Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El reciente
descubrimiento de la autoridades europeas de que en la Unión existen jóvenes
puede concretarse en la sentida carta que el primer ministro italiano, Enrico
Letta, ha dirigido a través de la prensa a todos los que han sido ignorados
hasta el momento. Es una actitud bien distinta a la esgrimida por el penúltimo
primer ministro, Silvio Berlusconi, cuyo interés por la "juventud" se
excedía y le ha llevado ante los tribunales. En la carta, publicada en La Stampa y resumida en el diario El País, Letta señala:
"Cuando a generaciones enteras se les
arrancan la esperanza y la confianza -no en un arrebato, sino, peor aún,
lentamente, día a día- no hay coartada o disociación personal y política que
aguante", prosigue.
El primer ministro, jefe de un Gobierno de
coalición entre el centroizquierda y el centroderecha, asegura que solo con la
unidad del país se puede lograr revertir esta situación y que el error de haber
dejado a un lado a los jóvenes en el pasado, obligándoles a emigrar, es
"imperdonable".
"Nuestro compromiso es el de poner todo
nuestro esfuerzo, intentando hacer lo posible para devolver una esperanza a
quien no consigue ya ni siquiera imaginar su propio mañana, una razón para
quedarse a quien se siente obligado a marcharse de Italia, un motivo para creer
que el esfuerzo será recompensado, el mérito reconocido, las deudas
saneadas", asevera.*
Esperemos
que la actitud —no hay motivos para dudarlo— sea sincera y que entre en las
prioridades de su gobierno estén las de acabar con una de las mayores faltas de
sensibilidad mostrada por la Unión Europea. El reconocimiento del "error
de haber dejado a un lado a los jóvenes en el pasado" es un paso adelante
si los demás se dan en la buena dirección.
Lo cierto es que la Unión Europea lleva varios años "escandalizándose" por las cifras de desempleo juvenil. Ya lo hizo a principios de 2011, cuando España estaba en el 40%. Ahora, un 16% más después, se escandaliza de nuevo.
Los "escándalos europeos de 2011" |
Uno de
los argumentos esgrimidos de forma constante en toda Europa ha sido el de la
movilidad —un eufemismo para "emigración", término con connotaciones dramáticas—,
la posibilidad de desplazamiento por la Unión de sus miembros. Pero existe una
gran diferencia entre el desplazamiento voluntario y el obligado por las
circunstancias que no se han sabido modificar ni corregir.
La
teoría habla siempre de las bondades del desplazamiento, de la libertad de dirigirte
a los lugares en los que encontrarás las "mejores ofertas de trabajo".
Incluso te cuentan que el hecho de que existan ofertas mejores fuera hará que
te realicen contraofertas mejorando tu situación por temor a "perderte". Esa es
la "teoría bonita". También existe la fea, la que dice que como no
encuentras trabajo en tu lugar habitual lo que te ofrecen fuera va empeorando
por el mismo motivo, por tu necesidad de trabajar.
La experiencia muestra cómo
se busca la entrada de inmigración precisamente para realizar ofertas peores de
trabajo, con peores condiciones. El hecho cierto es que por toda Europa han
descendido los ingresos laborales, es decir, se ha empeorado económicamente (menos los políticos y directivos) y
se han perdido derechos allí donde los había con la excusa de la "competitividad",
que obliga, en última instancia, a muchos trabajadores a equipararse con los de
países de mucho menor desarrollo.
El
fervor nacionalista y antieuropeo crece con el argumento —como ocurre en Reino
Unido y en otros lugares— de que los trabajadores "extranjeros" son
la causa del desempleo juvenil. Muchas veces esos "trabajadores
extranjeros" son los jóvenes a los que se obliga a abandonar sus países
por falta de trabajo y se les habla de las bondades del sistema porque pueden
desplazarse por la Unión. Lo que no cuentan es el resto, el clima anti-inmigración, nacionalista, xenófobo, que se está
creando cuando en los diferentes países las condiciones empeoran. La crisis
económica desemboca en crisis política. Si todos los países tienen
cifras elevadas de paro, ¿a dónde desplazarse? ¿En qué queda la movilidad? Tienes derecho a moverte, pero puedes ser muy mal recibido si las cosas empeoran.
A nuestros jóvenes les han dicho primero que aprendan inglés, luego alemán, después chino (que ya no es de la Unión) y finalmente, como ocurre en Baleares, se apuntan masivamente al ruso para atender a los turistas que, eso sí, siguen llegando ante las gangas que les ofrece un país de saldos.
Las
cifras de desempleo "juvenil" son escandalosas pero hay que tener
cuidado: no son diferentes de las demás. La aceptación de que la juventud debe
recibir un tratamiento económico especial, a la baja, solo ha servido para
justificar el empeoramiento del primer empleo (y del segundo y del tercero) y
el de extender el concepto de "juventud" hasta más allá de los
treinta años para justificar ciertas prácticas. No traducen un problema "de los jóvenes", sino un problema del sistema en su conjunto.
En
España estas políticas comenzaron en los ochenta con la idea de que era mejor
estar mal pagado que desempleado. No era el "minijob" sino el
"minisueldo". Por debajo de ciertas cantidades, el empleo no es "atractivo"
y hay resistencia a abandonar los subsidios, que suponen una gran carga con
menor cotización. La respuesta, claro, es recortar los subsidios para hacer más
atractivos los minisueldos. Por eso se trata ahora de acabar con el salario
mínimo, una barrera que debe ser destruida. Es la recomendación del Banco de
España para favorecer la contratación, entre otros de los jóvenes. Para el Banco de España los jóvenes son un "colectivo con problemas".
Los
justificadores teóricos tienen respuestas para todo y enseguida desarrollan la
explicación de porqué eso debe ser así, algo que los demás no entienden muy
bien. Una analista de Bloomberg, preguntada ayer por Euronews, en su programa de "negocios", apuntaba a que en
los países del Sur, como ocurre en España o Italia, la gente es propietaria de
casas. Eso hace que los jóvenes vivan en casa de sus padres hasta edad avanzada
y que no quieran desplazarse. La evidencia que pone ante los ojos de todos
son esos empleos que Alemania ofrece y que nadie quiere cubrir por irse hasta
allí. No es la primera vez que escucho esa teoría. Quizá las familias deberían
dejar de dar de comer a sus miembros más jóvenes para animarlos a la emigración
y que Alemania, ¡por fin!, pueda cubrir esos empleos vacantes.
La desmoralización de los jóvenes ante las perspectivas de falta de empleo acaban repercutiendo en el sistema educativo. Otro de los argumentos que se señalan con insistencia es la desconexión entre la educación y las empresas. Es otro ejemplo de mala interpretación de la realidad, de negación de la causa de los problemas reales. Creen empleos, financien a las empresas, creen empresas jóvenes (que no es lo mismo que contratar jóvenes en las empresas) y ya verán cómo mejora el sistema educativo. Tendrán estímulos y el mejor es el trabajo con un sueldo digno. La conexión entre sistema educativo y laboral es natural y se basa en las expectativas. No sorprende el abandono escolar. ¡No echen las culpas de la crisis económica a los estudiantes porque es inmoral!
La
Unión Europa ha fracasado en su política juvenil porque nunca ha considerado a
los jóvenes más que como una fuerza barata de trabajo, repitiendo el error de
la mayor parte de los países. Es la consecuencia de un pensamiento puramente económico
y no social.
Hace bien Enrico Letta en pedir perdón por ello. No debe ser el
único.
* "El primer ministro italiano pide
perdón a los ciudadanos que tienen que emigrar" El País 2/06/2013
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/06/02/actualidad/1370187333_660217.html
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