Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Egipto
recuerda estos días con manifestaciones y actos la muerte de Khaled Saied, el
joven bloguero asesinado brutalmente en Alejandría por la policía del régimen de Mubarak y
una de las referencias detonantes de lo que sería, unos meses después, la Revolución
del 25 de enero.
Han salido a la calle a recordar su memoria y a recordarse
ellos mismos que en algún momento hubo una revolución y que entre la salida de
Mubarak y el momento de volver a salir hoy a las calles, han ocurrido muchas
cosas, aunque no sea fácil ordenarlas ni mucho menos entenderlas o explicarlas.
Khaled Saied regresa hoy como algo más que un símbolo; lo hace como una presencia,
como una fuerza necesaria, como uno más en las manifestaciones pidiendo un
cambio.
Se han
producido ataques con heridos en las manifestaciones para recordar a Khaled. El
lema que sirvió para levantar a la gente en la revolución fue "todos somos
Khaled" y hoy, una vez más, los que se manifiestan se sienten como Khaled,
atacados. Es otro el gobierno, pero las víctimas del autoritarismo son los mismos, los que reclaman libertad, democracia real, modernización y justicia en Egipto. Señala el
diario Daily News Egypt:
“A number of members protested on the
anniversary of Khaled Saied’s death demanding his rights, they were attacked by
Brotherhood ‘militias’ 18 were injured in the clashes” said Mai Wahba, the head
of Tamarod media office.*
La noche anterior,
según trae hoy la prensa egipcia, la sede de Tamarod, la organización que está
realizando la campaña de recogida de firmas pidiendo la dimisión del presidente
Morsi, fue asaltada e incendiada. Tamarod se ha propuesto conseguir más firmas
que votos consiguió Morsi en las elecciones y llevan camino de conseguirlo.
Tienen siete millones y eso está poniendo nerviosa a la Hermandad. Pero sobre
todo están consiguiendo que la denuncia por la ocupación islamista de las
instituciones y su uso partidista no cese, que el malestar se canalice y concrete. Es un recordatorio constante del incumplimento de Morsi y de la falta de rumbo.
La
llegada al poder de los Hermanos Musulmanes se da en unas circunstancias
políticas insólitas, como un rebote por la actitud mantenida por la Junta
Militar, sostenedora del régimen, que presentó un candidato para poder mantener
el control de la sociedad desde un nuevo presidente. Eso produjo oscilaciones
del voto ante la perspectiva de que la revolución trajera a los mismos contra
los que se había alzado, a los militares. Los beneficiados han sido los
islamistas que vieron cómo se les ponía en bandeja un poder que ellos habían
proclamado una y otra vez no desear, en uno de los ejercicios de cinismo
político más clarificadores de su forma de actuar. Los islamistas no solo
quieren el poder; lo quieren todo y para siempre.
Las
protestas en Turquía por la actuación del gobierno de Erdogan se entienden
mejor si se piensa que los islamistas trabajan con distintas velocidades y
métodos, pero siempre con un fin: el control social absoluto. La raíz del
problema es que no existe para ellos la idea de conciencia individual y esa es
la esencia del pensamiento democrático, porque lo es también de la razón. Por
el contrario, en este pensamiento político-teológico, la razón no es más que
una muestra de soberbia, un ejercicio de rebeldía orgullosa frente a la idea de
comunidad y sumisión a los "guías". La "palabra" está dada, el camino mostrado. Por eso el
gran enemigo es siempre el pensamiento autónomo, el que no reconoce el "imperio
de la palabra" sobre él y comete el acto punible de la discrepancia o
la negación.
Es muy
difícil entender las situaciones de los países musulmanes y su situación
política si no se comprende que el pensamiento democrático se enfrenta allí a
varias formas de autoritarismo que han estado luchando entre sí, que las viejas revoluciones acabaron asegurándose el control autoritario de la sociedad porque no creían
en ella como una fuerza dinámica y poseedora de derechos que respetar sino
como algo sobre lo que ejercer su poder y dominar.
Lo
preocupante es el futuro de los que luchan por abrirse camino entre las dos
formas de autoritarismo intentando establecer unas democracias que hagan
prosperar a sus pueblos y que, sobre todo, permitan la aparición de personas
libres y tolerantes, sin el escondido deseo de controlar a los demás y
perpetuarse en el poder.
Hay una
generación egipcia, como la hay en otros países musulmanes, que tiene por
delante la dura tarea de enfrentarse al integrismo y la necesidad de mantener
la fe en que es posible construir unos países más justos, más cultos y más
libres. Es una labor titánica porque están distorsionados los sentidos de la
justicia, de la cultura y de la libertad.
No va a
ser fácil cambiar el rumbo. Parte de la inestabilidad del país es la
resistencia a los movimientos de islamización de los que difícilmente se sale
pues tenderán a controlarlo todo. La
otra parte es la inoperancia absoluta del gobierno en casi cualquier asunto. En
casi un año al frente del país, Morsi y la Hermandad Musulmana ha mostrado
sobradamente sus carencias políticas y diplomáticas y, sobre todo, ha mostrado
las cartas de su futuro, la jugada que piensa aplicar en Egipto si nadie se le
resiste.
El
regreso de Khaled Saied es un recordatorio de la gente que ha caído por el
camino, pero también lo es de que la gente no olvida que los objetivos que
llevaron a la Revolución no se han cumplido y que quienes están en el poder no
los van a cumplir.
*"Tamarod
attacked twice overnight" 7/06/2013 Daily News Egypt
http://www.dailynewsegypt.com/2013/06/07/tamarod-attacked-twice-overnight/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.