Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Dos
políticos socialistas, José Andrés Torres Mora (diputado) y Máximo R. Díaz-Cano
(cargo en la Junta de Andalucía) se maravillan en un artículo publicado en el
diario El País con los descubrimientos de los recién llegados a la vida
pública. Les parecen, más que emergentes,
llegados de otro planeta por el descubrimiento constante de cosas ya
descubiertas. El asombro de los desembarcados en la realidad política no deja
de ser un ejercicio de recuperación de la amnesia interesada en la que han
vivido y han hecho vivir a los demás. Señalan los dos políticos socialistas:
La cosa es que el señor Iglesias Turrión no
ha llegado a una isla del Pacífico en un barco de vela desde una lejana
Inglaterra, sino que nació aquí y ha vivido aquí, en la España integrada en la
UE, la mayor parte de su vida. En 2015 el señor Iglesias “ha descubierto” las
razones de los socialistas en 1978.
También el señor Echenique “ha descubierto”,
como el señor Iglesias, que su agenda de activista indignado no es exactamente
la misma que tienen los excluidos a los que ahora aspiran a representar: “Esto
no va de nosotros. Esto va de esa inmensa mayoría de la gente que nunca baja a
las asambleas, que no hace campañas, que no milita y no firma manifiestos. Esto
va de los excluidos”.
Así que los socialistas, además de sentirnos
felizmente “descubiertos”, nos sentimos algo perplejos ante el “descubrimiento”
más sorprendente que acaban de realizar los líderes de Podemos: que la política
se ocupa de una fastidiada materia que es el poder. Y sorprende, ya de entrada,
porque su partido se llama precisamente Podemos.*
La
campaña electoral constante en la que vivimos, la campaña sin fin, impide a los dos
diputados hacer extensivo el sentido de la política a los demás grupos, creando
la paradoja de caer en el mismo defecto del que les acusan a ellos: la política soy yo. Que cada uno reivindique lo suyo, parecen decir, aunque afecte a todos.
Por lo
que vemos, la Política española carece de dos cosas principalmente: de
memoria y de generosidad. La carencia de la primera permite olvidar lo que
hacen los demás e incluso las meteduras de pata propias; mediante la segunda,
se le niega a los demás el derecho a la presunción
de política, que es el hecho de trabajar para los demás mientras no se
demuestre lo contrario. La política no es mala; hay malos políticos y malas políticas. Es una obviedad, pero este es el mundo en que nos encontramos.
La
estrategia de los periféricos ha sido convencer a media humanidad de que 1)
ellos no eran políticos, sino ciudadanos indignados; y 2) que los que
los políticos no eran sino una serie de privilegiados, carentes de
ética y valores, unos robaperas de alto standing,
surgidos de un fenómeno histórico horrendo, llamado "transición". La
"transición" fue una componenda que unos cuantos se montaron para
engañar al pueblo español (o si quieren, a los pueblos de España, ya que el líder socialista lo ha vuelto a poner
en circulación), según las últimas versiones de los que quieren montar su remake o quizá su precuela, que no está muy claro.
Muchos
de estos "ciudadanos" que pasaban
por allí tienen un largo historial de militancia en todo tipo de
asociaciones una vez que quedaron fuera de los partidos oficiales motu propio o por deseo expreso de sus
excolegas. Pero es en el segundo aspecto, los
políticos de la casta, en el que se han centrado los ataques.
Una de
las cosas más difíciles en política es cambiar la mirada hacia los demás. Uno
puede intentar presentarse de otra forma ante los otros y puede funcionar o no.
Pero hacer que se cambie la forma de ver
a los demás requiere, además de la astucia propia, los errores de los
otros, quienes han de encajar en la nueva mirada. En esta forma de hacer
política, lo que hagas es menos relevante que lo que digas que otros hacen. En
esto trabajan conjuntamente los que están en la oposición contra los que están en el poder. A todos les interesa que le que
está en el poder caiga; luego, ya se verá.
De eso
nos habla el diario El País, como resultado de una encuesta:
El PP de momento no ha conseguido su objetivo
de que los ciudadanos perciban al PSOE como un partido radical, según el
informe de Metroscopia sobre la imagen de los partidos. Por el contrario, los
socialistas son percibidos por los ciudadanos como el partido menos radical de
los cuatro que aparecen como opción de formar gobiernos: PP, PSOE, Podemos y
Ciudadanos. Precisamente PP y Podemos son las fuerzas políticas con mayor
imagen de radicalidad. Así es para el 53% de los ciudadanos en el caso del
partido que lidera Mariano Rajoy, y un 64% respecto al partido que dirige Pablo
Iglesias.**
El
intento de hacer ver a otros como tú quieres no es sencillo, sobre todo si se
hace tan mal. Que el Partido Popular, que siempre ha jugado comunicativamente al "centrismo", sea
percibido ahora como "radical" significa que sus estrategias no han
funcionado y que los ataques conjuntos desde todos los frentes, en cambio, sí
han logrado su objetivo. A los dirigentes del PP le habrá dejado de piedra que
sean equiparados a Podemos en radicalidad. Según esto, habrá que ver si los
beneficiados de esa percepción de
radicalidad de ambos partidos serán el PSOE y Ciudadanos, percibidos como
más moderados.
Extraña
esta política española en la que los que se dedican a la política dicen
dedicarse a otra cosa, en la que los partidos no quieren parecer partidos ni
los políticos quieren ser vistos como políticos. Hacen bien los políticos
socialistas en no dejarse acorralar en este despropósito en el que quien define
el juego es el que llega de nuevas tratando de imponer un maniqueísmo absurdo. La función de los partidos es transformar la realidad, no reinventarla. Y cuanto antes se discuta sobre los problemas reales con las soluciones posibles, antes saldremos del sarampión fantasioso y mediático en el que nos encontramos, insertos en estos procesos de crisis de identidad adolescente de unos y de crisis de los cuarenta de otros.
Pero no
deja de ser triste que una actividad noble, la política como trabajo por los
demás, se haya convertido en sinónimo de cosas negativas. La sordera de los
políticos y su distanciamiento de la ciudadanía ha hecho pagar a justos por
pecadores. Hay personas que se dedican honestamente a servir a los demás desde
la responsabilidad política o la funcionarial. Y así debe ser. No sé cuánto
tiempo durará esta mala prensa, pero
me gustaría que se anulara por la limpieza común de todos aquellos que siempre
han sobrado en la vida pública porque su único interés era el propio.
Los que
han trabajado honestamente en cada partido se quejan con razón. Pero mejor
habría sido elevar sus quejas todos contra los que consentían o ignoraban lo
que algunos hacían entre ellos. Tendríamos menos líos y la presunción de
política de mantendría.
*
"Se llama política" El País 18/07/2015
http://politica.elpais.com/politica/2015/07/16/actualidad/1437065810_501754.html
**
"La mayoría percibe al PP y a Podemos como los partidos más
radicales" El País 18/07/2015
http://politica.elpais.com/politica/2015/07/18/actualidad/1437222689_207992.html
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