Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
hecho de que el terrorista danés fuera enviado a la cárcel, en donde se
adoctrinó, y que no fuera vigilado posteriormente por las fuerzas de seguridad,
que sin embargo lo tenían "fichado", demuestra lo absolutamente desatinados
que estamos en la evaluación de los verdaderos riesgos.
El
patrón de la ceguera se repite. Lo vemos una y otra vez en la incapacidad de
evaluar el tipo de fuerza a la que se enfrentan los vigilantes. Es una especie
de ceguera que tiene que ver con nuestras conceptualizaciones de a lo que nos enfrentamos. Mientras no
nos demos cuenta que los sensores deben ser otros, difícilmente seremos capaces
de detectar la amenazas. Ha sucedido en Estados Unidos, con los hermanos de
Boston, ha sucedido en Francia y sucede ahora en Dinamarca. Es como esa prueba
del gorila que pasa ante nosotros sin que le prestemos atención. Sencillamente
esperamos que los hombrecillos que vienen del espacio sean "verdes" y
si son de otro color no los vemos aunque sean rosa fucsia furioso.
Son las
expectativas las que determinan la capacidad de ver; lo que esperamos ver nos
produce la ceguera de lo que no esperamos ver. Hemos enviado a la cárcel a
personas que se han formado allí. Hemos convertido en interlocutores a personas
cuya finalidad era controlar a aquellos que esperábamos proteger, se han usado
como confidentes a los mismos que después han atentado, etc., etc.
Si
hubiera ocurrido una vez y en un país podríamos pensar que se trata de un
problema local, pero el patrón de la ceguera se reproduce en todos aquellos que
vigilan concienzudamente a quien no deben (incluido el móvil de Angela Merkel)
mientras que son incapaces de detectar las ventas de armas en los escenarios
más controlados. Los vigilantes son tiroteados sin que se den cuenta de la que
se les viene encima hasta que es demasiado tarde.
Entendemos
que siempre es difícil pararlo todo, pero que un hombre solo se pueda desplazar
por una ciudad llena de cámaras y policías de un escenario a otro tan
previsible como una sinagoga indica que algo falla en los servicios que
deberían funcionar de otra manera. Protocolos y dispositivos funcionan cuando
ya es demasiado tarde o lo suficientemente tarde como para que el terrorista
invisible haya causado más estragos.
El País
nos da el ya tópico perfil del
terrorista imprevisto:
Omar Abdel Hamid El Hussein, el joven de 22
años al que diversos medios apuntan como el presunto responsable de los
asesinatos del fin de semana en Copenhague, colgó en su perfil de Facebook
antes del primer ataque un vídeo a favor del Estado Islámico, según el diario Ekstra Bladet. El Hussein, nacido en
Dinamarca de familia palestina, también habría pronunciado soflamas antisemitas
y hablado abiertamente durante su estancia en prisión de su deseo de viajar a
Siria para participar en la yihad. Pese a que la policía no ha confirmado su
identidad, los medios daneses dan cada vez más datos personales.
El Hussein, que compitió de forma profesional
en lucha tailandesa, salió de la cárcel hace dos semanas tras cumplir parte de
una condena por un ataque con cuchillo en un tren en otoño de 2013. Los
tribunales lo dejaron libre porque, aunque la pena era de dos años, llevaba más
de uno en la cárcel y el juicio de apelación estaba fijado para agosto de este
año. Compañeros de clase consultados por France Presse le describen como
alguien inteligente y con voluntad de servir, pero con un aspecto oscuro. “A
veces tenía un comportamiento agresivo, pero el resto del tiempo era amable y
tenía buenas notas”, señala a la agencia francesa Julie, una antigua camarada.*
A los
ojos de su "antigua camarada", tenía un comportamiento agresivo pero cuando no lo era, era muy amable, que es como decir que Jack el
destripador era violento en algunas ocasiones pero que, cuando no lo era, era
muy amable. Todos los terroristas,
descuartizadores, asesinos en serie, etc. sorprenden a sus vecinos con su
amabilidad. La descripción de France-Presse es de risa: "alguien
inteligente y con voluntad de servir, pero con un aspecto oscuro".
El
agravante en estos casos es que no hace falta ir a Siria, como había dicho el
terrorista, sino basta con decirlo o manifestarlo. La excusa dada esta vez es
que "como no viajó...", estableciendo una especie de reduccionismo mecanicista
absurdo, una especie de "tache lo que proceda" con los viajes a
Siria. Para entrar disparando en un café no hace falta ir a Siria, demostración
de lo ramplón de los planteamientos. Ahora bien, nuestros jueces, servicios de
seguridad, etc. se suelen cubrir de gloria cuando excarcelan a gente que luego
hace de las suyas, desde matar a sus parejas o matar a los que asistan a un
coloquio, entrar en una redacción disparando, etc. Se han ignorado informes negativos la mitad de las veces y no se entiende por qué.
Sé que
es fácil decirlo. Reconozco la dificultad de detectar estos terroristas de
conversión rápida, pero si quienes tienen que hacerlo no lo hacen y demuestran poca eficacia (entiendo por eficacia
detenerlo antes de que mate a la gente y no después), seguirán animándose.
Los
terroristas suicidas, como su propio nombre indica, se dan por muertos desde el
momento en que actúan. Saben que les cogerán en un momento u otro, por lo que
siguen avanzando de objetivo en objetivo hasta que caen. No hay demasiado
mérito en su detección, pues la exposición es mayor en cada atentado. El danés
hizo dos, pero podía haber seguido atentando hasta que le mataran, con lo cual
encima se le hace feliz y se anima a los demás a hacerlo.
Creo
que la que se viene encima exige sistemas de detección totalmente diferentes a los que
hasta ahora se han seguido, basados en haber estado en Siria o no. Se han demostrado
ineficaces y lo seguirán siendo. Cuando sé que solo se vigila a los que van a
Siria, dejo liberados de marca a los que no han ido.
Debemos
asumir los riesgos, que irán aumentando conforme se les presione en origen. Por eso hay que cambiar las mentalidades y las formas de actuación. Con sus crímenes intentan intimidar a los países que participan en las operaciones militares contra ellos. Nos
enteramos de que hay rehenes secuestrados durante meses cuando ellos deciden
ejecutarlos; reproducimos sus vídeos y los sacamos en primera página de
nuestros periódicos y programas, promoviendo así la escalada de protagonismo
criminal, como los 21 egipcios coptos masacrados en una playa o el piloto
jordano quemado vivo. No hay, pues, política de comunicación en un mundo de
propaganda. Así nos va. Sorprende la cuidada realización del vídeo de la matanza de los coptos en la playa. Están destinados a nosotros; son para nuestros ojos.
La
batalla de la información hace que cada vez que se producen asesinatos en
Occidente los países islámicos lo perciban como un crecimiento de la
islamofobia, que es aprovechado por los terroristas y afines; y que cada vez
que se produce un atentado o muerte criminal en los países árabes se diga que
"occidente tiene un doble rasero". Es increíble que se puedan cometer
tantos errores en tan poco tiempo. En vez de ir a venderles armas, a lo que hay
que ir es dar solidaridad, entendiendo que lo que aquí padecemos es la punta
del iceberg de lo que pueden padecer allí. Mientras no lo entendamos chocaremos con una creciente animadversión que será el semillero de futuros
terroristas e ideólogos del terror.
Titula
El País que "El sospechoso colgó vídeos del Estado Islámico y lanzó
soflamas antisemitas". ¿"Sospechoso"? No sé qué le quedó por hacer para que alguien le
considerara un peligro. ¡Tanta novela negra nórdica para esto!
No hay
más ciego que el que no quiere ver, dice el refrán. También está cegado el que
mira para otro lado y la punta del dedo que debería señalar la luna acaba
dejándote tuerto. No son terroristas invisibles, sino imprevistos. No es mérito
de ellos, sino ineficacia nuestra.
*
"El sospechoso colgó vídeos del Estado Islámico y lanzó soflamas
antisemitas" El País 16/02/2015 http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/16/actualidad/1424078008_195049.html
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