Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
imágenes terribles de Bucha plantean un nuevo desafío al negacionismo ruso.
Ante las evidencias, al gobierno ruso solo le queda para protegerse de las
reacciones la negación. La pregunta, entonces, es ¿cuánto tiempo pueden
mantenerse las mentiras tras el muro de contención de la negación absoluta de
lo que está ocurriendo?
Ayer
pude leer los ataques contra la enviada especial de RTVE a Ucrania, Almudena
Ariza. Eran mensajes intimidatorios a través de Twitter claramente orquestados desde
varias cuentas en los que se la acusaba de tergiversar las
traducciones de las personas entrevistadas, las personas encontradas en los
lugares castigados por los ataques rusos. Los ataques contra los periodistas, testigos de lo que cuentan, es un síntoma más de esta guerra que Putin ha desencadenado en diversos niveles.
Son
varios los periodistas y fotoperiodistas muertos en esta guerra, rondan ya la decena. Hay la
sospecha de que a algunos periodistas se les ha geolocalizado a través de sus
teléfonos móviles y se les ha bombardeado con gran precisión. Es el caso de la periodista Oksana Baulina, cuyo vehículo fue impactado directamente durante una transmisión. Oksana Baulina era de origen ruso, pero trabajaba para medios de otros países, en este momento para The Insider. Era conocida por su oposición al régimen de Putin y su cercanía a los disidentes. Su muerte tiene todas las trazas de una ejecución a distancia. Los periodistas son fácilmente localizables porque su trabajo es precisamente hacerse visibles en los espacios desde los que retransmiten. Oksana Baulina ha sido la séptima víctima periodista en este guerra, ni la primera ni la última.
Los
dictadores se vuelven excesivamente confiados y Putin ha caído en la creencia
de su propia capacidad de contención informativa. Se ha equivocado, ya sea
porque le informan mal o porque desea modelar la realidad mediante el aparato
represivo conjunto, el paquete de medidas judiciales, policiales e informativas
mediante el que se sostiene. Los errores de cálculo se han ido acumulando.
La
"verdad de Putin" es insostenible, sospechosa, una demostración de
los mecanismos más arcaicos de la propaganda. Es una Rusia vieja y avejentada
por su propio aislamiento y modelo expansivo: invasión y gobierno títere represor.
Es el retroceso al "gran hermano" orwelliano que tenía su modelo
precisamente en la Rusia de Stalin, la de la manipulación de la verdad
retorciéndola hasta hacerla irreconocible pero omnipresente.
Las
imágenes de las matanzas en la ciudad de Bucha muestran una voluntad de destrucción, una rabia por
enfrentarse a lo que es la retirada de las tropas. El paseo triunfal que se
preveía está siendo una retirada con el rabo entre las piernas, algo que no
entraba en los cálculos iniciales y para lo que parece no estaban preparados.
Solo queda el recurso criminal de las matanzas de civiles, de la retirada dejando sembrado de cadáveres carreteras, edificios, calles y pozos.
Otra de
las noticias que se nos ha dado en estos días son los testimonios desde otros
países vecinos de las llegadas de rusos. Es un indicador también del resquebrajamiento
del muro de contención de Putin en el interior. La llegada de los rusos es
vista con cierto recelo, nos dicen, por temor a que se estén infiltrando en
países limítrofes que pudieran ser invadidos por Rusia. Todo es posible, pero
es más probable que se esté produciendo la salida por desacuerdo. Lo que sí
queda claro es el recelo que provocan al llegar por el temor a un país que ha
hecho de la invasión y la guerra su marca identificadora. Nadie ve a Rusia como
un liberador de nada sino, al contrario, como un peligroso vecino del que hay
que tener muchos cuidad, un vecino de agresividad sin límite capaz de decirte
dónde puedes estar o con quién.
Las
guerras se dan cada vez más en las pantallas y en las planas de los periódicos.
Pero mientras Ucrania alberga a miles de periodistas de otros países, Rusia los
expulsa, bloquea o encierra. Las imágenes que salen desde Rusia son imágenes
propagandísticas de apoyo al gobierno y cada vez son más limitadas y evidentes,
como las que veíamos ayer mismo de viejos ex soldados con sus uniformes y
portando banderas.
Cada
día salen a la luz historias de familias ucranianas y rusas que se rompen
porque las rusas no aceptan lo que les cuentan sobre lo que está ocurriendo.
Rusia ha sido siempre un pueblo manipulado, lo ha sido desde el tiempo de los
zares hasta la Rusia de Putin. No ha habido periodos de libertades y la
opresión ha sido constante pese a los cambios de régimen. De los zares a Putin
se ha aprovechado el condicionamiento creado anteriormente, la idea de la
sumisión al poder, al "padrecito" del que se han acostumbrado a
depender. El ejemplo más claro en este caso lo hemos tenido en el apoyo dado a
la invasión por el patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Moscú a la invasión de
Ucrania. Se trataba de "salvar" a los ucranianos de la plaga de la
homosexualidad, de un "lobby gay", según el patriarca de Moscú; había
que evitar que se produjeran desfiles del "orgullo". Frente a este
desfile, el patriarca ruso bendice los "desfiles" militares que
invaden y matan. Todo sea por una "buena causa".
El ejemplo de la jerarquía de la Iglesia rusa deja en evidencia la burbuja envolvente que el pueblo ruso, siempre guiado, pastoreado, ha tenido en su historia. Los mecanismos de justificación siempre suponen el mantenimiento del poder y su sentido imperialista. Durante varios siglos, Rusia era para sus habitantes un vigilante que salvaba al mundo de la barbarie sin alma oriental, la salvaguarda del mundo cristiano. A esta idea contribuían ideólogos que forjaron la idea de la "santa Rusia", fortaleciendo el poder de sus autoridades que habían aprendido, como Putin hizo después, a retratarse con un cirio encendido en las manos mostrando así su "lado religioso". Bendecir las tropas que ahora asesinan en Ucrania, que destruyen pueblos enteros sin misericordia alguna, pasará factura cuando caiga el muro de contención de la verdad.
Los miles de periodistas que cubren la información en Ucrania o en los países vecinos, los que recogen a los que huyen del horror, son garantía en su conjunto de lo que vemos. Cerrar el grifo de la información es fácil en una dictadura y bastante difícil en una democracia.
El muro que Putin ha construido alrededor de Rusia la asfixia en muchos sentidos, más allá de lo informativo. La Rusia de Putin será pronto un aliado incómodo para muchos países que difícilmente podrán soportar el desgaste de la amistad con el dictador. Cada masacre separa a Rusia del resto. Solo le queda el club de los dictadores, pero tampoco será fácil ponerse incondicionalmente de su lado por temor a ser arrastrados a la inestabilidad que puede suponer ponerse abiertamente de su lado.
Conforme
intensifica la guerra y la hace más cruenta, Putin separa más a Rusia del
resto. Se habla de "rusofobia", lo que no deja de ser una broma. Las
críticas a Rusia lo son a Putin y a los que apoyan sus versiones de lo que
ocurre ya sea por amor o por estupidez o una mezcla de ambos. No debe ser
fácil, en cualquier caso, asimilar que tu "padrecito" es un criminal
frío y mentiroso, que te ha estado engañando y ha despertado el recelo mundial
hacia tu país. Nos ofrecen la noticia de que los autobuses de San Petersburgo forman
una "z" en apoyo al ejército ruso. La "z" será pronto la
marca de la ignominia, defendida por aquellos que morirán en la creencia de que
todo es mentira, que su ejército fue a Ucrania para desnazificarla, deshomosexualizarla,
etc., "liberarla" finalmente.
A la Rusia
de Putin le han fallado los planes, sin duda. Fracasó en su intento de que los
refugiados fueran por los corredores "humanitarios" abiertos por
ellos mismos hacia Rusia, en un intento de hacerse con decenas de miles de
rehenes. Ha secuestrado cientos de alcaldes de poblaciones que habían de ser
sustituidos por prorrusos. La resistencia ha sido mayor de lo esperado, no un desfile victorioso, entre aclamaciones.
Hay que
ser firmes con Putin y tener la esperanza de que el pueblo ruso despierte y no
se encierre en un mayor nacionalismo reductivo y ensimismado. Hay rusos de la
"Z", pero también muchos que no merecen ser estigmatizados, aunque en
esto es difícil mantener distancias. Lo que Putin hace mancha a muchos y les
crea problemas.
Hay millones de rusos que han ido abandonando Rusia en estos tiempos. Merecen apoyo porque tuvieron el valor de hacer lo que no siempre pueden. Los miles detenidos en Rusia por manifestarse contra la guerra son también rusos y arriesgan sus vidas por tratar de que se conozca la verdad, aunque sea sacando una pancarta denunciando en un programa de televisión. Rusia, como país tradicionalmente autoritario, ha tenido su primera víctima en su pueblo. Eso no hay que olvidarlo y tratar de hilar fino, que no siempre es fácil.
Los que quieran vivir en el negacionismo, luciendo la Z y defendiendo que Rusia es la reserva espiritual de la humanidad, que sus guerras son "santas", lo van a seguir haciendo, pero aquellos críticos, rebeldes, que siempre ha tenido, merecen algo más, tanto por lo que arriesgan como porque representan una alternativa, aunque sea lejana, de futuro. Al menos hay que imaginarlo así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.