Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
historia humana es la del descubrimiento de la faltada de autenticidad de su
propio mito. Los filósofos hablan de "revoluciones", de la que supuso
descubrir primero que no éramos el centro del universo, que no todo giraba a
nuestro alrededor sino que éramos un planeta más girando alrededor de una
estrella, el Sol. La segunda bofetada a nuestra autoestima fue el
descubrimiento de que no éramos una especie única, al margen de los demás seres
vivos, sino que estábamos en la familia animal como un pariente más, que nuestros
antepasados eran simios y ya que nosotros lo hemos sido. Hubo que etiquetarlo
todo de nuevo y ponernos en el árbol evolutivo junto a otros con los que compartimos
casi todo el ADN, una molesta evidencia para algunos. Dicen algunos que la
tercera bofetada fue la idea que nuestra poderosa razón tiene sus sombras, sus
zonas oscuras. Eso provenía de los avances en psicología cognitiva, en comprender
cómo funciona nuestro cerebro, cómo toma sus decisiones y el extraño fenómeno
de la consciencia y sus confusas relaciones con la parte no consciente, que es la
que toma las decisiones antes de que se formen en la consciencia. ¡Todo un poco
raro!
El
efecto conjunto, claro está, es quitarnos un poco más de esa
"diferencia" esencial con la que nos hemos revestido durante siglos y
que nuestro autoconocimiento —eso sí— va poniendo en un lugar extraño, lo que
provoca distintas formas de negacionismo tratando de restituir al ser humano a los
tronos de los que ha sido desalojado. A algunos, todo hay que decirlo, no les
sienta nada bien el cambio.
Para acabar (por ahora) de completarlo, leemos en la sección "Una mirada europea", la dedicada a reproducir artículos de la prensa continental, uno titulado "La moral fluctúa a lo largo del año y puede afectar a las elecciones o a los tribunales, según un estudio", firmado por Thomáŝ Karlík, de la Česká televize, de Chequia. La noticia nos dice lo siguiente:
La moral humana se entiende como algo permanente, fijo, incluso granítico. Pero una nueva investigación, en la que se han analizado los datos de un cuarto de millón de personas a lo largo de una década, ha puesto de manifiesto la variabilidad de los valores morales según las estaciones del año. Según los autores del estudio, estos resultados podrían tener importantes implicaciones para la política, el derecho y la sanidad, incluido el calendario electoral y judicial.
La aceptación de determinados valores morales fluctúa en función de la estación del año. Así lo demuestran estudios realizados en Estados Unidos, pero también investigadores de Canadá y Australia han hallado resultados similares. "Los valores morales que fomentan la cohesión del grupo son más fuertes en las personas en primavera y otoño que en verano e invierno", resumió Ian Hohm, autor principal del trabajo.
"Los valores morales son una parte fundamental de la forma en que las personas toman decisiones y se forman opiniones, así que creemos que eso puede tener toda una serie de implicaciones", añade el psicólogo. Desde 2009, su equipo ha venido recopilando los resultados de encuestas en un sitio web especial que medía la valoración que la gente hacía de cinco valores morales: lealtad, autoridad, pureza moral, solidaridad y justicia.
Los autores del estudio describen la lealtad, la autoridad y la pureza moral como valores "vinculantes". Es esta "santísima trinidad" la que promueve la adhesión a las normas del grupo y garantiza el funcionamiento de las sociedades. También están estrechamente alineados con el conservadurismo político moderno. El cuidado y la justicia, por su parte, pueden considerarse valores más liberales que se centran en los derechos individuales y el bienestar. La investigación ha demostrado que todos estos valores guían los juicios de las personas sobre lo que está bien y lo que está mal.*
Los resultados del estudio son un nuevo mazazo a la "esencialidad" humana, al su creencia en lo estable de estas cuestiones que resultan estar afectadas por las variaciones estacionales.
Hay algo tan interesante como el efecto estacional, que es la división en dos tipos de valores, los que refuerzan el grupo y los que afectan al sentido de la individualidad, es decir, los que afectan al sentido de uno mismo frente a lo social, por decirlo así.
En el artículo se centran en las variaciones que puede suponer el momento para ciertos procesos. Por ejemplo: ¿cómo afectaría a unas elecciones realizarlas en periodo u otro? o ¿cómo afectaría a la resolución de un juicio hacerlo en primavera o verano?
¿Tanto afectaría el cambio? Los resultados de los estudios ven variaciones sensibles. Unas elecciones como las presidenciales norteamericanas, por ejemplo, ¿podrían variar sus resultados según el periodo estacional? Imaginemos a un Trump exigiendo la repetición en una estación diferente, por ejemplo. Con estos estudios en la mano, las propuestas en cada momento, más conservadoras o más liberales, tienen una mejor o peor fortuna según cuando se pregunte.
La cuestión, una vez enunciada, no necesita ser verdadera, solo ser creída, lo que también puede depender de la época del año.
Se nos abre, además otra cuestión, la del cambio climático. ¿Cómo nos afectará más allá de lo obvio? ¿Está ya afectando?
En España, por ejemplo, está cada vez más aceptado —nos guste o no, están los números— el aumento de la violencia de género en verano. ¿Podemos aceptar que aumente la violencia pero nos cuesta aceptar que pueda cambiar algo que consideramos "estable" como la moral?
Como seres humanos, no es fácil que asumamos nuestros propios cambios. Siempre creemos ser los "mismos", pensar lo "mismo" y solo podemos percibir nuestros cambios en el largo plazo, cuando nos pensamos en la distancia temporal o nos encontramos con pruebas objetivas del cambio. Otras veces, la noticia del cambio nos llega desde fuera... y solemos negarla, nos parece que nos juzgan mal.
¿Pero nos es aceptable un cambio estacional? ¿Es un golpe bajo de la Ciencia a nuestra autoestima estable? En un reciente número de una revista dedicado a "El cerebro social" se habla de un rasgo completamente humano, el autoengaño. De las muchas formas que usa el autoengaño, quizá la más importante sea precisamente la que nos hace creer en nuestra invariabilidad, en nuestra constancia, parte del mecanismo de construcción de la identidad.
¿Relativiza esto la moral? En absoluto. Que podamos estar sujetos a valoraciones distintas en diferentes momentos, no es solo una cuestión estacional. El cambio es humano, por mucho que nos empeñemos. Otra cuestión es, en el plano individual, sus consecuencias para las acciones. ¿Son tan amplios los cambios que hacen de nosotros un Dr, Jekyll y un Mr. Hyde? Como siempre, los habrá más volubles unos que otros. Aceptamos de antiguo los cambios estacionales sobre los cambios de humor, pero nos sorprende que ahora nos hablen de la "moral", que creíamos por encima de esto.
Hay algo que nos ofende en esto de depender de los factores climáticos o estacionales en cosas que creemos al margen, exclusivamente "humanas" o "culturales", "superiores". Nos parece que la distancia entre naturaleza y cultura está clara y que avanzar es alejarnos de la primera. ¡Tremendo error! No creo que podamos alejarnos de lo que somos ni de lo que estamos hechos. Nos dicen que somos, como casi todo lo vivo, seres variables en cosas que no pensábamos. Y sin embargo lo somos. Habrá que hacerse a la idea, que no a los hechos, y quizá reservar ciertas decisiones para otro momento.
* "La moral fluctúa a lo largo del año y puede afectar a las elecciones o a los tribunales, según un estudio" RTVE.es / Česká televize 22/08/2024 https://www.rtve.es/noticias/
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