Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Debo
confesar que la noticia sobre el falso
gurú de Obama y su relación con los líderes políticos españoles no me ha
sorprendido demasiado. Para mi generación, los gurús eran aquellos señores que
los Beatles visitaban en la India. Más bien tenían pintas de estar sentados horas
y horas meditando, que era para lo que la gente quería ir a la India, al Tíbet
o al Katmandú. Los que no tenían tiempo o dinero para ir, se compraban los
discos de Ravi Shankar, la Mahavishnu o el triple del Concierto de Bangladesh y
prendían barritas olorosas en sus habitaciones, llenas de cojines, decoradas
con pósters de divinidades con trompa de elefante o con muchos brazos.
Como
los líderes de los partidos españoles no están por lo de tocar el sitar, hacer viajes a esos lugares tan
alejados o ponerse a meditar, ni tampoco por la renuncia a los placeres de este
mundo, sino más bien por lo contrario, los gurús de ahora son de otro tipo. En
vez de enseñarte el camino del nirvana
y llegar a la ataraxia o a hacerte uno con la naturaleza, dan cursillos sobre
cómo conquistar el poder y en vez de enseñarte a distanciarte del mundo te
enseñan a controlar las redes sociales. Es un cambio muy drástico en sus
planteamientos. Estos gurús ya no son como los de antes, los de verdad, a los
que ahora nadie hace caso. Pero se han apropiado de la palabra y hay falsos
gurús que se montan una consultora, como hay falsos monjes shaolín que se montan un gimnasio.
Lo de
los gurús pasó al lenguaje cotidiano en el sentido de aquel que te enseña el camino para conseguir algo que él mismo ha conseguido ya, una
meta. Es un visionario que comparte su conocimiento infalible. En eso el
"gurú" se distingue del mero profesor universitario o del experto,
que no se arriesga más que con lo seguro. El gurú es bueno cuando se arriesga y
no falla. Los gurús ya no enseñan principios sino trucos, atajos para conseguir
la meta. Y hay gurús para todo: de la moda, las finanzas, de la cría
caballar... Y, claro, de las campañas.
He
visto hace unas pocas horas la película de Scorsese "El lobo de Wall
Street" y al final el protagonista se convierte en un auténtico
"gurú". Se comprueba en la cara de idiotas de los que le siguen, auténticos
memos, que albergan la secreta creencia de llegar a ser tiburones financieros
gracias a los consejos que él, un sinvergüenza, les pueda dar. Un
"gurú" es una puerta rápida al éxito seguro. Por eso cobran tanto.
Pues nuestros
políticos —y no han sido los únicos— son como esos memos del plano final de la película de Scorsese; han ido a
confirmar que son "lobos" de la política, líderes agresivos, que
quieren aprender los nuevos trucos de la profesión. El señor Ravi Shing ha
tomado el pelo —él, que lo lleva guardadito bajo un turbante— a los que han
querido escucharle. No sé si lo que les cuenta de forma tan clara y exclusiva
sirve para algo, pues nunca estuvo la clase política en tan baja consideración.
No voy a hacer responsable al "gurú" Singh de la estupidez e
ineficacia de nuestra clase política, claro; para eso no necesitan a nadie, se
bastan ellos solos. El señor Ravi Singh se ha aprovechado de la necesidad de reafirmación
que nuestros inseguros políticos tienen. Es humano querer tener abuela para que
te diga lo guapo que eres, aunque sea abuela de pago. Y los políticos españoles
—¡pobrecitos!— están muy necesitados de cariño y elogio.
El
corresponsal en Nueva York del diario el Mundo* nos cuenta lo que ha ocurrido
con este "gurú" ahora imputado por un escándalo de financiación
ilegal en la alcaldía de San Diego, acusado de corromper candidatos y aceptar
donaciones ilícitas de un empresario mejicano. En 2011, se le acabó gran parte
del negocio y sus manejos quedaron al descubierto, según nos cuenta el
corresponsal:
Ravi Singh se hacía llamar "el gurú de
las campañas" y se distinguía de otros consultores políticos por su barba
poblada y por su turbante sij. Pero fue su condición de presunto arquitecto
digital de la exitosa campaña de Obama lo que le colocó en 2008 en el punto de
mira de varios políticos españoles, que escucharon sus consejos y recurrieron a
sus servicios deseosos de lograr ventajas sobre sus rivales y darse una pátina
de modernidad.*
A sus
costosos seminarios iban nuestros políticos no a aprender a ser más eficaces,
sino a saber cómo conseguir más votos. En este punto es donde reside el gran
error político: no se trata de que la sociedad gane consiguiendo mejoras para
todos, se trata de ganar unas elecciones. Eso también se enseña en la película
de Scorsese: no se trata de que tus clientes ganen, sino de que se crean
ricos. Y es que estos gurús, con turbante o sin él, lo que buscan es poder
cobrar una buena cantidad por escuchar sus consejos, venderles la receta de la "eterna
mayoría absoluta".
El gurú
se fabricó su fama como hacen todos los charlatanes: dejando que la información
rodara por la ladera hasta hacerse una gran bola comunicativa. Basta con lanzar
una primera noticia, llenar tu currículum de grandes hazañas electorales, para que la gente, a fuerza de repetirlas les
dé consistencia. Bastan una cuantas fotos junto a líderes mundiales para que
crean todos que te llaman cada mañana o entre pesadilla y pesadilla para
consultarte.
Este
"gurú de las campañas" era su primera y más importante campaña. La promoción se la hicieron los demás dando por buenas todas sus artes fascinados por
su turbante. ¿Cómo puede ser un fraude alguien con un turbante así, un turbante
que desprende sinceridad por todos sus pliegues? Lo sorprendente de estos gurús
modernos es que es casi imposible desenmascarar a los impostores. Siempre dejan
caer que asesoran a "gente muy importante" y los demás se lo creen,
claro, porque nos gusta creernos las cosas que nos hacen sentirnos también importante.
Sentarse frente a un señor con turbante que ha estado así, mano a mano, con
Barack Obama es un desencadenante de la fantasía.
Parece
ser, no cuentan, que el señor del turbante mágico llegó a estas tierras de la
mano de los populares de FAES en 2008 vendiendo sus conocimientos en un
seminario al que asistieron algunos políticos del partido. La noticia pasó a
los periódicos que ya, dada su manía de poner etiquetas a todo, lo convirtieron
en "gurú". Y una vez conseguido eso, pasas a ser el objetivo de todos:
¿quién no quiere un gurú en su mesa?
Dice el
diario:
Más o menos por esas fechas, el diario 'La
Vanguardia' publicó un artículo en el que definía a Singh como "gurú"
y en el que aseguraba que había "pocas personas con más poder e
influencia en el proceso electoral". También apuntaba que su
tecnología había permitido a Obama recaudar "un cuarto de millón de
dólares" al día y que esa ventaja determinaría su triunfo en la carrera
electoral.
"Ravi ha construido un
personaje en torno a su turbante y es gran vendedor", cuenta a EL MUNDO
una persona que lo conoce desde hace cinco años. "Siempre ha sugerido que
su tecnología fue lo que permitió a Obama ganar las elecciones de 2008 y así ha
ido ganando clientes en muchos países del mundo, también aquí".
El consultor de origen indio
nunca desmintió a quienes le presentaban como la mano derecha de Obama y llegó
a incluir en este
folleto un fragmento de un teletipo de Europa Press que le
definía como alguien "famoso por el trabajo realizado para que el
presidente llegara al poder".*
¿Por
qué iba a desmentir? Como saben los buenos timadores, hay que jugar con las expectativas
de los demás si te favorecen y negar las evidencias si te perjudican. Nunca
desmientas lo que te viene bien; nunca confirmes lo que te perjudica. Son las
reglas de oro de la comunicación política.
Un
gurú, podemos concluir, es el resultado de la estupidez de políticos y medios,
de su tendencia a la mitomanía y de su ambición. Los medios necesitan
justificar por qué sacan a un señor con turbante en sus páginas y venden su
importancia dotándolo de nombres tan tontos y rimbombantes como "el gurú
de las campañas", algo que los políticos leen como memos y caen en la
trampa asesora. Después todo sigue su cauce natural.
Lo del
"llegó a incluir un teletipo de Europa Press en su currículum", que
señala El Mundo, no debería extrañar a nadie, pues esa es la técnica habitual,
la de la repetición y amplificación de cualquier noticia. Una sola línea en un
periódico se multiplica en cuanto al gurú le interesa hacer llegar sus datos a
los clientes y a los medios, inestimable ayuda, pues no suelen investigar
demasiado estas cosas, creándose una cadena de confianza (Yo repito lo que otros han dicho). Eso el gurú lo sabe
perfectamente.
Nuestros
políticos deberían escarmentar de una vez y entender que un señor con turbante
les puede enseñar a camuflar sus pifias, pero no les enseñara cómo no cometerlas.
La mejor campaña política es la de los hechos eficaces, la de la seriedad y el
compromiso, la de no tener que recurrir a charlatanes cosméticos.
No sé en qué sentido hay gurús falsos distintos de los verdaderos, al menos en política. Alguien que solo enseña a cómo conseguir votos no me parece muy de fiar. A este debieron fallarle sus condiciones visionarias y recurrió a lo de siempre, para lo que no era necesario ni el gurú ni su turbante.
*
"Imputado el falso gurú de Obama que engañó a líderes de PP y PSOE"
El Mundo 26/01/2014
http://www.elmundo.es/internacional/2014/01/26/52e4cf2fe2704ed7598b456c.html?a=NU5a0386bff33c7cd61e1e46d8e9a776ecf&t=1390755247
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