Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Quizá
sea el sino de la Unión Europea estar en el filo de la navaja, en constante
equilibrio entre fuerzas interiores y exteriores que buscan su debilitamiento y
hasta destrucción, conforme a la radicalidad de las propuestas que en cada país
se ponen encima de la mesa en cada elección.
Es el
sino democrático frente al modelo autoritario que Rusia y su federación representan
hoy en día. Frente a los gobiernos títere de los aliados rusos, Europa propone
un modelo muy distinto, en el que se dan conflictos entre instituciones y
países y entre países mismos en cuanto que existen discrepancias sobre qué
políticas seguir. Rusia "resuelve" sus discrepancias con invasiones y
anexiones, como estamos viendo hoy mismo en Ucrania, a la que Rusia considera
"suya", un "territorio invadido" que va recuperando en cada
mordida, de Crimea al Dombás.
Europa,
por su parte, está sujeta a fuerzas centrífugas, como las que determinaron el
Brexit. Las opiniones públicas de cada país se ven sacudidas, muchas veces
manipuladas, presentando los problemas nacionales como conflictos con Europa.
Es la línea seguida por los "populismos" de diverso pelaje que han
reivindicación de un nacionalismo aislante, de una renegociación permanente que
actúa sobre la estabilidad de Europa. Los efectos perjudiciales del Brexit
sobre Reino Unido, cuyas colas kilométricas de camiones ante el Eurotúnel se
nos muestran hoy, no han sido suficientemente explicados.
Desde
el punto de vista de la educación europea, parece que se ha llegado a alguna
especie de tope mental que las ideas nacionales identitarias no quieren llegar.
¿Para cuándo una "educación para la ciudadanía europea" en nuestras escuelas
y facultades? ¿Para cuándo el poder decir
"somos europeos" de una forma natural? Es lo que permitiría realmente
otra perspectiva y otra forma de actuación.
Pero,
por el contrario, lo que está creciendo es un populismo extremo y radical que
juega con la idea identitaria nacionalista, haciendo el juego a las fuerzas
interesadas en una Europa débil y fragmentada, necesitada de protección y con
cada negociación convertida en tortura y riesgo permanentes.
Ayer hablábamos del riesgo que supone cada elección francesa, algo que podremos comprobar mañana mismo. En el diario ABC leemos sobre la candidata de la extrema derecha populista francesa:
Los institutos de opinión se dejan un margen de error de 2 a 3 puntos. Según esos cálculos, la elección de Le Pen «es posible, aunque no sea probable». El riesgo de una abstención excepcional complica todas las previsiones. Sentencia que ha provocado una escalada de alarmas francesas y europeas, que Eric Maurice, analista de la Fundación Robert-Schuman, analiza de este modo: «En el programa de Marine Le Pen ha varias proposiciones claramente prohibidas por los tratados europeos. En caso de victoria, se plantearían muchos problemas de fondo, a la vista de su complicidad con varios Estados euroescépticos, como Polonia y Hungría». «Las instituciones europeas no sobrevivirían a una victoria de Marine Le Pen», comenta François Miguet, especialista en asuntos europeos.
En el programa presidencial de la candidata de extrema derecha hay varias proposiciones que son una suerte de 'Frexit' (salida de Francia de la UE), presentado con calculada ambigüedad.
Le Pen propone medidas que pudieran amenazar la libertad de circulación de bienes y personas, la matriz del mercado único, el cimiento capital de la UE. Le Pen propone una 'renegociación' de legislación y tratados para afirmar la superación del derecho nacional, francés, contra el derecho europeo, abriendo un frente inflamable para toda Europa.*
La amenaza no es trivial ni imaginaria; es real y de enorme trascendencia, como se puede apreciar. Pero también va más allá de la extrema derecha de Le Pen y se extiende al otro extremo del espectro político. Señala Juan Pedro Quiñonero en su artículo: "Gane o pierda, el crecimiento de las corrientes euroescépticas francesas, extremas derechas (Le Pen, Zemmour) y extremas izquierdas (Mélenchon), es un muy mal augurio nacional y europeo."* En efecto, el crecimiento envolvente de los grupos antieuropeístas y euroescépticos, por diferenciarlos aunque busquen lo mismo, es una muy mala noticia para la Unión Europea.
¿Es el olvido del desastre de las Guerras Mundiales lo que está llevando a las generaciones nuevas a perder el impulso europeísta? ¿Son los propios errores europeos, entendidos como falta de respuestas a los problemas que nos sacuden desde hace casi veinte años, como consecuencia de una crisis económica mal resuelta? Lo más probable es que sea una mezcla de olvido e interpretación sesgada del presente.
En estos años, hemos podido hablar aquí de muchos momentos en los que los grupos populistas pasaban de ser simplemente euroescépticos a ser activos militantes para dinamitar las instituciones desde dentro, buscando amplia representación en espacios decisorios, como el Parlamento Europeo, para utilizarlo contra Europa. Así lo hicieron los británicos anti europeos del Brexit y otros grupos de distintos países.
Lo que suceda en estas elecciones presidenciales en Francia es importantísimo para el destino futuro de Europa ya que Francia juega un papel destacado en muchos sentidos. Hay que replantearse la política comunicativa europea si queremos que Europa siga existiendo y creciendo como un espacio común. Hay que empezar a enfrentarse a este tipo de movimientos populistas desde una perspectiva europea y europeísta, si es que nos importa algo esta construcción común. Hacen falta esfuerzos de explicación, vencer las tendencias al fraccionamiento y a que se vea como un escenario de lucha de intereses de los países más poderosos frente a los más débiles. Si se utiliza Europa como una forma de control y predominio de unos sobre otros, será poco probable que podamos mantener el sistema en su conjunto funcionando como debe.
Todo esto se hace dentro de un marco democrático, es decir, sujeto a la posibilidad de cambios que caracterizan a estos sistemas. Los regímenes no democráticos aprovechan la posibilidad de estos cambios para presionar y reducir su eficacia. El efecto es que en países en los que han entrado, como Polonia o Hungría, empiezan a retroceder las libertades que garantizan el sistema, aumentando los problemas con el resto de los países de la Unión. ¿Es posible reducir este problema de una libertad que se usa contra un sistema de libertades, es decir, que se vuelvan autoritarios? El experimento europeo de unidad es algo bastante insólito y no valen muchas otras experiencias más que a modo de ilustración. Europa es un camino por explorar con los consiguientes riesgos que esto implica. Por ello es fundamental mesura, reflexión y construir un camino convergente. Los radicalismos locales tienden a trasladarse a las instituciones europeas aprovechando sus fisuras.
Nunca hemos tenido, en las últimas décadas de Europa, tan claros los peligros que nos acechan y la necesidad de más y mejor democracia, la necesidad de resolver los problemas que surgen de nosotros o los que nos lanzan. Europa es desafío y confianza ahora que las oscuras alternativas están claras.
* Juan Pablo Quiñonero "El euroescepticismo de Le Pen y Mélenchon alarma a la UE" ABC 9/04/2022 https://www.abc.es/internacional/union-europea/abci-euroescepticismo-y-melenchon-alarma-202204090137_noticia.html
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