Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
presión bajo la que se encuentra el gobierno egipcio debido a las críticas
abiertas tras el primer año de mandato de Al-Sisi y el desinflamiento de la sisimanía como euforia que todo lo iba a
resolver, la guerra abierta en el Sinaí, las críticas internacionales y las
protestas de los medios de comunicación —que ven cada vez más restringidas sus
críticas—, le hace cometer errores absurdos que demuestran poca capacidad para
enfrentarse a los problemas si no es desde el autoritarismo. La mentalidad
militar no se olvida pronto.
De no
ser porque la noticia provenía de una fuente como Ahram Online, las dudas sobre
el origen del texto publicado podrían atribuirse a los peores enemigos del
régimen egipcio. Su titular llamaba la atención desde los lugares preferentes
de la página virtual: "Alleged official document stipulates terrorism
terminologies for Egypt-based journalists".
Es
difícil encontrar un despropósito mayor, aunque todo tiene su explicación. El
gobierno egipcio —a falta de cosas mejores— está haciendo girar su política
sobre el hecho de que se encuentra en "estado de guerra", por un
lado, y que ellos constituyen la verdadera y única religión posible. El intento
de controlar la forma como se llame a los actos y a los activistas es de una
puerilidad infinita y de unos efectos contraproducentes. Señalan en el periódico:
Some Cairo-based foreign correspondents widely
shared Sunday through their social media accounts an alleged official document
that defines different terrorism-linked terminologies.
A foreign correspondent in Cairo, who preferred
to remain anonymous, told Ahram Online that many foreign journalists received
the document Saturday during a presser held by the Ministry of Foreign Affairs.
The document stipulated that the foreign
correspondents should not use terminologies that are "religiously based or
faith oriented, carry in its fold negative connotations that are largely based
on heinous stereotypes and ill-informed predispositions."
The document listed several terminologies
"not to be used in describing terrorist groups," with a brief
definition of each, such as: Islamists, Islamic groups, jihadists, jihadis,
shiekhs, emirs, ISIS, ISIL, Islamic State, fundamentalists, puritans and
literalists.
Other terminologies to be used in describing
terrorists were also present in the document, as long as they aren't
"associated with any religion or affiliated with any faith, even if these
groups falsely claim to base their horrifying acts on religion."
The document urged correspondents to use the
terms "terrorists, extremists, criminals, savages, murderers, killers,
radicals, fanatics, rebels, slaughterers, executioners, assassins, slayers,
destroyers and eradicators."*
La falta de sentido común del Ministro de Asuntos Exteriores
egipcio es demostrada con cierta frecuencia. También es cierto que le toca el
aspecto menos agradable de la política egipcia: intentar convencer a los que
vive fuera de que todo es perfecto. De los de dentro ya se encargan otros con
mayor o menor éxito. Pero el Ministro de Exteriores fracasa constantemente.
Este intento de explicar al mundo entero por qué están equivocados se ve
rechazado por todos aquellos (con la excepción de Viktor Orban, famoso liberal
que añora líderes fuertes de uniforme) que no tienen inteligencia suficiente
como para comprender sus motivos.
El argumento es que aunque los terroristas del Estado
Islámico se consideren la perfección religiosa, lo suyo no es un fenómeno
religioso, concepto que debe ser sabiamente administrado por el socio de
coalición de Al-Sisi, la Universidad de Al-Azhar y el Gran Muftí. Se ha de
excluir la hipótesis religiosa de
cualquier acción empleada por el Estado Islámico. Hay que llamarles "terroristas",
"criminales", "carniceros" y todo lo que se nos ocurriría
si fuéramos el Capitán Haddock, pero hay que eliminar cualquier referencia
religiosa.
Hay dos partes en este absurdo. La primera es el
autoritarismo de la explicación unilateral. El gobierno egipcio puede decretar
cómo se habla, de quién se habla y cómo interpretar, denominar, etc., lo que
tenemos delante. Lo dice sin rubor y poseído por una fuerza legal y religiosa.
Es decir: puedes acabar en la cárcel, como ya han acabado algunos, si
interpretas lo que ves de forma diferente a la oficial. Después está el otro
facto, de mayor profundidad y gravedad: el estado asume la interpretación de lo
religioso. Como esta es una hipótesis que hemos estado barajando desde que se
produjeron las primeras cruzadas morales y religiosas que le llevó a encarcelar
ateos, homosexuales o disidentes simplemente porque se considera autorizado por
el pueblo, la religión y la tradición, en su interpretación. De no ser así,
¿cómo hubiera sido posible que el general Al-Sisi hubiese tenido sueños
premonitorios sobre su ascenso al poder? Si Dios te llama, llévale bien el
negociado.
El intento foucaultiano de controlar los discursos para
controlar las mentes está adquiriendo en Egipto el grado de obsesión. Hemos
visto gobiernos crueles, pero con tal grado de ceguera por no llamarlo de otra
manera, muy pocos. Mentes, cuerpos y realidades, todo debe obedecer a la clara
nomenclatura que el gobierno, por mano de su ministro de Exteriores, hace
llegar al mundo. Con ello cae en el ridículo más allá de lo previsto, más
incluso que cuando acusan al resto del mundo de ignorancia, de ser incapaces de
entender lo único de su situación histórica. Es una retórica con la que se
intenta paliar la situación real, pero que agrada al ego de muchos.
Lo que se oculta realmente es la maniobra que los socios de
los militares, los clérigos de Al-Azhar, quieren llevar a cabo. El Ejército necesita
el respaldo religioso de los clérigos para evitar que los islamistas
monopolicen el discurso religioso llamándoles impíos. Es la guerra de los piadosos
por competir en quién está más cerca de Dios. El gobierno no quiere que el
vocabulario les contamine su idea de un estado de control religioso: es decir,
un Estado islámico, que es lo que pretender en realidad crear eliminando la
posibilidad de una libertad religiosa que les haga perder el control de cuerpos
y almas.
Las acusaciones contra los que reclamaban la apertura
religiosa y no el control social han estado presentes desde el principio. La
revolución reclamaba una sociedad abierta, inclusiva en la que fuera posible
una convivencia frente a los que totalitarismo militares o religiosos. Sin
embargo, la estrategia de Al-Sisi tras el golpe fue doble: echar a los
islamistas de los Hermanos Musulmanes del poder y construir un nuevo poder en
el que se fundiera lo religioso y la autoridad militar. La dejadez del periodo
de Mubarak había dejado menos presión sobre los que querían vivir con más
libertad en lo personal. No era liberalismo, era dejadez y la necesidad de
mantener cierta cara de apertura frente a los socios occidentales,
especialmente los Estados Unidos.
Pero la llegada de los islamistas al poder por la vía
electoral planteo esta nueva estrategia para el Ejército: controlar la sociedad
como Mubarak (Policía, Ejército, jueces, medios públicos) y la religión a
través de la Universidad de Al-Azhar, la institución de referencia en el mundo
suní.
Es el mundo clerical el que quiere una sociedad sin fisuras,
depurada de "extremismos" pero sin libertad religiosa, lo cual constituye
ya en sí mismo una forma de extremismo autoritario. Los ataques constantes a la
prensa, a la que acusan de tergiversar "su verdad", sembrando el
desconcierto dentro y fuera, fraccionando a la sociedad. Se equivocan hasta
límites insospechados.
De no ser por la situación internacional inestable, las
críticas sobre la situación represiva en Egipto arreciarían y sería difícil que
alguien, más allá de Putin, Orban o similares, la diera por buena.
Intentar manipular las mentes para que no se entienda el
fenómeno del "estado islámico" como algo vinculado con la religión es
una muestra más de esa incapacidad para resolver los problemas sin crear
cientos más.
No hace muchos días, un medio egipcio hacía el repaso de la
famosa foto tras el golpe con autoridades religiosas, políticas y
personalidades de la sociedad civil tras el derrocamiento de Morsi en 2013. Se
preguntaban dónde estaban ahora aquellos que apoyaron la salida de Morsi del
poder y creyeron a un militar, su ministro de defensa, cuando les dijo que él
no tenía aspiraciones políticas y que, por supuesto, jamás aspiraría a la
presidencia. En Egipto hay cosas que no cambian y otras que lo hacen de la
noche a la mañana.
Los que analizan el origen del autoritarismo islámico saben
que es precisamente ese revestirse de un aura
religiosa, de príncipe protector de la religión, lo que gusta a los más
tradicionalistas. Y mucha gente lo ve así. Fue así como los islamistas se
fueron haciendo con el control social: haciendo ver que aquellos faraones que les gobernaban se alejaban
de Dios y permitían a los infieles hacerse dueños del país. El estado religioso c'est moi.
Hay una cosa cierta: si las sociedades islámicas no se abren
y mantienen una presión menor sobre los que las integran —no solo ellos, las
autoridades coptas apuestan por el mismo modelo de control—, dejándoles elegir
su modo y modelo de vida, creer o no creer, o se condenan a ser cárceles en las
que pensar diferente es causa de encierro, exilio o de un vivir constante en la
hipocresía.
Da igual que quien te obligue sean los yihadistas del Estado Islámico o un estado islámico llevado con mano firme desde Al-Azhar y los
cuarteles. Lo que se reivindica, y es a lo que se llama libertad, es al derecho a
pensar independientemente. Pero esos acaban siempre en la cárcel. El gobierno egipcio
piensa que decapitar gente es un acto horrendo, pero que es un acto justo
detener ateos y homosexuales. Allá ellos con sus creencias, pero muchos
pensarán que ese error también proviene de una mala interpretación anacrónica de
la religión y un exceso.
El gobierno egipcio tendrá que elaborar —como ya ha hecho— un diccionario más allá del yihadismo. También son "terroristas" los periodistas o los hinchas de un equipo de fútbol. Por supuesto los ateos, porque también pretenden acabar con el estado, la religión y la tradiciones.
Con este intento de controlar las palabras que los demás
deben usar, el gobierno egipcio ha subido un peldaño más en la escalera del
absurdo.
*
"Alleged official document stipulates terrorism terminologies for
Egypt-based journalists"
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/0/134630/Egypt/0/Alleged-official-document-stipulates-terrorism-ter.aspx
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