Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Nos cuentan
en un reportaje de RTVE* que el 40% de los españoles viven ya en municipios sin
salas de cine. Hay ya varias capitales de provincia que no tienen salas, como
Soria, y el día que se emite el reportaje cierra el último de Pontevedra.
Cuando paran a la gente por la calle para decirles que un cine va a cerrar,
todos muestran la misma cara de espanto: «¿qué va a cerrar el Roxy? ¡No me
lo puedo creer!» Pues sí, señora, créaselo. A cal y canto.
La
sangría de salas de cine es un mal irreparable. Voy todos los fines de semana
al cine de mi pueblo para que no cierre y se pueda mantener. Voy aunque las
películas sean comerciales, malas incluso, que las buenas ya me las pongo yo
después en casa para recuperarme. Es mi granito de arena.
No entiendo muchas veces la política que les
obligan a seguir ahora con la diversificación de las salas con la misma
película (normal, digital y 3D), porque desde que lo hacen, en vez de ir dos o
tres veces solo puedo ir una. Las distribuidoras presionan para que pongan las
películas así, me imagino. O lo tomas o lo dejas. Las distribuidoras recaudan
más (teóricamente) con la misma película, que se pone en más salas, pero los exhibidores
recaudan menos porque no tiene mayor oferta.
Pronto
vamos a hablar de las salas de cine como se habla de los urogallos, de los
linces, etc., de todos esos animales en riesgo de extinción, de los que solo
van quedando unos poquitos. Hasta que llegue un día en que un dominguero pase con
su coche por encima de la última hembra de la especie y se acabe el cuento.
Son
muchos los responsables de esto. Lo primero es la diversificación de las formas
de ver las películas desde que en los años cincuenta la televisión le hiciera
la competencia. Le hacia la competencia no solo con sus propios espectáculos sino
con sus propias películas que se podían ver sin necesidad de ir a las salas. El
mundo comercial nos quería en casa recibiendo anuncios. Todos los avances
tecnológicos posteriores nos alejaban de ellas, de las salas.
Hace
mucho que se perdió la magia de la sala a oscuras. Las nuevas generaciones no
son de estarse sentados mirando una pantalla, a menos que sea de ordenador o
móvil. Están acostumbrados a otro tipo de ocio, un ocio que no incluye al cine
y que se les elabora a la carta, para que no puedan escapar de él. La
experiencia máxima que tienen algunos es haber ido de pequeños al cine en
familia. Luego hay visitas esporádicas, en grupo, a ver algún estreno de esos
diseñados para el público juvenil y poco más. Todo lo que ven, se lo descargan.
Es su forma natural, el precio de la convergencia digital. La red es el centro
de su vida, su fuente de acceso al mundo. Lo que es bueno para unas cosas no puede
serlo para todo.
Distingo
el "cine" de las "salas de cine". Mientras podemos tener a
nuestro alcance todo el cine que seamos capaces de ver por unos cuantos euros a
través de DVD y Blue-ray o cualquier otro servicio, la sala se ha convertido ya
en un espacio extraño, distante. Ha perdido el encanto que tenía para otras
generaciones ir al cine. Rodeado de cines de barrio, para mí las tardes acaban
muchas veces en el cine, viendo programas dobles. Llegabas a casa y podías
seguir viendo viejas películas por la noche en el televisor. Los veranos eran duros sin cine,
hasta que finalmente pusieron en la urbanización una sala de esas con sillas
metálicas, suelo de piedra y te llevas tú el cojín por la cuenta que te trae.
En
muchas partes del mundo están proliferando los Festivales de Cine Mudo. Los
aficionados se pasan el año trabajando en la restauración de viejas películas
que serán estrenadas en estos festivales. Uno de sus alicientes son las
sesiones con la música interpretada en vivo. Pretenden reproducir las sesiones
de la época, con los músicos interpretando las composiciones que acompañaban a
los espectadores durante la proyección. Debe ser una gran experiencia.
Cuenta
el director Akira Kurosawa en su autobiografía que fue su hermano mayor quien
le introdujo en el mundo de las películas en la época del cine mudo siendo el
muy niño, con apenas nueve años. Su hermano escribía textos para los programas
de las películas extranjeras. Dice el director japonés:
Por esa época mi hermano dio in gran paso. Ya
no solo escribía programas de cine, sino que también se convirtió en narrador
profesional de cine mudo. El narrador no solo contaba la trama de la película,
sino que intensificaba el contenido emocional con la voz y los efectos de
sonido, y proporcionaba descripciones evocadoras de los acontecimientos y las
imágenes de las películas (como los narradores de las marionetas de Bunraku).
Los narradores más famosos eran estrellas por derecho, únicos responsables de
la clientela que tenía un cine determinado. Se formó un nuevo movimiento bajo
el liderazgo del famoso narrador Tokugawa Musei. Él y un grupo de narradores de
ideología pareja hicieron énfasis en la importancia de la buena narración de
las películas extranjeras que eran provechosas. Mi hermano se unió a ellos y
aceptó el trabajo de jefe de narración de un cine del suburbio de Nakano,
aunque se trataba de un cine de tercera categoría (123)**
Kurosawa
realiza una larga lista con las películas "que más le impresionaron" (120)** de la década entre 1919 y 1929, casi todas, señala, por recomendación de su
hermano. La primera que señala es "El gabinete del Dr. Caligari", la
joya del expresionismo alemán, y la lista sigue con los grandes directores.
Kurosawa nació en 1910; tenía por lo tanto nueve años cuando comenzó a apasionarse
por un cine que no era en absoluto "infantil", sino el cine que se
estaba inventando en todos los rincones cultos de mundo, el cine que había
interesado a todas las Vanguardias estéticas, del futurismo al surrealismo. Cine, sin más. Creció con un cine que crecía: Lubitsch, Wiene, Chaplin, DeMille, Ford, Griffith, Borzage, Sjostrom. Niblo, Gance... Cine...
Desde
que el cine se hace a la carta, ha perdido gran parte de su misterio, que era
descubrir, en mitad de una sala oscura, la vida, las miradas hipnóticas de
aquellos exagerados actores, las pasiones representadas, el exotismo de los
lugares imaginarios. El mundo era ingenuo y creía en las sombras. Hoy la
ingenuidad dura poco y, sobre todo, no es por descubrimiento, sino por programación
meticulosa.
Quizá
lo que el cine necesita es recuperar el consejo del hermano mayor, olvidarse de
la tecnología y recuperar la sencillez; transmitir la pasión por su propia historia,
por las viejas películas, enseñar a verlas, a dejarse seducir por esas sombras.
* Vídeo.
"Continúan desapareciendo salas de cine" RTVE 2/06/2013
http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/continuan-desapareciendo-salas-cine/1851409/
**
Akira Kurosawa (1998 2ª) Autobiografía.
Fundamentos, Madrid.
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