Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Se hace
eco el diario El País en su editorial
de la indiferencia —incluso impunidad— con la que se están produciendo los
insultos racistas contra la ministra italiana Cécile Kyenge, congolesa de
nacimiento o contra la ministra de Justicia francesa Christiane Taubira.
A cada una le toca soportar los insultos de los respectivos partidos racistas
que hacen enrojecer a Italia y Francia, la Liga Norte y el Frente Nacional,
respectivamente.
Cuando
comenzaron los insultos y desprecios, reconocí como "mi ministra" a Cécile
Kyenge en un gesto que considero que deberíamos hacer como
"europeos". En cuestión de Derechos Humanos y de vergüenzas por su
desprecio, deberíamos estar todos unidos. Más que la "moneda única",
me interesa la "vergüenza única" que deberíamos sentir todos y el
"desprecio único" con el que deberíamos tratar a los que nos insultan
a todos al insultarlas a ellas.
Señala
en su editorial El País:
Tratar estos asuntos como si fueran meras
anécdotas es un gravísimo error. Trivializar las expresiones de racismo es
contribuir a legitimar el discurso del odio al diferente. Fuerzas populistas y
xenófobas están recurriendo de nuevo a la estrategia de crear enemigos
interiores y exteriores contra los que dirigir el miedo de la gente al futuro,
y la inseguridad que genera una sociedad cada vez más injusta y desigual. No se
pueden aceptar como meras opiniones lo que son flagrantes delitos, ni tolerar
como si fuera una inocua confrontación de ideas los embites [sic] del racismo y la xenofobia. Varios
de los partidos que siguen esta estrategia están concertando un “asalto a las
instituciones” en las próximas elecciones europeas, con el objetivo de combatir
desde dentro el proyecto de avanzar en la integración. Defender el proyecto de
la Unión Europea exige poner diques en cada país a un discurso que lo que en
realidad quiere es destruir los valores de igualdad, justicia y solidaridad en
los que se fundamenta el proyecto europeo.*
Mientras
en el editorial se señala esto, en otra de sus páginas se viene a decir casi lo
contrario. Con el titular "El extremismo crece en la Unión Europea pero no
arrolla" se plantea la tesis de que en "Europa" —es decir,
"Bruselas"— han pintado poco,
pero la utilizan como "caja de resonancia", algo bastante
contradictorio frente a la clara preocupación editorial. Se señala en el
artículo:
Los números son preocupantes. Pero a veces
las estadísticas provocan espejismos: a pesar del ascenso en las encuestas, ese
cajón de sastre que forman populistas, euroescépticos, eurófobos y extremistas
difícilmente va a cambiar su papel en el Parlamento. Y su papel consiste,
básicamente, en usar la Eurocámara como megáfono. Vociferar, gesticular, salir
en televisión. Poco más: esos partidos han tenido una incidencia mínima en la
legislación en la última legislatura.**
Se olvida
el articulista de que ese "vociferar, gesticular, salir en televisión"
—dicho así queda casi como un deseo infantil de llamar la atención— tiene sus
consecuencias en función de lo que se "vocifere",
"gesticule" o de diga cuando se salga en la Televisión. Hitler
también vociferaba y gesticulaba y hacía discursos radiofónicos. Hitler no
inventó el antisemitismo ni el racismo; se limitó a canalizarlo, a sacar de los
racistas lo que llevaban dentro presentándolo como un servicio a la nación
alemana. Los que insultan y desprecian a las ministras se siente
"patriotas"; son los "verdaderos" italianos o franceses,
que se defiende de la "invasión extranjera" y quieren devolver a los
"árboles" a las ministras, según sus chistes racistas.
Solo
puede haber "Europa" si hay una actitud europea frente a ciertas
cuestiones básicas, que son por las que los países deberían realmente adherirse.
La distorsión económica de todo hace ver Europa como un "mercado" y
los países que se adhieren como una ampliación de mercado. Pero ese mercado
debe ser una consecuencia del ser
europeo y no una finalidad, que debe
ser esencialmente un tipo de ciudadanía, la europea.
Ser ciudadanos de Europa debería conllevar esos valores que hoy son pisoteados
con los insultos racistas y xenófobos de partidos con los que se pacta y a los
que se recibe. No deja de ser curioso que se puedan cerrar estadios deportivos y
aplicar sanciones por gritos racistas y que, sin embargo, no se puedan tomar
medidas por acciones como las de la Liga Norte o el Frente Nacional.
El
problema de todo esto es el clima que se crea y la fabricación de un tipo de fanatismo
para el futuro. La curiosa calificación de "espejismos" que el
corresponsal de El País emplea para
definir el aumento del populismo racista es la contraria a la que reclama su
editorial. Solo debemos preocuparnos por
los números y su influencia en las eurocámaras. Aquí, en Bruselas —nos
viene a decir— gritan mucho pero
consiguen poco; solo quieren llamar la atención. Entiendo que es esta especie
de complacencia europea la que debería alejarse y tener en cuenta que no es un
problema de números sino de principios y de tendencias y proyecciones futuras.
El racismo y la xenofobia ha estado en Europa y forman parte de su herencia,
pero Europa se crea para combatir sus propias tendencias destructivas, para
superar sus guerras, desgarros y errores pasados. Y para eso hace falta crear
algo más que un espacio de libre circulación. Hacen falta ideas con las que circular. Y están ahí también en la
tradición y la Historia de Europa. Deberíamos saber, por ejemplo, quién Erasmo
de Rotterdam antes de ponernos a discutir sobre las dotaciones de las Becas
Erasmus.
Nos
sobra análisis y nos falta voluntad pedagógica y compromiso con los principios
básicos. Falta la enseñanza cívica. Europa se pierde por inercia, por creer que se hace sola y es
irreversible. Tremendo error. No deberíamos dar por hecho que Europa es irreversible, porque eso sería el fin.
Pero lo verdaderamente preocupante, por encima de la reversibilidad, es el
"tipo de Europa" en el que se puede vivir. Decir que los insultos son
"cosa" de Francia o Italia o Grecia es equivocarse porque, en esto,
son cosa de todos. De otra forma no es concebible qué es ser
"europeo". El aumento del racismo o el simple aumento del descaro con
que se manifiesta y la tolerancia con que se contempla es un problema
"nacional" primero y "europeo" después.
La
mentalidad de que en la Eurocámara e instituciones europeas se les puede frenar es suicida porque donde hay que
frenarlos es en los países mostrándoles claramente lo vergonzoso para todos de
sus actitudes. Se suele creer —y en eso nos engañan los analistas y los
números— que el racismo y la xenofobia son consecuencias de las crisis
económicas. No es cierto; están ahí antes. No aparecen con las crisis
económicas sino con las crisis de valores. Las crisis económicas solo les dan "argumentos" para echar a su propio fuego.
Los
insultos a las ministras italiana y francesa no son consecuencias de una crisis
económica sino de una suma de misoginia y racismo que se usa políticamente para
dirigir los odios de unos y las frustraciones de otros. Las escuelas del
racismo son muchas y preocupantes. El peor remedio —y le damos la razón al
Editorial de El País— es la
indiferencia o pensar que son "asuntos internos". En Europa,
políticamente, no hay "asuntos internos" en lo referido a los valores
de convivencia, a los Derechos Humanos. No puede haberlos; son cosa de todos.
Como en
tantas ocasiones, se da demasiada prioridad a la cuestión económica y se
desatienden otras esenciales que requieren otro tipo de medidas, éticas y
educativas sobre todo. Creo que hemos llegado ya a una generación que ha
olvidado " por costumbre qué significa "Europa, por levantarse cada
día siendo "europeo" sin preguntarse qué significa eso. La falta de
sentido es lo más fácil de rellenar por otros.
A falta de políticos con valor, amplío "mis ministras" solidariamente y me adhiero al grupo de todos los que protestan, en cualquier rincón europeo, contra este racismo que usa las crisis económicas para salir de su tumba. De las crisis económicas se sale; de las de valores no.
*
Editorial "Peligrosa tolerancia" El País 19/01/2014
http://elpais.com/elpais/2014/01/18/opinion/1390073558_100993.html
**
"El extremismo crece en la Unión Europea pero no arrolla" El País
19/01/2014
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/01/18/actualidad/1390064937_150820.html
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