Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
industria editorial sigue acumulando datos desde los que es posible tratar de
interpretar la cultura en un sentido económico y de consumo. Los datos, como
hace unos días, nos ayudan a crear esos "perfiles" —retratos robot,
decían— de lectores o de "usuarios" y "consumidores" de
libros", término que quizá se acaben imponiendo como realidades. No
olvidaré nunca el desconsuelo de una editora, a principio de la década de los
noventa, al escuchar a la nueva hornada de compañeros duchos en marketing.
Repetía: "¡Lo llaman el "producto"!" Manifestaba su trauma
al ver que sus compañeros para hablar de libros incorporaban un lenguaje y una
visión que no tenía nada que ver con su percepción del mundo y de aquello que
le había llevado a elegir su profesión: los libros.
Escribir,
producir, leer son momentos de un proceso que se ha modificado en el tiempo y
que hoy en día está bajo escrutinio general. El diario El País retoma la
cuestión tras unos días, aportando nuevos datos para una misma realidad:
Tras una caída acumulada de 1.000 millones de
euros en la facturación entre 2008 y 2013 (cerca de un 40%), el año pasado el
aumento de la industria editorial fue del 0,6%, por primera vez desde la
crisis, hasta llegar a los 2.195 millones. Esa ligera recuperación se debe al
incremento de las ventas del 3% en libros de texto (representa el 34% de la
cuota del mercado), del 3,1% en literatura para niños y jóvenes (12,5% del
mercado) y del 2,7% de las obras de Ciencias sociales y Humanidades (10,8%).
La sorpresa la ha dado el descenso de ventas
de obras literarias (representan el 20,4% de la facturación total del mercado),
esos títulos comprados para ser leídos por placer, que ha perdido casi una
tercera parte de su cuota de mercado (30,5) en cinco años. Este segmento o
materia vendió 447 millones de euros, unos 150 millones menos que en 2010. En
este periodo de crisis los lectores le han dado la espalda en especial a la
literatura de género o best seller: tanto la erótica (bajó sus ventas en el
último año un 78,2%), la romántica (34% menos), ciencia ficción y terror (19%
menos), policiaca (12,9% menos). Las que menos descendieron fueron las obras
clásicas (7,2%) y las contemporáneas (0,4%).*
Lo malo
de estas visiones de superficie, basadas en ventas y disponibilidad económica,
en las que la palabra "crisis" se usa como horizonte vinculándose con
cosas como las burbujas inmobiliarias o cualquier otra cosa que justifique que
la gente deje de gastarse el dinero. Son explicaciones triviales que ocultan la
gran verdad que tenemos —como uno de
esos "gorilas invisibles"— paseándose entre nosotros. Esa verdad son
los abismos de incultura en los que estamos cayendo desde hace varias décadas
gracias a las mismas personas que deberían evitarlo. Me refiero a la
responsabilidad de algo llamado "cultura" que vaya más allá de los
negocios con los amigos, el IVA, las subvenciones, una educación con criterios
de extensión social de la cultura, etc. Es decir: es algo que involucra del
maestro al profesor universitario, del consejero autonómico al edil del ramo,
del librero al editor, del crítico literario al director de periódicos. La
cultura no solo es un sector o industria, como se considera habitualmente, sino
algo que involucra a la sociedad con sus metas, con su visión de sí misma y de
aquellos que la integran. No es un objetivo de ventas sino un camino hacia un
estado deseable del conocimiento.
Nuestros
expertos en educación, en ventas, en gestión, en políticas culturales, etc. han
matado cualquier tipo de sueño o aspiración y se limitan a lo que reflejan los
datos del artículo anterior y los de este que publica el diario. Lo que importa
es vender. Y en eso son el fiel reflejo de la sociedad a la que intentan vender
lo que hacen. Señala el diario:
Las posibles causas de este comportamiento
son varias. Por un lado, estarían, además del factor económico que obliga a la
gente a establecer prioridades, el hecho de que la lectura tiene fuertes
competidores en el mundo digital, cuya oferta de ocio es más barata o gratis,
como advirtieron a EL PAÍS el viernes pasado, en el reportaje Retrato robot del
lector español, los responsables de las firmas de medición y venta de libros de
Nielsen, Pedro J. Domínguez, y de GFK, David Peman. Por otra parte, ese
descenso estaría en una migración de soporte: el hecho de que la gente ha
preferido comprar libros más literarios en papel y dejado las novedades más
populares (donde está la principal caída) para el e-book, donde precisamente
estos libros han visto un incremento importante al pasar de 13 millones de
euros de facturación en 2013, a 17 millones el año pasado.
Las cifras de facturación confirman que ha
desaparecido la cuarta parte del mercado. "Una de las principales razones
se debe al todavía bajo índice de lectura de los españoles y que la enseñanza
de las Humanidades no ha sido una prioridad de los Gobierno", se ha
lamentado Daniel Fernández. Otro dato señala que el año pasado se imprimieron
73 millones de libros que no se vendieron, por lo que su destino final fue la
trituración, los saldos o los regalos.*
Lo
interesante del primer párrafo es que explica el mecanismo pero elude su
origen. El "problema" es la forma de establecer las "prioridades",
que no son universales sino el resultado de la valoración. La historia del
cambio de soportes permite mantener una excusa creíble permanente, porque hace
creer que nadie tiene la culpa o que la tiene el destino digital y su
competencia desleal. Da igual. La gente solo maneja explicaciones que le
resulten plausibles.
El
segundo párrafo también contiene un buen ejemplo de explicación circular, es
decir, no explica nada. Decir que ha desaparecido una "cuarta parte del
mercado" y explicarlo por el "bajo índice de lectura de los españoles"
es como decir que hay más muertos porque la gente se muere más. Casi lo mismo
sucede con lo de la "prioridad" gubernamental de las "Humanidades";
no he visto a nadie quejarse por las "humanidades" y sí a muchos por
el IVA. Esa caída de un 78'2% de la literatura erótica es una buena muestra de
porqué tipo de "humanidades" se apostó. Y a nadie le pareció mal. Hay que vender, lo que sea. Pero ese
"lo que sea" se acaba volviendo contra ti y contra todos.
La lectura inteligente demanda más y mejores libros porque nos despierta como lectores; la mala lectura de base nos lleva mayoritariamente al ocio sustitutivo. Los malos libros nos acaban matando como lectores aunque llevemos. Flaubert hizo que su "mala lectora" Emma muriera con un sabor a tinta en la boca.
Desde el sistema educativo notamos profundamente esa caída brutal de la "cultura" y los efectos desastrosos de una política sectorial que vive del "pelotazo" cultural, que se traduce en un libro o una película o cualquier otro "producto" de éxito. Y nada más. Pan para hoy; hambre para mañana. A muchos les preocupa que no compran, a nosotros que no saben. Son dos enfoques radicalmente distintos que es fácil confundir cuando se han confundido las prioridades de unos y otros.
La lectura inteligente demanda más y mejores libros porque nos despierta como lectores; la mala lectura de base nos lleva mayoritariamente al ocio sustitutivo. Los malos libros nos acaban matando como lectores aunque llevemos. Flaubert hizo que su "mala lectora" Emma muriera con un sabor a tinta en la boca.
Desde el sistema educativo notamos profundamente esa caída brutal de la "cultura" y los efectos desastrosos de una política sectorial que vive del "pelotazo" cultural, que se traduce en un libro o una película o cualquier otro "producto" de éxito. Y nada más. Pan para hoy; hambre para mañana. A muchos les preocupa que no compran, a nosotros que no saben. Son dos enfoques radicalmente distintos que es fácil confundir cuando se han confundido las prioridades de unos y otros.
Un
éxito editorial no es un éxito cultural. Y, además, puede significar un
retroceso, una pérdida. Los que creen que el cliente siempre tiene razón, que
el mercado no se equivoca son simplemente necios desde la perspectiva de la
cultura que supone siempre un pasar del no saber al saber. El siglo XIX ya
teorizó sobre el problema de la "tiranía del gusto" que es como denominaban
a lo que hoy llamaríamos satisfacer los gustos vulgares (del vulgo). El
problema es cuando pierdes el norte ilustrado, es decir, la voluntad de
crecimiento cultural, de mejora real del pensamiento, de los valores sociales
que representa buscar lo mejor y no dejarse arrastrar por una mayoría
embrutecida sistemáticamente y considerada mera masa compradora.
Dice el
titular de El País que "La venta de libros de literatura se desploma en
España". ¿Qué esperaban? ¿Que rodeados de programas chabacanos, noticias
frívolas, deportes, gastronomía y viajes a presión, canciones pegadizas y demás alimento
para el espíritu la gente saliera con Tolstoi bajo el brazo? ¿Por cierto,
¿quién es Tolstoi?
* "La venta de
libros de literatura se desploma en España" El País 30/06/2015 http://cultura.elpais.com/cultura/2015/06/30/
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