Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Lo
único transparente son ya los espías. ¿En dónde han quedado aquellas tramas
oscuras y sinuosas de John LeCarré? ¿Dónde los topos y agentes con más dobleces
que una falda heredada?
El
espectáculo de un avión que sale de Moscú hacia La Habana en que los
reporteros le preguntan al Capitán si viaja en él el "espía" y este les
dice —entre risas— que no, que en el vuelo solo va lleno de periodistas, es un
momento de difícil encaje en la historia del espionaje moderno o antiguo. Las
fotografías del asiento vacío en el que debía viajar Snowden, el espía
franquiciado por Wikileaks, solo tiene paragón con la silla vacía a la que
Clint Eastwood entrevistó durante una alucinación "obámica" en el
mitin central republicano en la última campaña. Los periodistas no tenían que
haber perdido esa ocasión de oro y haber entrevistado al asiento vacío antes de
que tuvieran que ponerse los cinturones y poner el respaldo recto. Ocasión
perdida. ¿Cuántas personas son capaces de llenar un avión de periodistas? Es el juego del gato y el ratón sin que sepamos muy bien quiénes son unos y otros, quién juega con quien.
Snowden
ha pasado por China, por Moscú, pasará por La Habana, dicen —la ruta de la seda
de los espías—, y llegará a ese nuevo paraíso fiscal del espionaje que se llama
Ecuador, como si se tratara de un juego de mesa. Julian Assange se habría
quedado a tiro de cinco para llegar a la meta, refugiado en la embajada
londinense en donde la paciencia británica es puesta a prueba con unos cuantos bobbies vigilando las cestas de la ropa
sucia camino de la lavandería, no vaya a ser que las "sábanas blancas"
emprendan el vuelo y Rafael Correa salga a un balcón presidencial con un espía
cogido de cada mano, imagen por la que el presidente mediático suavizará sus
relaciones con la prensa. Un día es un día y nadie le hace ascos a una buena
foto, portada mundial.
El
espionaje ya no es, desde luego, lo que era. Del trío, han trincado al soldado
bajito y un poco acomplejado que sacó los materiales para que Assange los
difundiera con Wikileaks. Snowden dice que ya se metió en la CIA para espiar, lo que dice muy
poco de la CIA y de la sección de personal de la empresa. Esto pasa por
"externalizar" los servicios, como le ha ocurrido a Montoro con los
errores de las falsa venta de las fincas de la Infanta —aunque ya no sé qué es
lo que era falso si la venta o las fincas—, que tienes que ir rastreando a
ver quién ha metido la pata con los datos en algún punto del proceso.
Con el
espionaje informático a granel todos los demás parecen pequeñitos, pequeñitos,
hasta el chino y el ruso, que también se dedican a estas cosas pero no tienen a su servicio las grandes compañías del ciberespacio.
Hay gente que se siente más importante porque se ha
enterado que también le escuchan a él o dicen sandeces por teléfono para que se
fastidie el que esté escuchando. Obama lo ha terminado de arreglar con eso de
que no se preocupen los suyos, que solo
espían a los de fuera. Pero como los de fuera somos nosotros, pues protestamos
porque, total, ¿qué he hecho yo para que me espíe Obama? Y es que habrá quien
se figure que tiene a Obama con los cascos puestos todo el día al otro lado de
la línea. Por mucho que te expliquen lo del ciberespionaje, te lo imaginas a la
antigua, con los espías de antes, algo más personalizado. De eso queda muy poco.
En la
memoria descolocada quedan aquellas míticas imágenes de los intercambios de
espías en la oscuridad de la fría noche berlinesa, en el "Checkpoint
Charlie", con aquella frase mítica en varios idiomas: "You are
leaving the American Sector". Ahora el "american sector" es todo el planeta y no se sale de él. Los intercambios próximos serán en grandes
estadios cobrando la entrada. Los espías descubiertos podrán ser jurados en sus
respectivos países del reality
"American Spy" y sacarán su propia línea de gabardinas.
La permanente
escena del balcón de Julian Assange saludando a sus fans es la confirmación de
que el espionaje se ha convertido en un espectáculo de masas, que Snowden ha
confirmado con su loca huida. El espía discreto ha pasado a la Historia. Hoy lo
que se lleva es el espía escandaloso, el que llama la atención y da ruedas de
prensa, aquel del que todos hablan y está en la portada de todos los medios, en
el inicio de todos los noticiarios. Son espías con asesor jurídico y de imagen,
que firman fotos a los fans y conceden entrevistas.
Todo
sigue siendo muy extraño porque estos espías, defensores de las libertades de
los demás, se van siempre allí donde menos hay, en terrible paradoja. ¿No hay ya países libres a los que escapar? Ni China ni Rusia están libres de estas cosas
y aún peores, entre polonios y cárceles de disidentes. Estos espías no revelan
los secretos al "enemigo", se los revelan a todo el planeta. El
"enemigo" se da por contento con el desgaste al que se somete al
rival, con poder quitarle razones para poder seguir haciendo lo suyo sin que le recuerden sus propias violaciones. Es irónico
ver a ciertos países, indignados, pedir explicaciones por el espionaje cuando
tienen a sus ciudadanos como los tienen. Pero así es el mundo, una gran valla
publicitaria que presume de lo que carece.
No sé cómo estarán las apuestas en Londres sobre dónde está Snowden. Lo que sabemos es que de Moscú salió para La Habana un avión cargado de periodistas y un asiento vacío. Parece un thriller escrito por Derrida.
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