Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
noticias sobre la falta de votos para aprobar el plan presidencial de seguros
médicos con el que Trump pensaba enterrar a Barack Obama eliminando de la
Historia el llamado Obamacare han sorprendido a muchos. Supongo que de forma
muy especial al propio Donald Trump que ha descubierto que es solo el presidente de los Estados Unidos
y no el accionista mayoritario del país.
Las
amenazas lanzadas el otro día contra los que se opusieran al plan diciendo que
iba a ir a por ellos han hecho poco efecto. O mucho, según se mire. Hay
diversas interpretaciones sobre porque no se ha aprobado y se ha pospuesto su
votación. Pero cualquiera que se elija se puede traducir en que el presidente no
ha logrado aprobar su plan para sustituir el Obamacare, que era una de sus
obsesiones y símbolos.... como tampoco ha conseguido poner en marcha sus medidas
de prohibir el acceso a los Estados Unidos de los ciudadanos de seis países.
Como la
"regla Goldwater" solo implica a los profesionales de la psiquiatría,
la crítica política ha decidido empezar a resaltar los extraños comportamientos,
fijando la atención en los detalles que se van manifestando. No es normal, van concluyendo. Ni lo que
dice, ni lo que hace, ni lo que ocurre. Simplemente: el candidato que presumía
de ser normal frente a la anomalía de
los políticos, se está manifestando como una clarísima anomalía, además inclasificable.
En The Washington Post,
la columnista Ruth Marcus titula "Forget the post-truth presidency. Welcome to the
pre-truth presidency" su artículo de ayer y señala:
Forget the post-truth presidency, when it
didn’t matter — or so the Trump White House hoped — whether the president told
the truth. In retrospect, those seem like the good old days. We have now
entered even scarier territory, the pre-truth presidency: If an assertion isn’t
true, no worry. President Trump will find a way to make it so, or at least
claim it is.
In The World According to Trump, the president
makes a baseless assertion — perhaps to distract from bad news, perhaps to
vent, perhaps simply to attract attention, the narcotic he craves in
ever-larger doses. Then Trump or his hapless aides scramble to collect
evidence, however sketchy, to back him up. Or, scarier still, he relies on his
Twitter-fueled, sycophant-enabled capacity to create his own reality-distortion
field.
Trump gleefully elaborated on this approach in
a revealing interview with Time magazine’s Michael Scherer.
“Sweden. I make the statement, everyone goes
crazy. The next day they have a massive riot, and death, and problems,” Trump
said, referring to his unfounded comment last month about “what’s happening
last night in Sweden.”
In this way, Trump serves as a human Heisenberg
principle, changing a measurable phenomenon by observing it. If he is wrong, it
is only a matter of time until he becomes right, at least in his own head. As
he told Scherer, “I predicted a lot of things that took a little of bit of
time.”*
¿Qué se puede hacer con alguien así? ¿Qué se puede hacer con alguien así, añado, en la presidencia de los Estados Unidos? Lo peor es que
da igual que se lo crea o que simplemente sea un ejercicio de cinismo
maquiavélico. La división de muchos al opinar es distinguir entre lo patológico
y lo estratégico.
Todo parecer ser con Trump cosa de magia. Basta un conjuro y ¡hecho! Unos pases mágicos y... ¡voila! La ilustración de The New Yorker nos lo muestra como mago que divide en dos al elefante, símbolo del partido republicano. Pero ha dividido más, cosas, entre otras, al país, al que costará unir. Ha cortado los lazos con aliados tradicionales, con vecinos. Veremos si es capaz de volver a unir algo. ¡Mala magia la suya, alegría del serrucho!
Puede ser un efecto de la riqueza. Las personas que han
conseguido siempre lo que han querido a base de dinero, como Trump, pueden
tender a sobrevalorarse y llegar a creer que disponen de una serie de súper poderes que les han llevado hasta
allí. Como los errores nunca son suyos sino que tienen siempre a su alrededor
personas, mejor o peor pagadas, para llevarse la culpa y mantener su ego intacto,
llegan a pensar que son: a) infalibles, b) invulnerables, y c) los más listos.
La preocupación por la "pre verdad", una vez
desmenuzada la "post verdad", empieza a manifestarse. El propio
presidente lo cree. No se han
investigado mucho los incidentes de Suecia al día siguiente de hablar Trump,
pero eso le convierte en una especie de vidente y le sitúa en el ámbito de la
presciencia, es decir, del conocimiento de las cosas futuras.
El provecho psíquico
que Trump le puede sacar al incidente sueco es inmenso, como ya vemos citado en
el periódico. Él dice las cosas... y ya se cumplirán. Había un relato de
Stephen King, "La zona muerta", en el que un vidente anticipaba la
llegada de un futuro y desastroso candidato a la presidencia de los Estados
Unidos. Trump, en su ansia, ha decidido interpretar ambos papeles, el de
vidente y el de presidente. Solo que su videncia se ha invertido y no ve desastres. Él se ve como un salvador, como el que arregla los desperfectos. Trump, como decía la promoción de la obra de King, piensa que tiene el poder de ver el futuro, y que en sus manos está el poder de cambiarlo. Sin embargo, la realidad es la contraria: lo que sale de sus tuits no llega. La videncia falla para desesperación de sus subordinados que deben dejarse la piel buscando pruebas de lo tuiteado por el jefe.
En otro de los artículos de The Washington Post, esta vez firmado por Greg Sargent, se insiste
en esta idea de que lo que el presidente dice, se convierte posteriormente en
hechos:
The precipitating moment is the clash between
the White House and the FBI over the ongoing investigation of possible
Russia-Trump campaign collusion, and in this context, the New York Times has
some remarkable new reporting on Trump’s mental state and the reaction to it of
the people around him. They are absorbing the fallout, now that Trump’s tweets
— in which he claimed that former president Barack Obama wiretapped him and
that the Trump-Russia story was “fake news” — were effectively demolished by
the testimony of FBI Director James B. Comey:
People close to the president say Mr. Trump’s
Twitter torrent had less to do with fact, strategy or tactic than a sense of
persecution bordering on faith: He simply believes that he was bugged in some
way, by someone, and that evidence will soon appear to back him up. …
The president, people close to him have said
over the last several weeks, has become increasingly frustrated at his
inability to control the narrative of his action-packed presidency, after being
able to dominate the political discourse or divert criticism by launching one
of his signature Twitter attacks.
Let’s pause to consider how remarkable it is
that those paragraphs appeared in a major newspaper. Trump continues to vaguely
believe that what he tweeted will somehow be validated later, at least in some
form. But at the same time, Trump himself is growing aware that his nonstop
lies — or delusions, or self-deception, or whatever you want to call all of it
— are failing him. And he’s frustrated by it. This is coming to us according to
people close to Trump.**
"Insólito" es ya una categoría que establece una
diferencia entre dos realidades, la de Trump y la del resto. Lo peligroso del
incidente sueco es que alguien decidió
hacer realidad la "profecía" sueca. Y Trump lo ha tomado como un
signo de sus relaciones privilegiadas con la realidad. Si él dice que hay
violencia en Suecia, aunque sea con un poco de retraso, la habrá. Así es fácil predecir.
El titular del artículo de Sargent es "Trump’s lies are
failing him, and it is making him deeply frustrated" niega la magia
presidencial y se basa en el duro realismo.
Muchos de los artículos publicados en estos días reflejan la
discreta frustración de los gnomos que tienen que hacer que la realidad de cada
día se ajuste a las visiones del Comandante en Jefe. Pero sus deseos y visiones
son cada día más complicados de satisfacer porque cada día pide un poco más.
Pidió que le encontraran y trajeran encadenados hasta la Casa Blanca a los
votantes fraudulentos que había dado su apoyo a Hillary Clinton para hacer ver
que ella había tenido casi tres millones de votos más que él. Pidió que le
trajeran las pruebas de las escuchas de Obama pese a haber dicho públicamente que "Obama le
amaba" pero que no lo reconocería. Pidió que demostraran que había más
personas presentes en su toma de posesión que en cualquier otra, pero las fotos
y recuentos no llegaron a probar nada. Pidió que México pagara el mundo y
todavía están en ello... Y ahora les pide que aprueben el plan que debe
enterrar el Obamacare y no se lo aprueban, unos porque les parece mucho y otros
porque les parece poco. ¡Qué realidad es esta!
En cambio, solo salen a la luz los contactos de sus asesores
con la Rusia de Putin. ¡Sí, la misma Rusia a la que le pidió que jaqueara a los demócratas, a Hillary! Y
además, ¡ahora los turcos de Erdogan!
La prensa norteamericana está empezando a oscilar entre el
sarcasmo y la incredulidad de lo que ocurre. A nadie le agrada, porque las
consecuencias pueden ser penosas y es mucho lo que se juegan. Trump ha
arrastrado al país con sus mentiras y deseos manifiestos de cómo ha de ser la
realidad, como ya hizo durante la campaña electoral. Es absorbente e impone su
agenda. Pero ahora se trata de intentar distanciarse de los perversos
argumentos, razonamientos, tonos, actitudes, etc., que envuelven todo lo que
proviene de la Casa Blanca.
*
"Forget the post-truth presidency. Welcome to the pre-truth
presidency." The Washington
Post The Washington Post 23/03/2017 https://www.washingtonpost.com/opinions/welcome-to-the-pre-truth-presidency/2017/03/23/b35856ca-1007-11e7-9b0d-d27c98455440_story.html?utm_term=.9eeefd10fa4a
**
"Trump’s lies are failing him, and it is making him deeply
frustrated" The Washington Post 21/03/2017 https://www.washingtonpost.com/blogs/plum-line/wp/2017/03/21/trumps-lies-are-failing-him-and-it-is-making-him-deeply-frustrated/?tid=hybrid_experimentrandom_3_na&utm_term=.6018c061ae70
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