Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Abandono
lo que estaba escribiendo sobre el duro patinazo de Donald Trump con su intento
de acabar con la obsesión republicana por el "Obamacare".
Me llama la
atención una publicación que visito solo de vez en cuando, Al-Ahram Weekly, la revista digital del medio estatal. Han
cambiado su formato tratando de actualizar lo que era una publicación anticuada
y sin gracia alguna, bastante dejada de la mano mediática.
Me
imagino que guiados por el deseo de transmitir una imagen controlada hacia el exterior desde ella, se ha iniciado esa
renovación de chapa y pintura mediáticas. Por más que los nuevos colores
brillan, las viejas ideas siguen oscureciendo mucha de sus visiones.
Lo que
llama mi atención es el editorial, titulado "The Muslim Brotherhood
and the West", y cuyo
comienzo nos lleva a retroceder a las aburridas casillas del comienzo de un
juego eterno:
It is not difficult to discern a significant
current in many Western countries, and the US and Britain in particular, that
strongly supports the terrorist Muslim Brotherhood. The trend manifests itself
clearly in newspapers and other media in those countries while, in Egypt,
various individuals and groups appear to be working in tandem. Following the 25
January Revolution, the Obama administration mobilised these forces to propel
the Muslim Brotherhood into power in Egypt. Today, they are on the move again
in the US in order to keep Trump from fulfilling his call to have the Muslim
Brotherhood designated as a terrorist organisation. Here, in Egypt, they are
resorting to other tactics, one of which is to voice arguments such as, “I’m
not a Muslim Brother but they have a right to govern.”*
El editorial deja claras sus intenciones desde el principio.
Realiza las afirmaciones tradicionales que se repiten de forma continuada
dentro de una estrategia general con una música de fondo: ocurra lo que ocurra,
Occidente es el responsable.
Los Estados Unidos, por ejemplo, son responsables del delito
de financiar al Ejército egipcio con más 1.200 millones de dólares anuales. Con
esos dólares, se compra armamento, se paga a sus militares. Cuando Tamarod
salió a la calle a pedir unas elecciones nuevas para sacar a los Hermanos
Musulmanes del poder, se incluía entre sus peticiones la no dependencia militar
de Egipto de los Estados Unidos. Sin embargo, aquella petición se olvidó
rápidamente. Egipto recibe millones de dólares anuales con programas como
USAID.
En la web de USAID de Egipto podemos leer:
For nearly four decades, the American people
have partnered with the people of Egypt to promote an environment where all
groups in Egyptian society – including women and minorities – can lead healthy,
productive lives. USAID’s program in Egypt, totaling nearly $30 billion since
1978, has directly and fundamentally supported gains such as a reduction in
infant and maternal mortality rates, improvement in reading ability in the
early grades, and an increase in marketable skills – leading to jobs and
lasting prosperity in Egypt.
USAID programs are designed in coordination
with Egyptians to create sustainable prosperity. Programs seek to improve
agricultural and water productivity and enhance livelihoods in rural zones where
poverty and lack of jobs, especially for youth and women, are issues. USAID
helps to ensure that future generations will have the tools to succeed and
provides opportunities for Egypt’s large youth population as it enters higher
education and the workforce. We seek to enhance the contributions of civil
society as a whole – with a focus on women and youth – to build institutions
and to achieve political and economic reforms.**
Las esperanzas de Occidente, incluidos los Estados Unidos,
es que Egipto pueda superar treinta años de autoritarismo y Ley de Excepción de
Mubarak más todos los años anteriores —que no fueron de libertades
precisamente— desarrollando una democracia, como pedían los que salían a la
calles. Lo que se esperaba era una posibilidad de "normalización", un
esfuerzo social para poder llevar la paz y la prosperidad a la zona. Pero eso
no ha sido posible, no por los Estados Unidos o Reino Unido, como gustan de
repetir.
No ha sido posible porque no existe una mentalidad capaz de
superar el frentismo social y
religioso que ha dividido al país durante décadas y que se sigue alimentando
desde todos los puntos sociales. Los modelos sociales propuestos, por decirlo
así, son incompatibles por su propia intransigencia. La incapacidad de
evolucionar es crónica, el verdadero mal.
Los ataques que se hacen a Occidente disfrazan la otra parte
del problema: la insuficiencia democrática del régimen, su falta de voluntad
para superar el enfrentamiento, más que con oscuros pactos. La Primavera
fracasó no por culpa de Occidente, como dice algunos para salvar sus
responsabilidades, sino por la incapacidad evidente, manifiesta, de pactar un
modelo político que respetara los derechos de todos, la creación de una sociedad
no autoritaria. Pero el islamismo ha creado su contrapeso autoritario.
Pueden echar la culpa a quien quieran. Los que intentaron una salida fueron pronto
desplazados y en su lugar comenzaron las luchas a cara de perro las dos grandes
fuerzas en liza desde los años 50. Los islamistas y las fuerzas militares y
económicas que ha creado un mundo desequilibrado, diferenciado social, cultural
y económicamente; un mundo elitista, de privilegiados y de pobres de
solemnidad. Los verdaderos demócratas, los pocos que había, fueron desplazados
y considerados un peligro por parte de ambas fuerzas.
Lo que hicieron los islamistas al llegar al poder, después
de salir de una dictadura de treinta años, fue ponerse a recortar libertades y
a extender el dogmatismo por las instituciones. Los objetivos de una sociedad
gobernada por la Sharia, con un dirigente asesorado por los eruditos (los
propios).
Se soslaya en el curioso resumen del editorial de la
Historia moderna egipcia, la colaboración de los Hermanos Musulmanes con los militares
que se sublevaron contra el colonialismo británico. Es después del éxito cuando
llegan las divisiones. El plan de Nasser, que les había ofrecido tres carteras
ministeriales que rechazaron, de una sociedad laica y socialista no encajaba en
su idea de una república islámica,
con la Sharia como eje. La idea de los Hermanos no era precisamente
"occidentalista", sino más bien al contrario.
La curiosa historia que nos cuenta el editorialista sigue la
línea de crear enemistad entre Occidente y Egipto. Se ignora, por ejemplo, que
Occidente recriminó a Morsi cuando este se excedió al reprimir libertades. Se
le exigió entonces que respetara los derechos de las mujeres y de los
cristianos, que estaban siendo atacados, que abriera la constitución, en proceso
de elaboración, a todos. Esto se olvida con frecuencia y hay que recordarlo.
Por el mismo motivo se criticó a los militares cuando se excedieron en el uso
de la fuerza y se produjeron las matanzas.
Decir que fueron los británicos los que crearon a los
Hermanos Musulmanes, que es Occidente quien les apoya para destruir Egipto, es
una falsificación histórica que muchos usan porque les sirve para justificar y fomentar la
brecha entre el mundo árabe y Occidente. De esta forma, crean cortinas de humo
cuando se les recrimina por las carencias democráticas.
Cuando las feministas, por ejemplo, intentan hablar sobre la
situación de las mujeres y cambiarla, las acusaciones que se hacen contra
ellas es que están vendidas a Occidente, que las usan para destruir el perfecto
orden de las familias musulmanas, las que siguen los dictados coránicos. Si se
premia a un periodista en Occidente, por ejemplo, eso es un signo de que es un
agente exterior que quiere destruir Egipto. Los ejemplos podrían multiplicarse
de forma escandalosa.
Lo más peligroso de toda esta corriente es su coincidencia
con Erdogan. También el islamista, enfrentado a Egipto, lo está con Occidente,
al que acusa de terrorismo. Erdogan —un afecto a los Hermanos Musulmanes, a los que tiene
allí acogidos desde la caída de Morsi—sigue diciendo que les odian y que Occidente es el enemigo del Islam.
Unas horas después,
se cometía el atentado de Londres. No apunto a una causalidad directa, pero sí a
que las palabras de Erdogan, como las del editorialista egipcio, son discursos
estratégicos con los que se está creando una animadversión hacia Occidente que
se traduce en casos como el atentado londinense.
Las contradicciones son totales. Erdogan, islamista, acusa a
occidente de estar contra él y el islam; los políticos y medios egipcios acusan
a los occidentales de favorecer a los Hermanos Musulmanes, es decir, a Erdogan
y los suyos. ¿Quién tiene
razón? Una cosa u otra. O, más bien, ninguna de las dos. Se trata de justificar el autoritarismo que militares
/Egipto) e islamistas (Turquía) están practicando en sus respectivos países.
El final del editorial es especialmente sangrante. Los
países árabes, que tienen todo el día la palabra islamofobia en la boca para calentar a sus poblaciones y hacer que
no esperen de Occidente más que ataques, creen que la violencia que padecen se
la deben a Occidente.
El final del editorial es claro en este sentido:
When the colonial era ended and the Cold War
era began, the Muslim Brotherhood acquired greater strategic importance to
other countries. Today, we are experiencing a new and particularly intensive phase
in which new players are fitting into historical roles and patterns in order to
perform the same functions.
The Muslim Brotherhood component in British
foreign policy was an important factor in London and other Western capitals’ relations
with the Arab region in the period of the Arab Spring. Empowering the Muslim
Brotherhood was their key to pressuring Arab Spring capitals and containing the
revolutions, even though Western governments were aware of the Muslim
Brotherhood’s close ideological, organisational and logistical links with
militant jihadist and takfiri groups.
When will the West stop supporting the Muslim
Brotherhood and terrorism? When it will stop its two-faced calls for a war
against terrorism? The Egyptian and Arab peoples now see through this facade,
having learned not only the lessons of history but the lessons of the present,
following the collapse of Arab states and the massive displacements of peoples
in the period of the “Arab autumn”.*
Volvemos a los disparates históricos. Ha sido Estados Unidos
quien ha financiado el Ejército egipcio desde la época de Sadat hasta la actualidad,
siendo un aliado, no un enemigo. Turquía es un país que está en la OTAN.
La pregunta "When will the West stop supporting the
Muslim Brotherhood and terrorism?", que se hace el editorialista de un
diario estatal, es una infamia, pues no puede recibir otro nombre la actuación
de los que están recibiendo ayudas económicas y militares, han podido
desarrollar muchas áreas gracias a esas ayudas, han recibido con gran jolgorio
a los representantes del senado de los Estados Unidos, etc. etc. para seguir
diciendo cada día una cosa distinta y muchas veces en el mismo día.
Estos discursos, aburridos y absurdos, solo sirven para
encubrir el fracaso histórico de sus dirigentes, que han sido incapaces durante
décadas de llegar a fórmulas de convivencia, evolucionando desde las posturas
dogmáticas y de fuerza usadas. Es cierto que es difícil ver evolucionar a los
islamistas (es más frecuente la involución, una vez que han engañado a todos),
pero tampoco se ve una salida por el otro lado al perseguir a las fuerzas o
intelectuales que buscan soluciones.
La acusación de Trump contra Obama era su
"debilidad" al no hablar de "terrorismo religioso radical". Sin
embargo, las esperanzas del gobierno Egipcio se ponen hoy en Trump y los suyos.
¿No hay "islamofobia" en Trump? ¿O es que se valora más que no le
importan los derechos humanos y no vaya a poner trabas a la represión sobre los
enemigos, sean islamistas o no? Parece que es más lo segundo.
Las iras de
Erdogan contra Obama y Europa fueron por criticar las purgas y represalias tras
el fallido golpe de Estado en julio pasado. Eso supone para él "apoyo al terrorismo".
Y de ahí un paso a que sea Occidente quien haya organizado el golpe. La manipulación informativa convierte las críticas al régimen y a sus maneras autoritarias en "apoyos". Eso demuestra la incapacidad de entender un concepto como el de derechos humanos, que ya dijo el presidente Sisi que eran para Occidente. Defender lo derechos humanos no es "defender el terrorismo" sino evitar la violencia de los estados contras los ciudadanos. Contra cualquier ciudadano.
Decir desde el editorial de un medio estatal que dos países
aliados y que financian los déficit sociales y militares egipcios son los que
fomentan el terrorismo es una osadía y, sobre todo, una hipocresía inmensa.
En esto se beneficia Egipto de la falta de interés
informativo que ya tienen para muchos estas cuestiones. Puede seguir pidiendo que
vayan turistas por más que acuse a sus países de terroristas. Pueden seguir
financiando campañas en países como Italia, con la esperanza que la gente se
olvide de Giulio Regeni, el estudiante torturado y asesinado mientras
investigaba para su tesis doctoral. Es preferible pensar que el estudiante era
un espía. Y eso justifica todo lo demás; desaparición, tortura y asesinato. No hace falta ser occidental. Shaimaa al Sabbagh no lo era.
Hay que rechazar el discurso de Erdogan y hay que rechazar
el discurso egipcio en el mismo sentido y con los mismos argumentos. Es una
vieja excusa que evita comprender el alcance del fracaso político que generación tras generación oculta las luchas por el poder.
* "The
Muslim Brotherhood and the West" Al-Ahram Weekly 23-29/03/2017
http://weekly.ahram.org.eg/News/20009.aspx
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