Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Desmentidos
de que Yolanda Díaz no ha viajado en Falcon para ver a Puigdemont, de un tsunami en
Almería que resulta ser un temporal en Tenerife en 2018, de inundaciones viejas
que pasan por nuevas... ¿El futuro de la información son las noticias falsas,
las fake news? Los medios dedican ya una parte de su plantilla a desmentir:
unos informan temerosos de ser engañados, mientras que otros verifican y desmienten.
Eso es el futuro y gran parte del presente.
El
sistema vertical de la información, con una clara separación entre agentes,
medios y receptores permitía llamar "mentiroso" a un medio si se
comprobaba que sus informaciones eran falsas, Hoy tenemos medios falsos que
lanzar noticias falsas que millones de personas reproducen convertidas en
cómplices. Tenemos medios que tratan de ser veraces ante la indiferencia de los
que prefieren un engaño a la carta. Tenemos "explicadores", que son
esas personas que nos explican el sentido de lo que otros hacen (como nuestros
políticos), que elaboran sus informaciones desde sus propios preceptos.
Tenemos, en fin, un mundo extraño por el que discurrimos, como el caminante del soneto de Charles Baudelaire por aquel sendero en el que los árboles le hablan con un lenguaje olvidado que no logra entender. Nuestra variable del soneto es que los árboles nos hablan en lenguajes que sí entendemos pero en el que no sabemos ya qué creer.
¡Qué poco se parece la sociedad de la información a las primeras visiones que de ella se tenían, a los augurios de una época de diálogo universal, instantáneo de expansión del conocimiento, del compartir recursos...! No digo que no haya de esto, sino de cómo el triunfo ha sido finalmente de los vicios de siempre apoyados en las tecnologías nuevas.
Hoy medios y profesionales de la información sufren en el debate interno de a qué palo quedarse, si al de la mentira y la desinformación, al de la trivialidad masiva o al de la pobre noticia confirmada por más de una fuente, en un mundo en donde de lo que no te puedes fiar precisamente es de las "fuentes", salida de los discursos preparados por gabinetes de expertos en retórica y en el nuevo terreno bélico de la información. Cada comunicado, cada declaración, etc. es un artefacto explosivo destinado a destruir o reparar una "imagen".
Los
periodistas mueven los micrófonos como se mueve la cabeza en un partido de
tenis sin descansos atendiendo a los numerosos comunicados, ruedas de prensa,
comparecencias, etc. a las que se les reclama. Es a ellos a los que hay que
convencer para que se recele menos; la etiqueta del medio es importante para el
aumento de la credibilidad, el valor en crisis.
La
Sociedad de la Información es también la Sociedad de la Desinformación. Lo que
se refiere a la circulación de señales por los circuitos creados es indiferente
a la verdad o falsedad de lo que circula. Pero desde el punto de vista sociocultural,
la diferencia entre la verdad, la mentira o la creación de lo inexistente es
esencial. La mayor parte de nuestros conocimientos no proceden de la
experiencia propia sino de lo recibido como unidades informativas. Los mensajes
llegados nos amplían el mundo, cambian nuestra perspectiva y determinan
nuestras actitudes y comportamientos. Vivimos jerarquizando la credibilidad que
concedemos a los agentes que nos hacen llegar informaciones en una red que
incluye de los parientes cercanos, las personas de nuestro entorno social y
laboral, la escuela y demás instituciones educativas... hasta llegar al mensaje
que nos entra por el móvil. Putin reescribe los libros de texto para cambiar la
"verdad" de un Stalin más asequible y una guerra más "necesaria"
para "salvar" a los invadidos. Para los adultos propaganda, para los
niños manuales escolares.
Puede que esto haya estado presente a lo largo de la Historia, pero lo cierto es que nunca hemos tenido tanta información, tantos medios de distintos tipos, como tenemos hoy. Del libro, que posibilitó, la duplicación, distribución y almacenamiento a la sociedad multimediática que nos envuelve y reclama nuestra constante atención. Hemos pasado en poco tiempo del pregonero en la plaza, de la lectura del periódico en un café... a tener en un teléfono acceso a todo el planeta, a todas las fuentes y noticias, a un inmenso entorno informativo que nos exige respuestas y reacciones.
La otra cara de este crecimiento de la desinformación es la producción de un tipo de audiencia que se deja llevar, que busca reforzar con la información su propia radicalidad. Es en lo que se basa ese populismo creciente, en la necesidad de la mentira refuerzo, la que los sujetos aceptan de buen grado porque coincide con sus propios prejuicios ya establecidos. Este aspecto es cada vez más preocupante. No hay aspiración a conocer la realidad, sino deseo de recibirla deformada, a nuestro gusto. Para eso se nos estudia, se analizan nuestros rastros digitales segundo a segundo.
Hoy la mentira se ha convertido en la norma en muchos regímenes políticos en los que se vive como en una burbuja, creyendo firmemente en los que se les dice y se cortan los lazos con el exterior. La tentación ha llegado a los países democráticos y eso hace todo más complejo porque es parte de la democracia informar bien sobre una realidad que quiere acercarse a la verdad o a algo que se le parezca. Pero entre la imposibilidad de una verdad última y una mentira intencionada sigue habiendo mucha distancia.
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