Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
menciones a la "caridad" o a que todos aquellos que no lleguen a un
6'5 quizá deberían estar haciendo "otras cosas" por parte del
ministro Wert llevan el debate educativo a puntos de irritación y demagogia que
no son los que el tema en cuestión requiere. A la Educación le sobra demagogia
y le faltan medios y criterios para percibirla como lo que es, el tránsito de
la ciudadanía. Por las "manos ideológicas" del ministro de turno
pasan todos los ciudadanos españoles. Todos, absolutamente todos, somos hijos
de nuestro sistema educativo. Podremos ser hijos díscolos o sumisos,
agradecidos o despectivos, pero salimos de ese sistema que nos moldea, para
bien o para mal.
Es una
mala costumbre de este país que los políticos se presenten como intérpretes de
lo inevitable, lo que les dota del peor de los defectos: la soberbia
interpretativa. El ministro Wert tiene además un punto propio en lo poco
acertado de sus expresiones, levantando ofensas donde solo debería haber
debate. Pero también es muy español ese valorar las reacciones en contra como
una muestra de eficacia, de que se ha acertado, como si la política fuera el
arte de irritar, y no el de buscar la eficacia mediante el acuerdo social.
El
diario El País entrevista al Catedrático Julio Carabaña, que fue la persona
encargada de diseñar en 1982 el sistema de becas. Creo que, sin caer en excesos
propagandísticos, pone el acento en los problemas prácticos que se plantean y
el origen ideológico. Los prácticos serán los que causará en las personas, en
la base misma del sistema educativo, a las instituciones y a la sociedad misma.
Cualquiera
que esté hoy en las aulas, fuera del sistema obligatorio, puede dar fe de que la
crisis económica ha modificado la estructura de nuestro alumnado. Esto no
ocurre solo en la enseñanza pública sino también en la privada. Me hablaban el
otro día de una caída del alumnado cercana al 40% en una universidad privada.
En los posgrados de la universidad pública, igualmente, muchos han visto
transformada su matriculación con caídas que han dejado de hacerlos rentables por las subidas brutales de las tasas. En aquellos en los que no ha caído la
matriculación, se ha producido una pérdida del alumnado español y un aumento
del extranjero, algo que ya sucedía en las privadas en los posgrados. Muchos de los que vienen
de fuera lo hacen con becas o financiados por sus familias a un país que se ha
ido abaratando en otros terrenos por la crisis. También en educación se está
buscando al "turista" de calidad para compensar la pérdida del "consumo interno". Pero la educación es algo más; afrontarla de forma mercantilista es nefasto para la sociedad en la que repercuten estas medidas y enfoques.
Se
recortan ayudas y se suben matrículas. El mensaje después es que hay que
mejorar la educación para acceder a los puestos de trabajo. ¿Cómo, si se impide
a la gente estudiar por el aumento de precios y recorte de becas? Hay un gigantesca contradicción en todo esto. Es una forma
de exculpación de las responsabilidades políticas en este desastre trasladándolas
a la parte más débil del sistema: los alumnos. Tiene razón Julio Carabaña
cuando señala que hay una idea central, una hybris, una "furia" que está animando este proceso y sirve de subterfugio para cubrir unas decisiones claramente equivocadas:
R. La hybris ideológica pasaba
porque los becarios son unos golfos que cobran del Estado y apenas se
esfuerzan. Pero hay una gran distancia entre esa furia ideológica y la
aplicación práctica. Cuando se llega a la práctica lo que se encuentra uno es a
un rector al que van los alumnos a protestar y que se queda sin estudiantes. Y
el rector le dice al ministro que le está poniendo en un aprieto grave, que
esto es un disparate. A pie de obra se ve que se está sembrando malestar donde
menos se debe hacer. Todo rector teme las protestas estudiantiles. Los
estudiantes son una de las mechas que más fácilmente arden y se les aplica
fuego. La exigencia del 6,5 no solo es socialmente injusta, sino que es
políticamente peligrosa, en el sentido de que la explosión que muchos temen
podría producirse por ahí.
P. ¿Un error de cálculo?
R. No es un error de cálculo, es
un error ideológico. Basta poco cálculo para darse cuenta. Si el ministro
hubiera calculado no habría sacado este tema justo ahora. Para hacerlo se
necesita no haber calculado, dejarse poseer por la furia del liberalismo o de
lo que en los cuarteles del PP se entiende como el liberalismo. A los de la
cultura del esfuerzo les parece que la modernidad está hecha a base de pereza y
que necesitamos unos apóstoles regeneradores que nos vuelvan a infundir el
espíritu del trabajo. Cuando, ¡vive Dios!, el estrés es continuo y el 90% de
los padres lo pueden atestiguar desde primaria.*
Creo
que Carabaña pone el dedo en la herida: la incapacidad de entender, una ceguera, que supone
la implantación de esa metáfora ideológica articulada en la "pereza
social", la "cultura del esfuerzo" y los "apóstoles
regeneradores". Las tres combinadas configuran una forma de ceguera que imposibilita entender las
raíces de los problemas y por tanto su solución. Carabaña acierta al señalar
que se está encendiendo una mecha que puede hacerle estallar en las manos el sistema en su
conjunto. No va a arreglar nada y causará más problemas, injusticias y descontento.
Todas
esas medidas en la búsqueda de la "excelencia" cacareada se convierte
en inútil cuando las personas mejor formadas tiene que hacer las maletas e irse
de España. El diario ABC le echa un capote al ministro usando a la joven
gerundense Gemma Muñoz que ha logrado la nota más alta en Cataluña, quizá para
compensar la "camiseta verde" reivindicativa del alumno que logró la
máxima nota en Selectividad en Madrid, Anatolio López, con un 9'95 conseguido
en un centro público.
Dice
ABC:
Muñoz, que quiere estudiar Traducción e
Interpretación en Barcelona, aunque no tiene muchas esperanzas de poder ejercer
en España debido a la crisis, reconoce que «está bien que se ponga un tope a
las becas porque eso nos motiva a estudiar más».**
Al
menos señala ella, le gusta viajar. La inversión que se ha hecho en Gemma
Muñoz, brillante estudiante, y seguro que buena profesional si le dejan, será aprovechada
por Alemania, el país al que le gustaría
ir. Tiene razón Angela Merkel al señalar que no puede "dar
trabajo" a todos los jóvenes españoles. Quizá las becas debería empezar a
darlas en España el gobierno alemán.
El
éxito formativo de Gemma Muñoz y Anatolio López, el de tantos otros jóvenes
estudiantes, se viene abajo por la pésima labor de los políticos incapaces de
haber resuelto la cuestión de qué hacer con ellos cuando terminan sus estudios,
en dónde emplearlos. Seguro que Gemma Muñoz aceptaría como motivación un buen
puesto de trabajo en su país si lo hubiera, aunque diga que le gusta viajar.
Toda
esa "cultura del esfuerzo" y las loas al "emprendimiento", señor
ministro, no son más que brindis retóricos al Sol, fórmulas fáciles de esos
libros de management que se apilan en
los estantes de las librerías. Lo serán mientras no se solucione el problema
real que causa el abandono de los estudios y del país, el desempleo, la lacra
que nos abate a todos.
Es la
inoperancia de los responsables, económicos y políticos, lo que está
desmotivando al país en su conjunto, haciéndole perder su gran potencial. No
hay mejor motivación para el estudio que el empleo; su ausencia es también la
mayor desmotivación. Durante décadas, se han puesto en marcha políticas desde
el supuesto de que el empleo de los jóvenes era de segunda o tercera categoría,
que debían ganar menos (eso los afortunados que cobran algo) para favorecer su
introducción en el mercado laboral. Los resultados los tenemos delante: 56% de
paro juvenil. Y lo que se contrata es mejor no mencionar en qué condiciones.
Muchos se quejan de la llamada "cultura de la gratuidad" en Internet,
pero es la que se ha aplicado al empleo juvenil: debían dar las gracias por
pasar la puerta de muchas empresas y "coger experiencia".
Parece
mentira que tan duchos como están en la leyes de la oferta y la demanda como reguladoras
de todo, no hayan comprendido que también funciona en la educación, que sin
puestos de trabajo por delante, la desmotivación es enorme; que el recibir
educación para acabar de camareros o atendiendo detrás de un mostrador no es lo
que favorece ese esfuerzo que el ministro cree que obedece a su naturaleza perezosa. Hay muchas cosas
que arreglar en la educación, pero no se puede hacer aisladamente o ignorando
el origen.
Los
políticos, que se estudian muy bien sus apuntes y chuletas, aprenden a
fragmentar los problemas para que no se vea su auténtica dimensión en el
sistema. Sin embargo los verdaderos gobernantes son los que se muestran capaces
de rastrear los problemas en su origen y los resuelven.
Como
bien le señalan al ministro, los problemas se van a agrandar y le estallarán en
las manos. La reducción de la becas por nota no es más que una forma de cubrir
que mientras se dice que la enseñanza es necesaria, los que no son necesarios,
según parece, son los enseñados. El auténtico despilfarro educativo, el fracaso
verdadero, es no poder recuperar la inversión hecha en los estudiantes a través
del sistema productivo. Educar sin crear las condiciones para que esa educación
es tirar el dinero. Por eso es irritante que diga que los que no tengan las
notas que el señala deberían dedicarse a otra cosa. Quizá a la política, pues
nos dan hoy la noticia de que el 20% de los políticos no tienen estudios
superiores.
Las
becas no son caridad; sí, en cambio, el sueldo de muchos políticos.
*
“Exigir el 6,5 es socialmente injusto y políticamente peligroso” El País
29/06/2013
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/29/actualidad/1372538130_422470.html
**
"Ya está bien de pagar la carrera a gente desmotivada" ABC 30/06/2013
http://www.abc.es/sociedad/20130630/abci-pagar-carrera-gente-desmotivada-201306291812.html
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