador por puntos, los Estados Unidos, se encuentra buscando
alianzas con ella en detrimento de los que fueron sus "aliados".
Una
premisa: me resisto a pensar que Donald Trump es el estratega o el ideólogo
detrás. Creo que ha sido y es el personaje que ha servido de cara a esta nueva
concepción política que necesitaba —claramente— estar desconectada de la
política convencional. No tanto como para presentarse como "impoluto"
políticamente como por la ausencia de lazos firmes con los partidos tradicionales. Trump es un caro adorno
explosivo en lo alto del pastel y ha seguido las estrategias que le han sabido
ofrecer como alternativas para ganar.
¿Qué
Rusia ven? En el año 2000, la profesora
investigadora en Ciencia Política, Astrid S. Tuminez, doctorada en el MIT y
Máter por la Universidad de Harvard en Estudios Soviéticos , y autora de "Russian
Nationalism Since 1856: Ideology and the Making of Foreign Policy" (Rowman
and Littlefield, 2000), realizaba un interesante análisis del nacionalismo
ruso. Las primeras ideas apuntan a la falta de definición nacionalista de rusa
en la época zarista, algo paralelo a lo ocurrido en Occidente hasta que los
imperios y reinos empiezan a considerar de otra forma a sus pueblos. Para la
existencia de nacionalismo tiene que haber una conciencia de "nación"
y eso es un concepto muy reciente. Son los nuevos lazos entre las personas y
los estados emergentes tras las caídas del absolutismo. Rusia mantuvo siervos
de la gleba hasta bien pasada la mitad del siglo XIX, en que se derogó. La nación solo nace cuando aparece el concepto
de ciudadano y el individuo tiene que rehacer sus lazos de compromiso con el
espacio en el que habita.
El siglo XIX está repleto de los debates entre los eslavófilos y los occidentalistas. Es un complejo espacio dialógico en el que conviven escritores, políticos y todo tipo de intelectuales. Una nobleza distanciada del pueblo y un pueblo que se define por la religión ortodoxa, especialmente ante la inmensidad espacial rusa, poblada por todo tipo de grupos. Así surge el eslavismo, que toma forma de paneslavismo expansivo, forma agresiva para unir territorios considerados hermanos. Todavía hoy se padecen los resultados de esto con los pro rusos o los restos de Yugoeslavia, eslavos del sur, literalmente. Los lazos de Moscú con los serbios son fruto de esta unidad de los pueblos. La caída de los imperios con la I Guerra Mundial dio nuevas alas al nacionalismo, pero la revolución cambio las cosas.
El
período soviético era, por definición, internacionalista y también carecía de
una retórica específica de tipo nacionalista. Es tras la caída del sistema
soviético, cuando en Rusia se produce el surgimiento del nacionalismo, explica
Tuminez. Podríamos añadir un dato más: fue la invasión ruso-soviética la que
fomentó el ultranacionalismo que existe en los países que ocupó. Los grupos
violentos ultranacionalistas de países como Ucrania son contrarios a Rusia,
pero también a la Unión Europea, que ven como otra forma de difuminación
nacional. En los países ex comunistas se ha producido esa deriva ultra nacionalista
como resultado de la presión soviética, que percibieron —no sin fundamento,
como imperialista y anti nacional—. Esta es la que ha crecido en países como
Hungría o Polonia, dando lugar a gobiernos autoritarios, a un populismo
nacionalista que vuelve a resurgir y que no está lejos de lo que estamos viendo
en la América de Trump, si bien los motivos son otros para su formación.
Astrid
Tuminez describe así las tres principales características de ese nacionalismo
en la época de Putin:
Putin's moderate statist nationalism is
peppered with what may be termed "the good, the bad, and the ugly."
On the "good" side, he inspires support with his rhetoric on love of
motherland, a "worthy life" (dostoinaia zhizn') for all Russians, and
pride in Russian history and achievements. Putin constantly extols the virtue
of national pride, without which Russia "will deteriorate as a
people" and "no longer have the capacity for great deeds." He
has condemned the imperialism of the past--e.g., calling the Soviet invasion of
Hungary and Czechoslovakia as "major mistakes whose fruit is the present
Russophobia among Eastern Europeans." He stresses the importance of
internal needs and welfare over external ambitions, and has argued that the
nation's most pressing goals are to restore moral values and national dignity,
eliminate poverty, and build a Russia that Russians would not be ashamed to
pass on to their children. The "bad" side of Putin's nationalist
rhetoric involves pronouncements that show a lack of belief in democracy as an
organizing principle for Russian state-society relations. He speaks of liberal
values as having no "deep historical roots" in Russia and emphasizes
the state as the "source and guarantor of order, the initiator and main
driving force of all change." Putin also favors a
"super-centralized" state as a desirable feature "laid down in
Russia's genetic code, its traditions, and the mentality of its peoples."
This overemphasis on the state threatens a repetition of the old path of
development of an overbearing state and a weak society in Russia. Finally, the
"ugly" aspect of Putin's nationalism is best encapsulated in his
conduct of the Chechen war and wholesale characterization of Chechens as
"bandits, terrorists, scum [and] dark forces." These pronouncements
denote a chauvinism that does not augur well for a Russia whose population is
at least a fifth non-ethnic Russian. *
Los tres puntos tienen sus lecturas en el contexto actual de
los Estados Unidos y la política de Donald Trump. En primer lugar, la retórica
nacionalista del amor a la patria: "América First". La condena del
imperialismo ruso, es decir, del desgate del mantenimiento del "imperio",
se parece bastante a la nueva retórica en la que "USA se arma, pero no
defiende". El crecimiento del gasto militar anunciado no es para defender
a los hijos de otros países, sino a
los hijos de los Estados Unidos, por
usar los términos del Secretario de Estado en su visita a Europa. Todo se
justifica dentro del discurso del "América primero", pero sin
renunciar al "América primera", es decir, über alles. Es la importancia del "again", aunque no se
precise a cuándo se sitúa en el tiempo esa grandeza máxima que hay que
recuperar.
El segundo aspecto, la debilidad de la democracia, es
especialmente notoria en los días de Trump. Lo es especialmente en sus ataques
a la prensa, que como le dijo el republicano John McCain, es el inicio del
fascismo, de las dictaduras. Evidentemente, Rusia salía de un sistema dictatorial
y Estados Unidos no lo es. Pero la idea de Trump de que todo se resuelve entre
"él, el pueblo y Dios", dejando de lado los partidos, no deja de ser una
forma autoritaria. Que los Estados Unidos pierden calidad democrática con una
administración mentirosa y que toma medidas de fuerza que son frenadas por los
jueces, igualmente blancos de ataques por Trump, es algo que se está
denunciando todos los días. El ascenso de las personas de ultraderecha,
racistas (el fiscal Sessions, por ejemplo), xenófobos, supremacistas blancos,
etc. no son precisamente un síntoma de liberalismo.
A diferencia del caso ruso, en el que según Tuminez, se
produce un aumento del estatalismo centralizado, en Estados Unidos, el
nacionalismo se vincula con los libertarios y la tendencia anti estatalista,
cuya concentración retórica la dio Ronald Reagan: el gobierno es el problema.
En el caso de Trump asistimos a un doble movimiento: 1) la
desregulación anti estatal, incluida la economía (las prevenciones para evitar
otra crisis financiera que Obama impuso a Wall Street), están entre las
prioridades de Trump; 2) la concentración personalista del poder. Hay un
movimiento contra las instituciones que implican la separación de poderes y el
sentido crítico. Jueces y prensa son el mejor ejemplo de esto. La anulación de
la crítica forma parte de ese intento de convertir al país en una sola voz.
Afortunadamente es muy difícil que lo logre dentro del sistema americano. Pero Putin
salía de un sistema sin libertad alguna y lo pudo hacer: no hay voces
discrepantes en la Rusia de Putin y si las hay mueren pronto, como han
recordado estos días.
El sistema judicial ruso, como se ha señalado, está al
temeroso servicio del poder y nadie se atreve a llevar la contraria a los que
se les pide. El gobierno tiene su esfera de negocios, en la que los llamados
"amigos de Putin" se han hecho con los grandes negocios del estado,
del petróleo a la construcción de las sedes de los Juegos Olímpico en Sochi.
El tercer aspecto es el del miedo. Quizá sea el más
identificable pues Trump lleva nombrando enemigos "oficiales" del
país desde que comenzó la campaña. Los principales dentro son los
"inmigrantes", convertidos en un ejército invasor de ladrones,
asesinos y violadores; fuera se ha dirigido hacia el mundo islámico, con la
prohibición de que entren en los Estados Unidos los ciudadanos de esos países,
algo que los jueces le han rechazado. Pero el plan de las expulsiones masivas
se intensifica y pronto, si nadie lo impide, serán millones de personas las que
sean empujadas al otro lado del futuro muro que se le ha de cobrar a México,
otro de los enemigos.
Enemigo interior
ha declarado la prensa. "La prensa es el enemigo del pueblo
norteamericano", ha dicho en repetidas ocasiones para lanzar a la gente
contra los medios y los periodistas. The New York Times, The Washington Post,
la CNN, la BBC, entre otros, han sido declarados "enemigos",
difusores de las mentiras que niegan sus éxitos y sus bondades. Trump no acepta
las críticas. Afortunadamente hasta el momento solo usa los tuits y no Polonio.
Creo que los tres factores del nacionalismo de Putin y cómo
ha mantenido al pueblo ruso bajo los efectos narcóticos de su retórica,
acallando de forma violenta las protestas, extremando el conservadurismo (leyes
anti homosexualidad, por ejemplo) y el nacionalismo, el papel religioso de
apoyo al poder (la iglesia ortodoxa es uno de sus apoyos firmes), han
funcionado a la perfección. Putin controla Rusia y nada se mueve en ella sin si
control. Sus políticas exteriores se han basado, igualmente, en establecer un
nuevo cinturón protector con los países que le rodean a los que ha mantenido,
por las buenas o las malas, bajo control. Los que no se han plegado han necesitado
del apoyo en la Unión Europea, como ha sido Ucrania, y han pagado, como sabemos
las consecuencias.
Los parecidos entre en el nacionalismo de Putin y lo que
está tratando de hacer Trump son grandes. Especialmente en el ascenso de una
clase empresarial a la política con las perspectivas de negocios, más o menos
claros. Lo que Trump llamado la mayor concentración de inteligencia es en
realidad la mayor concentración de intereses económicos al frente de la administración
norteamericana. Son los hombres de empresa, los ejecutivos y los millonarios
los que han asaltado el poder con Trump como buque insignia. Es un empresario
al frente de los Estados Unidos, con lazos ramificados, con intereses
repartidos por todo el mundo en inversiones, con una familia que usa la Casa
Blanca de escaparate para hacer negocios encubiertos, y que ha sido situada en
las fotografías para promocionar moda u hoteles, según tercie. Que muchos de
los que hay en la administración, en puestos clave, tengan negocios con Rusia o
en terceros países no tiene nada de particular.
Sigue en pie la pregunta de por qué esta necesidad fatal de
tener negocios y hacer contactos con Rusia por parte de estos empresarios
metidos a la política. La naturaleza de los encuentros con el embajador ruso
durante la campaña sigue siendo un elemento clave pero oculto. El hecho de que
hayan sido escondidos antes los interrogatorios preceptivos para su
nombramiento es solo una parte. Los republicanos —al menos una parte de ellos—
debe estar recelosa sobre lo que se les está ocultando en este embrollo. El
hecho de que hayan mentido al vicepresidente Pence, el hombre del partido
puesto para hacer ver que son los republicanos los que han ganado la Casa Blanca
(algo que se podría discutir por lo que hemos visto) en vez de haberse subido
al tren una vez que Trump les dejó fuera en la nominación, tiene un valor
importante y revela parte del problema político. Algunos republicanos están
empezando, con cuentagotas, a desmarcarse públicamente de ciertas cuestiones
que no ven claras.
Al final de su informe del año 2000, Astrid Tuminez se
planteaba una pregunta:
Should Putin's nationalism be feared? It is too
early to conclude. What seems evident is that this nationalism currently serves
some necessary purposes. First, it helps to legitimize Putin as a leader. By
putting on the nationalist mantle and claiming to speak on behalf of the nation
and its core interests, Putin--previously a relatively unknown political
entity--is able to legitimize his political position and his exercise of power.
Second, in a destroyed empire, nationalism helps offset feelings of
humiliation, resentment, and helplessness, and creates some space for
generating collective optimism and self-esteem. Nationalism creates a new basis
for collective beliefs and consensus, without which it would be extremely
difficult for Putin to implement the economic and political measures that he
believes necessary to improve Russia's internal welfare and external
status.
Inherent in Putin's nationalism are some
dangers. First, by pumping up Russian great power identity and a
"super-centralized" state, there is a risk that, as in the past, the
goals of internal welfare and civic empowerment may be sacrificed in the name
of military glory, regional hegemony, and Moscow-centered authoritarian
government. Second, chauvinistic rhetoric (even if limited only to the Chechens)
reinforces a nationalism that is against another group rather than for such
beneficial purposes as the pursuit of national unity and collective welfare.*
La diferencia entre ambos casos es que Donald Trump ha
tenido que inventarse un "imperio caído" frente al real que le sirvió
a Putin para producir un liderazgo fiel. Es el "again" de Trump el
que asume esa pérdida, es la retórica del "volver a ganar guerras" lo
que vemos trasladado a una población a la que se ha hecho creer que ha sido
invadida, parasitada, por dentro y por fuera. La retórica anti inmigración es norteamericana.
Se ha ido introduciendo con fuerza en estos años por los grupos ultraconservadores
haciendo ver que el país esta siendo invadido y perdiendo su identidad. Es el
resurgir de la América profunda que sigue considerando el "destino
manifiesto", que Dios les entregó a los blancos la tierra de la que
tuvieron que cortar malas hierbas e indígenas para poder vivir en ella; Es la América
que tuvo que ceder ante el movimiento de los Derechos Civiles y que seguía
negando el derecho a la población afroamericana a ser verdaderos
"norteamericanos", algo reservado a los blancos de origen anglosajón
y protestante.
Si la invasión soviética dio lugar al nacionalismo de los
países ocupados, la reacción contra Trump y lo que representa para América ha
sido instantánea desde la sociedad misma, incluso por delante de los políticos
demócratas, que están todavía descolocados por lo que les ha ocurrido.
Es en esa reacción de mujeres, de minorías y de mayorías que
han salido en defensa de ellas en donde está el futuro de la resistencia y el
cambio. La visión de una América de acogida, un país crisol, donde la gente
puede mantener sus raíces como tradición y desarrollar un nuevo sentido de
comunidad y compromiso es diferente al fortín atrincherado que Trump y los
suyos ven.
El peligro, como señaló Astrid Tuminez para Rusia, es que se
pretenda reforzar el sentimiento de poder mediante la violencia o las
imposiciones, como ha intentado a golpe de teléfono Trump desde su primera
semana en la Casa Blanca. Sus propios peones están descolocados encontrándose
en situaciones como durante la visita a México y tener que decir una cosa
mientras escuchan al presidente decir lo contrario.
Lo que para muchos es una evidencia es que Trump es la
cabeza visible, no la cabeza pensante. Es precisamente el vacío intelectual
de Trump lo que ha hecho que se rellenen esos huecos con las ideas entrantes.
De ahí vienen sus enfados —su narcisismo soberbio no lo admite— cuando señalan
que la Casa Blanca tiene sus rasputines.
Esto va a ser pronto fuente de complicaciones para Trump y el equipo en la
sombra respecto a los más visibles, los que han asumido las carteras políticas.
El caso del Fiscal General Jeff Sessions es especialmente
grave porque es la persona que debe investigar lo que se debe investigar, es
decir, los lazos con Rusia de muchos de sus miembros. El hecho de que la
persona colocada en la Fiscalía General se tenga que revocar a sí misma en
estos asuntos es un revés enorme y, sobre todo, una evidencia de que Trump le
había colocado allí para controlar las investigaciones.
El diario El País señala hoy:
El apartamiento del fiscal
general supone un descalabro para Trump. El presidente pierde a su hombre de
confianza en el sitio donde más lo necesita. Con Sessions maniatado, es difícil
que la Casa Blanca pueda interferir en futuras indagaciones, pese a que cada
día que pasa son mayores las probabilidades de que el escándalo derive en una
explosión incontrolada. El FBI y el Senado ya persiguen desde el año pasado la
trama. Y el comité de inteligencia de la Cámara de Representantes acordó el
mismo miércoles iniciar sus pesquisas y centrarlas en el punto neurálgico:
“Investigar las acusaciones de colusión rusa con la campaña de Trump”.
Cualquiera que sea el rumbo que
tome el caso, Trump ha perdido otra de sus protecciones. La caída de Flynn
demostró que no hay muros suficientemente altos para protegerlo. Y el
presidente sabe que los servicios de inteligencia, a los que ha vapuleado con
insistencia, desconfían de él. Sus constantes elogios a Vladímir Putin y su
apelación en plena campaña a que siguiera jaqueando los correos de los
demócratas forjaron este distanciamiento. Las consecuencias ya se están viendo.**
¿Qué lazos tiene un político racista con la Rusia de Putin antes de que se produzca la elección de Trump? Muchos de los que se siente "nacionalistas" abrazan una ideología primaria de la raza y los lazos de sangre, una visión estrecha de la religión contra otras. Y todos tienen unos enemigos comunes: lo contrario del nacionalismo, la universalidad. En la universalidad se encuentra contenida la "igualdad", los derechos individuales, el respeto a las diferencias. Contra esto es lo que va ideológicamente el nacionalismo estrecho que se practica. Necesita del tradicionalismo, que una mirada hacia el pasado, ya sea para verse como héroes o víctimas y proyectar los sueños hacia el futuro. No es casual que Trump y los suyos nieguen los valores de la ciencia, los derechos de las mujeres (las primeras que salieron a la calle), etc. Son obstáculos que se encarnan en sus oponentes políticos, cuya visión del mundo es distinta. El nacionalismo se basa en mitos dogmáticos y necesita un clima de enfrentamiento, como bien se ha señalado, para mantener sus discursos y su cohesión.
Trump se enfrenta a un reto: 1) sus peones no le
informaban y actuaban por su cuenta, en cuyo caso queda como un tonto; y 2) la información llegaba hasta él al
final de la cadena, en cuyo caso es responsable. En el primer caso, se habría equivocado al seleccionar
traidores; en el segundo...
* Astrid Tuminez "Russian Nationalism and
Vladimir Putin's Russia" April 2000 PONARS Policy Memo 151 American
International Group, Inc. and Council on Foreign Relations
** JAN MARTÍNEZ AHRENS "Las reuniones con el embajador
ruso fuerzan a Sessions a apartarse del caso de los ciberataques del
Kremlin" El País 3/03/2017
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/02/estados_unidos/1488491753_346000.html
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