Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
política española está cada vez más confusa y empieza a rozar el ridículo. El
nerviosismo se reparte por el espectro político, que está ya ojeroso y con ligeros
temblores en un párpado, según los casos. Hemos pasado de los liderazgos
eternos a acumular recién llegados que presumen de ello. Cada vez que se dan
datos de encuestas, sus lectores e intérpretes ven estupefactos los cambios en
el panorama. Eso ocurre con la última encuesta del CIS, institución que juega
ya un papel esencial en un mundo que ha pasado de la "casta" al
"casting" sin solución de continuidad.
El
diario El País nos interpreta los últimos
datos como el que comenta la radiografía con el paciente a pie de cama
hospitalaria:
La estrategia de Podemos basada en la
agregación de electores de distintas ideologías con un discurso transversal en
busca del voto emocional parece funcionar con éxito, según el análisis de la
encuesta del CIS conocida este miércoles.
Según este sondeo, el partido de Pablo
Iglesias es visto por la mayoría de los ciudadanos como un partido situado en
el extremo de la escala entre izquierda y derecha —le dan una ubicación media
de 2,2, siendo 1 la posición más a la izquierda y 10 la posición más a la
derecha—; y, sin embargo, logra la mayor parte de sus votos del resto del
espectro. Es decir, se deduce que buena parte de su voto no es ideológico, sino
de rechazo de otras opciones o de utilidad y práctico para provocar un cambio y
castigar a los partidos tradicionales, al margen de que se compartan o no sus
posiciones ideológicas. Se completa esa deducción con el pesimismo sobre la
valoración de la situación política y económica.*
Los
pacientes se revuelven inquietos en sus camas con el termómetro entre los
dientes al escuchar el diagnóstico. "No lo entiendo", dirán algunos,
"esto es muy raro". Pues sí, un poco. Pero, por otro lado, es la
variante española de la emocionalidad
que estamos viendo funcionar en otros lugares. La interpretación desde los
datos del CIS de la estrategia de "Podemos" tiene algo de análisis
pedagógico con ese "discurso transversal en busca del voto emocional",
pero no deja de ser cierto.
Es sorprendente
que si el voto de Podemos no es ideológico, la izquierda española se esté
desmoronando institucionalmente en todas sus variantes. Es no menos
sorprendente que los posibles votantes de Podemos sean los que se le escapan a
los demás, que dan el salto de la moderación del centrismo al enfado radical.
Lo que
hace Podemos está en los libros. Y desde hace tiempo. Los partidos políticos
españoles arrastran una historia que les hace vulnerables, mientras que Podemos
puede reinventarse todos los días convertido en un Zelig contemporáneo, el hombre camaleón de Woody Allen. La estrategia de Podemos se mueve entre la de la anguila escurridiza y el camaleón que se transforma según el momento.
Podemos juega con blancas y puede cambiar su discurso de forma escurridiza,
algo que los demás, hijos de su historia, no pueden hacer fácilmente. Aunque su estrategia de comunicación es fuertemente personalista, Iglesias apenas tiene historia. Es un líder anti líder. Lo justo para centrar la identificación de los mensajes y establecer la empatía, pero se utiliza de forma paralela a la estrategia conjunta del nosotros. La base de la comunicación populista es convencerte de que no me votas a mí, sino que te votas a ti mismo.
Podemos es un partido mediático a su manera y de discurso variable y
circunstancial, regulable en función de lo que se quiera decir en un momento
dado. Sus discursos se basan esencialmente en una línea destructiva y otra constructiva,
como suelen hacer todos los partidos. Pero su línea destructiva aprovecha las acusaciones
mutuas de sus adversarios, la erosión que ellos mismos han causado. Si
divergen los llama egoístas, que
solo tienen en cuenta sus propios intereses y si convergen les dicen casi lo
mismo, que se ponen de acuerdo contra el "pueblo". Les atacan por
separado y juntos, como la "casta". Como discurso
"populista", los demás tienen "electorado", mientras que
ellos tienen "pueblo", que son más que representan. Los políticos son lo contrario al pueblo —"no nos representan"—, mientras que ellos no hacen política, sino control ciudadano. Son el pueblo; los otros, la casta.
Canalizan,
como señala El País desde el informe del CIS, la insatisfacción que es modulada
para que el "pueblo" la sienta como "afrenta" y la lleva
después a la vía salvadora unida que
su propio nombre indica: "Podemos".
Los
partidos habitualmente tienen un nombre que identifica una ideología o una
parte del espectro político. Pero "Podemos" incumple esa regla, como
lo hace el partido de Berlusconi, "Forza Italia", que vale para la
política o para el mundial de fútbol. Berlusconi es un maestro mediático y sabe
porqué apropiarse de ese nombre es beneficioso. Si te llamas
"socialista" o "conservador", pueden criticarte por tu
ideología, pero si te llamas "Forza Italia!", puedes ser como quieras
y redefinirte o negarlo. Tienes la elasticidad semántica necesaria para decir en
cada momento a los electores lo que quieren escuchar. Las quejas de que Podemos
es según toque el día es como quejarse porque la anguila sea escurridiza; esa
es su ventaja.
Los
partidos políticos viejos, acusados
de todos los males, desgastados por la crisis externa —la económica— y las
internas, la de cada uno por unos absurdos sistemas de liderazgo, burocráticos
y feudales, no han sabido dar la vuelta a la situación y se defienden con cosas
como lo de la beca de Errejón o la declaración de Monedero. Es un recurso al
pataleo que no lleva más que a añadir más leña emocional a un partido que juega
con ello, que usa a modo de "ladran, luego cabalgamos".
Mientras
Podemos no tenga historia y sus
dirigentes apenas unas cuantas líneas biográficas, seguirán siendo anguilas y
les será fácil y rentable mantener esa estrategia.
Los
partidos tradicionales son víctimas de su historia y de las sobredosis de
demagogia empleadas hasta el momento en la lucha por el poder; son ellos los
que han echado las semillas de Podemos. Eso es lo que indican realmente las
encuestas: la gente tiene ganas de demostrar su enfado y cuanto más moleste
mejor. ¿Es bueno actuar así en la política? Pues probablemente no, pero esto no
es una cuestión absoluta, sino relativa.
También
Podemos, como su nombre indica, lucha por el poder con su propia demagogia, pero ha conseguido construir un
asilo verbal para desahuciados y aburridos de la política tradicional. Como
todo lo que se define emocionalmente, está sujeto a la influencia exterior. Que
se juegue con la emociones de los votantes y simpatizantes, no significa que
sus planes lo sean. La emoción es un camino para llegar al votante, no un
síntoma rousseauniano de bondad natural. Por ahora, funciona.
*
"Podemos logra captar un voto de castigo pero no ideológico" El País
4/02/2015
http://politica.elpais.com/politica/2015/02/04/actualidad/1423082494_091559.html
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