Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
telediario de RTVE de esta misma mañana nos ofrecía dos reportajes
"turísticos". El primero de ellos nos hablaba de las ventajas de
alquilar barcos en vez de ir a hoteles o alquilar apartamentos; se nos daban
precios, coste por persona, el precio de alquilarlos con patrón y todo lujo de
detalles sobre sus ventajas. No era, se nos decía, algo "de ricos",
como habitualmente se piensa, sino que hay barcos para todos los bolsillos. Se
entrevistaba al presidente de una asociación de "empresas náuticas"
que nos hablaba de las bondades de este tipo de turismo. Mientras lo veía, me
venían al recuerdo las recientes imágenes de los barcos estrellados en las
costas de baleares porque los inexpertos navegantes tuvieron pánico ante el
temporal y se dirigieron hacia la costa, lo contrario de lo que debían hacer. Por supuesto, todo esto ni se
mencionó. Se trataba de vender bondades y no peligros, La explicación —todo la
tiene— era la falta de conocimientos de los osados. Nada que no se puede
corregir con un buen cursillo o contratando un patrón con experiencia.
El otro
reportaje nos hablaba de lo interesante que resulta hacer turismo de bodegas,
una variante en la que gente —nacionales y extranjeros, llegada de todos los
puntos— recibían una explicación por parte de una guía sobre el proceso de
elaboración del vino y se pasaba poco después, de la historia y la teoría, a la
práctica, es decir, a la degustación (y compra, supongo) de los ricos caldos.
¿Qué
sentido tiene incluir estos reportajes —en realidad, "publirreportajes"—
en los telediarios? No tienen nada que ver con las "noticias", en
cualquier sentido que le demos a la palabra. Son meros espacios publicitarios,
venta de posibilidades turísticas.
El
calor es una mera excusa para mostrarnos playas y terrazas de chiringuitos. Los
reporteros se trasladan a distintos puntos de la geografía costera para
decirnos que la gente "combate el calor" a base de cervezas y
refrescos, de baños. Las piezas son idénticas, un modelo repetido, una
"alternativa" al calor.
El
turismo de interior, cultural, etc. recibe también sus inyecciones promocionales.
Hay que equilibrar para que nadie se sienta olvidado. Dentro de lo posible,
claro, pues me imagino que la competencia para lograr esos espacios en los
informativos, entre noticias y deportes, debe ser feroz.
Esto ocurría en una cadena nacional, pero ¿qué ocurre en las autonómicas? Estas ya han asumido que su tarea es promover el turismo en la zona. Los programas, por ejemplo, de gastronomía abundan. Muchos de ellos se realizan desde restaurantes que consiguen así una promoción extra.
Los
medios son colonizados (con mucho gusto, en la mayoría de los casos) por el
sector turístico; se convierten en escaparate promocional.
Las
luchas entre sectores pueden llegar a ser encarnizadas y sutiles. La reacción ciudadana
contra los pisos turísticos, que ha acabado llegando a la política exigiéndoles
acción (como en Sevilla, cortando el agua a los pisos turísticos ilegales),
podemos entenderla también como una lucha desde los sectores organizados (y
legales) de la hostelería contra el "intrusismo" de aquellos que
compiten contra ellos. Los apartamentos turísticos afectan a la oferta oficial,
la de los sectores hoteleros, que ven reducida su presencia ante la
proliferación de esa otra oferta competitiva. Mucha de esta oferta se debe a
particulares que tratan de conseguir ingresos amortizando la inversión
inmobiliaria que realizaron. Ante la falta de perspectivas de otro tipo de
ingresos, muchos propietarios han decidido ofrecer sus apartamentos en las zonas
turísticas, sus segundas viviendas, para obtener ingresos, Eso afecta
directamente a los negocios hosteleros.
Los
medios se hacen eco de esa lucha y proliferan los reportajes sobre los perjuicios
causados por la elevación de los precios de la vivienda y los alquileres en
zonas como Baleares, Canarias o ciertas ciudades en donde el crecimiento ha
sido exponencial. La promoción turística la hacen unos y otros se llevan el
beneficio. El resultado es ese señalamiento informativo acusando a los
descontrolados, haciéndoles responsables. Lo son, pero quizá solo de la mitad,
pues la otra mitad ya está causada por el turismo como desarrollo que mata
otras posibilidades evitando la diversificación.
En estos días, para contrarrestar los efectos negativos, los gabinetes de comunicación de los sectores y empresas turísticas se esmeran en los dobles mensajes, los positivos son sobre lo bien que le va a España con el turismo, ponderando los ingresos, puestos de trabajo creados, evitando señalar la baja calidad del empleo, su estacionalidad y que vas a la calle en cuanto que se terminan puentes, festivos y vacaciones. Los negativos se centran en los efectos del intrusismo, de todas estas formas que proliferan disputando a los grandes sectores su mercado. Es una lucha feroz que puede seguirse a través de las inserciones en los medios.
Las
patronales controlan en gran medida el flujo de informaciones —suelen ser grandes
anunciantes— y consiguen crear la agenda mediática turística. Han ido modelando
a los medios para que exista una oferta constante que se inserta de forma más o
menos sutil. Esto no es nuevo, pero nunca había sido tan intenso, lo que es seña
de la lucha encarnizada en el mercado.
La
estrategia en la cuestión de los pisos turísticos no busca tanto devolver la
paz a los vecinos y hacer que bajen los precios de los alquileres, sino que esa
competencia desaparezca. Entonces los políticos toman medidas porque "los
ciudadanos las exigen".
Estamos empezando a ver con cierta claridad el mundo "turístico" que no espera por delante si no se busca un equilibrio que permita aparecer posibilidades más extendidas de trabajo, menos estacionales, precarias y tan mal pagadas. No podemos acostumbrarnos, dar por bueno, la firma de 10, 20, 30 o más contratos de trabajo porque te contratan y te despiden en un fin de semana. Hace falta algo más que la "turistización" de los espacios como alternativa obligada en pueblos y ciudades, con una inflación galopante que nos impide vivir, por lo que dejamos de ser útiles para el consumo, que es lo que se deja al turista. Lo tuyo es atenderlos y estar mal pagado.
Hemos vuelto a una nueva versión en color de "¡Bienvenido, Míster Marshall!", pero en clave turística. Los medios nos ofrecen nuevas posibilidades de volver al campo como alternativa ante la oferta de algún tipo de empleo estable.
Un
reportaje de los estudios para pastor, en el que unos pocos jóvenes aprenden lo
necesario para la profesión nos ilustraba el fin de semana pasado. La vuelta al
campo se ve como la única alternativa al desempleo o al "mal empleo".
Habría que modernizar el campo, lo que ha quedado como "España
vaciada", para que esas posibilidades se conviertan en empleos productivos
y rentables.
Los
medios empiezan a ofrecer reportajes en los que se plasma del descontento frente
al fenómeno turístico, cada vez más expansivo y con más efectos directos y
secundarios sobre la población. Las gentes empiezan a protestar por lo que ya
consideran una invasión inflacionista en toda regla. Como no puede haber un
país con dos precios, es el más alto el que se impone a todos. Los inversores,
los que compran para hacerse con el negocio, son distantes y no tienen muchos
miramientos.
Los
conflictos que hoy vemos en los medios y en la calle se irán agravando a corto
y medio plazo. Es en los medios donde se escenifican los enfrentamientos de
intereses y el abandono. Hacen falta políticos capaces de enfrentarse al
problema real, lo que significa que habrá presiones sobre ellos o, simplemente,
serán financiados en sus campañas por los sectores interesados.
Los ataques (todavía) incruentos contra los turistas que llegan son solo la punta del iceberg de los intereses y conflictos en marcha, del profundo malestar que ya es imposible controlar. Hay muchos conflictos e intereses en esa lucha, pero también algo incuestionable, que es deterioro de la vida laboral, de la vida social restringida por la precariedad y por las ambiciones insolidarias. Esto no es una cuestión meramente de "emprendimiento"; lo es de un profundo desequilibrio en el desarrollo, donde los intereses y la negligencia de los partidos e instituciones, rendidas a lo fácil ha sido una puerta abierta al desastre que vivimos.
Los medios siguen intentando mantener un triunfalismo de la cantidad, mientras los políticos modifican las formas de contar el desastre para que parezca menos. Pero la realidad es tozuda y los meses largos para tan poco sueldo. Las repercusiones sobre la emancipación, sobre la natalidad, sobre el empleo, etc. están ahí y no se puede convencer ya a la gente que es una mala racha.
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