Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con el
titular "Los liberales de Marruecos plantan cara a la regresión
religiosa", el diario El País nos informa de la manifestación organizada
en favor de dos mujeres, producida en Rabat el 6 de julio:
Varios de los principales medios
francohablantes de Marruecos, como el semanario TelQuel y el diario Libération,
han llamado a sus lectores a firmar una carta en defensa de las libertades
individuales, que ven seriamente amenazadas. Los firmantes aseguran que la
sociedad padece una “explotación de los sentimientos religiosos”, un “clima
inquietante y malsano” “mantenido por el Gobierno” con el fin de “instaurar un
orden moral rígido y hostil hacia las libertades individuales”. Y exigen mano
firme contra los actos de violencia. El detonante ha sido la detención de dos
mujeres el pasado 14 de junio a las que una horda de justicieros intentaron
linchar en el zoco de Inezgane (120.000 habitantes, a 13 kilómetros de la
ciudad turística de Agadir) por considerar que vestían de forma indecente.
Hasta el momento, solo ha trascendido que
llevaban faldas, algo que en Inezgane solo suelen lucir las turistas. En cualquier
caso, las dos mujeres, de 19 y 23 años, tuvieron que llamar a la policía para
que no las linchasen. Los agentes impidieron la agresión física, pero en lugar
de detener a los acosadores, las condujeron a comisaría, donde pasaron toda la
noche. Al día siguiente, el fiscal levantó cargos contra ellas por atentar
contra las buenas costumbres.*
La
información nos trae lo ocurrido ese 14 de junio, cuyas imágenes en un vídeo**
anterior recogido por el periódico no dejan lugar a duda sobre la brutalidad
ejercida contra las mujeres. El vídeo nos muestra cómo son golpeadas, se les
impide subir a un coche y son pisoteadas por grupos de hombres jóvenes. Hay
verdadera saña. No es un vídeo de denuncia,
sino un vídeo ejemplar. Por hacernos
una idea, es lo más parecido a lo que hace el Estado Islámico con las torturas
y ejecuciones de sus víctimas: las muestra como advertencia de lo que puede
ocurrir a los demás. El puño golpea, la cámara registra.
Me
trajo a la mente el caso de Farkhunda, la joven linchada, quemada y arrojado su
cuerpo carbonizado y desmembrado a un basurero por los piadosos defensores de
la moral en Afganistán. El pecado real de Farkhunda fue hacer ven a un vendedor
de amuletos que estaba engañando a los feligreses, el falso haber quemado
páginas del Corán. El "pecado" de estas dos mujeres, ir con un
vestido. La violencia contra ellas es repulsiva y cobarde, asquea ver a esos
jóvenes —son jóvenes, el futuro—
golpeando así a una mujer indefensa. Es su idea de lo justo y lo piadoso.
No hay mucha diferencia entre lo ocurrido en Marruecos y lo ocurrido en Afganistán y en
otros lugares. Los juristas dirán que en un caso se acabó con la vida de la
mujer y en el otro "solo" fueron golpeadas, pisoteadas, insultadas y
encerradas. Pero no hay diferencia porque el ánimo es el mismo. En Afganistán
se manifiestan ahora —como tuvimos ocasión de comentar— contra las rebajas de
las penas a los condenados por el asesinato. Matar mujeres sale barato;
apalearlas, gratis.
El
vídeo doméstico nos muestra, como ocurría en Afganistán, una amalgama de puños
golpeando y de manos sosteniendo móviles con los que grabar las imágenes. El
puño y el móvil están jugando un papel esencial en esta otra forma de
violencia, la visual, cuya finalidad, igual que los golpes es herir. Si los
golpes caen sobre los cuerpos, las imágenes caen sobre sus familias primero, llevándolas
a la vergüenza, y sobre las que quieran imitarlas después. Es testimonio y
aviso. Nadie se esconde; solo hacen justicia
tratando de restaurar el orden perfecto.
El
diario El Mundo realizo un reportaje con el título "Los guionistas del
IS"*** abordando la cuestión de cómo los vídeos que realizan están
perfectamente planificados para lograr un efecto determinado sobre sus
audiencias segmentadas. Saben a quién asustar y a quién atraer.
Los
vídeos como el de Marruecos, al igual que el de Afganistán, tienen una función
distinta. Son una prolongación machista de la cobardía hasta extenderla a la
sociedad que se vuelve cómplice. La exhibición de la violencia contra la mujer,
frente a otros tipos de violencia que se ocultan, tiene un fundamento de socialización, busca aunar voluntades
bajo el control de los conservadores religiosos. Por decirlo así: es un sermón
en imágenes.
La
lucha de las mujeres y de muchos hombres en Marruecos y en otros muchos lugares
es una lucha contra leyes y costumbres, a diferencia de lo que pasa en otros
espacios culturales. Las costumbres más retrógradas buscan ser respaldadas por
las leyes o dejarlas ineficaces. Lo que la sociedad pudo avanzar en países como
Marruecos, Argelia o Egipto, Afganistán mismo, se ha perdido por el avance del
islamismo. No hay islamismo moderado; solo lo hay lento.
El
islamismo es lo que evita y ha evitado que el islam evolucione hacia posturas
más abiertas, menos intransigentes. Lo ha hecho acallando las voces de las reformas,
expulsando o linchando a los intelectuales progresistas que lo han intentado. La base de su
existencia es el control social y la dureza brutal y legitimada contra quien se
desvía o lo cuestiona. Ha sido así desde el principio. Cualquier intento de
liberalizar la sociedad se ve como una agresión contra la identidad común, de
la que nadie puede escapar. No existe individualidad; solo sumisión.
Las dos
mujeres que decidieron vestir de otra forma son un peligro para ellos. Lo son
porque son mujeres y su distinción es
signo de que han vencido una primera barrera que es la de la familia. La
comunidad, la segunda barrera, está para evitar que sigan su camino de voluntad
propia y cumple lo que la familia no supo. Sobre ellos cae la vergüenza pública, por eso nos dice El País, se dieron los nombres en los medios.
El
vídeo no muestra una agresión cobarde,
sino un acto de "justicia" comunitaria, donde reside la soberanía
religiosa, en la comunidad. Son juzgadas y castigadas. Esa es la mentalidad que
se extiende de forma brutal. En unos
lugares serán quemadas, lapidadas o golpeadas o detenidas. El islamismo es
regresivo: no avanza. Cuando se habla de países con islamistas moderados, no es
más que un subterfugio para ocultar la realidad de los recortes de libertades.
Algunos los prefieren como un mal menor, pero eso no libra del sufrimiento a
quienes los padecen en cualquiera de sus versiones.
En
Egipto, la llegada de los islamistas al poder supuso un claro recorte de
libertades especialmente de las mujeres. Ellos no lo ven como "libertades", sino como desvíos de
la "verdad" que es necesario restaurar. Como decían los del Estado
Islámico, cuando todo el mundo viva acorde a la ley islámica, no será necesaria
la violencia. Entonces, existirá la perfección.
Es lo que dicen siempre totalitarios y fundamentalistas.
La
mujer es siempre el obstáculo y sobre quien se vierte la violencia, porque toda
acción individual es una fuga y una afrenta al poder religioso masculino, que
es quien justifica la violencia dirigida contra ella, contra su rebeldía
natural. La mujer es culpable hasta de su agresiones.
Las
personas que buscan sus espacios de libertad deben tener más apoyo del que
tienen habitualmente. No se debe mirar hacia otro lado, considerándolo
"costumbres". Son los actos que sancionan el intento de decidir por
uno mismo, que es el gran pecado, el
del orgullo, el de la desobediencia. La mano del hombre es la mano de Dios.
Lo que
están consiguiendo los islamistas es que las personas más valiosas salgan de
sus países para poder intentar vivir acorde con sus deseos e ideas. No están
nunca tranquilos porque la miopía de nuestros gobiernos acaba permitiendo que
sean encontradas y obligadas a vivir acorde con las normas impuestas. No hay
libertad; solo huida momentánea.
Cualquier
miembro de la comunidad puede ser juez y verdugo. Ellos regresan a casa a
lavarse las manos de la sangre de la mujer impura, satisfechos de haber
cumplido con sus obligaciones para el buen funcionamiento de la sociedad.
Mientras
tanto un puñado de personas, nos cuenta El País, doscientas, salen a dar la
cara por la comunidad entera. Salen a decir que no está bien patear mujeres por
cómo vayan vestidas, que no está bien condenarlas por ello. Estas personas
viven en su tiempo, pero en medio de una burbuja retrógrada, anacrónica que
lucha por extenderse como forma de proteger su sinrazón. Hay niñas sosteniendo
la pancarta junto a sus madres. Esperemos que puedan salir a las calles sin
miedo a ser golpeadas y arrastradas por las calles y sus imágenes expuestas en las redes sociales para ejemplo de las que se vean tentadas.
*
"Los liberales de Marruecos plantan cara a la regresión religiosa" El
País 12/07/2015 http://internacional.elpais.com/internacional/2015/07/12/actualidad/1436705009_225123.html
**
"El peligro de ser vistas como “indecentes” por la calle" El País
1/07/2015
http://elpais.com/elpais/2015/06/29/opinion/1435576199_939860.html?rel=rosEP
***
"Los guionistas del IS" El Mundo 12707/2015 http://www.elmundo.es/cronica/2015/07/12/55a0d86be2704e97688b4574.html
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