Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
primera vez que visité El Cairo los compañeros de la Universidad nos llevaron a
ver su impresionante salón de actos. Señalando el escenario nos decían:
"¡Allí fue donde Barack Obama hizo su discurso!" En aquel momento,
antes de las revoluciones, el discurso del presidente de los Estados Unidos en
aquel lugar había quedado como un hito del que todos estaban satisfechos. El
hombre más poderoso del mundo, como señala el tópico, había estado allí, sobre
aquel escenario, había elegido aquel punto para dirigirse al mundo árabe
islámico y sentar las bases de "un nuevo comienzo". Tras cantar las
excelencias del lugar en el que se encontraba, Obama les dijo:
He venido aquí a buscar un nuevo comienzo
para Estados Unidos y musulmanes alrededor del mundo, que se base en intereses
mutuos y el respeto mutuo; y que se base en el hecho de que Estados Unidos y el
Islam no se excluyen mutuamente y no es necesario que compitan. Por el
contrario: coinciden en parte y tienen principios comunes, principios de
justicia, progreso, tolerancia y el respeto por la dignidad de todos los seres
humanos.
Lo hago sabiendo que el cambio no puede
suceder de la noche a la mañana. Ningún discurso por su cuenta puede acabar con
años de desconfianza, ni puedo en el tiempo que tengo contestar todas las
preguntas complejas que nos han traído a este momento. Pero estoy convencido
que para progresar, debemos decir abiertamente lo que pensamos, y demasiadas
veces, eso se dice solamente detrás de puertas cerradas. Debe haber un esfuerzo
sostenido de escucharnos unos a los otros, de aprender unos de otros; de
respetarnos unos a los otros, y de buscar terreno común. Como nos dice el Sagrado
Corán, “Tengan conciencia de Dios y digan siempre la verdad”. Eso es lo que
trataré de hacer: decir la verdad de la manera más clara posible, reconociendo
humildemente la tarea que nos queda por delante, con la firme convicción de que
los intereses que compartimos como seres humanos son mucho más poderosos que
las fuerzas que nos dividen.
Parte de esta convicción está arraigada en mi
propia experiencia. Soy cristiano, pero mi padre pertenecía a una familia en
Kenia que incluye a varias generaciones de musulmanes. De niño, pasé varios
años en Indonesia y escuché el llamado del Azán al amanecer y atardecer. De
joven, trabajé en comunidades de Chicago donde muchos encontraban dignidad y
paz en su religión musulmana.*
Las
expectativas sembradas por la presencia y palabras del presidente en El Cairo
contrastan con el estado de las relaciones actuales de los países árabes con
los Estados Unidos. Creo que nunca han sido peores.
A día
de hoy, la mayor parte de la opinión pública de los países árabes musulmanes, da
igual la tendencia, responsabilizan del desastre de la zona, de un estado de
terror que se extiende desde Marruecos hasta Turquía, a los Estados Unidos y
sus políticas.
La
lectura del discurso de Obama, plagado de buenas intenciones, produce hoy una
fuerte melancolía. Ni su promesa de cerrar Guantánamo ha sido posible cumplir.
Su reconocimiento de múltiples fórmulas políticas aceptables siempre que los
pueblos las quisieran para gobernarse, su proclama de no desear imponer modelos
o estándares, su apoyo al desarrollo de la mujer por la educación (y su respeto
al velo), etc., se leen hoy con un sentimiento amargo porque no hay por qué
dudar de su buena voluntad cuando las planteó. Somos hijos de nuestras acciones,
que dan lugar a la Historia, mientras que nuestras palabras solo tienen valor
cuando se cumplen. Y el discurso de Obama suena hoy casi a ciencia-ficción, a
fantasías de la Tierra Media.
Hoy
podemos leer los periódicos del mundo árabe de casi cualquier tendencia y encontrar
en ellos una constante: el antiamericanismo. Esto se ha recrudecido en los últimos
meses. Como toda tendencia tiene sus causas, pero en este caso se trata de una
corriente muy rentable para distintos enemigos, lo que hace que el efecto sea
amplificado.
Al hilo
de esta tendencia, los medios se están alimentando de nuevos informadores que se dedican a hacer
crecer el sentimiento antiamericano y, por asociación, el antioccidental. Lo
hacen con artículos que llegan desde los propios Estados Unidos —señalando la islamofobia y cómo son perseguidos los musulmanes— o desde lugares
tan significativos como Irán, por ejemplo, país del que no es frecuente que se
publiquen textos en los medios árabes.
Un
ejemplo de intervención iraní lo
tenemos en el artículo titulado "No democracy without security",
escrito por el periodista iraní Akbar Ganji, y publicado en Ahram Weekly:
The most important external factor contributing
to the present state of affairs in Iraq has been the United States and its
policies toward the country. Naturally, the US pursues what it considers to be
its national interests, but when it comes to pursuing such interests vis-à-vis
Iraq and, more broadly, the Middle East, the US has committed fundamental
errors.
From goading Iraq to invade Iran in 1980 and
Kuwait in 1990, to the crippling economic sanctions imposed on Iraq in the
1990s and up until 2003, when the US invaded and occupied Iraq illegally, US
policy towards Iraq has been one disaster after another and has produced a long
list of catastrophes, destruction and bloodshed.
At least half a million Iraqi children and
young people died as a result of the economic sanctions of the 1990s and
hundreds of thousands more have died since 2003. The Pentagon even drew up
plans in 2002 to use nuclear weapons against seven countries, including Iraq,
“in case of an emergency.”
Why has the US committed such crimes? The
answer is that it has always wanted to frighten the Arab states into
submission. As former CIA director James Woolsey put it two months after the
US-led invasion of Afghanistan in the fall of 2001, “Only fear will
re-establish [Arab] respect for the United States,” and the invasion of Iraq
was a prime means for creating such fear. In the world of warmongers such as
Woolsey, “respect” means submission.
But the most important consequence of the
invasion of Iraq in 2003 was the destruction of its political order, which gave
rise to Sunni terrorism through the emergence of Al-Qaeda in Iraq (AQI), now
IS, and effectively partitioned the nation along ethnic and religious lines.**
No me
interesa tanto lo que dice, como el que se diga, es decir, su papel en la
creación de la opinión y su contribución al crecimiento constante del
antiamericanismo y antioccidentalismo. Esto se publica en Egipto, un país cuyo
ejército es el que ha recibido más dinero después del de Israel.
Es
evidente que los Estados Unidos han elegido mal y que eso ha causado una serie
de problemas añadidos. No todo es responsabilidad suya, por mucho que se diga.
Pero se ha convertido en el receptor universal de acusaciones, en el causante
de todos los males, en aquel hacia el que se dirigen las iras rentables. Estados
Unidos ha conseguido no solo irritar a sus aliados circunstanciales
volviéndolos contra él, sino que ha conseguido volver contra él a sus mejores
aliados históricos, crisis superadas
por la paciencia y buena voluntad de los demás (¡qué remedio!).
En
Oriente Medio, ahora mismo resulta rentable manejar constantemente la idea de
la conspiración americana, la da por
evidente el papa copto Tawadros II o un islamista furibundo del Estado Islámico.
Creen en ella desde el pastor de cabras hasta el profesor universitario. Lo
hacen porque se les estimula a hacerlo, evidentemente. El cambio de orientación
hacia países como Rusia —un agente que maneja bien estas cosas— va descolocando
las viejas alianzas y lleva hacia otras nuevas. En las luchas internas, nadie
quiere ser acusado de estar "vendido" a los Estados Unidos o a
Occidente, mientras que a Vladimir Putin se le recibe multitudinariamente como
un nuevo profeta de la concordia. ¿Quién dice que no estamos en la Guerra Fría?
En
Ahram Weekly encontramos otro artículo, esta vez del periodista Galal Nassar en
la misma línea antiamericana. Parte del famoso artículo, publicado tras el
11-S, del periodista norteamericano Fareed Zakaria que fue portada de Newsweek:
"Why they hate us?". Así comienza su artículo Galal Nassar:
After 9/11 Fareed Zakaria, the then editor of
Newsweek International, posed the question: “Why do they hate us?”
Ignoring the long history of disastrous US
policies in the Middle East - it gave rise, among other things, to Al-Qaeda, a
group born out of the US campaign to fight the Soviets in Afghanistan by
enlisting the help of takfiris, ultra radical Islamists bent on bringing down
all forms of government apart from their own - Zakaria recast the dilemma as if
the fault of any animosity lay with Arabs and Muslims and not with Washington’s
foreign policy.
The mischief is not ended, and nor is
Washington’s support of takfiris. All that has happened is that the US shifted
its support to the Muslim Brotherhood (MB), the group whose ideologue, Sayed
Qotb, wrote the definitive book on terror.
Millions in Egypt went out on 30 June 2013 to
demand an end to Brotherhood rule. The army then stepped in to remove Mohamed
Morsi, a man who months earlier had passed a constitutional declaration that
gave him absolute power. Since then the Americans have given every possible
support to the Brotherhood, backing its demand to return to power in a country
which rejected their rule and narrowly escaped civil war in doing so.
It is now our turn to ask the Americans and
those in the West who refuse to see our point: “Why don’t you understand us?”***
Quizá la pregunta tiene trampa y da por descontado que ese
"us", ese "nos", es unitario y que incluso se comprende a sí mismo. La existencia de un
enemigo común, en este caso, los Estados Unidos, sobre quien hacer recaer el
peso de la responsabilidad histórica de todo lo que ocurre no exime del
análisis realista que se está soslayando. Y ese es el papel real, involuntario, de los
Estados Unidos en estos momentos. Hay muchas cuestiones por aclarar para poder
avanzar hacia soluciones. Hay demasiados conflictos internos que quedan en la
sombra y que son sin embargo decisivos para el futuro de la zona y las personas
que viven allí, para su progreso y desarrollo. Con los Estados Unidos no se
explica todo.
Las Primaveras árabes han servido para dejar en evidencia
esta disparidad profunda que existe en las mentalidades, conflictos radicales. Allí
mal conviven distintas formas de pensar, en muchos casos incompatibles entre sí
y algunas además con el resto del mundo, de imposible vecindad. El mundo árabe musulmán
es el escenario de profundos desgarros, de vivencias extremas. Un país, una
cultura puede soportar diferentes grados de disidencia, pero ningunas tan
extremas como las que hoy se viven allí.
Por eso decíamos que la reconversión de la pregunta de Fareed
Zakaria "¿Por qué nos odian?, que Galal Nassar transforma en "¿por
qué no nos entienden?", debería dar lugar a una nueva pregunta: "¿por
qué no nos entendemos?". Es la pregunta que se evita.
Y esta pregunta lleva más allá de los Estados Unidos porque
el historial de los conflictos y desgarros se remonta al origen. El mundo árabe
ha exiliado sus alternativas durante siglos, con lo que ha limitado su propio
desarrollo, sus alternativas posibles, las soluciones a problemas reales. Lo
que hoy se dilucida allí es en qué sentido debe avanzar el reloj de la
historia, a sabiendas de que hay soluciones que son huidas hacia adelante y que
llevan al desastre, como se ha manifestado con el Estado Islámico. Políticos, filósofos, artistas, académicos, etc. que han osado analizar la deriva autoritaria se han visto exiliados, encarcelados, atacados, estigmatizados. Nadie ha querido escucharlos y sus ideas y libros han sido censurados, borrados del mapa.
Hoy, bajo la excusa de la guerra al terrorismo no se están
produciendo convergencias, sino persecuciones encubiertas para aprovechar y
eliminar posibles rivales, ideas divergentes, formas diferentes de pensar, que
son siempre vistas como enemigas. Se aprovecha para eliminar problemas futuros,
pero solo se están sembrando nuevos desastres, prolongando el problema por
décadas.
La eliminación de los matices y la incompatibilidad de las
divergencias han hecho que siempre triunfe una forma de monolitismo y no de
convivencia o diálogo. Y eso históricamente se paga y se debería aprender de
ello. No hay país que se libre de ese estigma del autoritarismo por muy
disfrazado que esté de buenas intenciones e ideales. Las Primaveras eran una oportunidad y sin embargo se ha perdido llevando
a otra generación al exilio o a la apática melancolía, a la tristeza del que
siente que nada cambia, que las luchas son las mismas impidiendo la
modernización, la subida a un tren de la Historia que lleve a un futuro posible
y no que obligue a bajarse en un apeadero espectral.
* Discurso de Obama en El Cairo: "Un nuevo
comienzo" ABC 04/06/2009
http://www.abc.es/20090604/internacional-africa/discurso-obama-cairo-nuevo-200906041436.html
* "No
democracy without security" Ahram Weekly 19/02/2015
http://weekly.ahram.org.eg/News/10458/21/No-democracy-without-security.aspx
**
"Why don’t they understand us?" Ahram Weekly 19/02/2015
http://weekly.ahram.org.eg/News/10498/17/Why-don%E2%80%99t-they-understand-us-.aspx
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