Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
veces en que el fondo que se toca está más cerca de lo que pensamos y quedan
todavía metros para el sufrimiento. La liberación de las niñas, muchachas y
mujeres que han sido secuestradas y usadas como esclavas sexuales por esos
monstruos piadosos de Boko Haram no ha acabado con su dolor. Queda una vida por
delante para seguir sufriendo, esta vez a manos de sus propios conciudadanos
que las rechazan por haber sido las "esposas de Boko Haram".
Ahram
Online nos trae noticia de los primeros resultados sociales del encuentro de
aquellas que fueron reclamadas y que hoy se convierten en presencia incómoda en
sus entornos inmediatos. Secuestradas, violadas, embarazadas por sus captores, las
mujeres siguen sufriendo la infamia más allá de la abominación de sus secuestro y tortura. Habíamos
escuchado los casos de las violaciones de guerra como un drama mudo de miles de mujeres, pero esto
excede la bajeza social. Recoge en Ahram Online:
The taunts wouldn't stop. "Boko Haram
wives," the schoolgirls were called because they had been briefly held by
Nigeria's Islamic extremists before escaping. The teasing was so relentless
that some of the Chibok girls left their town and families.
Their plight does not bode well for hundreds of
girls and women recently rescued from months of captivity by Boko Haram,
including dozens who are pregnant. After enduring captivity by the militants,
the females may now face stigma from their communities.
"The most important thing is to restore
their dignity," the executive director of the United Nations Population
Fund, Babatunde Osotimehin, told The Associated Press in a telephone interview
from his office in New York.
"When you have been in captivity against
your will, and God knows whatever they have done to them, some of them will
have been violated, some raped, food insecure ... We need to take them, work
with them and bring them back to the reality of their lives," said
Osotimehin, who is Nigerian.*
La realidad de sus vidas liberadas puede no ser mucho mejor que la de
su cautiverio. El tiempo de prisión es sustituido ahora por otro tipo de
tortura que es la estigmatización social, que nace de una profunda hipocresía.
"Restaurar su dignidad" puede parecer un objetivo difícil de
conseguir por el solo hecho de plantearlo. Las niñas y mujeres secuestradas no
han perdido nunca su dignidad y, si cabe, han aumentado con su martirio
continuado su humanidad. Pero no es eso lo que opinan aquellos que valoran en
la mujer solo la integridad con las que se intercambian entre familias. Ellas
no tienen futuro social. Han quedado
marcadas de por vida. ¿Quién las va a querer? ¿Quién querrá a sus hijos?
Pero la infamia puede llegar más lejos, como nos cuenta el
diario egipcio:
That will be a challenge, going by comments
made last week by Gov. Kashim Shettima of Borno, the home state of Boko Haram
and the one most affected by the nearly 6-year-old Islamic uprising that has
killed more than 12,000 people and forced more than 1.5 million from their
homes.
The governor said he feared that girls and
women raped and made pregnant by the extremists could be breeding a new
generation of terrorists.
Shettima called for a special monitoring
program of the mothers to identify paternity because he said the militants had
deliberately impregnated them so they would give birth to future insurgents.
"I am seriously worried with the fact that
most women tend to hate and abandon children they deliver from rape. Now, the
problem is that these children could go to the streets unattended to, they then
lack access to food, health care and education. The result is that they could
indeed inherit their fathers' (ideology) somehow," Shettima told
government officials, according to the Nigerian press.
Such statements from a man of Shettima's
standing are "very unfortunate" and would reinforce the very stigma
he says he wants to avoid, said Human Rights Watch researcher Mausi Segun.
Segun has interviewed many females who escaped
from Boko Haram and described their experiences as "very traumatizing and
horrifying."*
Es difícil leer tanta bajeza e ignorancia, tanta infamia,
sin que estalle la rabia. Llamar "desafortunadas" las declaraciones
del gobernador es quedarse bastante corto. Ahora se entiende mejor las acusaciones constantes de que el gobierno nigeriano no hacía nada. Encuentran a las niñas, como se ha señalado, más que buscarlas, casi sin querer.
Las reacciones de apoyo en todo el mundo para el regreso de las
niñas secuestradas —las más de 200 siguen sin aparecer— salen de un sentimiento de solidaridad
ante el drama y de horror por su monstruosidad. Pero esta nueva agresión,
extensiva a los hijos e hijas, nos muestra que los problemas van más allá de los
secuestros y violaciones, que hay mucho que hacer todavía. El problema es quién.
El mundo de Boko Haram es un mundo horrendo, pero es el
resultado de muchos otros horrores del pensamiento y de la acción cotidiana en lo que afecta a las mujeres. Las brutales e inmisericordes opiniones del ignorante gobernador, que pide
que se vigile a esos niños porque pueden heredar los genes terroristas, son una muestra de hipocresía social.
Las mujeres que han sido secuestradas y violadas son
culpables a sus ojos, da igual cómo haya sido. Y son culpables porque ya no
encajan en su visión retrógrada del mundo. Se quejan algunos por la propiedad robada, pero la mercancía deteriorada les produce rechazo al serles devuelta.
No la quieren por las miradas y dedos señalando, que deberán soportar en sus
familias en el futuro. El infame gobernador debería preocuparse de otra manera,
pero por algo es gobernador, un miembro respetable
de la comunidad. No vigilaba las escuelas y se llevaron a las niñas. Ahora vigilará a las niñas y a sus hijos no vayan a convertirse en futuros terroristas. ¡Valiente gobernador!
¡Pobre destino el de estas niñas y mujeres! ¡Terrible vida
la que te saca de una cárcel para meterte en otra!
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