Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
apenas unos días leíamos la derogación en Túnez del artículo que permitía
librarse de cualquier pena al violador de una menor si se casaba con ella. La
idea de obligar a casarse a la víctima con su agresor nos muestra el papel
negativo, de freno, que la "tradición" juega en las sociedades
que sufren transformaciones profundas. Cuando hablamos de transformaciones
"sociales", el lenguaje nos juega la mala pasada de englobar lo que
es un fenómeno disperso, con una gran variedad de calado según la zona del
mosaico que es toda sociedad. En los extremos —en este caso— se encuentran los
que ven este hecho como una "monstruosidad" que condena a la joven agredida a
vivir una vida de violencia y opresión, por un lado, y en el otro se encuentran
los que ven la "solución" como la más ajustada a sus tradiciones, convertidas en leyes.
Las
resistencia a abandonar las tradiciones de este calibre tienen que ver con el
reparto del poder en la sociedad, en quién decide y quién esta al margen.
Aceptar una tradición de ese tipo es considerar irrelevante a la mujer que lo
padece frente a una idea de "honor" familiar que se antepone a los
deseos y derechos de las personas afectadas. Pero las sociedades cambian y lo
hacen de forma irregular a lo largo del tiempo, lo hacen como una lucha,
suicida al principio, de unos pocos, que se enfrentan a las resistencias de lo
que está aceptado y ha servido para dar forma al poder y su reparto en esa sociedad.
La
apertura del mundo hoy es mucho mayor de lo que ha sido en cualquier otro momento
de la historia de la Humanidad. Las comunicaciones y contactos con otros son los
aceleradores de los cambios porque se comprende que lo que en unos lugares se
considera "normal", fuera de allí puede ser visto como una
monstruosidad o un anacronismo. Tras el choque ante esta evidencia se inicia un
movimiento de resistencia al cambio que busca afianzarse para evitar que las
situaciones que favorecen a unos se modifiquen. Pero el germen del cambio está
ahí y crecerá poco a poco hasta lograr modificarse.
Leemos
que finalmente se ha aprobado la constitución tunecina y que reconoce la
igualdad de hombres y mujeres, pese al intento de los islamistas de Al Nahda de
mantener su visión retrógrada de las relaciones entre hombres y mujeres, dos
mundos separados y subordinados para ellos. Señalan en el diario El País:
Los artículos más innovadores, de cara al
mundo árabe-musulmán, son aquellos sobre los derechos de la mujer y la
religión. Lejos de consagrar la “complementariedad” de la mujer con el hombre,
como pretendía Ennahda, resalta que ambos son “iguales ante la ley sin
discriminación”.
El Estado debe además, según el artículo 20,
garantizar “los derechos adquiridos por la mujer”, la “igualdad de
oportunidades entre el hombre y la mujer” y promover “la paridad en las
asambleas electas”. Las listas de candidatos ya son paritarias y en ellas se
van alternando hombres y mujeres al 50%. De ahí que en la ANC más del 40% de
los parlamentarios sean mujeres.*
Las
concesiones hechas por los islamistas durante la negociación de la constitución
tienen como referencia el desastre constitucional egipcio y sus consecuencias
posteriores. Los tunecinos corrieron el riesgo de seguir el destino de sus
amigos y correligionarios egipcios, los Hermanos Musulmanes, por tensar
demasiado la cuerda social, especialmente tras el asesinato de dos de los
líderes opositores.
Los
grandes pasos para la transformación son los que se dan en el campo de los
derechos individuales, fuertemente marcados por las leyes religiosas, que son
las que orientan todo el estatuto personal y familiar. La "orientación"
es la que define los límites legales, ya que establece las fronteras de lo
posible. Como todo argumento remite a los fundamentos religiosos, todo queda
blindado por la religión, que es la que acaba rigiendo las vidas de todos,
amparando las tradiciones más anacrónicas, como por ejemplo las ablaciones, los
matrimonios infantiles, los concertados por las familias, etc. No hay argumentos,
solo un muro: "es la ley de Dios". Es la forma de mantener la
dominación social y familiar dentro de un aparato de tradiciones que siempre
aseguran el control desde las familias, auténtico centro de la organización del
poder.
Con la
ley constitucional en la mano, podrán enfrentarse a las otras leyes, las de la
tradición, con un amparo al que muchas no llegarán. La aprobación de la
constitución es un paso importantísimo pero no una transformación inmediata; es
una arma para poder luchar en una guerra en la que se comienza en la educación y,
especialmente, dentro de la auténtica educación, la familia. No es fácil, por
mucha constitución que exista, liberarse de la carga que la educación familiar
supone. Solo se descubre que existen esos derechos cuando se encuentran en
situaciones extremas, tras enfrentamientos familiares, tras descubrir que toda
esa envoltura que es la familia puede actuar en tu contra si contravienes las
expectativas que se han creado contigo.
La
educación familiar es un moldeado en el que se vuelcan las fuerzas que te
convertirán en una persona liberal o en una persona que acepte la dominación
dando gracias por ella. La lucha por desprenderse de los sentimientos de culpa,
por hacer daño a los que quieres, a los que te han cuidado y todo lo "han
hecho por tu bien" es una fase importante de la batalla en la que muchos
caen dejándose llevar por la integración antes que por la rebeldía que les
libere. Hace años le escuché decir a una amiga árabe "la familia está muy
bien, pero puede ser una cárcel". Tenía razón.
El
diario añade en su información otro punto importante de la aprobación de la
constitución en Túnez:
“Todo esto dice con claridad al mundo
musulmán que el lugar de las mujeres en la sociedad y el respeto de sus derechos
no son ya solo un concepto occidental”, recalcaba Amira Yahyaoui, fundadora de
la ONG Al Bawsala que ha seguido de cerca los trabajos de la ANC. “Ya no se
podrá, por ejemplo, decir a una libia que la reivindicación de igual hombres y
mujeres es un modelo importado que no tiene razón de ser en un país árabe”,
añade.*
El
primer punto señalado por Amira Yahyaoui es clave, pues ayuda a desmontar una
de las principales argumentaciones en las que se basa el pensamiento reaccionario
tradicionalista: lo que viene de afuera pervierte y destruye lo de dentro. Los
derechos de las mujeres solo se han querido discutir dentro de los
planteamientos de sumisión femenina: el hombre hace lo que debe si la mujer
hace lo que debe; el hombre hace lo que debe cuando la mujer no hace lo que debe. En este
planteamiento todo es dulzura y armonía
cuando la mujer sigue el camino fijado y el hombre se ve obligado a no ignorar
sus deberes de corrección —con grados que van desde la palabra a la acción violenta—,
eso sí, siempre por amor y deber,
cuando la mujer no sigue la senda adecuada, la marcada por la tradición
fundamentada religiosamente.
El
argumento de la corrupción extranjera es la estrategia de defensa inmovilista
pues la superioridad de lo islámico
está dentro de la propia enseñanza islámica. Desde ese planteamiento, todo lo
que no se acepte forma parte de una conspiración para acabar con la perfección
alcanzada. Todo serán ataques contra la familia, del ateísmo, de los
cristianos, de los sionistas, etc. El mundo propio debe ser defendido de su
tendencia al caos y al desorden.
El
hecho de que exista una constitución en un país musulmán, como es Túnez,
servirá como ejemplo, argumentan, de que ya no es solo una cuestión extranjera. La lucha, sin embargo, no ha hecho más que
empezar, porque ya comenzarán los reaccionarios a elaborar argumentos para
estigmatizar la constitución tunecina y sus "defectos". Es en el seno
de escuelas y familias donde uno aprende a ser libre y a sentirse portador de
derechos. Una de las primeras cosas que hicieron los Hermanos Musulmanes en su
breve paso por el poder fue la revisión y modificación de los libros de texto,
eliminando las entradas y fotografías de las mujeres —las históricas feministas
egipcias— que no se ajustaban a su modelo virtuoso.
Por
último, el diario señala otro aspecto relevante de la constitución de gran
alcance:
El Estado, estipula el artículo 6, “garantiza
la libertad de fe, de conciencia y el libre ejercicio del culto”, es decir que
permite a un musulmán cambiar de religión, algo inimaginable en cualquier otro
país árabe. Se prohíbe además la acusación de “apostasía” que algunos radicales
formulan contra los laicos y que puede servir de pretexto para asesinarles.
De ser
cierta la interpretación señalada, efectivamente sería una cuestión importante.
Hasta el momento en el mundo musulmán solo se permite una dirección: la que
lleva al islam y que es irreversible. Los problemas de adopción de niños marroquíes
por familias españolas, recientemente aireadas en la prensa, provienen de ese
hecho.
Los artículos de la constitución han sido luchados, defendidos con firmeza y entusiasmo, uno a uno para evitar los retrocesos y recortes en materias de derechos ganados por las mujeres tunecinas en una lucha social y legal siempre difícil. La aprobación de la constitución tunecina es un gran paso para
su sociedad o, al menos, para aquella parte que desea poder tener un mayor
control de sus vidas y felicidad. Como ocurre en todos los países musulmanes, dos leyes que luchan por el control: las de base religiosa que se
consideran superiores a las que los imperfectos seres humanos puedan aprobar en
su soberbia y ceguera, y las perfectas, las que han sido dadas para su cumplimiento
sin reservas. Las tunecinas tendrán que luchar contra las seguras maniobras que tratarán de dar interpretaciones sesgadas de lo que acaban de aprobar. Los islamistas suelen ser maestros de la ambigüedad para salir del paso y de la interpretación posterior.
Todo
los cambios que ocurren en el mundo árabe musulmán tienen ese mismo problema,
la existencia de una resistencia histórica al cambio, cuyo sentido va en
dirección equivocada frente al camino mostrado. La lucha de los que tratan de
modernizar sus sociedades —o simplemente de vivir sus vidas— comienza en sus
familias y continúa por la presión social. Hay grandes batallas que el mundo
desconoce que se libran cada minuto tras las puertas de los domicilios.
* "Túnez aprueba la Constitución más avanzada del
mundo árabe-musulmán" El País 24/01/2014
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/01/24/actualidad/1390559019_492853.html
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