Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Te
ponen unos electrodos en la cabeza, te van enseñando fotos de los líderes de
los partidos y luego miden las reacciones de tus neuronas. Si la campaña
electoral estaba confusa, debo confesar que esto me ha terminado de descolocar.
El diario El Mundo lo ha titulado
rimbombantemente "La primera 'neuroencuesta' política en España". No
sé si realmente se puede llamar a esto una neuroencuesta porque preguntar a
veinte personas y decir qué les parece es más "neuro" que
"encuesta". Dicen en el diario que es "el primer estudio español
que ha usado la electroencefalografía para analizar la reacción neuronal que
provocan en los votantes los seis principales líderes políticos que competirán
en las próximas elecciones generales"*, lo cual es un uso generoso del
verbo "provocar".
Como
ahora está de moda ponerle a todo el "neuro" delante, pues parece todo
muy moderno, que es de lo que se trata. Pero, desde mi modesta opinión,
utilizan estas cosas de forma inútil porque sirven para otras. Señalan:
Fueron diseñadas para diagnosticar
enfermedades, pero su uso se ha extendido a los estudios de mercado.
Tecnologías médicas como la electroencefalografía o la resonancia magnética
nuclear permiten averiguar qué pasa por nuestro cerebro antes de que seamos
capaces de ofrecer una respuesta verbal y racionalizada. Información muy
valiosa para las empresas que desean conocer nuestra reacción ante distintos
estímulos, ya sea procedentes de productos, personas o sabores.
Y es que es bien sabido que el componente no
racional juega un papel destacado en cada decisión que tomamos a lo largo de
nuestra vida. La política no es una excepción. A la hora de votar y de
formarnos una opinión sobre los candidatos a unas elecciones, influyen muchos
aspectos. Para averiguar qué piensan los ciudadanos de los políticos, las
encuestas tradicionales formulan preguntas pero, y ¿si se pregunta directamente
a su cerebro?*
No sé a
quién pretenden preguntar, la verdad, si no es al cerebro. Da la impresión que
te van a decir en cualquier momento "¡cállese, hombre, que estoy hablando
con su cerebro!". Es esta distinción entre "usted" y su "cerebro"
les ha llevado a preguntar un día a su cerebro de usted y pasados unos días
hacerle a usted contestar un cuestionario. Esto hace que —¡vaya por dios!— las
respuestas obtenidas difieran en algunos casos, mientras que en otros hay
cierta constancia. La pregunta clave ahora es: "¿quién va a votar, usted o
su cerebro?".
Supongo
que como es el diario El Mundo el que ha encargado este experimento electoral,
único en el mundo o al menos en España, los resultados se deben celebrar como
un gran paso para la Humanidad. Pero la verdad es que es cuestionable en el
fondo, la forma y el forro. Fueron diseñadas, como bien dicen, para "diagnosticar
enfermedades" y la política lleva ese camino, pero todavía hay sutiles
diferencias.
Podríamos
tratar los votos como adicciones e ir a terapia o ponernos parches para el
síndrome de abstinencia. Podríamos tomar antihistamínicos por si nos salen sarpullidos
por votar a algunos. Podríamos...
Estas
cosas se usan habitualmente en el terreno comercial para conocer la atracción
que causan envases y productos nuevos, elegir colores y nombres, etc. Tratan de
sortear las respuestas racionales para centrarse en respuestas más emocionales.
Pero este no es el caso de los políticos, con los que somos bombardeados a
través de los medios antes, durante y después de las campañas. La "neuropolítica" avanza, sin embargo, funcione o no en la realidad. Si puede convencer a alguien de que compre algo, ¿por qué no a votar a un candidato? Es un ejemplo más de huida hacia adelante en vez de afrontar los problemas de la política en la sociedades mediáticas. Pero es un buen negocio para los que te prometen el control de la mente de los demás.
Separar
la elección "racional" (verbalizada) de la llamada
"espontánea" no sé si tiene sentido porque voto no hay más que uno.
Tampoco han preguntado sobre quién iban a "votar", sino sobre una
serie de "atributos": capacidad, credibilidad, cercanía, honestidad y
liderazgo. Cada uno de los sujetos del experimento ha contestado sobre esos
cinco aspectos con electrodos en la cabeza y con un lápiz en su mano, en días
diferentes. La cuestión es si su "lado espontáneo" entiende lo mismo
que su "lado conceptual" ya que esos atributos y sus matices son
bastante racionales.
Las
limitaciones de esto las ofrece, con honestidad, la responsable del estudio:
«A día de hoy estos estudios no sustituyen a
la encuesta, pero son un complemento muy atractivo en un momento en el que la
política tiene un componente emocional muy elevado, como estamos detectando en
las encuestas que hacemos», explica Rosa Díaz Fernández, directora general de
Sigma Dos. «Antes, los ciudadanos tenían los conceptos más asentados y sus
respuestas eran más rápidas. Ahora necesitan darte una explicación sobre su
respuesta. Incluso, en ocasiones, te ofrecen antes la explicación que la
contestación final a la pregunta», relata. «Muchas veces, ante un determinado
estímulo, tenemos sensaciones que no somos capaces de verbalizar o
racionalizar. La neurociencia nos sirve para analizar qué transmiten las
imágenes de los candidatos», señala. Según Díaz, «el surgimiento de nuevas
formaciones políticas tiene un componente emocional muy acusado y las
informaciones de los medios de comunicación aluden mucho a ese factor».*
Probablemente
lo que habría que instalar, en vez de cabinas de votación, fuera confesionarios
o gabinetes psicológicos para los que van por lo civil. No creo que haya
votante que no se sienta en estado pecaminoso respecto al voto, una sensación de
extraña culpabilidad. Los pecados de los políticos pasan a sus votantes y eso
desarrolla la sensación de culpa a la vieja usanza. Esa "necesidad de
darte una explicación" es un mecanismo claramente culpable. Cuando las
cosas estaban "claras" quieren decir cuando era joven e inexperto,
cuando era un inocentón, etc.
El
tirón de los partidos nuevos es porque al español, afortunadamente, también le
hace sentirse culpable la abstención, quizá por nuestra propia historia, esa
que nos vienen a explicar algunos que no la han vivido.
La
política, por contra no se ha hecho más
emocional. La han hecho emocional, que es distinto. Y la han
hecho así los propios políticos asesorados por expertos en marketing,
sociólogos, psicólogos y comunicadores. La han hecho así los que la han
simplificado al máximo, reduciendo los debates a ruedas de prensa sin preguntas
y los congresos a reuniones de aplaudidores para transmitir "unidad".
La han hecho así los que han seleccionado candidatos a la carta según los
estudios de mercado y les escriben los discursos mientras ellos están en el
sastre. La han hecho así los que creen que el espacio natural del político son
los medios y a estos hay que "cuidarlos". La han hecho así los que
piensan que da igual lo que hagas porque lo importante es cómo lo cuentes. En
resumen, la han hecho así los tecnólogos y expertos cursis de la política que
ven a los votantes como a gente a la que hay que engatusar y a los que se pesca
en un caladero.
La
profesionalización de la política tiene una enorme desventaja: crea la
separación entre clientes y vendedores, que es la percepción distorsionada que
se comienza a tener. El traslado de la psicología y técnicas comerciales a la
política pervierte la imagen que tienen los políticos de sí mismos y de su
papel. También lo hace con la de los votantes y con el sentido del voto mismo.
Solo así es posible entender este profundo desafecto que se ha ido creando en
una democracia.
Quizá
en vez de hacer electroencefalografías y análisis del movimiento de los ojos,
deberían analizar las caras que se nos ponen cuando vemos las noticias que
vemos respecto al comportamiento y las actitudes de algunos, medir la
temperatura de nuestra piel. La política se ha convertido en un campo ajeno, no es la punta del iceberg
de la ciudadanía. Es una faceta más del avance de los expertos, las tribus que
se gestaron en el siglo XX y siguen tecnificándose en el XXI. La política es
cosa de ellos y nosotros somos el
botín al peso, una cifra sobre la que hay que actuar para mantenerla estable o
creciente, como una cartera de bolsa.
A quien
hay que estudiar no es a los votantes, sino a los políticos. Urgentemente. No se trata de
saber qué nos gusta a nosotros para dárnoslo envuelto en celofán. Ninguno de
esos cinco atributos estudiados resuelve un solo problema. Es un estudio
diseñado para la "empresa" y saber cómo modificar la apariencia de lo mismo para que resulte
más atractiva o para que sus compañeros no lo tiren por el balcón después de
una tormentosa sesión de la ejecutiva. Estas cosas ya las hemos dado por buenas
o al menos no le han extrañado a nadie. Eso es un mal síntoma. Que se hable tan alegremente de estas formas de estas cosas me parece que van detrimento de quienes centran en ellas sus esperanzas. La política debe ser racional porque la democracia debe ser diálogo y no manipulación. Es simple. El extremo de la manipulación emocional lo representa el Estado Islámico. Y no debería ser un referente, aunque ya haya algunos que admiran sus técnicas de comunicación y "fidelización". ¡Eso sí es política emocional!
Propongo
invertir el experimento y que se someta a la electroencefalografía a los políticos
mientras se les muestran los rostros de desahuciados, despedidos, temporales,
imputados, encarcelados, defraudadores, usuarios de tarjetas opacas, etc. Los
resultados serían mucho más aclaradores.
No nos
digan que la política se ha vuelto emocional. Digan que la han convertido en un
reality. Como votante torturado,
trataré de navegar, atado al palo mayor, entre las olas emocionales que se me brindan y las pseudo racionales
que se me ofrecen. Mi cerebro y yo, inteligencia emergente residual, trataremos
de llegar a un acuerdo que no nos haga sentirnos culpables.
*
"La primera 'neuroencuesta' política en España" El Mundo 03/05/2015
http://www.elmundo.es/ciencia/2015/05/03/55439281e2704e56458b4578.html
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