Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer,
por sorpresa, me llegó de Egipto uno de esas cosas que deseas: el libro —recién
presentado en la Universidad Americana de El Cairo— de la gran dibujante y
analista social egipcia Doaa Eladl, una pequeña joya, modesta en sus proporciones
y enorme en su calidad artística, humana e intelectual.
Lo que
se diga de Doaa Eladl es siempre poco para una mujer que posee la finura y la
elegancia del dibujo y la puntería certera de la idea crítica capaz de desvelar
lo que la hipocresía oculta bajo ropajes rebuscados y barrocos recovecos
intelectuales. Eladl posee la esencia del arte de la viñeta cultural y política.
La técnica gráfica esconde muchas veces tras la perfección de la línea el vacío
de las ideas o la trivialidad. El arte de Eladl, por el contrario, es como un
dardo lanzado de forma rauda hacia el centro de la idea, al núcleo del problema
social o político expuesto. El dibujo encarna la idea dándole cuerpo visible. Se convierte en epifanía, en momento de lúcida comprensión.
A
diferencia de otros dibujantes políticos más centrados en el día a día anecdótico, Eladl conecta la actualidad periodística, lo que sucede hoy, con lo que sucede
siempre.
El hecho es siempre un eco de lo que acontece una y otra vez hasta
formar una ley única en el caso de las mujeres, el campo más intenso de su trabajo: lo que ocurre a las mujeres nunca es nuevo. Son
repeticiones más o menos imaginativas de una misma realidad: la dominación, el
sentido propietario del cuerpo de las mujeres y el desdén por su alma. Actualidad e Historia se juntan, Política y Cultura también. Nada está aislado y Eladl va a la fuente, al origen del mal social que hace que no se pueda escapar de la repetición. Solo la lucidez, la conciencia de lo que sucede, nos libera. Y esa es la función de sus viñetas: mostrar una mirada lúcida sobre lo que nos rodea.
Doaa Eladl trabaja muchos registros políticos, pero son los dibujos sobre la situación de la Mujer, de la ausencia de sus derechos, los que más trascendencia tienen, quizá porque son los más universales y requieren menor contextualización. Todo, en última instancia, son variaciones sobre el poder y la dominación.
Cada
una de sus viñetas es un tratado del abuso, de la prepotencia, de la dominación
del desprecio hacia la mujer por parte de una sociedad que jura tenerla en un
pedestal, respetarla como a lo más sagrado. Pero esa es la base de la
hipocresía, de la gran mentira que se vive de palabra y hecho. Es la imagen que
al hombre le gusta contemplar cuando se mira en el espejo, la del atento
caballero. Nada más lejos de la realidad.
Ayer
mismo tratábamos aquí la situación que padecían muchas mujeres en el Egipto de
siempre. Son humillaciones que se escuchan en el Parlamento y ante las cuales
algunos se rasgan las vestiduras. Sin embargo las estadísticas dicen que la
gran mayoría de los que se han rasgado sus ropas han hecho lo mismo que
critican amparándose en las sagradas
tradiciones, aunque todos sepan que no tienen nada de sagradas.
La
crítica de Doaa Eladl no es maniquea. No se trata de una guerra entre hombres y
mujeres. La viñeta que nos muestra a las parejas señalando como una apestada a
una "divorciada" incluye también a las mujeres como acusadoras. Otras mujeres
se desentienden, desde su clasismo de privilegios, de las que sufren explotación bajo sus impertinentes
miradas. Sí, la mujer es víctima, sin duda, pero todo es mucho más complejo
porque no se trata de una guerra entre hombres y mujeres, sino de hombres y
mujeres viviendo bajo un sistema social patriarcal, con unos valores perversos a través
de los que se ve el mundo.
Por eso
su obra se sitúa más allá de los tópicos y entra en el detalle social. Es ahí
donde brilla la finura de su observación: un pequeño
detalle hace caerse el tópico. Nos lleva, si somos capaces de
seguirla, hacia los aspectos contradictorios, a las paradojas de la sociedad
que habla de la virtud, con cuyas medallas todos aspiran a engalanarse. La
mirada de Eladl es la de un atinado Moliere dejando al descubierto los vicios
morales disfrazados de virtudes.
Tiene
el mérito añadido de hacerlo en Egipto. No es poco. Egipto es un país que gusta de hacer
chistes pero que no acepta bien la crítica, con o sin humor, oral, escrita o dibujada. Y tiene el valor de ser mujer
en un mundo político en donde un dibujo dice mucho más que los vacíos discursos
oficiales. La política ha pasado a ser un arte retórico en donde la trivialidad
se disfraza de trascendencia. En Eladl ocurre lo contrario: la caricatura deja entrar la seriedad de los temas, de las verdaderas causas sociales. No hay trivialización de los problemas; solo se exponen, para mayor claridad, en otra lengua, la gráfica.
En Doaa Eladl, la
política no es lucha partidista por el poder, sino por la justicia ante la desigualdad, el
abuso y el maltrato, en el caso de las mujeres; lucha contra el poder político, es decir, en contra de la intransigencia, del autoritarismo, de la explotación social. Sus pequeños
personajes quedan atrapados en el caos o en lo incomprensible de la realidad. Las sorpresas que viven
son las que tienen aquellos que, por no tener nada, son capaces de ver por encima
de los intereses. Eladl nos pide que asumamos esas miradas que captan las paradojas y contradicciones.
Muchos
de los dibujos de esta magnífica obra no necesitan explicación ninguna. Otras
son desarrollos de textos jurídicos. Nos muestra, por ejemplo, la Ley sobre el Adulterio, las diferencias legales y
sociales abismales entre los adúlteros, piedras para ella y flores para él, que
orgulloso, presume de hombría.
Doaa
Eladl ha dejado ya muchas obras maestras y ha recogido merecidos premios
internacionales (entre ellos en España). Su obra lo merece por su valor
artístico, periodístico y especialmente por ayudar a cambiar la visión de las
mujeres. Es una de estas mujeres egipcias que siguen adelante a sabiendas de
que el camino es duro, difícil y peligroso. Pero la alegría que hay en su obra,
que se percibe en su mirada ilusionada, es la de quien es consciente de la
tarea, por dura que sea.
Esta
selección de su obra tendrá un merecido puesto especial en mi biblioteca, como
tantos otros de sus dibujos están presentes en mi memoria. Espero que el
destino de este libro sea tan bueno como sus páginas, tan auténtico como sus
ideas y tan feliz como hará sentirse a sus lectores.
Gracias
a los que han hecho posible (Sahar y Zafer) esta gran alegría de poder tenerlo
en mis manos y a Doaa Eladl, además de por su trabajo, por firmarlo con amables palabras. Gracias.
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