Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
funcionarios y trabajadores del Ayuntamiento de Talavera de la Reina acogieron
a los dos niños, de 11 y 22 meses, que bien alimentados y cuidados, sus padres
les dejaron por no poder atenderles como debían. Explicaron a todos que los
dejaban allí porque estaban en la calle, sin domicilio ni trabajo y no querían
hacer a sus hijos partícipes de ese peregrinaje del desamparo. Los funcionarios
lo entendieron. Cuidaron con cariño a los niños, jugaron con ellos, les dieron besos, nos dicen, y fueron después a la comisaría a poner la
correspondiente denuncia por "abandono de menores", siguiendo el
protocolo. No podían hacer otra cosa.
Los
padres fueron a una comisaría. Los agentes de policía que les
recibieron hicieron una colecta entre ellos y recaudaron setenta euros para que
los padres pudieran aguantar. Se les asignó un abogado de oficio, que los
acogió en su domicilio esa noche para que pudieran dormir bajo techo porque no tenían dónde ir.
No sé
si fue la decisión más acertada —estos casos siempre son más complicados—, pero para estas cosas no hay consejo asesor. Estás en la calle y desesperado. Ahora se discute —me imagino que por consejo legal— si los dejaron ellos o les dijeron que los dejaran ante la situación de los niños. Ellos
repiten que quieren a sus hijos, pero que no pueden soportar ir malviviendo con
ellos sin tener techo ni mesa. Todo el mundo, de los funcionarios a su abogado
y los policías, todos aquellos que tienen —siguiendo sus protocolos— que
tratarlos como presuntos delincuentes, como personas responsables de un
"abandono de menores", lo entienden y cada uno, en la medida de sus
posibilidades, ha tratado de paliar una situación que a los ojos de cualquiera
es un drama. Son las antípodas de la mujer que lanzó a su hijo recién nacido
por el respiradero de su casa hace unos días y fue rescatado entre tuberías por
los bomberos, un milagro de supervivencia tras cuarenta horas de llanto.
La
falta de elasticidad administrativa tiene una gran responsabilidad. La
solidaridad que todos han mostrado ante un caso de este tipo —padres sin
trabajo, sin casa, con dos niños— contrasta con el absurdo de que tengan
asignada una ayuda de 400 euros que no pueden recibir porque no tienen un domicilio
estable. La ayuda no les llega; no la pueden recibir. Ellos dicen que quieren una simple dirección, aunque sea falsa, para recibir la ayuda y volver con sus hijos. Me imagino que eso tampoco es una solución, pero es justo lo que nadie encuentra. Algunos estarán haciendo cálculos sobre qué es menos gravoso si "dar casas" o "retirar custodias".
El
despropósito de que a los más necesitados no pueda llegarles la ayuda es
realmente desconcertante, además de causar indignación. Es ilustrativa de que
hay algo que falla en el sistema, en la organización de todo esto, que su
diseño —tanto que se busca la eficiencia— no funciona como debe. La eficiencia
no puede ser que quien necesita la ayuda no la reciba y que quien no la recibe
sea acusado de un delito que no se produciría si la recibiera. Habrá que
adaptar los protocolos a las nuevas situaciones, los servicios a la necesidades
y no al contrario.
Espero
que este despropósito alcance en algún momento un punto de cordura, un espacio
en el que estas cosas no se afronten desde un formulario que rellenar, sino —mirando
a los ojos a los afectados, escuchando sus voces y razones—, desde la humanidad
que lo humano requiere.
Los
niños han sido "abandonados" —terrible palabra que empaña las circunstancias— porque no pueden darles lo que
necesitan. Pero los abandonados son también los padres, a los que se les deja
en la calle, sin ayudas, y se les exigen responsabilidades, por más que ningún
juez del mundo, con un mínimo sentido de la Justicia, les condenaría por ello. No
sé los motivos o circunstancias por la que los padres llegaron a esa situación,
ni los matices ni agravantes, pero la respuesta de las personas que los han
escuchados ha sido solidarias y no agresivas.
La
solidaridad con la que muchas instancias sociales y personas están respondiendo
a los estragos de la crisis en los más débiles es prueba de que existe un fondo
social positivo, que es lo más importante de un país, no pasar de forma
indiferente. Me irrito cuando escucho eso tan repetido de que "las crisis
son oportunidades" porque solo lo son para algunos. Para otros, en cambio,
no son más que el descenso de varios peldaños en su drama particular. No
confundamos al que juega en bolsa con el que se juega la vida cada día entre la
miseria y el abandono. Las crisis no son buenas, digan lo que digan. Solo lo
son si se sale de ellas.
La
televisión nos muestra, como contrapunto, la alegría de otros niños. La Federación
de Empresarios Campings ha montado una campaña de solidaridad para que las
familias con hijos y padres desempleados más de un año puedan disfrutar de unos
cuantos días de vacaciones en algunos de sus bungalows en mayo, junio y septiembre. Es la campaña "Bungalow
feliz". Es otra forma de ayudar.
Al
drama y tensión de no tener un empleo, se suma el dolor de los padres de estar "fallando" a sus hijos, de no poderles dar lo que les gustaría a todos, felicidad
y seguridad. Es el segundo drama, el silencioso, el que llega cada noche con el silencio y la oscuridad. Puede
parecernos una cuestión menor ante los casos extremos de tener que dejar a los
hijos con los funcionarios de un ayuntamiento, pero el dolor no siempre es
proporcional y no por eso deja de serlo. Puede que no tengan empleo y lo pasen muy mal, pero durante
unos días escucharán reír a sus hijos y los verán disfrutar, un bien preciado.
A la campaña"¡ni un niño sin vacaciones!" debería acompañarla otra, "¡ni un adulto sin empleo!", que sería "la Madre de todas las Campañas". Pero esa ya no esta en manos de los campings.
Los niños disfrutan dibujando a sus familias felices junto a lo que para ellos significa la seguridad: la casa. Dibujan a los familiares unidos junto a una casa simbólica que representa el cobijo material como la familia significa el psíquico. La buena idea de "bungalow feliz" es que puedan compartir, aunque sea unos días la tranquilidad de estar juntos y dedicados unos a otros, lejos de tensiones, aunque haya que aparentar por ellos, por los niños, que las preocupaciones desaparecen. Los niños de Talavera necesitan algo más que un bungalow, pero cada uno es bienvenido si ofrece lo que tiene. hacen falta muchas "casas felices" todo el año, no por temporada.
Hay
muchas otras formas de contribuir a reducir la angustia y el sufrimiento que nos
muestran que esta crisis puede ser combatida con solidaridad. Hace falta algo más, pero sin ella será más duro. Si a los estragos
de la situación económica se suman los estragos morales, cuando llegue de nuevo
la prosperidad vendrá teñida de egoísmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.