domingo, 26 de enero de 2014

La nueva constitución tunecina y la lucha de las mujeres

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace apenas unos días leíamos la derogación en Túnez del artículo que permitía librarse de cualquier pena al violador de una menor si se casaba con ella. La idea de obligar a casarse a la víctima con su agresor nos muestra el papel negativo, de freno, que la "tradición" juega en las sociedades que sufren transformaciones profundas. Cuando hablamos de transformaciones "sociales", el lenguaje nos juega la mala pasada de englobar lo que es un fenómeno disperso, con una gran variedad de calado según la zona del mosaico que es toda sociedad. En los extremos —en este caso— se encuentran los que ven este hecho como una "monstruosidad" que condena a la joven agredida a vivir una vida de violencia y opresión, por un lado, y en el otro se encuentran los que ven la "solución" como la más ajustada a sus tradiciones, convertidas en leyes.
Las resistencia a abandonar las tradiciones de este calibre tienen que ver con el reparto del poder en la sociedad, en quién decide y quién esta al margen. Aceptar una tradición de ese tipo es considerar irrelevante a la mujer que lo padece frente a una idea de "honor" familiar que se antepone a los deseos y derechos de las personas afectadas. Pero las sociedades cambian y lo hacen de forma irregular a lo largo del tiempo, lo hacen como una lucha, suicida al principio, de unos pocos, que se enfrentan a las resistencias de lo que está aceptado y ha servido para dar forma al poder y su reparto en esa sociedad.


La apertura del mundo hoy es mucho mayor de lo que ha sido en cualquier otro momento de la historia de la Humanidad. Las comunicaciones y contactos con otros son los aceleradores de los cambios porque se comprende que lo que en unos lugares se considera "normal", fuera de allí puede ser visto como una monstruosidad o un anacronismo. Tras el choque ante esta evidencia se inicia un movimiento de resistencia al cambio que busca afianzarse para evitar que las situaciones que favorecen a unos se modifiquen. Pero el germen del cambio está ahí y crecerá poco a poco hasta lograr modificarse.
Leemos que finalmente se ha aprobado la constitución tunecina y que reconoce la igualdad de hombres y mujeres, pese al intento de los islamistas de Al Nahda de mantener su visión retrógrada de las relaciones entre hombres y mujeres, dos mundos separados y subordinados para ellos. Señalan en el diario El País:

Los artículos más innovadores, de cara al mundo árabe-musulmán, son aquellos sobre los derechos de la mujer y la religión. Lejos de consagrar la “complementariedad” de la mujer con el hombre, como pretendía Ennahda, resalta que ambos son “iguales ante la ley sin discriminación”.
El Estado debe además, según el artículo 20, garantizar “los derechos adquiridos por la mujer”, la “igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer” y promover “la paridad en las asambleas electas”. Las listas de candidatos ya son paritarias y en ellas se van alternando hombres y mujeres al 50%. De ahí que en la ANC más del 40% de los parlamentarios sean mujeres.*


Las concesiones hechas por los islamistas durante la negociación de la constitución tienen como referencia el desastre constitucional egipcio y sus consecuencias posteriores. Los tunecinos corrieron el riesgo de seguir el destino de sus amigos y correligionarios egipcios, los Hermanos Musulmanes, por tensar demasiado la cuerda social, especialmente tras el asesinato de dos de los líderes opositores.
Los grandes pasos para la transformación son los que se dan en el campo de los derechos individuales, fuertemente marcados por las leyes religiosas, que son las que orientan todo el estatuto personal y familiar. La "orientación" es la que define los límites legales, ya que establece las fronteras de lo posible. Como todo argumento remite a los fundamentos religiosos, todo queda blindado por la religión, que es la que acaba rigiendo las vidas de todos, amparando las tradiciones más anacrónicas, como por ejemplo las ablaciones, los matrimonios infantiles, los concertados por las familias, etc. No hay argumentos, solo un muro: "es la ley de Dios". Es la forma de mantener la dominación social y familiar dentro de un aparato de tradiciones que siempre aseguran el control desde las familias, auténtico centro de la organización del poder.


Con la ley constitucional en la mano, podrán enfrentarse a las otras leyes, las de la tradición, con un amparo al que muchas no llegarán. La aprobación de la constitución es un paso importantísimo pero no una transformación inmediata; es una arma para poder luchar en una guerra en la que se comienza en la educación y, especialmente, dentro de la auténtica educación, la familia. No es fácil, por mucha constitución que exista, liberarse de la carga que la educación familiar supone. Solo se descubre que existen esos derechos cuando se encuentran en situaciones extremas, tras enfrentamientos familiares, tras descubrir que toda esa envoltura que es la familia puede actuar en tu contra si contravienes las expectativas que se han creado contigo.
La educación familiar es un moldeado en el que se vuelcan las fuerzas que te convertirán en una persona liberal o en una persona que acepte la dominación dando gracias por ella. La lucha por desprenderse de los sentimientos de culpa, por hacer daño a los que quieres, a los que te han cuidado y todo lo "han hecho por tu bien" es una fase importante de la batalla en la que muchos caen dejándose llevar por la integración antes que por la rebeldía que les libere. Hace años le escuché decir a una amiga árabe "la familia está muy bien, pero puede ser una cárcel". Tenía razón.
El diario añade en su información otro punto importante de la aprobación de la constitución en Túnez:

“Todo esto dice con claridad al mundo musulmán que el lugar de las mujeres en la sociedad y el respeto de sus derechos no son ya solo un concepto occidental”, recalcaba Amira Yahyaoui, fundadora de la ONG Al Bawsala que ha seguido de cerca los trabajos de la ANC. “Ya no se podrá, por ejemplo, decir a una libia que la reivindicación de igual hombres y mujeres es un modelo importado que no tiene razón de ser en un país árabe”, añade.*


El primer punto señalado por Amira Yahyaoui es clave, pues ayuda a desmontar una de las principales argumentaciones en las que se basa el pensamiento reaccionario tradicionalista: lo que viene de afuera pervierte y destruye lo de dentro. Los derechos de las mujeres solo se han querido discutir dentro de los planteamientos de sumisión femenina: el hombre hace lo que debe si la mujer hace lo que debe; el hombre hace lo que debe cuando la mujer no hace lo que debe. En este planteamiento todo es dulzura y armonía cuando la mujer sigue el camino fijado y el hombre se ve obligado a no ignorar sus deberes de corrección —con grados que van desde la palabra a la acción violenta—, eso sí, siempre por amor y deber, cuando la mujer no sigue la senda adecuada, la marcada por la tradición fundamentada religiosamente.
El argumento de la corrupción extranjera es la estrategia de defensa inmovilista pues la superioridad de lo islámico está dentro de la propia enseñanza islámica. Desde ese planteamiento, todo lo que no se acepte forma parte de una conspiración para acabar con la perfección alcanzada. Todo serán ataques contra la familia, del ateísmo, de los cristianos, de los sionistas, etc. El mundo propio debe ser defendido de su tendencia al caos y al desorden.


El hecho de que exista una constitución en un país musulmán, como es Túnez, servirá como ejemplo, argumentan, de que ya no es solo una cuestión extranjera. La lucha, sin embargo, no ha hecho más que empezar, porque ya comenzarán los reaccionarios a elaborar argumentos para estigmatizar la constitución tunecina y sus "defectos". Es en el seno de escuelas y familias donde uno aprende a ser libre y a sentirse portador de derechos. Una de las primeras cosas que hicieron los Hermanos Musulmanes en su breve paso por el poder fue la revisión y modificación de los libros de texto, eliminando las entradas y fotografías de las mujeres —las históricas feministas egipcias— que no se ajustaban a su modelo virtuoso.
Por último, el diario señala otro aspecto relevante de la constitución de gran alcance:

El Estado, estipula el artículo 6, “garantiza la libertad de fe, de conciencia y el libre ejercicio del culto”, es decir que permite a un musulmán cambiar de religión, algo inimaginable en cualquier otro país árabe. Se prohíbe además la acusación de “apostasía” que algunos radicales formulan contra los laicos y que puede servir de pretexto para asesinarles.


De ser cierta la interpretación señalada, efectivamente sería una cuestión importante. Hasta el momento en el mundo musulmán solo se permite una dirección: la que lleva al islam y que es irreversible. Los problemas de adopción de niños marroquíes por familias españolas, recientemente aireadas en la prensa, provienen de ese hecho.

Los artículos de la constitución han sido luchados, defendidos con firmeza y entusiasmo, uno a uno para evitar los retrocesos y recortes en materias de derechos ganados por las mujeres tunecinas en una lucha social y legal siempre difícil. La aprobación de la constitución tunecina es un gran paso para su sociedad o, al menos, para aquella parte que desea poder tener un mayor control de sus vidas y felicidad. Como ocurre en todos los países musulmanes, dos leyes que luchan por el control: las de base religiosa que se consideran superiores a las que los imperfectos seres humanos puedan aprobar en su soberbia y ceguera, y las perfectas, las que han sido dadas para su cumplimiento sin reservas. Las tunecinas tendrán que luchar contra las seguras maniobras que tratarán de dar interpretaciones sesgadas de lo que acaban de aprobar. Los islamistas suelen ser maestros de la ambigüedad para salir del paso y de la interpretación posterior.
Todo los cambios que ocurren en el mundo árabe musulmán tienen ese mismo problema, la existencia de una resistencia histórica al cambio, cuyo sentido va en dirección equivocada frente al camino mostrado. La lucha de los que tratan de modernizar sus sociedades —o simplemente de vivir sus vidas— comienza en sus familias y continúa por la presión social. Hay grandes batallas que el mundo desconoce que se libran cada minuto tras las puertas de los domicilios.


* "Túnez aprueba la Constitución más avanzada del mundo árabe-musulmán" El País 24/01/2014 http://internacional.elpais.com/internacional/2014/01/24/actualidad/1390559019_492853.html




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