viernes, 15 de abril de 2022

Fábula del buque hundido

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Cada día tenemos nuevos ejemplos de la forma en que se maneja la información y de cómo la realidad se nos hace más difusa, confusa y sospechosa. ¿Nos volveremos descreídos o paranoicos? ¿Acabaremos indiferentes ante lo que se nos muestra o nos volveremos beligerantes y militantes, seguidores de hechos que no tenemos forma de corroborar? ¿Habrá que esperar decenas de años, a que no le importe ya a nadie para saber la "verdad" de algo? ¿Estamos condenados a poner comillas en todo lo escribimos y en duda todo lo que pensamos y decimos?

El caso del flamante navío ruso hundido, el Moksva, nos vuelve a situar en el filo de la duda ante las versiones contradictorias. Todos están de acuerdo en que el barco se ha hundido. Eso ya es algo, pero una vez pasado este punto de lo innegable, todo se revuelve y resiste a ser aprehendido, confirmado.

La versión rusa es que en el buque hubo un incendio y explotó. ¡Qué fatalidad! Les falta precisar las causas del incendio. Dicen que están investigando lo que le pasó. Por lo pronto, el barco se ha hundido sin intervención humana, especialmente ucraniana.

El empecinamiento es una de las armas decisivas de la guerra. Cada vez que pasa algo negativo, es por la casualidad o por la fatalidad, que son dos teorías dispares, pero con los mismos efectos. Ya sea porque no tenías que estar allí o porque solo podías estar allí, el hecho es que te ha tocado. El buque está en el fondo del mar, que no es el lugar más adecuado para un buque estrella de la armada rusa.


La versión ucraniana es muy distinta. Son ellos los que han atacado al buque y este, como resultado, se ha acabado hundiendo haciendo inútiles los esfuerzos de los que lo remolcaban para salvar el honor patrio.

Desde el punto de vista militar, no sé qué es mejor si que los barcos exploten solos o que lo hagan a causa de las bombas, torpedos o misiles enemigos. Es como si dijeras que todas tus bajas son suicidas o que han tropezado y se les ha disparado el arma. Que se te hunda solo el barco estrella es malo, que lo haga en mitad de una guerra es pésimo. Decir que no sabes por qué se ha hundido o por qué se ha producido una explosión de toda la munición a bordo es un poco raro y lo raro se paga en las guerras peor que lo normal.

No hay nada positivo en que se te hunda un barco, desde luego. Lo peor, claro está, es que lo haya hecho ese enemigo al que dices tener controlado, en tus manos. Pero, ¡qué fatalidad!, explota, se incendia y se hunde solo.

Las guerras se pierden por este tipo de casualidades, malentendidos, inexplicables sucesos. Si la invasión rusa era una maniobra militar especial, el hundimiento del barco requiere de algún eufemismo que aleje la sombra de la ineficacia o del mal fario, dos terribles explicaciones.

No sé hasta qué punto los rusos creen en este tipo de situaciones inesperadas o si están empezando a dudar de las versiones oficiales que su presidente les concede como acceso a lo que ocurre al otro lado de la frontera. Me imagino que los que tienen dudas lo mantienen en silencio ante el temor de lo que pueda ocurrir. En un sitio de verdad oficial inamovible, dudar se penaliza con dureza. Pero no es fácil perseguir la duda, que tiende a esconderse muy en el fondo.

Para los ucranianos, el hundimiento del buque de guerra es un gran éxito, tanto si han sido ellos como si ha sido el destino o la ineptitud. Lo importante es que se ha hundido y que ya no lo sacan del fondo hasta la próxima guerra y eso si merece la pena repararlo. El buque ya había tenido sus raciones de sembrar muertes por esas aguas del mundo, que era lo suyo. Ahora descansa merecidamente en el fondo del mar.

Esta guerra es de afirmaciones y negaciones. Los ucranianos están abriendo las fosas comunes y sacando cadáveres para documentar los crímenes cometidos por las tropas durante la ocupación de pueblos y ciudades. Las atrocidades, negadas todas por los rusos, se acumulan. Los testimonios orales, los documentos gráficos, los cadáveres, las violaciones y torturas... Parece que Rusia no ha escatimado medios de destrucción en esto que cada vez se parece menos a una guerra y se asemeja más a una rabiosa y cruel venganza.

¿A qué viene esa sistemática destrucción de un país, a qué viene arrasar objetivos civiles, la industria, los edificios vecinales, las escuelas, hospitales, maternidades... todo? ¿Qué esperan que ocurra con Ucrania reducida a cenizas?

Está la "locura de la guerra", pero también la "guerra de la locura". La guerra es mala, sí, pero necesita un punto de racionalidad en sus objetivos, algo que entender, aunque sean objetivos mezquinos. Pero esta guerra no solo tiene objetivos mezquinos, sino que es mezquina en sí misma. Es solo destrucción sin beneficio alguno y con un coste enorme para todos, especialmente para Rusia, más hundida cuanto más destruya.


Rusia se ha convertido en un monstruo irracional, amenazante para todos aquellos que tienen fronteras con ella, lo que se ha convertido en una maldición geográfica. Nadie entiende el sentido de esta guerra, una guerra anacrónica de destrucción. Es como si Rusia se hubiera despertado de un sueño de décadas, de siglos, y practicara una forma de política bélica que nadie en su sano juicio practica hoy.

¿Ha sido un error, un problema mal enfocado? Ahora extiende sus amenazas a otros países, en una progresión hacia el desastre europeo, mundial. ¿Qué pretende? Eso es lo que más asusta, esa espiral irracional de amenazas a países con los que está obligado a convivir y con los que solo mantiene ya una relación de amenazas.


¿Cuánto tiempo puede mantener el gobierno ruso su velo sobre el pueblo ruso? Quizá nos estemos equivocando y ese apoyo masivo que se nos dice le dan a Putin sea cierto, que quieren creer que los buques se les hunden solos, que sus ejércitos buscan "liberar" a Ucrania de "nazis", "gais" y "terroristas", que sus generales muertos en el frente lo hicieron por patologías previas, que los soldados caídos no regresan a sus casas porque hacen turismo por Europa o cualquier otra excusa que se quiera creer.

Esto no es una "guerra de temporada". Cuanto antes nos demos cuenta y ajustemos nuestras economías y suprimamos las dependencias energéticas y de todo tipo con Rusia, antes estaremos mejor protegidos ante algo que no conseguimos explicar o entender. Pero nadie se para a preguntar al tigre por qué te persigue; simplemente se corre hasta ponerse uno a salvo. Podemos pensar que lo de Ucrania es una cosa "entre ellos", "viejas rencillas" que no va con nosotros. Terrible error. Rusia lleva mucho tiempo tanteando las situaciones bélicas, con vuelos sobre países que no debía sobrevolar y operaciones en espacios con los que se ha ido haciendo militarmente, como ha ocurrido en Siria. Lo de Ucrania no es una excepción, sino la continuación de una línea agresiva cada vez más clara.

Podemos cometer el error de querer verlo como una cuestión local, creer que esto se acaba pronto y volveremos a la normalidad. Desgraciadamente, esto es muy diferente a lo de la pandemia, la "nueva normalidad" y la sonrisa sin mascarillas. Aquí no habrá ya normalidad.

Puede que no lo acabemos de comprender, que no sepamos a cuento de qué viene este cambio en nuestras vidas. Pero, como el barco hundido, lo cierto es que está en el fondo. Puede que algún día lo aclaren los historiadores, pero no es lo urgente. Lo real es que el Moskva está en el fondo del mar.

¡Solidaridad con el pueblo ucraniano!



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.