Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Recordamos
que el ministro de Cultura egipcio empezó con mal pie. Se acercó por sorpresa a
un museo de la ciudad de Alejandría y cuando una funcionaria le preguntó sobre
una solicitud de mejora de su puesto que había cursado la llamó
"gorda" y recomendó a sus jefes que la tuvieran bajando y subiendo
escaleras. Una joya de Ministro. Lo que se dice "una persona con una
sensibilidad especial", "refinada", la más adecuada para el
puesto de estar al frente de la Cultura en Egipto. Ese fue su comienzo. Es profesor de la Universidad de Al-Azhar,
que no sé si es la procedencia más adecuada para la cartera de Cultura. Había
sido director de las Bibliotecas egipcias hasta que los islamistas de Morsi le
quitaron. El mundo de los libros se divide en quienes los escriben, los
leen, los venden y los colocan. El ministro pertenece a este último ramo.
Ahora
Ahram Online nos informa de la petición de su dimisión por parte de
intelectuales egipcios, es decir, de los que escriben, hacen películas, pintas
cuadros, montan obras de teatro, etc. Han pedido su dimisión porque él, un
innovador, está despidiendo a la mitad del ministerio para colocar a sus peones desprendiéndose de los que no son de su cuerda con la excusa de la "renovación", aunque algunos apenas llevaban un año. Nos dice el periódico:
A group of intellectuals met with Egyptian
Prime Minister Ibrahim Mehleb on Monday to air grievances about the minister's
policy and his 'mismanagement of the cultural scene and the lack of cultural
vision.'
The group included writer and scenarist Waheed
Hamed, poet Sayyid Hijab, novelists Ibrahim Abdel-Meguid and Youssef El-Qaeed,
artist Mohamed Abla, and director Khaled Youssef.
Writer Helmy El-Namnam, the head of the
Egyptian Library and Archives, was appointed as acting head of the General
Egyptian Book Organization after the minister refused to renew Megahed's
tenure.
The sacking campaign that the minister has been
undertaking since June reminded the intellectual society in Egypt of a similar
scene when the Muslim Brotherhood-affiliated Minister of Culture, Alaa Abdel-Aziz,
appointed by the ousted president Mohamed Morsi in May 2013, fired all the
heads of the Ministry's sectors, including the current minister, when he was
head of the Egyptian National Archives.
Abdel-Aziz fired the heads of the Book
Organization, the National Archives, and the Opera House. He also pressured the
Secretary General of the Supreme Council for Culture to resign, a move that
elicited opposition from the intellectuals who fear that the dismissals are a
move towards giving the Brotherhood the key cultural institutions. A group of
intellectuals broke into the Ministry of culture and launched an open sit-in on
6 May 2013 until Morsi was ousted in 3 July of the same year.
The similarities echoed the fears of
'religionisation' of culture as El-Nabawy comes from Al-Azhar University, where
he teaches history and has been cooperating very closely with the ministry of
religious affairs.*
Lo contado por Al-Ahram coincide con lo que venimos
señalando hace mucho tiempo, la estrategia del gobierno de dejar en manos
ultraconservadoras los elementos sensibles como son la cultura, la educación,
etc. Una vez más se plantea una falsa actitud salomónica en la que se sanciona
por igual al islamista que al liberal o demócrata. Los intentos de "modernización"
se refieren únicamente al paso del control de la religión de los islamistas al
Estado, que la controlará desde las instituciones, con centro ideológico en
Al-Azhar.
La expresión que se usa en el texto —'religionisation' of
culture— no es baladí como tampoco lo es la comparación con lo realizado por
los Hermanos Musulmanes cuando llegaron al poder y que provocó las huelgas del
sector de la cultura que veían cómo se imponían sus puntos de vista desde el
control de las instituciones. Todavía recordamos a los trabajadores de la Ópera
de El Cairo sobre el escenario protestando con pancartas por la intervención oficial
en sus programaciones.
Llegado de Al-Azhar, la institución que le garantiza a
Al-Sisi conectar con la religiosidad egipcia y no ser acusado de
"faraón" —reinar sin Dios detrás—, el ministro Abdel-Wahed El-Nabawy
ha ido despidiendo a los responsables de Cultura y colocando personas afines.
Ante esto, los agentes de la cultura han ido a ver al primer ministro a
presentarle su preocupación y solicitar el cese del ministro, cuya política han
calificado como "destructiva" y a él de carecer de visión cultural ("lacks
any cultural vision").
Quizá en esto último se equivocan. Por lo que se ha visto,
lo que tiene El-Nabawy es una muy precisa visión de lo que debe ser la cultura. Lo que ocurre es que su visión está en las
antípodas de la que ellos puedan tener.
Se muestra, una vez más, el conflicto interior egipcio, con
su uso instrumental de la religión que es de lo mismo que se acusaba a los
Hermanos Musulmanes. Por eso la política de ocupación de cargos para tener el
control de las actividades, ayudas, planificaciones, etc. es esencial.
Una parte de la frustración democrática de la juventud se ha
volcado en las iniciativas del arte, en donde tratan de volcar esa energía que
la política les niega. No es que se hayan vuelto esteticistas, al contrario; lo
que ocurre es que están recurriendo a una forma de arte que trate de llegar a
la gente, a pie de calle, desconfiando —y hacen bien— de la palabrería oficial
y de sus iniciativas.
El contraste con el ministro anterior, claramente laico en
su visión de la función del arte, los nuevos cargos públicos están obsesionados
con la desaparición de la vida pública de cualquier cosa que se les pueda
reprochar como carente de espíritu islámico, por decirlo así. Al-Sisi parece
tener una fijación con la idea absurda de que se puede cambiar la religión
metiendo en la cárcel a los disidentes y catequizando a los que están fuera.
Al-Azhar es el aval que sirve de respaldo a la legitimidad, basada en el
cumplimiento religioso, más allá de los votos.
El diario Egyptian Streets publicó hace dos días un interesante
artículo titulado "Has Al-Azhar Stifled Egypt’s Intellectual
Enlightenment?"**, firmado por Amr Abyad. El texto analiza la función de la
universidad islámica y su incapacidad para evolucionar como lo hicieron las
occidentales, separando conocimiento científico y religión. Pero más allá de
esta evidencia, Abyad analiza el papel político que Al-Azhar fue tomando
precisamente desde que Anwar El-Sadat decidió usarla para mantener el poder. El
giro a la derecha de Sadat se hizo precisamente con su apoyo religioso, dando
entrada a los que Nasser había perseguido y encarcelado, la Hermandad
Musulmana, que volvió a tener sitio y poder:
The heavy expansion of the rural middle class
in the sixties, the termination of the widely popular social development
programs, and then President Sadat’s empowerment of the Muslim Brotherhood and
Islamization of the masses elevated the status of Al-Azhar to become the beacon
of thought, and both an inspiration and a source of legitimacy for the people.
In the second half of the seventies, Sadat also
came up with his revolutionary political philosophy of “listening to the
village elders”— ushering the reversal of the quasi-Maoist policies of Nasser,
and coming to loggerheads with the Egyptian former royal family’s fixation on
emulating the west, not the sclerotic village elders.
In effect, Al-Azhar, with a seemingly moderate
Islamic veneer, managed to Islamize the bulk of the middle class that should
have been the enlightened locomotive of the Arab world.**
No es necesario insistir demasiado que la historia de Sadat
tiene una moraleja en su propio asesinato a manos de los islamistas. Lo que
algunos deberían haber aprendido de la historia, se repite como el mal que
regresa una y otra vez desde el mismo error: la regresión religiosa frente a la
necesaria modernización. Los poderes políticos no han buscado la transformación
sino la sumisión a una autoridad que se agranda mediante diversos
procedimientos, el principal de ellos el aval religioso. En la tradición, el
líder es quien mejor cumple y hace cumplir, es decir, gobierna desde la
perspectiva islámica. Si deja de hacerlo, por más que le voten, siempre habrá
alguien que le acuse de "faraón" y llame a la insumisión o lance una
fatwa pidiendo su cabeza a los buenos musulmanes. Es Al-Azhar quien da ese
pedigrí. Si se ensalza su poder, se ensalzan también sus juicios sobre las personas.
Analizamos no hace mucho, las contradicciones que la prensa
reflejaba en el análisis de las palabras del presidente Al-Sisi al final del
Ramadán. Para Ahram Online, el presidente había acusado, responsabilizado a Al-Azhar
de no modernizar el Islam. Para otros, en cambio, sus palabras habían sido que
era la Universidad quien debía tener la responsabilidad de modernizar el Islam.
Dos interpretaciones casi opuestas.
Por eso el artículo en Egyptian
Streets de Amr Abyad tiene sentido en este contexto, tanto en las palabras
del presidente en el final del ramadán como en la petición de dimisión del
ministro de Cultura por parte de los intelectuales que visitaron al primer
ministro. Todo refleja una crisis, podemos decir así, interna en cuanto a los
resultados obtenidos y sobre todo los temores de hacia dónde se puede ir por
ese camino. Esa crisis aflora y va llegando hasta los más altos niveles.
Es interesante también el análisis del papel de Al-Azhar en
la era Mubarak. Escribe Abyad:
The utterly incompetent, parochial and corrupt
Mubarak lacked resolution, courage and imagination to go at Egypt’s complex
problems head on. Rather, he founded his rule on a freezing-the-status-quo
policy.
He peddled moderate Islamic credentials through
his alliance with Al-Azhar to the middle class, whereas for Egypt’s rural
millions, he was the village elder. He thus rendered legitimacy a derivative of
Islam and its patron, Al-Azhar.
Al-Azhar supported the state during the jihadi
insurgency in Upper Egypt in the nineties, largely due to its culture of
subservience to the government.
Ironically enough, apart from the stance on the
use of violence, there are no fundamental differences between Sunni Islamic
schools. Accordingly a clear-cut separation between the temporal and the
religious has remained an alien concept in Islamic thought. No wonder then that
the more independent ones of Al-Azhar students criticized Mubarak by
questioning his Islamic credentials and thereby turned to jihadist
theoreticians in the eighties. They characterized Al-Azhar as hypocritical-
sadly enough, they were right.**
Los treinta años de Mubarak, más los anteriores de Sadat, no
tuvieron voluntad de cambio, como lo tuvo Nasser. Fueron años de pragmatismo y
de aprovechar las debilidades sociales para gobernar, entendiendo bajo este
concepto la ineptitud y la desidia que produjo un retroceso de Egipto en todos
los órdenes, incluido el religioso, que fue comido por los islamistas, a los
que siempre se pensó poder controlar, dejándoles espacios reducidos. Pero los
islamistas tenían otras intenciones que resultaron más eficaces: el aumento del
conservadurismo religioso y su presentación como los mejores cumplidores frente
a los corruptos poderosos.
El fracaso de una modernización que no ha conseguido deshacer la relación entre los dos poderes se hace más grave y evidente con la llegada de la revolución en 2011. Cuando analiza
el periodo de la Primavera Árabe, señala el autor del artículo:
As we noted earlier, the failure of
modernization projects in Egypt left the millions with no alternative but
Islamism, including the seemingly moderate brands. Hence, the ideological
carriers of subversion are being rooted, and the mutated D.N.A of Jihad induced
by the ISIS phenomenon is replicable throughout the Arab world.**
Creo que es, en efecto, esa barrera a la modernización,
tanto por causas económicas como intelectuales y políticas, la que acaba
produciendo el estallido islamista actual que es algo más que una cuestión de
terrorismo. Es precisamente el intento de evitar el deseo de modernización que
afloró durante las revoluciones. La revolución solicitada —la revolución de los
"jóvenes"— se habría visto como una amenaza tanto desde el punto de
vista político (frente al poder respaldado por el ejército y la clase dominante) como económico (el deseo de acabar con la corrupción de la oligarquía) y religioso
(la pérdida de influencia y control sobre la sociedad). La revolución se secuestra y desarma con eficacia mientras se celebra oficialmente. Hoy han logrado convencer a muchos de que eran los islamistas los que querían la revolución. ¡Gran paradoja!
En cuanto a la salida, señala Amr Abyad:
Egypt’s economy is backwards and dominated by
oligarchs— a dwindling middle class with an Islamic core and backward
hinterland, a fertile ground for all sorts of Islamist thought. Rural Egypt is
being swallowed by a hideous urban sprawl that is creating entities which are
neither rural in the classical sense nor urban— ‘ashwa’eyyat.
This massive polarization can suddenly boil
over into widespread chaos and turmoil in case of an economic failure- which is
not a far-fetched scenario.
Radical socioeconomic reform is the only way
out of Egypt’s current dilemma, and the tip of that iceberg would be declawing
Al-Azhar.**
Y son esas "garras" las que han entrado desde Al-Azhar
en el campo de la Cultura y donde se pide la dimisión del ministro. La
conjunción de los poderes reales —militar, económico y religioso— es demasiado
potente como para que resquebraje. Pero si lo hace por algún sitio es por la
apertura del pensamiento crítico, de la renovación intelectual, sin el cual, la
dependencia de los poderosos se seguirá produciendo.
La batalla por la cultura es decisiva para salir de ese
callejón cerrado al que se está llevando a la sociedad egipcia al desastre en
gran parte por su propio lastre antimoderno creado durante décadas de desidia y
adoctrinamiento islamista en la sombra o a plena luz. Tanto el poder económico
como el militar, profundamente relacionados en Egipto, pensaban poder controlar
al país. El poder político que se le está dando a Al-Azhar sirve para crear el
marco de fondo.
El plante de los intelectuales pidiendo la dimisión (que es
poco probable que se produzca) del Ministro de Cultura es un aviso para el
poder y una señal (una más) de que hay una parte de la elite egipcia que está
empezando a perder la paciencia señalando que así lo único que se hace es
contribuir a la propagación del islamismo, forzando la represión y entrando un
ciclo de violencia.
La única forma de salir es modernizarse en las ideas y en la
economía, en la judicatura, etc., en todos aquellos puestos en los que están asentadas
las garrapatas del doble tradicionalismo, el elitista y el de los ignorantes, que
impide el desarrollo del país y la modernización de las mentes de quienes lo
habitan.
El ministro de Asuntos Exteriores acaba de declarar que no
le importan las críticas que se hagan desde fuera del país. Esperemos que sí le
importen las que se hacen dentro. Aunque no tengo tampoco muchas esperanzas.
*
"Minister of culture stirs fears of 'religionisation of culture'"
Ahram Oline 29/07/2015
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/18/136376/Books/Minister-of-culture-stirs-fears-of-religionisation.aspx
**
"Has Al-Azhar Stifled Egypt’s Intellectual Enlightenment?" Egyptian
Streets 27/07/20125
http://egyptianstreets.com/2015/07/27/has-al-azhar-stifled-egypts-intellectual-enlightenment/
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