Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La BBC
Mundo publica la lista de las 100 mejores películas norteamericanas (según la
BBC, especifican con modestia en su titular). Le preguntaron a los 62 críticos
que BBC Culture tiene repartidos por el mundo y le dijeron que seleccionaran
sus diez películas favoritas y las ordenaran, asignándole diez puntos a la
primera y un punto a la décima. Juntarían las listas de los críticos y el
resultado son esas cien películas con mayor puntuación. Como son muchas y la
lista la han hecho críticos, personas a las que se les supone cierta
perspectiva de conjunto de la Historia del Cine, el resultado es saludable
aunque siempre discutible. Creo que las que están tendrían el beneplácito de
los cinéfilos, aunque siempre habrá discusión en el orden y las exclusiones de
esas películas de culto personal que todo crítico tiene en su corazoncito. Por
más que los filósofos alemanes lo hayan intentado, la Estética no es una
ciencia exacta y esto del gusto artístico es el reflejo de una época que valora
a otras desde una perspectiva que le parece justa porque es la suya.
La
ganadora es, una vez más, Ciudadano Kane,
de Orson Welles, de quien se ha de celebrar su centenario ya. Otras de sus
películas, como The Magnificent Ambersons
y Sed de Mal se cuelan en la lista.
Más llamativo es el caso de Francis Ford Coppola que cuela las dos primeras partes
de El padrino entre las diez primeras
y alguna más, como La conversación, algo que también hace Alfred Hitchcock, con
Vértigo y Psicosis. Ambos tienen otras obras repartidas por la centena. Chaplin,
Scorsese, Wilder, Allen son otros autores que repiten a lo largos de la lista
varios títulos.
Se
podría coger la lista y montarse un par de semanas inolvidables viendo, una
detrás de otra, una sesión más que maratoniana de buen cine que permitiera
disfrutar de todo lo que este arte del siglo XX nos ha ido dejando. Aunque lo
dejáramos en la mitad se podría aprender muchos sobre nuestro siglo pasado,
nuestra forma de vernos a nosotros mismos y las características de nuestra
cultura occidental, que es la que estas películas representan mayoritariamente.
Aunque
las vanguardias y los intelectuales de la época de lanzaron al cine pensando
que era un arte universal al nacer sin la maldición babilónica de la separación
de las lenguas, pronto se comprendió que, como toda obra, estaba profundamente
anclada en una formas de significación que acogían las diferentes artes
anteriores, de la novela y el teatro a la pintura, que sus actores expresaban
sus emociones de forma distinta a como se codificaban en otras culturas, que el
cine, en fin, también permitía esa diversidad enriquecedoras que encontramos en
las obras de cineastas de otras culturas.
Si
preguntáramos a muchos de nuestros jóvenes y no tan jóvenes sobre esas cien
películas que la BBC ha seleccionado, muchos de ellos confesarían no haberlas
visto o incluso no tener noticias de su mera existencia.
Puede
que el sentido de la expresión "arte del siglo XX" comience a tener
un sesgo dramático en cuanto que refleje el abandono del legado del cine. Como
industria, el cine sigue adelante; como historia, se va diluyendo en las
sombras.
No ha
tenido suerte el cine en el mundo educativo, en donde se le utiliza como
herramienta útil en muchos campos, pero no se le percibe como un arte a la
altura de las otras artes. Hay sin duda
una perspectiva elitista, en comparación con las artes anteriores —la
Literatura, la Pintura, etc.— que ha dejado fuera del mundo educativo al cine.
También un cierto temor competitivo
ante la entrada de un arte que pueda conectar mejor con nuestros aburridos
públicos escolares. Desconozco el caso en otros países, pero desde luego el
cine no ha logrado entrar en nuestras escuelas. Ni creo que, desgraciadamente,
lo haga. No hay ningún interés.
La
semana pasada asistí al estreno semanal de una película, "Eliminado"
(Unfriended 2014), del ruso Levan
Gabriadze, cuyo principal (quizá único) valor es mostrar la muerte de la "gran
pantalla" y sus lenguajes ante la nueva pantalla a la que se nos convoca culturalmente, la de los ordenadores.
"Eliminado" nos muestra durante toda la proyección una única pantalla
de ordenador en la que asistimos a una sesión de videochat a la que se van conectando y desconectando una serie de
adolescentes. Las únicas "salidas al exterior" se producen por la
apertura de vídeos de YouTube por parte de los participantes en la sesión.
Es una
versión visual de la claustrofobia de
la pantalla, donde se nos encierra para experimentar en multisesión los terrores
y sustos de los adolescentes. No vemos personas, sino pantallas en la pantalla,
en la que aparecen personas. El "fantasma" es un icono sin foto, una
sutileza. Las acciones que la película refleja son las propias del universo que
nos muestra: intentos de eliminar de la lista de amigos a los intrusos; cierre
y apertura de vídeos; conexiones y desconexiones, etc. Comunicarse con los que
están en el más allá es sencillo, pues no se dan de baja en sus cuentas de correo
y de Facebook. El fantasma está conectado.
El estatismo de "Eliminado"es una parábola de la sociedad de los conectados, condenados si interrumpen la conexión que les une. No creo que sea intencional, sino más bien la explotación de las formas visuales en las que vivimos actualmente. Desde el punto de vista estético, es la negación de los lenguajes desarrollados por el cine, convirtiendo la imagen cotidiana en relato plano. Obliga al espectador a conectarse al espectáculo de los conectados, como un miembro más. La única forma de ver esta película sería en la pantalla de un ordenador, en donde alcanzaría el máximo de realismo.
Independientemente
del terror que se les pueda producir por asociación a las personas que viven
ante una pantalla única, a través de la que desarrollan toda su comunicación
con sus comunidades virtuales, la película supone la parálisis de algo que se
llama "cine", es decir, "movimiento", algo que a veces se
olvida. Entre el movimiento frenético de muchas películas que carecen de
argumento y el estatismo absoluto que convierte "Eliminado" en un
plano-secuencia total, fragmentado por las pequeñas pantallas de los conectados, el cine va perdiendo
gran parte de su herencia y acercándose a este mundo extraño de sobre presencia
de lo audiovisual y de paradójica pérdida del sentido de la imagen.
La
misma preocupación que manifiestan los fotógrafos profesionales ante el imperio
del selfie, los documentalistas ante
el reino del teléfono móvil, lo manifiestan los cineastas ante la distorsión
que la inundación de imágenes está produciendo en la percepción de las artes
visuales. No hay una mirada educada, una mirada estética con sentido de la
Historia del propio arte. Simplemente somos bombardeados por todo tipo de estímulos
que nos acaban "narcotizando". Unos se inspiran, como Levan Gabriadze,
en Skype y YouTube, otros en los videojuegos; pocos en la Historia del Cine. ¿Para
qué, si sus públicos la desconocen?
Las
nuevas formas invaden las antiguas, algo que ha sucedido siempre. El problema
es que, aunque tengamos conciencia
histórica, no hacemos nada por preservarla a través de las posibilidades
que tenemos en nuestras manos. En épocas en la que era más complicado y caro
crear espacios de cine para mantenerlo vivo, estudiarlo y disfrutarlo, se hacía
más por el cine que lo que se hace ahora. Y el cine es parte de nuestra
historia y de nuestra cultura, un bien que debe ser protegido más allá de las
restauraciones físicas. Al igual que hay que formar buenos lectores, debemos
formar buenos espectadores, personas capaces del disfrute artístico de las
obras cinematográficas.
Hoy
disponemos de algo impensable no hace mucho: la posibilidad de tener nuestras
propias filmotecas caseras o escolares para disfrute continuo de un arte con mucho que
ofrecer. Pero el mal cine entierra al buen cine, acabando con el gusto, un bien
cada vez más escaso, y con el deseo de ver otra cosa que lo que se nos mete a presión. El universo caótico de imágenes que el que vivimos no
tiene esa mirada estética, ordenada, que es el cine. Una mirada sin historia no es una mirada plenamente consciente; es una mirada alienada. Pero el olvido de la Historia es un mal que no aqueja solo a la mirada.
La
lista de la BBC no es solo una lista de grandes películas; lo es también de
grandes olvidos.
* "Las 100 mejores películas
estadounidenses de todos los tiempos (según la BBC)" BBC Mundo 23/07/2015
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150723_cien_mejores_peliculas_eeuu_ac
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