Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Hasta
dónde? Me imagino que esa será la pregunta que muchos se hacen ante la
infatigable escalada del presidente Trump contra la realidad. A cada escándalo
producido por los múltiples casos que afloran por los lazos con Rusia y sus
consiguientes dimisiones o auto recusación, como acaba de ocurrir con el Fiscal
General Jeff Sessions, el presidente responde con una acusación cuyo principal rasgo
es que carecen de pruebas o fundamentos.
Trump acusó
de "fraude electoral" a los
demócratas sin que nadie haya encontrado nada en ningún sitio cuando las cifras
de votantes de Clinton le superaban en casi tres millones de votantes. Fue su
primera rabieta al comprobar que su victoria se debía al "colegio
lectoral" y no al "voto popular". Anteriormente se había negado
a confirmar si aceptaría cualquier otro resultado que no fuera su victoria. Con
posterioridad a esto, Trump ha ido soltando todo tipo de perlas acusatorias sin
fundamento alguno, una coletilla que la prensa le aplica ya en cada afirmación.
Ahora,
tras su segundo escándalo con el equipo que está creando, se lanza a
acusaciones graves: ha sido espiado en la Torre Trump. El hombre que pedía a
Rusia que espiaran a Hillary Clinton y a Wikileaks (¡amo a Wikileaks!, llegó a decir) que lo difundiera —algo que,
efectivamente, se hizo junto con los correos de los demócratas—, habla de
"macartismo" mientras se rasga las vestiduras.
Nos cuenta
The New York Times:
President Trump on Saturday accused former
President Barack Obama of tapping his phones at Trump Tower the month before
the election, leveling the explosive allegation without offering any evidence.
Mr. Trump called his predecessor a “bad (or
sick) guy” on Twitter as he fired off a series of messages claiming that Mr.
Obama “had my ‘wires tapped.’” He likened the supposed tapping to
“Nixon/Watergate” and “McCarthyism,” though he did not say where he had gotten
his information.
A spokesman for Mr. Obama said any suggestion
that the former president had ordered such surveillance was “simply false.”
During the 2016 campaign, the federal
authorities began an investigation into links between Trump associates and the
Russian government, an issue that continues to dog Mr. Trump. His aides
declined to clarify on Saturday whether the president’s allegations were based
on briefings from intelligence or law enforcement officials — which could mean
that Mr. Trump was revealing previously unknown details about the investigation
— or on something else, like a news report.*
Los asistentes de Trump empezarán a ingresar en clínicas
para curarse el estrés que les debe producir cada sonido del teléfono avisando
que hay un nuevo tuit del presidente. El pulso les debe temblar. Las
acusaciones lanzadas ahora por el presidente desde su cuenta de tuit no pueden
quedarse ahí y tendrán consecuencias inevitables.
El daño que está haciendo a la Presidencia y a los Estados
Unidos es inmenso. El deterioro de la imagen que está provocando con sus
obsesiones muestra al mundo una debilidad en el liderazgo realmente notable.
Por contra a lo que el presidente cree, el liderazgo no se basa en la fuerza
militar sino en la confianza y ¿existe alguien hoy, incluidos los republicanos,
que pueda confiar en Donald Trump?
Los primeros síntomas los manifestó ya cuando cogió el
teléfono cuando llegó a la Casa Blanca. Los que han creído que podrían
controlar al presidente una vez en el poder se han equivocado. Cada escándalo
que surge alrededor de su equipo o la simple promoción de la marca de ropa de
su hija, se convierten en casos de estado
con réplicas delirantes por parte del padre y presidente. En Trump todo puede
ser conflictivo, especialmente la familia; son todos un entramado oscuro de
intereses cuyas conexiones se desconocen en gran medida.
Pero lo malo no está solo en la desconfianza política que
está provocando sino el clima terrible que ha creado en los Estados Unidos,
especialmente en la cuestión xenófoba y racista. Trump ha recogido el odio
subyacente a lo diferente que ha sido alentado especialmente por esta versión
retrógrada del nacionalismo, en el que se entremezclan la idea de "tierra
prometida" con la de "pueblo elegido" a los visionarios protestantes
de la supremacía blanca. La América agazapada, la que ve el progreso como
desprecio a las leyes divinas y al orden que se debe respetar. Eso incluye ver los
derechos de las mujeres como un atentado a la familia; el ataque a lo se salga
de su estrecha visión de la sexualidad (a pesar de las promesas de Trump); el
desprecio al conocimiento científico, como contrario a lo dicho en la Biblia; y
una vocación aislacionista, por un lado, e imperialista por otro.
El clima en los Estados Unidos ha cambiado para todos aquellos
que vivan sus diferencias, ya sean religiosas, étnicas o sexuales. Hace unos
días dábamos cuenta aquí del primer crimen racista producido en USA al disparar
contra dos ingenieros hindúes y matando a uno de ellos. Quien lo hizo fue
detenido a unos cuantos kilómetros de allí, en pleno corazón de América,
mientras lo contaba en la barra de un bar. Había disparado al grito de “get out
of my country”, según pudimos ver hace unos pocos días. Le habían parecido, en
su ignorancia y odio, originarios de Oriente Medio.
The Washington Post no informa de un nuevo caso de ataque
xenófobo. Esta vez la víctima es un sij,
tampoco un musulmán.
The 39-year-old Sikh man was working on his car
in his driveway in Kent, Wash., just south of Seattle, when a man walked up
wearing a mask and holding a gun.
According to a report in the Seattle Times,
there was an altercation, and the gunman — a stocky, 6-foot-tall white man
wearing a mask over the bottom part of his face — said “Go back to your own
country” and pulled the trigger.
Authorities are investigating the shooting as a
suspected hate crime, the newspaper reported.**
Las declaraciones de uno y otro hacen ver el odio acumulado
a los que están en el país y no presentan los perfiles adecuados para pasar por
un "norteamericano". Más allá de los "hispanos" y de los
"musulmanes", los ataques están teniendo lugar por la apariencia.
Los afroamericanos comentaban que habían notado el cambio al
día siguiente de las elecciones, me dicen residente en los Estados Unidos. Los
medios empezaron a recoger rápidamente testimonios de odio racial a través de
las cuentas de Facebook o Twitter, como la descripción de Michelle Obama como
"mona con tacones", que fue denunciada. Los vídeos de teléfonos
recogidos en almacenes en los que se insultaba a hispanos y se les espetaba
para que hablaran inglés o se fueran a su país también empezaron a hacer acto
de presencia en los medios que recogían y denunciaban los casos. Para algunos,
se notaba, era la ocasión soñada de salir del armario racista. Los suyos habían llegado, parecían pensar con
alegría. Y los suyos son los racistas, los supremacistas blancos, el KKK, etc.
todos los que celebraron la llegada de Trump al poder.
En este clima, los tuits de Trump son incendiarios pues los
que le han creído a lo largo de la campaña, le creen a pies juntillas en su
presidencia. Creen en la existencia de
una conspiración destinada a evitar que el salvador de la América verdadera
logre su misión de devolverles la
grandeza que han perdido.
Esto llevará, como ya lo está haciendo, a enfrentamientos
cada vez más virulentos. Las imágenes de seguidores y detractores peleando en
las calles muestran que esto no va a cesar. Y no lo hará porque es el ambiente
que Donald Trump necesita para mantener su posición victimista.
Su estrategia es hacer ver —como ha acusado a los jueces, a
la prensa— que existe una barrera, que la administración está infiltrada por
los restos de Obama, que le pinchan teléfonos y le jaquean los ordenadores para
sacar información. Todo es un llamamiento a enfrentarse, a calentarlos para el próximo encuentro en vivo, en cualquier pueblo de los Estados Unidos para contarles de primera mano que Paris ya no es lo que era o lo que ocurre en Suecia, sí, ¡en Suecia! Es es el terreno en el que se encuentra cómodo; también el más peligroso.
Donald Trump no va a aceptar nunca una responsabilidad en
algo, como estamos viendo cada día. Siempre hay algún enemigo, alguna circunstancia que se le opone. Hace unas semanas, describía el periodo de
transición como el descubrimiento de Obama de que admiraba a Trump. Lo decía
con todo el desparpajo del mundo a su asombrado entrevistador: al ex presidente le gustaba, aunque no
estuviera dispuesto a admitirlo. Irónicamente titulamos entonces
"Obama me ama". Hoy toca "Obama me odia" y ha dejado
pinchados mis teléfonos.
*
"Trump, Offering No Evidence, Says Obama Tapped His Phones" The New
York Times 4/03/2017 https://www.nytimes.com/2017/03/04/us/politics/trump-obama-tap-phones.html?hp&action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=a-lede-package-region®ion=top-news&WT.nav=top-news&_r=0
**
"‘Go back to your own country’: Sikh man shot in his driveway in suspected
hate crime" The Washington Post 4/03/2017
https://www.washingtonpost.com/news/post-nation/wp/2017/03/04/go-back-to-your-own-country-sikh-man-shot-in-his-driveway-in-suspected-hate-crime/?hpid=hp_hp-more-top-stories_sikh709pm%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.189ab2ec8801
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