Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
The New York Times da una extensa descripción del
criminal, Craig Stephens Hicks, que ha asesinado a tres de sus vecinos, tres
jóvenes musulmanes, y que ha conmocionado a Estados Unidos haciendo saltar
distintos tipos de alarmas, unas viejas y otras nuevas.
El
asesinato de los jóvenes musulmanes, brillantes y queridos como estudiantes,
ciudadanos y personas, según todas las descripciones realizadas por quienes les
conocían, amigos, compañeros y familiares, puede ser categorizado en función de
varios factores que es importante dilucidar porque en situaciones de
inestabilidad amplificada, cualquier hecho puede ser entendido en términos
equívocos.
La
muerte de los tres jóvenes a manos de su asesino confeso puede ser contemplada
como un "crimen de odio", es decir, que les asesinaron por ser
musulmanes; como un nuevo caso de "vigilante" o como finalmente, una
patología específica de Craig Stephens Hicks. La cuestión es peliaguda porque el hecho en
sí puede tener los tres componentes en distinto grado. Por eso el análisis de
The New York Times trata de rastrear los acontecimientos anteriores y
reconstruir un perfil adecuado del autor y de su entorno.
Las diferencias
entre la forma de afrontar el caso son esenciales en el clima actual en el que
los gobiernos tratan de evitar surgimiento de la islamofobia. Si se tratara
como un "crimen de odio", se daría por buena la hipótesis de que
Hicks mató a los tres jóvenes por ser musulmanes. Si damos preferencia a la
hipótesis del "vigilante", el problema se traslada al "demonio
de las armas" y la extensión como un nuevo caso de los psicópatas que
creen que deben imponer el orden en un determinado espacio sobre el que
reivindican un derecho a patrullar, a reconvenir a los vecinos que no cumplen
su estrecho sentido de la tranquilidad, y a castigar por su mano a los
infractores de ese orden que quieren crear. La tercera hipótesis, la del
psicópata, no es incompatible con las otras dos, es más, la necesitan como base
sobre la que germinar. También a los locos se les juzga por la forma de sus actos, es decir, por la que
está orientando de su locura.
Cualquiera
de las dos hipótesis principales, "odio" (religioso, racista o xenófobo)
o la del "vigilante", tienen sus consecuencias muy diferentes, pero
en claves distintas. La sociedad norteamericana parece resignarse a las de la
"vigilancia" pues no es capaz de cambiar el "Gun crazy", la
fascinación morbosa por las armas, ni los principios de la "autodefensa"
que se entremezclan con un confuso sentido de la "ley" que no acaba
de abandonar la mentalidad del tiempo de
los pioneros. El problema no es solo tener armas, sino el segundo que se ve
agravado por ese enfermizo sentido del orden y la defensa del mismo por parte
de un "vigilante". The New York Times ahonda en esa faceta de Hicks,
ese carácter autonombrado "vigilante":
The police say they never received any formal
complaints, but Mr. Hicks, a 46-year-old former auto parts dealer who has been
studying to become a paralegal, appears to have functioned as a self-appointed
watchman in the complex.*
Si los
tres jóvenes muertos por la mano de este hombre no hubieran sido musulmanes,
nadie tendría dudas de ante qué tipo de caso se estaba, pero las cosas ocurren
como ocurren. Hicks fue a por ellos porque estaban haciendo más ruido del que
él consideraba que era aceptable. Era él quien visitaba con un arma asomando de
su pantalón a los vecinos para decirles que había coches de visitantes donde no
debía o si había mucho ruido. El señor Hicks mostraba sus armas en su página de
Facebook para que no hubiera dudas de que él hablaba en serio. Mostraba en ella
también su indignación y beligerancia contra distintas causas. El orden del barrio no era una causa
suficiente y lo extendía a través de sus comentarios. Mostraba las armas en
Facebook como lo hacía en su cinturón. Él hablaba en serio.
El
interés en establecer que no se trata de un crimen de odio religioso es
evidente, de la misma forma que existe el interés de otros en calificarlo como
tal.
Ahram
Online, en Egipto, recoge las dos hipótesis sobre la motivación de triple
asesinato:
"We understand the concerns about the
possibility that this was hate-motivated and we will exhaust every lead to
determine if that is the case," Police Chief Chris Blue said.
Meanwhile, thousand gathered in Chapel Hill to
mourn the killings, with Barakat's brother urging calm in the shaken university
town.
"Do not fight fire with fire... it is
quite possible that this was an act based off of evil and a scared ignorant
man. Do not let ignorance propagate in your life, do not reply ignorance with
ignorance," Farris Barakat said at the candlelight vigil.
He remembered his brother's passion for sports,
community work and the odd Chris Rock joke and said all three had an impact.
"We lost three great citizens of this
world and of this country. But I think they've inspired thousands."
The cautious wording of the police statement
contrasted sharply with the anguished reaction amongst many Muslims, however,
and the father of two of the students demanding investigators treat the killing
as a "hate crime."
"This was not a dispute over a parking
space; this was a hate crime," said Mohammad Abu-Salha, the psychiatrist
father of the two women shot dead.
"This man had picked on my daughter and
her husband a couple of times before, and he talked with them with his gun in
his belt."
Abu-Salha told the local News & Observer
newspaper his daughter had voiced fears about Hicks last week.
"Honest to God, she said, 'He hates us for
what we are and how we look,'" Abu-Salha was quoted as saying.
Muslims across the globe meanwhile were quick
to latch onto a viral campaign which asserted that the tragic killings had been
under-reported by the US mainstream media because of the ethnicity of the victims.**
En el mundo actual todo alcanza una dimensión política
porque todo puede ser amplificado instantáneamente y se canalizado hacia
conflictos existentes, realimentándolos. La observación de no "alimentar
el fuego con fuego" es sensata y, desde luego, servirá de muy poco para
los que vayan buscando precisamente que el fuego crezca.
Los
hechos se dan en una realidad que es interpretada; casi nada es obvio y casi
cualquier interpretación puede ser sostenida y, lo que es peor, aceptada por
aquel que está ya convencido de algo.
Nuestro
concepto de "crimen de odio" es demasiado rígido para la variedad de
motivaciones por las que se puede cometer un hecho de este tipo. Convertirlo en
"agravante legal" no significa mayor claridad porque hay cosas que no
se pueden encerrar en las palabras, entre ellas lo que ocurre en el interior
del cerebro de una persona claramente perturbada.
La
interpretación final tiene mucho que ver, en cambio, con nuestras actitudes y
voluntad. La mente de Hicks es oscura y no podemos entrar con una linterna a
esclarecer motivos que pueden ser confusos incluso para él mismo.
Lo que
parece es que en su mente enferma la idea de "orden" puede tener
preferencia y ser el desencadenante de querer imponerlo en unos términos
brutales. ¿Entra en ese orden la cuestión "religiosa"? El señor Hicks
se autoproclamaba "ateo" (burlándose de los que creen en la Biblia) y
defensor de "derechos individuales", "matrimonios del mismo
sexo" y el "aborto", según señalan sus familiares en The New York
Times. Esto tampoco es necesariamente una muestra de la "liberalidad"
de Hicks, como podría parecerlo en otros, sino más bien de su apego a causas
combativas.
El señor Hicks, según se apunta, era un individualista intransigente,
una fórmula en la que no se ahonda demasiado, pero mucho más frecuente de la
que pensamos. Son personas que no eligen sus causas racionalmente, sino que encuentran aquellas que les sirven para
desahogar mejor su propia conflictividad; personas a las que les gusta verse solas
contra el mundo, luchando en su propia guerra mundial personal. Son cruzados solitarios que no quieren compañía pues corren el riesgo de que se perciba lo ridículo de sus campañas.
De
todas las informaciones que suministra The New York Times, de vecinos,
familiares y ex esposas, la más reveladora para mí es la que cuenta una de estas últimas:
Cynthia Hurley, who said she was married to Mr.
Hicks years ago, said she had been unsettled by his enthusiasm for a 1993 film,
“Falling Down,” [Un día de furia]
which depicts a man violently lashing out at society. “That always freaked me out,”
Ms. Hurley told The A.P. “He watched it incessantly. He thought it was
hilarious. He had no compassion at all.”*
Quienes
haya visto esta película recordarán como muestra la transformación del
ciudadano pacífico y respetuoso de la ley en un homicida furioso que intenta
poner orden en el mundo que para él se desmorona. La obsesión de Hicks, según
su ex esposa, por esa película dice mucho de los mecanismos de proyección
psicológica en el personaje.
La ruptura de ese orden,
prioritario en su jerarquía de valores, es profundamente traumático para él. Hicks estudiaba para hacerse
"paralegal". Según la definición de la National Federation of
Paralegal Associations (NFPA) [USA]: "A paralegal is a person, qualified
through education, training or work experience to perform substantive legal
work that requires knowledge of legal concepts and is customarily, but not
exclusively, performed by a lawyer"). Su preocupación por el
conocimiento de las leyes carece de algo que es necesario para que la Ley no se
convierta en absoluta, la elasticidad que la hace humana. Para personas como
Hicks, obsesionadas con la legalidad,
no existe esa humanización de la ley. Estudiaba leyes para fortalecer su
sentido del orden y fundamentar su justificación externa. Son esas personas que
buscan la letra pequeña porque quieren hacerse valer.
The New York Times
concluye su artículo con la descripción de sus profesores:
Mr. Hicks is enrolled at Durham Technical
Community College, working toward earning “multiple certifications in our
paralegal technologies program,” according to a spokeswoman for the school,
Carver Weaver. Ms. Weaver said in an email that Mr. Hicks was “a student in
good standing and has been since fall 2012.”
A paralegal instructor at Durham Tech, Susan
Sutton, confirmed in a telephone call her previous comments to a local news
media organization that Mr. Hicks was a bright, conscientious, good student,
and said there had been no sign that anything was wrong.*
La descripción de Hicks y la conclusión de que no se
percibía nada malo son lógicas. La
pretensión de que a los asesinos se les
debe notar en la cara o en sus actos es ingenua. Los amantes del orden y la ley
pueden ser también muy peligrosos, sobre todo en un país en el que hay muchas
armas sueltas y el derecho a la autodefensa comienza con la mera sospecha de
agresión.
La forma de contrarrestar las lecturas interesadas que
sirvan para echar más leña al fuego, son las demostraciones generales de
solidaridad con la familia y la demostración de que aunque Craig Stephen Hicks
pudiera llevar "odio" dentro los demás no lo tienen. Si dejamos de
lado la hipótesis de la islamofobia del crimen, todavía quedan otras
preocupantes: por qué los vecinos tenían tanto miedo a Hicks y no se atrevían a
denunciarle, según la policía, que solo tenía registro de algunos incidentes. Pero
todos ellos reveladores de su personalidad controladora, como que retirara él
mismo con una grúa coches que consideraba mal aparcados de visitantes a los
residentes. Hicks era un amante de la ley y el orden. Él era juez, jurado y
verdugo.
Nuestro problema hoy, además de la existencia de Hicks en
cualquiera de sus variantes según la "ley" y el "orden" que
les obsesiones, es que no existen los incidentes aislados. Son como troncos que
se lanza a las corrientes ya existentes y que acaban atascando los puentes
hasta provocar violentos desbordamientos.
Hay muchos interesados en que el bárbaro asesinato sea
etiquetado como un "crimen de odio", como islamofóbico. No hace
muchos días, otro periódico egipcio daba entrada en sus páginas a un
colaborador desde los Estados Unidos que definía a los árabes como los
"nuevos negros de América". Sus posteriores escritos continuaban en
la línea de aprovechamiento del antiamericanismo para decir a la gente lo que
quiere escuchar y ampliar las bases de los conflictos. Es un movimiento
peligroso que algunos practican irresponsablemente. Ya hay bastante presión en
el mundo para que otros ciudadanos —como Hicks, amantes del orden—, se dediquen
a cazar "infractores" de sus respectivas leyes.
Están por otro lado, los que usan otra estrategia: hacer ver que la muerte de tres jóvenes musulmanes no importa a nadie. Se trata de otra manera de producir distanciamiento y odio. Es otra forma de echar leña al fuego pero con un disfraz distintos. Hay pirómanos de muchos tipos.- La muerte de los tres jóvenes ha causado dolor e indignación en la sociedad. Si esa indignación debe ser "especial" es ya una cuestión que requiere otro enfoque y otro planteamiento.
Con los incidentes producidos por las muertes de los jóvenes negros y la exculpaciones de los "vigilantes" o policías implicados se ha usado varias estrategias desde los medios árabes. En ocasiones, los gobiernos han justificado su propia brutalidad represiva señalando que en Estados Unidos también la Policía actúa cuando hay disturbios. Pero ahora otros se quejan de la falta de "reacción" ante la muerte de los tres jóvenes, como si se debieran producir también algún tipo de disturbios "raciales" o "religiosos" por el asesinato para demostrar que les importan. Hay mucho de hipocresía en estos planteamientos que solo buscan afianzar el antiamericanismo constante. Este antiamericanismo —¡triste récord de Obama!, le atacan tanto los que se oponen al yihadismo como sus partidarios, islamistas como laicos—. La forma de demostrar la condena es aplicar la ley con firmeza al que se creyó dueño de ella. Crear disturbios —le interesará a algunos— no contribuirá a nada bueno, ni allí ni en los países árabes.
El crimen de Hicks no tiene ningún tipo de equívoco y los jueces y jurados no deberían tener ningún tipo de duda en su momento. Eran tres jóvenes ejemplares, implicados en su comunidad, estudiantes y profesionales, queridos y respetados por los que les conocían. Y eso es lo importante para su familia, recordar que eran personas queridas, valoradas por los que les conocían. Pero todos mirarán con lupa el juicio que se haga a Craig Stephens Hicks, porque ya no se trata solo de las muertes y sus motivos, sino que hoy se miran más las repuestas en su tres vertientes: sociales, jurídicas y mediáticas. Si mira la repuesta social, el comportamiento del sistema judicial y el tratamiento de los medios. De esta forma se enjuicia a la sociedad, a la justicia y a los medios mismos desde el relativismo del tratamiento dado a cada caso.
Sí, también debemos decirlo: "somos Deah Barakat, Yusor Mohammad Abu-Salha y Razan Mohammad Abu-Salha", pues estamos con todos los que son víctimas de la locura. Toda vida tiene valor y la de estos tres jóvenes ha terminado bruscamente a manos de una persona cuyas motivaciones, las que fueran, eran claramente equivocadas. "Somos" ellos, pero lo que es peor, "podemos serlo", pues la locura no deja a nadie a salvo. Usarlos para promover o justificar el odio, en cualquier parte, es ofender su memoria y usar sus muertes para fines que probablemente no les hubieran gustado.
Descansen en paz y nuestras condolencias y apoyo a sus familias, amigos y compañeros.
El aumento generalizado del odio tiene un efecto terrible:
que la gente empiece a llamarlo "justicia".
*
"Neighbors Say Suspect in Chapel Hill Shootings Was Threatening" The
New York Times 12/02/2015
http://www.nytimes.com/2015/02/13/us/chapel-hill-neighbors-say-they-felt-threatened-by-man-held-in-killings.html
**
"Hate crime probed in murder of US Muslim students" Ahram Online
12/02/2015
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/122848/World/Region/Hate-crime-probed-in-murder-of-US-Muslim-students.aspx
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