Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En su
último número, la revista Investigación y
Ciencia (mayo 2015), trae un artículo del físico teórico Mark Buchanan con
el título "La innovación pierde fuelle"*. En él, Buchanan se hace eco
de otro artículo publicado por el economista Robert Gordon, en 2012, en el que
se preguntaba "si el rápido crecimiento económico y tecnológico de los
últimos siglos no habrá sido un fenómeno transitorio que ha llegado a su fin —una
tesis en clara contradicción con la creencia actual en la naturaleza
desbordantemente creativa y 'disruptiva' de las industrias tecnológicas de
hoy"*.
Buchanan
recuerda que la Humanidad vivió de forma muy parecida durante siglos y que fue
la revolución industrial la que supuso una aceleración notable en lo científico
y tecnológico que ha transformado nuestras vidas. La idea de Gordon es que estuviéramos
viviendo en una burbuja producida al encontrar un campo de descubrimientos que
podrá estar agotándose si no se produce la apertura de un nuevo espacio por el
que avanzar rápidamente. Buchanan aporta más informaciones en este sentido en
lo que parece ser un frenado de la innovación:
Un equipo dirigido por Hyejin Youn, de la
Universidad de la Universidad de Oxford, ha estudiado el ritmo de innovación a
partir de las patentes estadounidenses concedidas a lo largo de más de
doscientos años. A tenor de sus resultados quizá no le falte razón a Gordon.
La Oficina de de Patentes y Marcas de la
EE.UU. protege los inventos por medio de patentes y los define como 'conjuntos
de capacidades técnicas ligadas'. Cada patente se etiqueta con una ristra de
códigos que describen las capacidades técnicas que el invento asociado emplea.
El trabajo de Youn muestra algunas tendencias interesantes. En el siglo XIX,
casi la mitad de las patentes correspondían a inventos de código simple, es
decir, basados en una sola técnica. Esta proporción declinó paulatinamente a lo
largo del siglo XX y hoy ronda el 12%. Los inventos por combinación, en cambio,
se han convertido en la norma. Al menos durante el siglo pasado, hemos creado
inventos más deprisa que técnica.*
Lo
señalado por los diferentes autores tiene su propia lógica. Parece natural que
el crecimiento sea menor en las ideas primarias y que partiendo de ellas se
produzca un crecimiento de las combinaciones y recombinaciones. Creo que lo
realmente preocupante, desde la perspectiva social, sería el estancamiento de
lo segundo, de la invención combinatoria, siempre y cuando esta sea realmente
creativa y no una repetición de lo mismo con ligeras variaciones.
Los
descubrimientos o las técnicas primarias son siempre menos que sus posteriores
aplicaciones. Un principio descubierto permite la creación de múltiples
aplicaciones. Si pensamos en lo que la comprensión de los principios del
electromagnetismo y cómo ha sido traducido a una gran cantidad de aplicaciones,
de la dinamo de una bicicleta a la cápsula de un tocadiscos, por ejemplo,
entendemos que el desarrollo se produce no solo a través de la mentes geniales
que realizan grandes descubrimientos y abren nuevos campos, sino que después
llegan los que han de "colonizar" esos territorios haciéndolos
habitables.
Señala
Buchanan que históricamente las patentes de códigos y de combinación de códigos
crecieron desde 1790, al hilo de la explosión que fue la Revolución Industrial.
En ese periodo se realizó la apertura de campos que permitieron un avance innovador
basado en nuevos descubrimientos y desarrollo de técnicas novedosas.
Las cosas cambiaron a partir de 1870, cuando
el crecimiento del número de códigos de técnicas se frenó y quedó por detrás
del crecimiento del número de patentes y del de combinaciones nuevas. En otras
palabras, la naturaleza de la invención cambió a partir de 1870: se fueron
inventando nuevas técnicas más despacio, pero siguieron creándose nuevos
inventos tan deprisa como antes, coordinando viejas técnicas de nuevas maneras.
Desde entonces, la invención ha sido esencialmente combinatoria y ha seguido un
patrón regular: un 40% de los inventos han reutilizado una combinación ya
existente de técnicas, mientras que un 60% ha introducido una combinación
completamente nueva.*
Buchanan
señala que la esperanza de la innovación, ante la ralentización actual, es que
se abran nuevos campos en los que se pueda producir de nuevo un avance rápido
ante un horizonte abierto. Apunta que esos campos podrían ser la Biología
Sintética y la Nanotecnología. Por esos caminos podrían llegar las innovaciones
que ahora están estancadas.
Las
explicaciones a estos procesos pueden ser de distinta naturaleza. Pero es creo
que bastante obvio que un elemento determinante es la inversión en Ciencia
Básica. Es la más cara, la que requiere más inversión y tiempo y la que
contempla por ello más riesgo e incertidumbre sobre sus resultados.
Los
nuevos campos se abren en las fronteras y es allí donde la Ciencia tiene su
lugar de descubrimiento. Las aplicaciones y recombinaciones son un gran avance
colectivo, pero no hacen avanzar el conocimiento en sí. Esto es cierto en un
sentido, pero en otro se debe señalar que es gracias a las nuevas aplicaciones
que redundan en la precisión tecnológica de las herramientas por lo que se pueden
abrir nuevos campos.
La
exigencia de rendimiento económico hace que sea más barato recombinar que descubrir.
Las inversiones en Ciencia Básica son enormes y requieren muchas veces de
proyectos, en ciertos campos, complejos que solo se puede afrontar con grandes
equipos dentro del diseño de la "Gran Ciencia" en las que estamos
embarcados.
La
queja generalizada de los que trabajan en los campos en los que es posible
abrir nuevos campos es la falta de inversión. Los trabajos son lentos y siempre
arriesgados ya que están abriendo nuevas posibilidades y han de avanzar a un
ritmo y con unas seguridades que no siempre los demás entienden.
Lo
complicado hoy en día es asumir los riesgos de la investigación, que siempre
conllevan la posibilidad del fracaso en la búsqueda. The New York Times dedicó hace dos días un amplio reportaje a las
"retractaciones" de los investigadores. Firmado por Michael Roston, lo
ha titulado "Retracted Scientific Studies: A Growing List"**. En él se
da cuenta de diversos escándalos en el mundo científico —desde 1980— en donde
la publicación apresurada o malintencionada de "grandes"
descubrimientos ha tenido que ser corregida. El motivo del artículo era una
nueva retirada en la revista Science de un estudio perteneciente a la investigación
social, pero los casos abarcan todos los campos, de la Física a la Genética o
la Medicina.
Es una
consecuencia lógica de las presiones que reciben los investigadores o de la
posibilidad de su supervivencia en un entorno de competición a vida o muerte.
La presión o el afán de notoriedad, que permite entrar más fácilmente en el
circuito de la financiación, son muchas veces los responsables de este aumento
del fraude y de las retractaciones de los estudios publicados.
Parece
difícil que se abran costosos caminos cuando algunos les sacan mucha
rentabilidad económica a los viejos. Schumpeter veía en la innovación la
renovación del sistema; el estancamiento hace que los que innovan sobrepasen a
los que no lo hacen. En una sociedad como la nuestra, una sociedad de la
producción y el mercado, globalizada, es una carrera a muerte que tiene también
sus peligros en las tendencias de desarrollar una "ciencia de
mercado", atenta a los beneficios y demandas de la industria. Esta
aceleración tiene también un coste ecológico que no es mencionado por los
autores anteriores.
No solo
se ha "descubierto", "inventado" y recombinado, no solo se
han abierto nuevos campos. También se han destruido más recursos en dos siglos que
en toda la historia de la Humanidad. Tener nuestros mercados bien surtidos
tiene su contrapartida. La financiación de la Ciencia se realiza como inversión
en desarrollo, un desarrollo que no siempre es controlado. Por eso una parte de
la Ciencia trata de estudiar para poder paliar los efectos que el desarrollo
produce en los recursos planetarios. De ahí también el interés de algunos en
negar los efectos, por ejemplo, del cambio climático. Los que lo niegan tienen
múltiples intereses en que no se frene ese desarrollo incontrolado que va a
afectar a sus expectativas de beneficio.
Puede
que se abran nuevos campos y que eso haga que la Oficina de Marcas y Patentes
tenga que ampliar su personal para cumplir con su trabajo. Pero también es
importante investigar en los riesgos del desarrollo e invertir en este campo
que también se nos ha abierto.
Queda
por estudiar otros tipos de innovaciones y desarrollos en nuestras vidas, las
de las ideas que sostienen nuestras mentalidades, las filosóficas, las políticas, las económicas... Vivimos de ideas antiguas y somos poco dados a
renovarlas. También aquí se producen las recombinaciones y la falta de apertura
de nuevos campos. Muchas de ellas también nacieron con el albor de la Revolución
Industrial y nos siguen rigiendo. Es deseable que también se abran nuevos
campos de ideas con los que afrontar nuestro camino y saltar de las espaldas de
unos gigantes del pensamiento a otros. Pero si lamentamos que la
innovación "pierda fuelle", en el campo
de las ideas sociales apenas hemos avanzado unos metros en nuestra carrera y ya mostramos
signos de agotamiento.
* Mark
Buchanan. "La innovación pierde fuelle". Investigación y Ciencia nº 464 - Mayo 2015 p. 47.
**
"Retracted Scientific Studies: A Growing List The New York Times 28/05/2015
http://www.nytimes.com/interactive/2015/05/28/science/retractions-scientific-studies.html?ref=science&_r=0
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