Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
apareció en escena el ministro griego de Economía, Varoufakis, ahora dado a la
fuga en rebeldía, varias columnistas del diario El País lo transformaron en
carne de macho y así lo analizaron. Pronto se convirtió en un tópico hablar del ex ministro griego en términos físicos y de atractivo sexual.
Uno podría pensar que es una venganza del
feminismo por tantos siglos de padecer lo contrario, pero no creo que sea eso.
Quizá solo un ejercicio mal entendido de modernidad
liberada que se adentra en el puro mal gusto para captar lectores y
lectoras haciendo ver que se siente uno por encima del bien y del mal. Así, lo
que consideramos sexista y
vergonzoso, denigrante y frívolo, denunciable ante las instancias de igualdad
si se aplica a una mujer, se convierte en signo de modernidad a falta de otra
cosa mejor si se le aplica a Varoufakis. La cuestión griega, en todo su dramatismo, quedaba reducida a una
calva, una moto y al ir sin corbata. Atracción animal.
Como
todo se pega, menos ya saben qué, el diario El Mundo repite por mimetismo esa
motivación reflejada ahora en la versión
española —con perdón, porque es separatista— con el titular en lugar preferente
de su edición digital de hoy: "Romeva, el Varoufakis español". Al
titular le sigue la siguiente descripción:
Profesor de lambada, ecologista y número 1 de
la lista independentista. Este madrileño de nacimiento es la nueva estrella del
proceso soberanista catalán. Su calva 'sexy' ha despertado un furor similar al
del ex ministro heleno.
Uno
puede provocarse furor y lubricidad con lo que le apetezca, pero
el papel de los medios de comunicación debe ser otro. Tras el señorial artículo del nuevo director de
El Mundo anunciando la llegada de la revolución informativa, se esperaba algo
más que una visión de peluquería de la política española. El tema de Cataluña o
de Grecia es suficientemente serio como para frivolizar de esta manera. Y se
hace continuamente, ya sea en esta versión lúbrica de la política o en
rivalidades entre coletas o corbatas entre otras muchas tonterías. ¿Cómo no
quieren después que un cambio de logotipo, de peinado o de blusa se presente
como un cambio de política?
No ha sido solo El Mundo. La frivolidad ha sido una constante en el tema griego y ha tenido a Varoufakis como centro de atracción. En el blog de El País, El Comidista, se daba la receta de la "Crema Varoufakis de garbanzos con limón y romero"; en la entrevista a la valenciana Mónica Oltra, vicepresidenta de la Cortes, El País también saca a relucir en sus titulares que le parece sexy Varoufakis.
La
responsabilidad de los medios en la destrucción de la seriedad, que es un estado ajustable a las circunstancias, hace que
se reduzcan los debates nacionales a cuestiones como una calva "sexy"
o si hace "furor" o no... ¿Entre quién?
En el
interior del periódico, la cosa empeora. "El Varoufakis español" se
transforma en el "varoufucker", en un pretendidamente ingenioso juego
de palabras que no refleja más que la ordinariez de quien lo ha elegido como
reclamo.
La
preocupación de los medios por su existencia suele excluir los problemas que
ellos mismos se crean con sus acciones. Parece que son siempre los problemas
tecnológicos, económicos, etc., lo que atentan contra su futuro, pero siempre
excluyen su responsabilidad en la "pérdida" de lectores. El concepto
de "pérdida" es siempre cuantitativo y excluye su propia pérdida de
"calidad", que hace que también se alejen los lectores en otro
sentido. Convertir en espectáculo hortera y de mal gusto, reducir los discursos
a las personas, nos ha llevado a que la política se mida por la fotogenia y que
los nuevos líderes sean clones con camisas blancas —¿de qué laboratorio saldría
la idea?— y que buscan la notoriedad antes que la eficacia política. Dentro de poco no podremos distinguir a unos de otros. Ya no sabemos si Romeva se afeitó la cabeza para parecerse a Voroufakis y aprovechar la inercia sexy como ha hecho El Mundo. ¿Qué no hace uno por un buen posicionamiento?
Los
medios no solo deben presumir de sus audiencias, sino de que sea la calidad de
sus informaciones las que las atraiga y no la grosería constante, el
sensacionalismo y demás trucos publicitarios con los que tratan de
cubrir su profundo fracaso cultural. Se ha perdido el valor ilustrado que está en el origen de la
prensa. Al menos, muchos lo han perdido para quedarse con el espectáculo de masas, convertir todo en circo.
Sé que
en el interior de los propios medios, muchos profesionales intentan sobrevivir
a la vergüenza que les provoca la actuación de sus colegas unas páginas más
allá. Tienen que vivir en periódicos en los que la palmada en el hombro se la
lleva el ingenioso, el que ha conseguido un titular que se ha retuiteado hasta
el éxtasis del trending topic. La inteligencia se arrincona por poco atractiva y se valora el ingenio y el moverse por esos centros de sabiduría que acaban siendo las redes sociales.
Los
medios deberían jugar un papel más serio que el llamar al que encabeza la lista
independentista en Cataluña, una cuestión importante para todos, el
"varoufucker". Se espera algo más de un medio y de una profesión cuyo
mayor enemigo cuando tiene libertad es el pésimo uso que algunos hacen de ella.
Creo que los
lectores se merecen algo más de respeto. Incluso creo que Raúl Romeva se merece
algo más de respeto. A menos que lo haya buscado él.
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